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Desplazamiento interno en México: la brecha entre las luchas de las víctimas y las narrativas oficiales
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Verdad, justicia y reparación
La Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos es una organización civil,... Continuar Leyendo
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Desplazamiento interno en México: la brecha entre las luchas de las víctimas y las narrativas oficiales
Cuando el presidente no reconoce la gravedad del desplazamiento interno en México, se entorpece el proceso para garantizar la seguridad, reparación e implementación de marcos jurídicos sólidos que protejan a las víctimas.
18 de septiembre, 2023
Por: Jeanne Soulard
@CMDPDH 
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Al escribir, pongo el mundo en orden, le doy una agarradera para apoderarme de él. […] Escribo para grabar lo que otros borran cuando hablo, para escribir nuevamente los cuentos malescritos acerca de mí, de tí. […] Para descubrirme, preservarme, construirme, para lograr la auto-autonomía”.

Gloria Anzaldúa

 

En julio de 2023, al ser cuestionado sobre la situación creciente de desplazamiento forzado y la deficiente atención por parte del Estado frente a la violencia en Chiapas, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró en una conferencia matutina “que se ha exagerado lo que sucede en Chiapas con los últimos tiempos y en general en el país”.

Las declaraciones del presidente reducen la magnitud del fenómeno de violencia en Chiapas, estado que, según la CMDPDH, reportó el mayor número de personas desplazadas por violencia en 2022. Con 4,250 personas desplazadas en Frontera Comalapa, este municipio de Chiapas concentra la mitad de la población desplazada durante ese año, y la situación se vuelve más delicada al observar que menos de un año después, en mayo de 2023, se presentó un nuevo episodio de violencia masiva en el municipio, con al menos 3,000 personas desplazadas. Además, entre el año 2010 y el mes de octubre del 2022, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas documentó un total de 16,755 personas desplazadas por violencia en Chiapas.

A raíz del cuestionamiento del periodista sobre las acciones de asistencia y prevención del gobierno federal, el presidente orientó la conferencia hacia una desconfianza ante el trabajo de periodistas y defensores de derechos humanos. Así lo declara:

“… como sí lo han hecho [“buscar reconciliación en las comunidades sin tomar partido”] quienes supuestamente defienden derechos humanos, que han provocado con esas actitudes más divisiones en las comunidades y en los pueblos. Tengo presente por ejemplo lo de Tila, hablando de desplazados, donde tuvo que salir la mitad del pueblo porque se apoyó a un grupo, defensores de derechos humanos [señalando al periodista] para expulsar una parte de la población” [1:08:00].

A partir de un ejemplo impreciso, instaló un clima de sospecha y de deslegitimación del trabajo de esos actores. ¿Qué mejor manera de desconcertar a sus opositores o “adversarios” que afirmando que los defensores violan derechos humanos? Con un ejemplo desacredita e invisibiliza el trabajo de defensa de múltiples organizaciones de la sociedad civil. Su discurso traza un mundo dicotómico: quienes están a favor del gobierno y quienes están en contra. Este último grupo, de acuerdo con esta amalgama binaria, incluye a “conservadores corruptos […] que ya no se saben que hacer para detener el proceso de transformación social, defensores de derechos humanos farsantes” y los “que hacen un periodismo independiente, para mí entre comillas”. Para finalmente reducir el trabajo de investigación y documentación del periodista a una “politiquería”.

Además de ir en contra de las organizaciones, de asumir un desprecio hacia actores de la sociedad civil, de descalificar sus trabajos, de reducir el fenómeno de violencia como un problema de “visiones distintas”, esa tendencia de suspicacia impacta la vida de la población que ha sufrido la violencia. En efecto, cuando desde lo más alto de la esfera pública nacional no se reconoce la gravedad del fenómeno, se entorpece el proceso para garantizar la seguridad, reparación e implementación de marcos jurídicos sólidos que protejan a las víctimas.

Esas “visiones distintas” sobre la  violencia o ese “derecho a disentir”, tal como lo presenta Andrés Manuel López Obrador, inciden en las políticas de reparación: en el presupuesto aprobado a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y en las reparaciones materiales que se otorgan a las víctimas, en la tipificación de los tipos de violencia dentro de las autoridades encargadas de la procuración de justicia, en la aprobación o el descrédito de los testimonios de las víctimas, en la reparación de los daños sufridos, en el riesgo que enfrentan las personas que buscan justicia, en el acceso a condiciones de vida digna. Al disminuir la magnitud de un fenómeno de violencia, disminuyen también las medidas de seguridad, lo cual incrementa las situaciones de riesgo y favorece la impunidad.

