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“El narco me usó de mula ciega”: el ‘modus operandi’ para que estadounidenses metan drogas a su país
“El narco me usó de mula ciega”: el ‘modus operandi’ para que estadounidenses metan drogas a su país
Alejandro Santibañez @alexso_Art
16 minutos de lectura

“El narco me usó de mula ciega”: el ‘modus operandi’ para que estadounidenses metan drogas a su país

Los cárteles no solo reclutan a estadounidenses con la promesa de dinero fácil, también los usan sin su conocimiento para transportar drogas, armas y dinero a través de la frontera, convirtiéndolos en “mulas ciegas”.
11 de febrero, 2025
Por: Manu Ureste y Alfredo Maza

Paquetes con fentanilo o metanfetaminas pegados con un imán y un GPS debajo del coche, armas de alto calibre y municiones ocultas en cajas con comida y ropa, migrantes indocumentados metidos en posturas imposibles y al borde de la asfixia en cajuelas estrechas… Estas son solo algunas de las formas que los grupos del crimen organizado en México están utilizando para cruzar narcóticos, armas y personas a la Unión Americana. Y lo hacen, en la mayoría de los casos, con los propios ciudadanos estadounidenses

Testimonios recopilados por Animal Político en Tijuana, en la frontera norte de Baja California, revelan un patrón cada vez más frecuente: los cárteles de la droga no solo reclutan o cooptan a ciudadanos estadounidenses con la promesa de dinero fácil y rápido, sino que también los utilizan, sin que ellos lo sepan, para cruzar la frontera con sus vehículos cargados de drogas, armas y dinero en efectivo. Es decir, los convierten en sus nuevas “mulas ciegas”.

Lo anterior se da en un contexto en el que, a la par del aumento de las detenciones de estadounidenses por delitos vinculados al tráfico de drogas –más de un 400 % en el sexenio pasado–, también se han disparado las víctimas de esta nacionalidad por homicidio y desaparición. 

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De acuerdo con datos oficiales recabados para esta investigación, en solo tres años las denuncias por desaparición de estadounidenses aumentaron 120 %, al pasar de 86 casos en 2019 a casi 200 en 2023; mientras que en los últimos seis años las denuncias sumaron 798 casos, siendo los estados de Nuevo León, con 124, Tamaulipas, 120, y Baja California, 88, las entidades con más casos. 

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Cruce fronterizo entre México y EU. Foto: Manu Ureste

 

Mientras que cifras del INEGI reflejan que, solo entre 2022 y 2023, se contabilizaron 307 víctimas de asesinato que eran de Estados Unidos, casi el 50 % de las 738 víctimas extranjeras registradas en el país en esos dos años (previo a 2022 el INEGI no especificaba los datos por nacionalidad), ocupando el primer lugar del ranking, a mucha distancia de los hondureños, quienes son la segunda nacionalidad con más homicidios, con 77 víctimas.

Los estadounidenses no solo son los extranjeros más detenidos, asesinados y desaparecidos en nuestro país, también son los más utilizados comomulas ciegas’, debido a su facilidad de cruzar por la frontera de manera legal.

Ese fue el caso de Mily Quevedo

 

“Fuimos el blanco perfecto”

–El tener una rutina muy establecida de cruzar a diario la frontera nos hizo el blanco perfecto para ser utilizados como ‘mulas ciegas’. 

Mily, ciudadana estadounidense de 35 años, quien vive de este lado de la frontera, en Tijuana, dice lo anterior mientras prepara un burrito que le entrega a un cliente de su pequeño puesto ambulante. 

La mañana del 14 de febrero de 2024, la mujer cuenta que el crimen organizado les ‘sembró’ a ella y a su marido un paquete con droga en el coche, con un imán y un geolocalizador, para detenerlos una vez librados todos los controles de aduanas. 

Pero ese día, la pareja no libró los controles. Era miércoles, y ella, su esposo, y sus hijos, repitieron la misma rutina que hacían a diario: se subieron al carro muy temprano y se dispusieron a dirigirse al paso fronterizo de San Ysidro, uno de los puntos de cruce más transitados en el mundo, para llevar a los niños a la escuela en San Diego, Estados Unidos, y después ir a una entrevista de trabajo en esa ciudad californiana donde Mily ya había trabajado como chef en un restaurante.

