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“Nosotras las nombramos bordando”: mujeres se unen para bordar en memoria de las víctimas de feminicidio en Morelos
“Nosotras las nombramos bordando”: mujeres se unen para bordar en memoria de las víctimas de feminicidio en Morelos
Imagen: Equipx diseño
8 minutos de lectura

“Nosotras las nombramos bordando”: mujeres se unen para bordar en memoria de las víctimas de feminicidio en Morelos

El colectivo “Las nombramos bordando” nació en 2020 después del feminicidio de Ingrid Escamilla, desde entonces se reúnen para bordar y nombrar a las mujeres que han sido víctimas, pero también para reivindicar el papel del bordado en el arte.
22 de julio, 2025
Por: Eréndira Aquino
@ere_aquino 

En un rincón de la ciudad de Cuernavaca, un grupo de mujeres se reúne para bordar y entre puntadas conformar un memorial para las niñas y mujeres que han sido víctimas de feminicidio en el estado de Morelos.

En las paredes del estudio de María Antonieta De la Rosa cuelgan mantas con los bordados que han realizado en plazas públicas de Cuernavaca, y aquellos que reciben por paquetería desde otros lugares del país. En ellos se leen los nombres de las víctimas, así como los municipios y fechas en los que fueron cometidos los feminicidios, piezas con las que el colectivo “Las nombramos bordando” genera memoria y denuncia, a través del arte, esta problemática.

El colectivo fue fundado en 2020 por María Antonieta, artista textil cuyo taller “y centro de operaciones en el activismo” está ubicado en Morelos. Desde este espacio, explica que comenzó con el proyecto de bordar los nombres de víctimas después del feminicidio de Ingrid Escamilla, “que fue muy sonado a nivel nacional porque fue bastante impactante”, lo que la llevó a articularse con más activistas del estado para realizar acciones para visibilizar a las mujeres que eran víctimas de este delito en su estado.

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Foto: Silvana Flores

 

“Aquí es donde convergen mi inquietud y exploración en el bordado con el activismo, porque yo estaba estudiando la maestría en producción artística en la UAEM y estaba investigando sobre el bordado en el arte, y encontré que este fue relegado de las bellas artes, y por ello siempre tuvo un papel invisibilizado, aunque al mismo tiempo ha sido una herramienta que han tomado las mujeres en diferentes momentos de la historia como medio de expresión y de protesta“, comenta De la Rosa.

Inspirada en los movimientos sociales que utilizaron el bordado como medio de protesta, la madrugada del 8 de marzo de 2020 convocó junto con otras artistas y activistas a una acción colectiva en Cuernavaca, “y esa noche, en un espacio que había sido refugio para mujeres con problemas de violencia, bordamos una lista de feminicidios que se habían recopilado de 2013 a 2019, y después nos incorporamos a la marcha que se concentró en la Plaza de Armas”.

“Con la pandemia tuvimos que dejar los espacios públicos y regresar a las casas, entonces empezamos a convocar a través de redes sociales para que pudieran participar desde la distancia, e incluso se unieron mujeres de otros estados. Poco a poco nos dimos cuenta que bordar un feminicidio era un proceso difícil que necesitaba acompañamiento, y desde entonces cuando bordamos compartimos saberes y reflexiones con todas las personas que asisten o se conectan”, detalla la artista morelense de 38 años.

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Foto: Silvana Flores

 

La lista de víctimas por bordar crece todos los días, ya que se actualiza conforme se reportan nuevos casos en medios de comunicación y redes sociales, y cada trozo de tela bordado se integra al memorial textil en el que se concentran los datos de decenas de mujeres acompañados de flores, corazones y otras imágenes a base de puntadas, con las que se les recuerda y se exige justicia.

Según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), entre 2015 y febrero de 2025 hubo 8 mil 508 víctimas de feminicidio en México, y 25 mil 952 mujeres fueron asesinadas de manera intencional.