Además, orientar la discusión a “ataques políticos”, “derecho a disentir” o “visiones distintas” como lo hace el presidente minusvalora el trabajo de distintos actores que han documentado y trabajado el fenómeno de violencia en el país. La Relatora Especial sobre los derechos humanos de los desplazados internos evidencia los altos índices de violencia en México y avala los análisis de las organizaciones de la sociedad civil: señala la necesidad de refuerzo de las estrategias gubernamentales para la prevención, atención y resolución del fenómeno de desplazamiento interno en México. Así, es problemático reducir toda la crítica a “opiniones divergentes”, porque desestimar los hechos tiene como consecuencia directa la vulneración de derechos y la omisión de responsabilidades del Estado.

La manera en la cual el presidente orientó esa conferencia nos confronta sobre las representaciones que se construyen alrededor del fenómeno de violencia. Desde la perspectiva del antropólogo Didier Fassin, en el siglo XX, el trauma, cuyo significado era esencialmente personal y clínico, adquiere una dimensión colectiva, moral y jurídica. Pero ese proceso de reconocimiento del sufrimiento como violencia social no es evidente en sí mismo. El hecho de que se produzca un evento traumático no le garantiza un reconocimiento a la persona como víctima. En consecuencia, el otorgamiento del estatus de víctima y de la reparación material a personas que han sufrido un hecho victimizante depende del valor social otorgado a un acontecimiento traumático. Así, afirmar que se está exagerando la situación de violencia en Chiapas y en el país relega una parte de las experiencias traumáticas a la dimensión personal, como si fuera una experiencia que no afecta al conjunto de la sociedad. En consecuencia, el testimonio, con valor de prueba, de las víctimas o de las organizaciones de la sociedad civil es puesto bajo sospecha y evaluado según una visión parcial del Estado sobre el fenómeno.

La legitimación del estatus de víctima no ocurre solo mediante dispositivos estatales sino gracias al proceso de politización de las personas que han vivido hechos traumatizantes. Estos movimientos visibilizan en el espacio público unas voces excluidas de lo colectivo, permiten la afirmación y construcción de otros discursos sobre las estructuras de violencia y su relación a los sistemas de explotación, y denuncian los sesgos y los fallos de la herramienta legislativa. Así, el trauma también es un recurso político mediante el cual las personas víctimas y las organizaciones que las acompañan se movilizan y reivindican sus derechos. La politización 1 y la transformación del dolor desestabiliza las narrativas y resiste al silenciamiento. Juntando voces y memorias para curar y reivindicar, los movimientos y organizaciones alteran la visión homogeneizante y mueven los marcos jurídicos para garantizar el cumplimiento de un derecho a la justicia y a la reparación, desafortunadamente negados en diversos casos por los procesos burocráticos. Esperemos que las prácticas discursivas donde se minimiza el dolor de las víctimas y la magnitud de los problemas sean cada vez más difíciles de sostener en México. Solo avanzando hacia el reconocimiento pleno de los problemas nacionales se podrá caminar hacia la memoria, la verdad y la justicia.

*Jeanne Soulard es pasante del área de Desplazamiento Interno en la @CMDPDH y licenciada en Antropología.

 

1 Gloria Anzaldúa, “Hablar en lenguas: una carta a escritoras tercermundistas” in Moraga Cherrie, Catillo Ana, Op.Cit., p.223

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“Somos pobres, pero estamos contentos”:qué hay de cierto en que los mexicanos son extremadamente conformistas
8 minutos de lectura
“Somos pobres, pero estamos contentos”:qué hay de cierto en que los mexicanos son extremadamente conformistas
Cuando el presidente no reconoce la gravedad del desplazamiento interno en México, se entorpece el proceso para garantizar la seguridad, reparación e implementación de marcos jurídicos sólidos que protejan a las víctimas.
01 de octubre, 2023
Por: BBC News Mundo
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“Me gusta mucho los buenos peloteros que tiene México. No se lo creen mucho, se conforman. Es mi sensación, y perdón si me estoy equivocando, que la gente es muy conformista”.

El futbolista brasileño Dani Alves se refería así en su breve paso por la liga azteca a finales del año pasado —poco antes de la presunta agresión sexual a una joven por la que espera juicio en España— a una de las cualidades más atribuidas generalmente a la sociedad mexicana: el conformismo.