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Eran las 7:40 cuando llegaron al cruce. Todo transcurría con normalidad, hasta que, ya estando del otro lado, vieron que un grupo de siete agentes de la Patrulla Fronteriza corrían entre la fila de carros.

–Mi marido y yo íbamos platicando normal, del trabajo, y de un evento de Star Wars al que queríamos ir en Los Ángeles por mi cumpleaños –comenta la estadounidense–. Pero al verlos corriendo así, le dije a mi esposo: ‘está raro, van buscando a alguien’. 

–En realidad, fue algo cómico –sonríe cansada–, porque estábamos muy pendientes del chisme y hasta volteamos porque varios de los agentes pasaron de largo, y pensábamos que iban por alguien de más atrás. 

 

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Mily, ciudadana estadounidense de 35 años, que fue víctima del narco al ser utilizada como “mula ciega” para pasar droga a EU. Foto: Manu Ureste

 

Pero los agentes no pasaron de largo: de pronto, las cuatro puertas se abrieron, y una amalgama de manos los jaló con violencia entre gritos de ‘¡get out! ¡get out! para que salieran del coche. 

–Fue como en las caricaturas –vuelve a reír–. Cada policía agarró a un niño, a nosotros, y nos sacaron de un jalón. Cuando comenzamos a gritar qué era lo que sucedía, que por qué nos trataban así, los agentes de la Patrulla Fronteriza sólo nos decían: ‘Keep walking, keep walking’, que continuáramos caminando. 

Ahora, el 19 de enero de este 2025, Mily está en la colonia Libertad de Tijuana, a tan solo un par de cuadras del mismo paso a San Ysidro donde comenzó su pesadilla. 

Ahí, en el cruce entre una calle cerrada y una avenida, se encuentra su negocio ambulante de burritos que, básicamente, es un mostrador de color rosa claro, que está protegido del sol por un par de sombrillas blancas pequeñas, y una bicicleta de color verde claro con la que su marido vende aguas frías por la colonia. 

Por las calles aledañas es común ver los anuncios del gobierno federal con el lema que advierte que “el fentanilo mata”, acompañado de la imagen de una mujer llorando y con ambas manos cubriéndose el rostro. También hay grandes espectaculares a lo ‘Better Call Saul’ –la famosa serie de televisión sobre el abogado de ficción Saul Goodman–, con la imagen gigante de abogados penalistas de rostros de mentón cuadrado y vestidos con trajes italianos impolutos, que ofrecen que los llames “con confianza” para todo tipo de temas legales.  

Para llegar hasta el puesto de Mily hay que transitar por una avenida ancha con más localitos de burritos, tacos, y restaurantes de menudo de los que sale música country a todo volumen y comensales que lucen sombreros de ala ancha; es sábado por la mañana, y como parte de la vida ‘binacional’ de esta frontera muchos norteamericanos cruzan a este lado para desayunar. 

También abundan, como parte de esa misma ‘binacionalidad’, trocas negras y viejas, algunas abandonadas y a medio desguazar, y fords americanos, de esos que parecen lanchas con ruedas que se pudren bajo el inclemente sol de la frontera. Son los ‘autos chocolate’; vehículos que entraron al país ilegalmente desde Estados Unidos

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Mientras sirve un café del termo a una clienta, Mily dice que su colonia, como la mayoría en esta urbe de casi 2 millones de habitantes, tiene problemas de inseguridad; “lo normal”, plantea encogiendo los hombros, en una ciudad que con algo más de 1 mil 500 asesinatos tan solo en 2024 continúa entre las más violentas de México y el mundo. Solo un dato para dimensionar lo anterior: Michoacán, que es uno de los estados más violentos del país, registró el año pasado esa misma cifra. Por ello, la estadounidense explica que es común que tome precauciones básicas, como no salir a ciertas horas de la noche, o no hacer mucha vida social y evitar contacto con personas desconocidas. 

–Aunque, en mi caso, lo de ‘no te metas con nadie’, o ‘no te metas con gente mala’, no me sirvió de nada –lamenta la mujer.