En el caso de Morelos, en el mismo periodo de tiempo el SESNSP registró 341 víctimas de feminicidio y 685 mujeres asesinadas de manera dolosa.

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Foto: Silvana Flores

 

El bordado como espacio “de resistencia y acompañamiento”

Xóchitl Guzmán es una de las activistas integrantes del colectivo. Psicóloga de profesión, platica que aprendió a bordar desde que era una niña, pero no le gustaba porque consideraba que reproducía los estereotipos con los que ha estado marcada la feminidad. Fue hasta que María Antonieta le propuso esta forma de protesta por las víctimas de feminicidio que retomó esta actividad.

“Como muchas mujeres en México, aprendí a bordar en casa, bordaba servilletas o almohadones, pero era una parte con la que estaba muy peleada, porque me molestaba que estereotipaba a las niñas y mujeres, hasta poco antes de 2020, cuando tomé un taller de bordado feminista, y pude ver que en realidad era un espacio de resistencia y acompañamiento. Fue entonces cuando me reconcilié con esta parte”, cuenta Guzmán.

Para ese momento, Xóchitl ya llevaba años de trayectoria en el activismo, pero desde otras expresiones, y a invitación de María Antonieta se sumó a la iniciativa de conformar un grupo de bordadoras para esta labor, que describe como algo “hermoso, pero que es doloroso, porque hay mucho esmero, creatividad y dedicación de las compañeras, pero lo que se bordan son casos de feminicidio“.

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Foto: Silvana Flores

 

La psicóloga de 38 años destaca que a pesar de ser una actividad con la que “tocan algo tan doloroso, hay momentos para la risa, para la broma y para hacer alianzas; quienes participamos tenemos la oportunidad de conversar y acompañarnos, sin que sea un espacio terapéutico, pero sí de sostén en el que encontramos una gran fortaleza”.

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Cuando bordo me siento más libre y poderosa, aunque sea algo tan delicado puede llegar a ser súper potente, y a la vez traer calma a la mente. Es algo que ha ocurrido gracias a muchas mujeres, algunas que se suman al activismo por primera vez, con quienes estamos construyendo resistencia”.

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Foto: Silvana Flores

 

Karime Díaz, bióloga e integrante del colectivo, relata que en su caso, llegó al activismo por el movimiento #MeToo y las denuncias por violencia de género dentro de las universidades, así como los casos de feminicidios de estudiantes que movilizaron a la comunidad universitaria de Morelos, y fue de esta forma como conoció a María Antonieta y a Xochitl, y se sumó con ellas al proyecto Las nombramos bordando.

Aunque, al igual que sus compañeras del colectivo, Karime aprendió a bordar desde niña, afirma que la tarea de nombrar a las víctimas de feminicidio no fue sencillo. “Porque cuando te asignan un caso a veces te resuena porque conoces a alguien con ese nombre, o la fecha coincide con algo en nuestras vidas, y todo adquiere un sentido diferente… pero me quedo con la ternura del bordado, como aprendí con mi abuela, porque es una manera de honrarlas con un compromiso muy grande”.

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Foto: Silvana Flores

 

Los detalles de cada caso los conocen a través de lo que la prensa reporta del feminicidio. “Aunque en lo personal no me gusta leerlas, porque es muy cruda la manera en la que comunican los feminicidios… entonces, yo me quedo con la ternura, trato de pensar qué le hubiera gustado a esa mujer que yo bordara en su memoria”, expresa Díaz.

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Aún con lo doloroso que resulta conocer de cerca los casos, la científica de 36 años plantea que “el bordado sana”. “Porque te hace poner toda tu atención, todo tu esfuerzo, todo tu amor y tu ternura en ese momento, e invita a hacer una pausa y pensar en las puntadas, y en mi caso, es una actividad que ha permitido abrir el diálogo con más mujeres cercanas, de todas las generaciones, ya que incluso nuestras madres -que nunca antes habían participado en este tipo de actividades- nos han acompañado en algunas de las acciones”.

