Las estrategias de prevención del VIH, focalizadas según la prevalencia del contagio en ciertas poblaciones —principalmente hombres que tienen sexo con hombres y, en menor medida, personas trans—, ha dejado a las mujeres fuera del acceso a tratamientos de profilaxis de prexposición (PrEP), que tienen un 99% de eficacia en la prevención de la infección.
Esto, a pesar de que, de acuerdo con ONUSIDA, en México hay aproximadamente 68 mil mujeres de más de 15 años que viven con VIH, que representan casi el 20% de personas diagnosticadas. El organismo ha advertido que las mujeres, adolescentes y niñas son especialmente vulnerables al virus en entornos violentos e inseguros.
Tan solo en la Ciudad de México, entre agosto de 2021 y el mismo mes de 2022, entre los tratamientos provistos por las clínicas Condesa y las organizaciones establecidas en la capital, de un universo de 4 mil 486 personas iniciadoras de PrEP, solo seis en situación de violencia, 24 que ejercen trabajo sexual y 17 pertenecientes a parejas discordantes —cuando una de las personas vive con VIH y la otra no— fueron mujeres, lo cual no corresponde siquiera al 20% que ellas representan en la prevalencia de casos diagnosticados.
El PrEP consiste en la toma diaria de un medicamento antirretroviral, una tableta, con el fin de disminuir las posibilidades de adquirir VIH. En los servicios públicos de salud que proporcionan ese tratamiento —IMSS, ISSSTE o Capacits estatales— está limitado a los considerados epidemiológicamente como grupos de riesgo o clave: hombres que tienen sexo con hombres y con menos amplitud, personas trans.
Las mujeres, en cambio, frecuentemente enfrentan excusas para integrarlas a los protocolos, asegura la organización Inspira Cambio AC. “Tú no puedes, a ti no te toca, no te podemos dar”, esas son las principales respuestas que reciben en el sistema de salud. En las clínicas Condesa, son poblaciones para las que casi no se contempla ese tratamiento.
Inspira Cambio AC y otras organizaciones han logrado gestionar algunos, pero incluso de esa manera es difícil, pues para ello también dependen directamente de las clínicas Condesa. Los recursos limitados —que incluso se reflejan en quejas entre hombres que tienen sexo con hombres por la poca disponibilidad del PrEP— hacen que la atención siga enfocada solo en los grupos clave.
Karla Denise Muñoz, de Inspira Cambio AC, subraya en entrevista que la inexistencia de una forma de prevención para las mujeres les resta autonomía. “Ha sido picar piedra, porque realmente la lucha contra el VIH está enfocada en las poblaciones clave, que es totalmente entendible, pero nos encontramos con diferentes casos de interseccionalidades, como las trabajadoras sexuales”, señala.
“Las mujeres y personas con vulva no tenemos esa percepción de riesgo de contraer VIH, pero también es parte de nuestra salud sexual y deberíamos tener acceso”, sostiene. Inspira Cambio AC busca ahora dar un primer paso, mediante el diálogo con activistas y especialistas, para incorporar la discusión al tema de salud reproductiva y delinear acciones de incidencia.
La falta de acceso a tratamientos PrEP para mujeres es una más de las expresiones de desigualdad estructural que se manifiestan en la propia dificultad de hablar de la existencia del VIH en mujeres, la posibilidad de acudir al sistema de salud o de tener, de entrada, acceso a una prueba, aseguran especialistas.
Si bien las mujeres representan alrededor del 20% de personas diagnosticadas con VIH, la estimación, a partir de la aplicación de pruebas y de la atención, es que ese porcentaje podría crecer hasta el 59% considerando a las mujeres que viven con VIH pero no conocen su diagnóstico. Además, la oferta de la prueba de VIH para mujeres está muy focalizada en torno al embarazo o a contextos de infección de algún familiar, explicó Ana Amuchástegui, investigadora de la UAM Xochimilco, durante un diálogo organizado por Inspira Cambio AC.
“El primer tema está relacionado con la prueba; estrategias de prevención que deberíamos dirigir a mujeres no están muy presentes, particularmente en el caso de la PrEP”, añadió la experta, quien junto con la especialista en infectología Alicia Piñeirua-Menéndez lleva a cabo un proyecto en Jalisco, Yucatán y Chiapas de 2 mil 400 personas que reciben tratamiento PrEP, entre las cuales 80 son mujeres cis género y 43 mujeres trans.