 

Los agentes de la agencia antidrogas estadounidense, la DEA, les dijeron luego de que pasaron aquel 14 de febrero del año pasado por un calvario de interrogatorios de la Patrulla Fronteriza –“en cuanto caes en sus manos, pierdes la condición de ser humano”– que fueron víctimas de una práctica ilegal “que está trending, de moda”, y para la que los cárteles ven en los ciudadanos estadounidenses “un easy target”, un objetivo fácil debido a que pueden cruzar la frontera con pasaporte rápidamente y sin levantar sospechas si tienen un buen historial de cruces diarios.

–Nosotros no sabíamos nada de esto –recalca la estadounidense sentada en su puesto de burritos al que, con toda la intención, lo bautizó como ‘La Mula’, como una forma de reponerse a una pesadilla que le ha generado depresión, ansiedad, y la psicosis de estar revisando a cada rato por debajo de su coche en busca de paquetes con drogas pegados con un imán y un GPS. 

–Fue hasta que regresamos a casa y vimos la cámara de seguridad, que nos dimos cuenta de lo que nos ‘plantaron’.

Milly esboza a continuación otra sonrisa, al tiempo que mira a lo lejos en dirección al cruce fronterizo donde una larga hilera de coches hace fila entre vendedores ambulantes, que ofrecen desde tortillas de harina, nieves, aguas y refrescos, hasta bustos moldeados con yeso de la cabeza del presidente Donald Trump con todo y su ‘copete’ rubio platino. 

–Nosotros fuimos víctimas del narco –lamenta la mujer–. Nos usaron como ‘mulas ciegas’.

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Mily bautizó su puesto de comida como “La Mula”. Foto: Manu Ureste

 

“Entréganos a los chinos, o te vas a arrepentir”

Christina no se llama así, pero pide que se le modifique el nombre por temor a represalias. Ella también es ciudadana estadounidense, también vive a este lado de la frontera, en Tijuana, y también denuncia que fue utilizada por el narco comomula ciega’, aunque en su caso no para cruzar droga a la Unión Americana, sino otro tipo de ‘mercancía’: una pareja de ciudadanos chinos. 

Todo empezó por medio de un anuncio de Facebook en el que alguien ofrecía en un grupo cruzar unos medicamentos a San Ysidro, California, a cambio de 300 dólares, unos 6 mil pesos mexicanos. Christina necesitaba un extra para sus gastos y los contactó por esa red social. Poco después, la citaron en una plaza comercial de Tijuana, donde “un muchacho muy bien vestido” le ofreció cruzar en ese momento los medicamentos. La estadounidense aceptó porque ese día iba a llevar a su hijo al pediatra del otro lado, y así mataría dos pájaros de un tiro.

De la plaza se trasladaron al estacionamiento de un hospital del IMSS. Ahí, con ella y el tipo a bordo del carro, llegó otra persona que abrió su cajuela e introdujo los medicamentos. Ella bajó y pidió revisarla, pero se lo impidieron. “Ahí empezaron las cosas a ponerse raras”, dice Christina en entrevista. 

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–Me dijeron: ‘no la puedes abrir porque son medicamentos que vienen sellados, y si se llega a caer uno o a dañar, ya no te van a pagar los 300. Mejor espérate a que cruces’. 

Christina insistió en que quería ver el contenido de la cajuela por si la revisaban en la aduana, pero el tipo que la ‘contrató’ le dijo que no se preocupara, que a ella por ser ciudadana de Estados Unidos no la revisarían. Y que si lo hacían, solo tenía que enseñar el documento firmado supuestamente por un doctor del IMSS con el inventario de los fármacos. “Todo está bien”, le repetía insistente el tipo. 

A regañadientes, la norteamericana se subió al carro y comenzó a manejar hacia el cruce de San Ysidro. Pero mientras observaba por el espejo retrovisor que los dos tipos la seguían a bordo de otro vehículo, se dijo que no, que nada estaba bien. 

Antes de llegar a la aduana, se bajó en una gasolinera a cargar gas. Le marcó a su esposo para contarle la situación, pero le ‘saltaba’ el buzón. Quiso entonces ir a la tiendita de la gasolinera para ganar tiempo, pero ni eso le dejaron hacer: “Los tipos llegaron y me preguntaron: ‘¿qué ocupas?’ Les dije unas papillas para mi bebé, y me dijeron: ‘Ok, pero no te bajes, nosotros la compramos’. 

