Paciente N: Fue víctima de abuso infantil durante un periodo de más o menos cuatro años. Durante el parto le realizaron siete tactos en menos de cuatro horas, todos por residentes diferentes. Esto detonó recuerdos de su abuso sexual, y como consecuencia, transtorno de estrés postraumático, que evolucionó en una psicosis. Tuvo que estar internada por un periodo de más de tres meses.
Paciente F: Con un óbito fetal –muerte antes de la expulsión o extracción completa del producto de la concepción–, fue sedada y no le permitieron ver a su bebé, ni despedirse, ni conocerlo. Despertó al día siguiente sin saber qué le había pasado. Pasó semanas completamente disociada, fue diagnosticada cinco años después con estrés postraumático tras el parto, porque los especialistas no sabían cómo hacer un diagnóstico y canalizarla con un médico tratante.
Paciente M: Sufrió una maniobra de Kristeller –presión con puños o antebrazo sobre el fondo del útero, hoy no recomendada por la OMS– innecesaria y sin consentimiento. Esta reactivó una experiencia previa de violencia doméstica. Las consecuencias fueron estrés postraumático y la decisión de no volver a embarazarse. Se trata de un resultado común, y normalizado, en mujeres que tuvieron una mala experiencia.
Paciente A: Recibió una episiotomía –corte quirúrgico en el perineo para ampliar la abertura vaginal– y revisión de cavidades sin consentimiento ni anestesia ni analgesia. Durante el procedimiento el médico comentó, dirigiéndose al esposo, que ese dolor valía la pena, porque había hecho “un punto extra que lo iba a beneficiar”. Se rieron después; como consecuencia hubo rechazo al bebé, estrés postraumático e indisposición para tener relaciones sexuales durante dos años. Su relación terminó en un divorcio.
Estos relatos del parto, que forman parte de un estudio clínico, además de las posturas cómodas para el médico, pero incómodas para las pacientes; episiotomías innecesarias, mal reparadas o complicadas; separación forzada e innecesaria; esterilización sin consentimiento, y muchos otros problemas subestimados, como el alto porcentaje de cesáreas en México, que supera en más de 35 % la recomendación internacional, motivan el surgimiento de un Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) en nuestro país.
La uroginecóloga y obstetra feminista Mariana Robles; la antropológa social, educadora y doula Irene Álvarez; la psicóloga clínica Teresa Navarro Ordaz, y el ginecobstetra Christian Mera Hernández, explicaron que el observatorio surge a partir de las cargas que genera la palabra violencia y sus diferentes expresiones, a las que si no se les nombra es muy difícil darles solución. Para ello, es necesario registrar, analizar el fenómeno y visibilizarlo, así como organizar los datos y sistematizarlos para entender y dimensionar.
“¿Para qué nos va a servir hacer esto? Para ponerle pies y cabeza al fenómeno, para entenderlo, dimensionarlo y tener todos los matices que hacen falta, y también para no asumir que en todos lados pasa igual, para tener mucha más precisión. Sirve también para hacernos las preguntas adecuadas, y por ende, las respuestas adecuadas. La realidad no va a hablar sola, a la realidad hay que preguntarle.
“OVO México no solo visibiliza e investigará el problema; es un movimiento que busca ofrecer las respuestas convertidas en soluciones para la transformación en la manera de nacer y dar a luz en México”, señaló Álvarez. Los especialistas que encabezan este esfuerzo subrayaron que no serían parte de este si no estuvieran viendo la necesidad de las mujeres de tener a alguien de su lado.
El primero de los cuatro ejes que componen el OVO es visibilizar y medir la violencia obstétrica, partiendo primero de los datos que ya ha generado la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, según la cual tres de cada 10 mujeres que tuvieron un parto en los últimos 5 años en nuestro país sufrieron algún incidente de maltrato obstétrico.
Eso significa que de las más de 7 millones de mujeres entre 15 y 49 años que tuvieron un hijo o hija entre 2016 y 2021, el 31.4 % enfrentaron alguna forma de violencia en la atención obstétrica.
A este modelo, el observatorio añadirá datos generados por este mismo, mediante entrevistas directas a las mamás en instalaciones hospitalarias que accedan a participar, y en los cuales al mismo tiempo se ofrecerá capacitación y sensibilización mediante talleres de parto respetado, lo que representa el segundo eje que propone la iniciativa.
“Apoyar a las víctimas de violencia obstétrica no es un gesto humanitario. Es una política de salud pública”, sostiene el OVO desde su tercer eje, que es apoyar a víctimas de violencia obstétrica. En este punto, buscan brindar contención emocional, acompañamiento terapéutico, orientación legal y acceso a información clara y reparadora a mujeres que han sido víctimas de violencia obstétrica en México.
El daño, remarcaron, no termina al egresar del hospital: acompañar es reparar, y reparar es prevenir. Además, no hay instancias para las víctimas, ni atención psicológica y psicoeducativa para el personal, por lo que al mismo tiempo, es necesaria una red de psicoterapeutas especializados en violencia obstétrica y asesores legales específicamente capacitados en esta.
Animal Político ha documentado la dificultad de denunciar y sancionar la violencia médica, específicamente la obstétrica. Desde 2023, el colectivo Con Ovarios busca sentar un precedente en la búsqueda de justicia para decenas de víctimas de violencia de este tipo. Además de la estrategia legal que llevan a cabo, en febrero de este año presentaron ante la Cámara de Diputados una iniciativa para legislar sobre este tipo de agresiones. Ahora, han emprendido también una colecta solidaria para mantener activa esa lucha.