Las especialistas aclaran que, por supuesto, los hombres que tienen sexo con hombres son quienes principalmente requieren tratamientos PrEP, pero la oferta misma ha estado tan enfocada en esa población, y al mismo tiempo se ha generado poco material informativo en otro sentido, que es difícil incluso para las mujeres darse cuenta de que el PrEP también puede ser para ellas.
Para Amuchástegui, en este momento es necesario pensar cómo incorporarlo a alguna oferta de servicios en donde haga sentido acercarlo de manera natural a las mujeres, es decir, ubicar esa estrategia de prevención, por ejemplo, junto a la detección oportuna de cáncer cervicouterino o a otros espacios donde las mujeres buscan servicios de salud para, primero, hacerlo de su conocimiento.
Brenda Crabtree Ramírez, especialista del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, resaltó que incluso en países donde existe más experiencia en el uso de la PrEP, como Estados Unidos, se estima que, de las mujeres elegibles o candidatas, solo el 10% lo usa. En contraste, en países donde se viven situaciones evidentes de riesgo, predominantemente para mujeres adolescentes, como algunos de África, existen muchas barreras para su uso.
“Es importante aprender de eso, porque nos habla de que hay muchas condicionantes sociales, violencia y factores que hacen que las mujeres en sí, aun cuando se consideren personas en riesgo, no estén recibiendo las herramientas que podrían ser útiles. Nosotras estamos todavía más lejos porque no somos consideradas población de riesgo aun en dinámicas distintas y diferentes contextos. La baja utilización de la PrEP en mujeres es general, aun cuando se consideren de alto riesgo”, subrayó Crabtree.
Para Amuchástegui, una de las violencias institucionales hacia las mujeres y personas con vulva es que no se ha logrado construir, ni a nivel social ni a nivel gubernamental, una conciencia de que las mujeres y niñas están en riesgo de contraer VIH.
Como parte del proyecto del que forman parte ella y Piñeirua-Menéndez, exploraron las razones por las que los prestadores de salud no ofrecen la prueba de VIH a las mujeres que no están embarazadas, y la principal es que si no declaran que tienen relaciones con múltiples parejas, automáticamente se asume que no están en riesgo, sin considerar que pueden estar con una pareja que sí las tenga, incluso con otros hombres.
“Estamos ante no solo un tema de dónde y cómo ofrecer la prueba, sino que necesitamos deconstruir la idea de que el matrimonio protege del VIH a las mujeres”, añadió Amuchástegui. Además, en el caso de las mujeres jóvenes que están en el inicio y la exploración de distintas prácticas sexuales, también es una omisión no incluirlas en proyectos que tienen que ver con la prevención.
No incorporar a las mujeres en los tratamientos PrEP impacta en su autonomía sobre las decisiones en términos de protección y prevención para su vida sexual, pero el trasfondo —dicen las especialistas— es que no se ha logrado colocar el tema de mujeres con VIH en la política pública, ni ha sido retomado por activismos de mujeres o feministas, por lo que son indispensables estrategias diferenciadas de información y concienciación del riesgo.
“La complejidad es que no hay políticas públicas probablemente porque se percibe que están en muchísimo menor riesgo que los hombres de adquirirlo, pero aun en contextos donde son las mujeres las que predominan la epidemia, hay una disminución de la utilización de medidas preventivas, y eso habla de una sola cosa: que no son dueñas de sus espacios, de sus condiciones y de su sexualidad. Este es el principal problema al que nos enfrentamos”, concluyó Crabtree.
July acaba de festejar su 25 aniversario de bodas en Acapulco. Ella y su esposo son una pareja liberal, cuenta en entrevista, que se identifica con las conocidas como cuckold, un anglicismo que describe a aquellas en donde se consiente y se disfruta que una de las dos personas tenga relaciones sexuales con otras. En este caso, ella.
Hace seis años que comenzaron esa práctica. “Aparte de que ya me hacía mis pruebas con regularidad, porque me gusta mi cuidado, leí lo del PrEP, y a partir del 27 de abril del 2022 estoy en este grupo, recibiendo este tratamiento”, relata. Desde entonces, todos los días después de la hora de la comida, toma su tableta.
A punto de cumplir un año, fue gracias al acompañamiento de Inspira Cambio AC que ha podido ser usuaria de la PrEP. Antes, ni siquiera lo planteó o pidió información a algún médico porque lo primero que hacen es juzgar, lamenta. Otros ni siquiera lo saben. En Inspira Cambio AC empezó a hacerse las pruebas diagnósticas y así supo que podía ser candidata.