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Foto: Silvana Flores

 

“La violencia es una realidad que nos toca a todas”

Maria Antonieta destaca que el bordado como expresión de protesta tiene historia en Morelos, y se remonta hasta 2011, con el surgimiento de la iniciativa “Bordando por la paz“, que se sumó a las distintas expresiones y movilizaciones que acompañaron al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, en el que una de las figuras principales fue Javier Sicilia, poeta radicado en Cuernavaca.

El colectivo Fuentes Rojas propuso la acción de bordar un pañuelo con el nombre o descripción de alguna víctima de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, “y fue como una célula que explotó y se dispersó por diversos estados del país”, y aunque entonces no tuvo representantes en Morelos, ahora “Las nombramos bordando” retomó las convocatorias para nombrar, puntada a puntada, a quienes su vida ha sido cobrada por la violencia.

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Foto: Silvana Flores

 

Rocío, quien recién se integró al colectivo de bordado, detalla que ella se inició en el activismo durante la pandemia, cuando se enteró del aumento en la violencia de género por el confinamiento de las mujeres en sus casas, lo que la llevó a la reflexión de que “viviendo en un estado tan lleno de violencia como lo es Morelos, no podemos negar que la violencia nos toca a todas“.

“Algo que he aprendido de las fundadoras de la colectiva es que el activismo se puede hacer de diferentes maneras”, señala. Aunque no imaginó que el bordado que aprendió desde niña sería una de ellas, ahora es parte de este proyecto que con hilos y aguja “demuestra el coraje que siento y que sentimos por lo que estamos viviendo”, comenta la mujer de 36 años, quien se dedica a la creación de productos digitales.

En su caso, conoció a “Las nombramos bordando” por un taller virtual con el que buscaba retomar esta actividad durante la pandemia, y desde entonces ha elaborado piezas en memoria de varias mujeres. “Ha sido un gran reto, porque hay víctimas que no fueron identificadas y la información sobre ellas es poca, pero en las sesiones todas empezamos a rebotar ideas sobre lo que puede ser representativo para recordarlas”.

“Ante la violencia feminicida, nosotras las nombramos bordando”, subraya la colectiva que invita a las personas interesadas en conocer más de su trabajo o sumarse a las actividades que realizan a través de redes sociales, en donde pueden ponerse en contacto con las integrantes.

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Foto: Silvana Flores

 

Redes de ‘Las nombramos bordando’

Instagram: https://www.instagram.com/lasnombramosbordando/

Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100027918235633

Este reportaje es parte de la serie “Artivismo: o cómo el arte puede ser un agente de transformación social”, que presenta Animal Político.

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Imagen BBC
Qué ha pasado en Gaza desde el alto el fuego y por qué el conflicto no ha terminado
12 minutos de lectura

Mas de 350 palestinos han muerto desde el pasado 10 de octubre en Gaza, donde seis semanas después del inicio del alto el fuego la situación sigue siendo desesperada para la gran mayoría de sus habitantes.

04 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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Israel y Hamás sellaron el pasado 10 de octubre un acuerdo de cese el fuego que debía poner fin a dos años de un conflicto que ha devastado la Franja de Gaza.

Seis semanas después del inicio de ese cese de hostilidades, el derramamiento de sangre no ceja en Gaza, donde civiles palestinos siguen muriendo a diario por disparos o ataques israelíes.

La intensidad del conflicto se ha reducido, pero eso no ha evitado que la cifra de víctimas palestinas siga creciendo, aunque más lentamente.

La ayuda humanitaria, tras meses de férreo bloqueo, vuelve a entrar a la Franja, pero no en el volumen necesario para hacer frente a las necesidades de una población que sigue, en su gran mayoría, desplazada y en un territorio que se ha quedado prácticamente sin infraestructuras.