Dos años antes, el exfutbolista argentino Bruno Marioni opinó lo mismo. “El mexicano en general es muy conformista, con lo que tiene se arregla. Pero esa falta de ambición de superar los obstáculos, esa falta de hambre es lo que ha impedido que México dé ese salto de calidad”, le dijo al canal Televisa.

Pero no hay que centrarse en el fútbol para escuchar sobre esto. En cualquier conversación y en cualquier ámbito puede salir a discusión esa supuesta disposición tan arraigada en la mentalidad del mexicano a decir que está satisfecho con lo que tiene y a no reclamar en exceso.

Así, al igual que su gran amabilidad o su gusto por el picante, la idea de que la población del país es extremadamente conformista se repite como un mantra y se ha extendido de tal modo que a algunos mexicanos les molesta, pero no son pocos quienes lo admiten y reconocen sin reparo.

Por supuesto, también hay cientos de miles de mexicanos con iniciativa y con deseos de superación en la vida. Pero una gran cantidad de ellos, coinciden expertos, prefieren quedarse en su zona de confort antes que arriesgarse a apostar por un proyecto con el que progresar pero que también requeriría de un mayor esfuerzo.

“Pues así es México” es una repetida respuesta cuando se apunta a esa idea tan generalizada del eterno conformismo mexicano, pero ¿qué hay de cierto en ello?

Conformes y satisfechos

Es importante subrayar que todo ser humano es social y que, por naturaleza, todos buscamos pertenecer y tener aceptación en los grupos que nos rodean. Y es ahí, precisamente, donde nace la conformidad.

“Pero es cierto que en México, y en la cultura latina en buena parte, es más importante estar bien con los demás que con uno mismo porque somos una cultura colectivista, de mucho apego emocional al grupo, a la familia y a los amigos”, dice David Reyes Domínguez, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“La conformidad es parte de nuestra cultura mexicana y se ve como algo normal, no se ve como negativa y es parte de lo que nos enseñaron a ser. Aquí tenemos gente terriblemente conformista: son los que no levantan nunca la mano y que están en casa esperando a que las cosas les caigan del cielo”, agrega.

También, afirma en conversación con BBC Mundo, “los gobiernos, los medios o las escuelas generan una influencia de pertenencia hacia los mexicanos. Esto ocurre al grado de que muchas veces se dice esa idea de ‘Somos pobres, pero estamos contentos’”.

Algunos estudios parecen apuntar en esta dirección. Según el informe “¿Cómo va la vida?” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los mexicanos otorgaron 8 puntos sobre 10 a su “satisfacción con la vida” como promedio entre 2010 y 2020 —por encima del 7,4 del resto de países miembros—, pese a que México aparecía en el estudio de 2020 entre los tres países con peores indicadores en áreas como seguridad, salud o vivienda.

Mujeres abrazándose
Getty Images
Pese a las carencias y problemáticas en el país, la mayoría de mexicanos aseguran sentirse satisfechos con su vida.

En la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía mexicano (INEGI), esa puntuación se elevó incluso a 8.45 puntos. El 88,3% de la población se declaró “satisfecho” o “moderadamente satisfecho” con su vida.

“Cabe preguntarse si nuestra felicidad y satisfacción son genuinas o si son el producto de vivir frente al espejismo de progreso en México”, cuestionó Ana Lucía Dávila al analizar resultados de estos informes en años anteriores para el artículo “El enigma del conformismo mexicano” de Ethos Laboratorio de Políticas Públicas.

“¿Resignados o acomplejados? Los mexicanos no solo estamos conformes, sino satisfechos con lo que tenemos. Mientras que nuestra capacidad de anteponerse a las adversidades es admirable, también es cierto que nuestra pérdida de capacidad de indignación es alarmante”, añadió.

Paloma Guerrero Rodríguez, de la Facultad de Psicología del Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas en México, también reflexionó sobre las actitudes de muchos mexicanos ante situaciones cotidianas en su investigación “Perfil del mexicano conformista”.

“Podemos observar que muchas personas piensan que ninguno de sus ideales y metas se pueden llevar a cabo. Debido a que están tan acostumbrados a que el ambiente es de cierta forma, se encierran en una mentalidad en la que no les queda más remedio que conformarse y, como piensan que nada va a cambiar, no se dignan a tomar la iniciativa. No quieren ver más allá”, escribió en su publicación.

¿A qué se debe este conformismo?

Es difícil definir con exactitud qué causa que esta cualidad predomine en la personalidad de tantos mexicanos. Según Guerrero Rodríguez, “la falta de un propósito en la vida, la irresponsabilidad social y las problemáticas actuales influyen en la formación del perfil del mexicano conformista”.