“Si vas a un ginecólogo normal, o a una clínica, obviamente te van a preguntar cuántas parejas, obviamente que pierdes el número de parejas que has tenido o con las que has estado en contacto. Lo primero que hacen es voltearte a ver, si les dices, no sé, 20, y en Inspira Cambio AC la verdad es que no; no te juzgan, al contrario, te aconsejan, no te ven mal”, añade.
Ahora se dedica a recomendarlo entre amistades que sabe que tienen la misma práctica. Les platica que es solo una pastilla, y que hay un lugar donde pueden obtener asesoría, porque ahora también le parece importante hacer conciencia. Piensa que, a veces, las mujeres no conocen o no buscan estrategias de prevención. Cuando ella acudió a Inspira Cambio AC, además de que no hubo discriminación al contarles, incluso se valoró si debían recibir PrEP ambos o solo ella.
“Es por esto que me animé a usarlo, porque a veces se le puede llegar a romper el condón al chico, aunque yo sé que estoy bien yo, pero las otras personas las contactamos por Twitter, es gente desconocida; no sabemos cómo se cuiden. Obviamente, revisas lo que ves, pero no sabes qué pueda tener más allá; es por eso que entré a esa consejería y hasta ahorita voy muy bien”, asegura July.
El tratamiento inicial para que la PrEP tuviera efecto preventivo contra el VIH fue de 21 días. Solo ha dejado de tomarlo en una ocasión, mientras transcurría su preparación y recuperación de una cirugía. Hasta ahora, su cuerpo ha respondido bien, no ha tenido ningún efecto secundario y sigue haciéndose la prueba de VIH de manera frecuente.
Malí González tiene un año y medio trabajando en el tema de PrEP en Inspira Cambio AC. En la CDMX, recuerda, el tratamiento está enfocado a poblaciones clave: hombres que tienen sexo con hombres, personas consumidoras de sustancias inyectables, trabajadoras sexuales y mujeres trans. Sin embargo, ahora están tratando de llegar también a mujeres cis que puedan requerirlo.
“Nos hemos dado cuenta que también lo solicitan, tienen la duda de qué es y si ellas podrían tomarlo. Se les brinda toda la información sobre el medicamento, y también hay chicas que son trabajadoras sexuales, que a veces les ofrecen más dinero si no usan condón o los clientes se lo quitan; entonces, son vulnerables”, explica.
Sostiene que hay muchas mujeres que incluso desconocen que podrían ser candidatas, porque también falta información pública: “Todavía falta bastante, pero sí se están haciendo estas investigaciones para acercarlo… es visibilizarlo, hablarlo, ver qué se está haciendo y cómo llegar a más gente, mujeres, personas con vulva, etcétera; eso es muy importante, que se quiere seguir avanzando en este tema”.
Hasta el momento, la única mujer cisgénero que recibe PrEP a través de Inspira Cambio AC es July. La activista recuerda cómo el acercamiento a ella fue a través de una de las jornadas que denominan mañaneras de detección, dirigidas a mujeres. Aunque las mujeres trans sí son parte de las poblaciones clave, Malí admite que también son pocas las que se han incorporado. Algunas llegan a enfrentar otros obstáculos, como largas listas de espera o una alta demanda.
Aunque estas palabras estén incluidas en el diccionario de la Real Academia Española, eso no significa que pertenezcan a la norma culta.
Si necesitas saber lo que es una azotehuela, parrillar, un pósnet, rapear, un sérum, tutti frutti o yuyu, desde diciembre pasado lo puedes consultar en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia y de la Asociación de Academias de Lengua Española.
Más sorprendente puede ser descubrir que también están en el diccionario palabras como “almóndiga”, “toballa” o “murciégalo”.
Desde que existe una versión electrónica del DLE (como se conoce el diccionario), cada año se publican nuevas incorporaciones. En 2024, se llegó a la actualización 23.8 o, lo que es lo mismo, la octava actualización de la vigésima tercera edición, publicada en 2014.
Estas actualizaciones afectan tanto a nuevas palabras, como a la incorporación o revisión de acepciones, etimologías… sin que haya un número exacto estipulado. En la última edición supuso más de cuatro mil novedades (entre incorporaciones, modificaciones y supresiones); el número de entradas en el diccionario asciende a 94 mil.
El Diccionario de la Lengua Española es un diccionario de uso: para determinar si un término está asentado y podría incorporarse, existen bancos de datos que proporcionan sus datos exactos, como es el caso del CORPES XXI. Esto permite hacerse una idea de si está extendido el término.