El alto el fuego ha permitido que la ONU empiece a reabrir las escuelas que opera en la Franja, la mayor parte de ellas dañadas por los bombardeos y que siguen sirviendo de refugio para muchas familias. El sistema sanitario también sigue siendo muy precario. Solo 36 de los hospitales de Gaza están parcialmente operativos, según Naciones Unidas.

Hamás, aunque ha quedado muy debilitado, se niega a desarmarse, como demostró al día siguiente de iniciarse el alto el fuego, cuando sacó a 7.000 milicianos armados a las calles para reafirmar el control sobre zonas de Gaza desocupadas por las tropas israelíes. Pero su hegemonía está siendo cuestionada por un nada desdeñable número de grupos armados han proliferado en la Franja dispuestos a hacerle frente.

En medio de todo esto, los palestinos aguardan a que el plan de paz que propuso el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, del que el alto el fuego solo constituía una primera fase, avance y pueda comenzar la reconstrucción de un territorio controlado aún en su mayoría por el ejército israelí.

Más de 350 muertos en ataques israelíes

El goteo de víctimas desde el día en que entró en vigor el alto el fuego no se ha detenido.

Más de 350 personas han muerto en Gaza en ataques israelíes desde entonces, lo que elevan la cifra total de víctimas palestinas desde el inicio del conflicto el 7 de octubre de 2023 a 70.100, muchas de ellas mujeres y niños, según cifras del ministerio de Sanidad de Gaza.

Los milicianos de Hamás continúan siendo objetivo del ejército israelí, pero la enorme mayoría de víctimas siguen siendo civiles, como el fotógrafo Mahmud Wadi, fallecido este martes en un ataque con dron en Jan Yunis. O los hermanos Fadi y Juma Abu Assi, de 8 y 11 años que, según su familia, estaban buscando leña para cocinar al este de esta misma ciudad cuando fueron alcanzados el pasado sábado por el fuego israelí.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) aseguraron a la BBC que habían disparado sobre dos sospechosos que cruzaron la Línea Amarilla.

Una imagen de dos niños en un teléfono móvil.
Anadolu via Getty Images
Los hermanos Fadi y Juma Abu Assi, de 8 y 10 años, estaban buscando leña cuando fueron alcanzados por el fuego israelí, según su familia.

Esta demarcación, que delimita el territorio al que Israel aceptó retirarse tras el alto el fuego, no está claro para muchos palestinos, a veces con consecuencias fatales.

Pero las muertes no solo se han producido en las inmediaciones de la Línea Amarilla. Israel ha llevado a cabo bombardeos de zonas densamente pobladas en Gaza en respuesta, según las FDI, a ataques de Hamás.

En uno de ellos, en la noche del pasado 28 de octubre, murieron 104 palestinos en una oleada de bombardeos en Ciudad de Gaza, Beit Lahia, Bureij, Nuseirat y Jan Yunis, según el ministerio de Sanidad de la Franja. Israel alegó que actuó contra “decenas de objetivos terroristas”.

Tanto las FDI como Hamás se han acusado mutuamente de violar el alto el fuego en repetidas ocasiones.

El pasado 21 de noviembre, el portavoz de Unicef, Ricardo Pires, recordó que, desde el cese el fuego, dos niños han muerto de media cada día en Gaza.

“Esto no son estadísticas. Cada uno de ellos era un niño con una familia, un sueño, una vida truncada repetidamente por la violencia continuada”, dijo Pires a los periodistas.

Qué ha pasado con la ayuda humanitaria

El estricto bloqueo que Israel impuso en Gaza durante meses antes del alto el fuego, impidiendo el acceso de ayuda humanitaria a la Franja, provocó una hambruna que mató a más de 200 personas, según la propia denuncia de la ONU.

El acuerdo de alto el fuego alcanzado entre Israel y Hamás establecía que 600 camiones de ayuda humanitaria debían entrar diariamente a la Franja para satisfacer las necesidades básicas de sus 2,1 millones de habitantes.