Finalmente, el último eje del observatorio estará enfocado en investigación y vinculación de actores clave, que permita generar un repositorio de datos de violencia obstétrica; investigación, generar recomendaciones, alianzas con investigadores y organizaciones. Mediante este se busca robustecer información que contribuya a entender el problema desde distintas áreas de conocimiento, e impulsar un trabajo de divulgación que ayude a más personas e instituciones a comprenderlo.
Durante su intervención, Robles sumó la importancia de contemplar también, hacia un contexto más amplio, la violencia ginecológica en general. Además, subrayó que la empatía no requiere presupuestos, por lo que es posible cambiar la experiencia dolorosa de la mujer y verticalizar los nacimientos en hospitales públicos sin que esto represente inversiones excesivas.
Llamó a que se deje de justificar o defender con eufemismos o disfraces del lenguaje lo que debería ser una atención estándar, como el parto respetado, pues además existe un trecho muy amplio entre que se venda como tal y que realmente sea así. “Necesitamos cientificar el amor, el trato digno”, señaló.
“No es un caso aislado, se llama patriarcado”, añadió luego de enumerar diferentes expresiones de violencia ginecobstétrica. “La sistematización de las violencias no son casos aislados, no es tu prima siendo exagerada, no ha sido un caso; este observatorio de violencia obstétrica no tendría razón de ser si no fuera este un problema sistémico, un ángulo de visión equivocado, una visión masculina de nuestros cuerpos”.
Recordó que la Federación Mexicana de Colegios de Obstetricia y Ginecología desde el 2019, tal como lo reafirmó a este medio en una entrevista en 2023, tomó una postura respecto a la normatividad que se empezaba a generar, en la que dice que “rechaza contundentemente el término violencia obstétrica” y sostiene que respaldará a todo médico señalado por una agresión de ese tipo.
“Estas nuevas rutas se pueden hacer más populares en instituciones públicas para que alcancemos a llegar a las mujeres que todavía no se pueden pagar un sanatorio, porque hasta ahorita el parto respetado sigue siendo una realidad de unas cuantas mujeres en nuestro país que tienen el alcance de un curso psicoprofiláctico, un acompañamiento de doula, una gineco chida que sabe entender el nacimiento”, añadió.
Una roca con apariencia de rostro podría convertirse en “la primera pieza de arte portátil” que se haya encontrado relacionada a los neandertales.
Se cree que un hombre de Neandertal sumergió su dedo en pigmento rojo para pintar una nariz en una piedra hace unos 43.000 años. La roca fue descubierta en el Abrigo de San Lázaro, en Segovia, España.
La posición estratégica del punto ha llevado a los científicos a considerarlo una evidencia del comportamiento simbólico de los neandertales, lo que sugiere que tenían la capacidad de pensar de forma abstracta.
Este hallazgo contribuye al debate sobre la capacidad de los neandertales para crear arte, según la coautora del estudio, María de Andrés-Herrero.
La piedra de la izquierda, antes de ser excavada, y la de la derecha después de ser desenterrada.
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En una entrevista con el programa Newsday de la BBC, la profesora Andrés-Herrero, de la Universidad Complutense de Madrid, explicó que la excavación en el comenzó hace cinco años y que en 2022 encontraron la piedra a metro y medio de profundidad de sedimentos de grupos neandertales.
“Al principio no podíamos creer lo que veíamos, porque encontramos una piedra más grande si se comparaba con las otras piedras encontradas en este yacimiento, con un punto rojo justo en el centro, lo que la hace parecer un rostro humano”.
No estaba claro si el punto estaba hecho de ocre, un pigmento natural de arcilla. La profesora explicó que fue solo después de que el grupo de investigación hubiera confirmado que el punto era un pigmento que contactaron a la policía científica española para que apoyara sus esfuerzos.
El equipo realizó una investigación exhaustiva mediante análisis multiespectral e identificó una huella dactilar.
El análisis de la piedra también sugirió que la huella dactilar pertenecía a un hombre adulto, según las investigaciones del equipo.
Sin embargo, el arqueólogo David Álvarez Alonso, coautor del estudio, afirmó que, al no existir otras referencias neandertales con las que comparar las huellas, era difícil afirmarlo con certeza.
En una rueda de prensa para informar al público sobre el descubrimiento, el funcionario español Gonzalo Santonja afirmó que la piedra era el objeto portátil pintado más antiguo del continente europeo y “el único objeto de arte portátil pintado por neandertales”.
La profesora Andrés-Herrero afirmó que los hallazgos de su grupo de investigación suponen “una importante contribución al debate sobre la capacidad simbólica de los neandertales, ya que representa el primer objeto conocido con pigmentos marcados en un contexto arqueológico” y que “es evidente que se trata de un yacimiento neandertal”.
Además, la huella dactilar humana se encontró en un contexto no utilitario, añadió la experta, lo que sugiere que el punto en la piedra tenía fines artísticos.
La profesora Herrero también afirmó que es la primera vez que los científicos descubren una piedra en un contexto arqueológico con un punto de ocre rojo, lo que significa que los neandertales la trajeron al refugio.
Se cree que uno de los neandertales encontró la piedra, “que le llamó la atención por sus fisuras, y dejó su marca intencionadamente con una mancha de pigmento ocre en el centro del objeto”, declaró el profesor Alonso, citado por la agencia de noticias española Europa Press.
Los investigadores creen que la marca no fue accidental porque, según sus hallazgos, el pigmento rojo no existe de forma natural en el refugio, lo que significa que fue “traído de manera intencional”.
En su artículo, publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, los investigadores escribieron: “El guijarro del Abrigo rocoso de San Lázaro presenta una serie de características que lo hacen excepcional, por lo que lo hemos clasificado como un símbolo visual que podría considerarse una pieza de arte móvil en algunos contextos”.
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