En ese caso, al comprobar que una voz está suficientemente implantada al aparecer en el corpus con un número significativo de casos, ya sea en una zona geográfica, o en un estilo concreto, se incluye en el diccionario. Pero no siempre lo más documentado es lo más culto.
La Real Academia justifica la inclusión de los términos con el siguiente criterio de uso:
“El diccionario es una herramienta para entender el significado de las palabras y expresiones que se emplean en textos actuales y antiguos de las numerosas áreas hispanohablantes y de los distintos registros”.
¿Por qué, entonces, pueden preguntarse los lectores, no se incluyen neologismos como “juernes” (voz coloquial usada en España procedente de un cruce entre jueves y viernes, en la que se aplica al día jueves la característica del viernes de ser víspera de festivo) o “brillibrilli” (objeto con un brillo especial)?
De nuevo, lo amplio de su uso es el criterio esgrimido por la Academia:
“Trata el diccionario de recoger exclusivamente las palabras y acepciones de nueva creación que se consideran extendidas y asentadas en el uso de los hablantes. De ahí que muchos neologismos de creación muy reciente no generalizados deban esperar para poder incorporarse al diccionario”.
Lo que más suele llamar la atención de las voces registradas en el diccionario son aquellas vulgares o coloquiales, entendiendo por estas los usos ajenos a la norma culta, porque puede parecer que no son adecuadas a este tipo de obras.
El hecho de ser un diccionario de uso hace que en él tengan cabida voces que son incorrectas o se consideran “vulgarismos”. Pero incluirse en el diccionario no significa que deje de ser vulgar: es importante distinguir entre “estar incluido en el diccionario” (cualquier voz que aparezca en él) y “pertenecer a la norma culta” (uso perteneciente a un estilo cuidado).
Abreviaturas, como vulg. (vulgar) o coloq. (coloquial) nos informan del estilo al que corresponde su uso.
Muchos de los vulgarismos incluidos se mantienen porque fueron incluidos en el pasado:
“En general, solo se pueden encontrar en el diccionario algunos de los vulgarismos que se incluyeron en siglos pasados y que hoy, como mucho, siguen usándose en niveles de lengua bajos. Así, almóndiga entró en la primera edición del diccionario (en 1726), donde ya se consideraba una variante corrupta y sin fundamento de albóndiga”.
Otros, en cambio, son más recientes, como la palabra “conchudo”, que se introdujo en 1992 con esta definición: “2. adj. coloq. Am. Sinvergüenza, caradura”.
Por esta razón, la entrada para almóndiga es la siguiente:
almóndiga 1. f. desus. albóndiga. U. c. vulg. .
Se marca que es femenino (f.), pero también vulgar (vulg.) y en desuso (desus.), es decir, no pertenece a la norma culta, la misma indicación hecha en el Diccionario panhispánico de dudas:
“No debe usarse la forma almóndiga, propia del habla popular de algunas zonas”.
Aun así, tanto ha corrido el rumor de que estaba “admitido”, que la RAE se pronunció al respecto para aclarar que ni se ha incluido en el diccionario en época reciente, ni pertenece al lenguaje culto.
Por su parte, la palabra “cocreta” nunca se ha integrado en los diccionarios académicos, salvo en el Diccionario panhispánico, aunque advirtiendo de que “Es errónea la forma cocreta, usada a veces en la lengua popular”.
Tampoco ha estado en los diccionarios académicos fragoneta, que no está documentada en el CORPES XXI.
Otro ejemplo interesante es murciégalo, forma que “entró ya en 1734 como variante válida e incluso preferida de murciélago (…) y fue solo en ediciones posteriores cuando adquirió la marca de vulgar y desusada, según fue cayendo en desuso en la lengua culta general”.
Algo similar ocurrió con asín, también vulgar, de la edición de 1770 o toballa, en desuso.
Almóndiga, murciégalo, toballa o asín están en el diccionario aunque no pertenecen a la norma culta. Tampoco lo están brillibrilli o juernes, por no hallarse todavía suficientemente documentados. Si algún día se incluyeran, probablemente lo harían como coloquialismos, por lo que no pertenecerían a la norma culta, es decir, no estarán aceptados, aunque estén registrados.
*Amalia Pedrero González es profesora titular de lengua española de la Universidad CEU San Pablo, España.
Este artículo fue publicado en The Converation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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