Sin embargo, aunque desde el 10 de octubre Israel ha aflojado los controles y se ha permitido la entrada de ayuda, no se han alcanzado los niveles necesarios, según la ONU.

El acceso humanitario sigue estando muy restringido, tal y como denunciaron recientemente un grupo de expertos de Naciones Unidas, entre otras cosas porque solo se han reabierto dos de los seis pasos fronterizos.

“El volumen de camiones de ayuda que entran en Gaza nunca ha alcanzado el objetivo acordado de 600 al día y, con frecuencia, ha sido inferior a la mitad de esa cifra”, afirmaron los expertos, entre los que se encuentra Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los territorios palestinos.

Amnistía Internacional también ha denunciado que Israel sigue bloqueando “la entrada de equipos y materiales necesarios para reparar las infraestructuras vitales y retirar municiones sin explotar, escombros contaminados y aguas residuales”, señaló recientemente la organización en un comunicado.

Israel asegura que desde el inicio del alto el fuego han entrado en Gaza una media de 600 a 800 camiones diarios con alimentos, suministros para refugios y material médico, según la Coordinadora de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT). El 41% de esos camiones van al sector privado, según sus propias cifras.

Según la OCHA, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, aunque la frecuencia con la que los gazatíes comen ha mejorado en la mayoría de los hogares, “el consumo de alimentos sigue estando muy por debajo de los niveles anteriores al conflicto”, y la dieta se basa principalmente en cereales, legumbres y cantidades moderadas de lácteos y aceite, con un acceso muy limitado a alimentos nutritivos como la carne, las verduras y las frutas.

Varios cocineros preparan comida en una ollas gigantes.
BBC
La cocina de Anera en al-Zuwayda es una de las más de 35 que hay en Gaza y que proporcionan 210.000 comidas calientes al día.

Tal y como relató a la BBC Sami Matar, de la ONG Anera, que gestiona una cocina comunitaria en Gaza, “nos vemos obligados a cocinar principalmente tres tipos de comidas a la semana: arroz, pasta y lentejas (…) Necesitamos que la comida sea más variada, para garantizar verduras frescas y proteínas esenciales como la carne y el pollo”.

Estos productos, asegura, “no pueden entrar en Gaza para su distribución como ayuda humanitaria”, y solo las importan vendedores locales, aunque muchos gazatíes no tienen dinero para comprarlas.

Quien ha dejado de operar en Gaza seis meses después de ponerse en marcha es la polémica Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), que crearon Estados Unidos e Israel para eludir el sistema tradicional de ayuda de la ONU. Cientos de personas murieron por disparos israelíes durante sus caóticas entregas de cajas de ayuda humanitaria.

Dónde está el ejército israelí

El acuerdo de alto el fuego establecía que el ejército israelí se retiraría de Gaza “en base a estándares, hitos y plazos” que debían ser acordados por todas las partes.

Un mapa que distribuyó la Casa Blanca entonces mostraba las tres etapas propuestas para la retirada de las tropas israelíes, que dejaba en la primera fase, la única que se ha acordado por el momento, bajo control israelí un 53% de Gaza, toda la franja que se extiende a lo largo de la frontera con Israel.

En las siguientes fases, este territorio debería reducirse hasta el 40% en la segunda etapa y hasta el 15% en la última, una suerte de “perímetro de seguridad” que “permanecería hasta que Gaza esté debidamente protegida frente a cualquier resurgimiento de la amenaza terrorista”.

Actualmente, las FDI permanecen tras la conocida como Línea Amarilla, en un territorio que, según una investigación de BBC Verify que analizó videos e imágenes satelitales, es mayor de lo previsto en el acuerdo con Hamás.

En algunos puntos, los marcadores colocados por las tropas israelíes para señalizar la división se encontraban cientos de metros más al interior de la Franja de lo que se esperaba según la línea de retirada.

En este territorio, Israel ha destruido además barrios enteros en lo que parecen demoliciones intencionadas. Según un análisis de BBC Verify, al menos 1.500 edificios fueron derribados en el primer mes tras el alto el fuego.