De su investigación, en la que entrevistó a 160 personas, extrajo varias características o conductas propias de este tipo de personas en el país, tales como indiferencia social, falta de solidaridad o irresponsabilidad social, entre otras.

Reyes Domínguez, de la UNAM, asegura que el mexicano adquiere históricamente esta cualidad desde la familia, que se convierte a veces en un patrón para repetir comportamientos.

“Por supuesto no en todos los casos, pero en muchas ocasiones los hijos de padres que no tienen grandes estudios optan por no buscar estudios superiores porque el modelo que tienen frente a ellos funcionó. Se conforman con ese nivel porque saben que con eso pueden resolver y no van más allá”, dice.

Celebración de la Revolución mexicana
Getty Images
El conformismo es adquirido por muchos mexicanos desde la infancia a través de quienes los rodean en su propio hogar.

También la cultura es otro de los factores a tener en cuenta. “La autoridad que se le da a los dioses y religión en general también hace que muchos se conformen y pronuncien el típico dicho de ‘No hay ahorita, pero ya Dios proveerá’. Eso es parte del pensamiento mágico que está muy presente en la población mexicana”, afirma el académico.

Además, influye la responsabilidad que muchos depositan de manera exclusiva en quienes tienen posiciones de liderazgo.

“Ante la situación de inseguridad, por ejemplo, es habitual que se diga que el gobierno no está haciendo nada. Se acostumbran a echar la culpa al entorno, a aquellos que creen que tienen toda la responsabilidad, pero lo cierto es que la gente tampoco hace mucho por cuidar su propia seguridad en la medida de lo posible”, expone el experto.

¿Qué consecuencias tiene el conformismo?

El conformismo puede ser también interpretado como si fuese una especie de optimismo ante la vida, de ver el vaso medio lleno y como una vía cómoda para formar parte y ser aceptado por los grupos que nos rodean sin ir en contra de una opinión mayoritaria.

Sin embargo, es obvio que esta cualidad suele tener una connotación poco positiva a ojos de la sociedad y es generalmente vista como un factor que acarrea más consecuencias negativas.

“Es malo porque es un factor de no avance que te limita en tu desarrollo. Te da un comportamiento pasivo en lugar de continuar para que tu vida personal o profesional sea más exitosa. Simplemente vas en un día con día porque tu posición social cubre tus necesidades momentáneas y no quieres actuar más allá”, opina Reyes Domínguez.

Y esta postura, indiscutiblemente, contribuye a perpetuar injusticias a nuestro alrededor porque, en ocasiones, ni siquiera sabemos identificarlas como tal.

“Si hay una población social-conformista, no verá las desigualdades como problema y podrá vivir con ellas, porque no tendrá la capacidad de revertir esta realidad”, escribió el filósofo panameño Abdiel Rodríguez Reyes en el artículo “El social-conformismo: la plataforma para mantener las desigualdades”.

Niñas corriendo
Getty Images
Es necesario trabajar para cambiar el conformismo actual en las futuras generaciones, dicen expertos.

También puede dejar al mexicano conformista en una posición de inferioridad a la hora de competir en ámbitos como el laboral frente a personas de países como Estados Unidos, Canadá o Reino Unido donde, generalmente, la cultura es más individualista e instrumental sin excesiva conformidad de grupo.

“Obviamente esto nos pone en desventaja con países, por ejemplo, que sí practican la asertividad (expresar una opinión de manera firme). En lugares como EE.UU. o incluso en otras culturas latinas como Brasil saben decir tranquilamente ‘no’”, reflexiona Reyes Domínguez.

“Pero al mexicano le cuesta mucho porque socialmente está mal visto ser asertivo, por lo que le gana la presión del grupo y acaba diciendo siempre ‘sí’ aunque no sepa hacer algo”, asegura sobre otro de los comportamientos que más se asocia a los mexicanos que tienden a evitar decir ‘no’ para escapar de cualquier enfrentamiento.

Visto desde este punto de vista negativo, el conformismo es algo en lo que se puede y se debe trabajar para desarrollar un cambio en las futuras generaciones, recomiendan los expertos.

Según Ana Lucía Dávila, “sin una sociedad con capacidad de indignación, que se sienta merecedora de una mejor calidad de vida y que tenga las ganas de ver la realidad y exigir, muy poco cambiará”.

 

Este artículo es parte del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó del 7 al 10 de septiembre de 2023. Puedes ver toda nuestra cobertura haciendo clic aquí.

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