Mapa que muestra la Franja de Gaza y la delimitación de la Línea amarilla que la separa de Israel
BBC

Israel alega que estas demoliciones no violan lo acordado ya que según los términos del cese al fuego, “todas las infraestructuras del terror, incluyendo túneles, deben ser desmantelados en Gaza. Israel actúa en respuesta a las amenazas, violaciones y la infraestructura del terror”, dijo un portavoz de las FDI.

Pero algunos analistas y expertos en derecho internacional opinan que estas demoliciones podrían estar violando las leyes de la guerra, que prohíben la destrucción de propiedad civil por parte de una potencia ocupante, así como poniendo en peligro el acuerdo de alto el fuego.

Más del 90% de la población de Gaza se ha visto desplazada durante los dos años de conflicto y la mayoría sigue viviendo en tiendas de campaña improvisadas.

Muchos no pueden regresar a sus hogares porque ya no están ahí. Según cifras de la ONU, el 80% de los edificios de la Franja han sido destruidos. En la Ciudad de Gaza, el principal núcleo urbano del territorio, esta cifra se eleva hasta el 92%.

Proliferación de grupos armados rivales de Hamás

En los últimos meses y, especialmente desde el inicio del alto el fuego, una serie de facciones armadas enfrentadas a Hamás han proliferado en la Franja de Gaza.

Entre ellos hay grupos que se apoyan en clanes familiares, bandas criminales y nuevas milicias, algunas de las cuales cuentan con el respaldo de Israel, como ha admitido el propio primer ministro Benjamin Netanyahu.

Hamás no parece estar dispuesto a ceder el control de la Franja y en las semanas posteriores al alto el fuego se han podido ver videos en redes sociales de sus milicianos propiciando palizas o ejecutando a plena luz del día de miembros de grupos rivales a los que acusan de colaborar con Israel.

Estas nuevas formaciones operan, cada uno en su porción de territorio, dentro de la Línea Amarilla, la parte de la Franja que sigue controlada por el ejército israelí.

Están, por ejemplo, las Fuerzas Populares, el grupo que lidera Yaser Abu Shabab en la zona de Rafah, que ha sido acusado de haber saqueado camiones de ayuda humanitaria enviados a Gaza durante la guerra. O las Fuerzas de Ataque Antiterrorista, que dirige Hossam al Astal en los alrededores de Jan Yunis. Otro de los grupos es el Ejército del Pueblo – Fuerzas del Norte, que está liderado por Ashraf al Mansi y que opera en el norte de la Franja.

Miembros armados de la milicia Fuerzas Populares de Yasser Abu Shabab escuchan un discurso de su comandante adjunto, Ghassan al-Dhahini (16 de noviembre de 2025).
Yasser Abu Shabab/Facebook
Una de las milicias más grandes, las Fuerzas Populares, opera cerca de la ciudad sureña de Rafah.

Algunos de estos grupos aspiran a acabar formando parte de las futuras fuerzas policiales de Gaza y aseguran, aunque no está confirmado, que trabajan en coordinación con la Junta para la Paz, el organismo internacional que deberá administrar Gaza bajo el plan del presidente estadounidense Donald Trump.

Su despliegue despierta recelos entre parte de la población gazatí y de la Autoridad Nacional Palestina, que desconfía del apoyo que Israel parece prestar a algunos de estos grupos.

“Israel podría exigir la integración de estas milicias, debido a sus propias consideraciones políticas y de seguridad específicas”, señaló el general Anwar Rajab, portavoz de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina, a la corresponsal de la BBC en Medio Oriente Lucy Williamson.

Pero las exigencias de Israel, prosiguió, “no necesariamente benefician a los palestinos. Israel quiere seguir imponiendo su control de una u otra manera en la Franja de Gaza”.

Retorno de cuerpos de rehenes y de palestinos

En el acuerdo de alto el fuego, Hamás se comprometió a devolver en un plazo de 72 horas a los 20 rehenes israelíes vivos y los cadáveres de los 28 secuestrados que aún se encontraban en Gaza.

Según los términos de lo pactado, Israel debería devolver 15 cadáveres de palestinos en su poder por cada rehén fallecido en manos de Hamás.

Todos los rehenes vivos fueron liberados el 13 de octubre a cambio de 250 presos palestinos y 1.718 detenidos de Gaza.

Hasta ahora se han entregado los restos mortales de 26 secuestrados, 23 de ellos israelíes, así como un tailandés, un nepalí y un tanzano.

A cambio, Israel ha devuelto los cadáveres de 330 palestinos muertos durante la guerra. En su mayoría son cuerpos sin identificar de los que no está claro si fallecieron en Gaza o bajo custodia israelí, y algunos muestran signos de tortura, según han denunciado los doctores que los recibieron.

Israel ha acusado a Hamás de retrasar deliberadamente la recuperación de los cadáveres de los rehenes, mientras que Hamás ha insistido en que está luchando por encontrarlos bajo los escombros.

La lentitud de los avances ha supuesto que no se haya avanzado en la segunda fase del plan de paz del presidente Donald Trump para Gaza. Este incluye planes para la gobernanza de Gaza, la retirada de las tropas israelíes y el desarme de Hamás y la reconstrucción.

Hamás tomo 251 rehenes el 7 de octubre de 2023, cuando lanzó un ataque sorpresa sobre el sur de Israel en el que mató a más de 1.200 personas -en su mayoría civiles- que desencadenó una respuesta militar de una intensidad sin precedentes del ejército israelí sobre Gaza.

Familiares se despiden ante la tumba de Tal Haimi, uno de los rehenes cuyo cuerpo devolvió Hamás tras el acuerdo de alto el fuego.
Alexi Rosenfeld/Getty Images
La familia de rehenes como Tal Haimi, cuyo cadáver estaba en manos de Hamás, pudo por fin enterrarlo después de que el acuerdo de alto el fuego facilitara el intercambio de fallecidos.

En qué punto se encuentra la negociación de la segunda fase del plan de paz

El cese de las hostilidades, el retorno de los rehenes, la retirada del ejército israelí de zonas de Gaza y la entrada de ayuda humanitaria forman parte de la primera fase del conocido como plan de paz de Trump para Gaza, que cuenta con 20 puntos.

Una vez alcanzado, la partes debían avanzar hacia las siguientes etapas, que prevén el despliegue de una Fuerza Internacional de Estabilización (FIE) y, en un futuro, el posible camino hacia el establecimiento de un Estado palestino, algo que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha rechazado.

El pasado 17 de noviembre, el plan presentados por Estados Unidos recibió el espaldarazo del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que permitiría avanzar desde el alto el fuego hacia la reconstrucción de la Franja.

La resolución prevé la creación de una “Junta para la paz” que supervisaría la gobernanza de un comité tecnocrático y apolítico palestino y supervisaría la reconstrucción de Gaza y la entrega de ayuda humanitaria, aunque no especifica quién formaría parte de esa junta.

Tampoco está claro por ahora qué países aportarían efectivos para esas fuerzas de estabilización, ni el papel que tendrá en Gaza la Autoridad Nacional Palestina, a la que el plan exige una reforma profunda.

El plan también prevé la desmilitarización de Hamás y otros grupos en la Franja, algo a lo que la milicia islamista se ha negado.

Según la resolución, la fuerza de estabilización colaborará con Israel y Egipto, junto con una fuerza policial palestina de nueva formación debidamente seleccionada, para ayudar a proteger las zonas fronterizas y garantizar el proceso de desarme permanente de los grupos armados no estatales, incluido Hamás.

La incertidumbre en torno a todas estas cuestiones ha frenado el inicio de la segunda fase del plan de paz, para la que aún no hay fecha.

BBC

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