La norteamericana continuó manejando y ya muy cerca de la línea dio un frenazo porque otro vehículo se le metió en la fila y fue entonces cuando sus sospechas se confirmaron. 

–Se escuchó un golpe muy fuerte en la cajuela, como muy pesado; hasta se me movió feo el carro. Y sí dije: ‘no, ¿pues qué llevo ahí?’. 

–Entonces –continúa narrando la mujer–, ya más adelantito vi a un señor que vende burritos y que yo conozco porque siempre le compro antes de pasar para Estados Unidos. Cuando me puse a su altura, le dije: ‘oiga, ¿me puede hacer un favor? ¿puede checar mi cajuela?’. 

El señor la abrió y la cerró rápidamente, con violencia.

–Con cara de preocupación el señor me dijo: ‘ay mija, te pusieron a una pareja’. 

–¿Cómo a una pareja? –cuenta la mujer que le preguntó. 

–Traes a unos chinos –le respondió ante la cara de perplejidad de la estadounidense–. Ya mejor no cruces y ve con la policía aquí en México.

Christina le hizo caso y fue a denunciar, pero rápido pasó a engrosar la estadística de 2 mil 500 estadounidenses detenidos en México en los últimos 6 años por delitos vinculados al crimen organizado, como tráfico de personas, iniciando en ese instante un tortuoso proceso legal del que, aunque pudo salir en libertad, aún no se libra pues continúa en proceso. Tampoco se ha librado del todo de la preocupación constante de revisar el teléfono y encontrar una amenaza del crimen organizado por haber perdido la ‘mercancía’, a la pareja de chinos.  

–Me llamaban y me decían: ‘sabemos dónde vives y tenemos toda la información de tu familia. Entréganos a los chinos, o te vas a arrepentir’.

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A continuación, se le pregunta a Christina antes de terminar la entrevista qué hubiera pasado si hubiera sido detenida en Estados Unidos ‘traficando’ indocumentados y no en México; si cree que la situación hubiera sido mucho peor para ella.

–No, no creo –responde de inmediato y sin atisbo de duda–. Por ser ciudadana de allá y por ser mi primer warning, mi primera vez, quizá me hubieran dado solo unos 6 meses de prisión. No creo que hubiera sido más que eso. 

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Imagen: Nadia Núñez @naddnuk

 

Un incentivo perverso y la ‘ruleta rusa’

Los abogados Carlos de la O y Jesse Sánchez tienen su bufete legal en la ciudad de Tijuana. En una de las oficinas de su despacho, en la que hay un recibidor con un sofá y un escritorio presidido por un mazo de madera con los que los jueces dictan sentencia, los penalistas responden al unísono que sí, que recientemente han percibido un aumento en el número de casos que les llegan de personas detenidas en México antes de cruzar la línea porque, sin saberlo, iban cargados de drogas o con personas indocumentadas provenientes de las redes de tráfico.

Aunque a continuación matizan que, sin prejuzgar ni acusar a nadie, respuestas como esta última que dio la estadounidense Christina, de que en su país, a lo mucho, le hubieran dado “un warning” y una pena de un puñado de meses, es lo que en algunos casos los llevan a dudar de algunas personas que aseguran ser víctimas o ‘mulas ciegas’. 

La duda se debe, explican, a que en el sistema de justicia estadounidense si el delito no es tan grave, o la cantidad de droga no es tan elevada, muchas veces se resuelve con unos meses de prisión y una disculpa del acusado. Y eso se ha convertido en una especie de ‘incentivo perverso’ para quienes buscan ganar miles de dólares extra sin tanto riesgo de pasar toda la vida en una prisión. 

–Muchos estadounidenses ven esto como: ‘ok, puedo cruzar droga, ganar dinero rápido, y si un día me detienen igual y no voy a pagar tanto en la prisión, porque es como un primer ‘strike’, un ‘manotazo de pórtate bien y no lo vuelvas a hacer’. Mientras que para un mexicano el castigo va a ser mucho más fuerte, además de que sería expulsado y no podría regresar a la Unión Americana –explica Jesse Sánchez. 

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–Y aunque al final sí hay una detención y meses de cárcel, muchos te dicen, ‘sí, pero imagínate, si lo hago por unos meses o un año sin que me cachen, ¿cuánto dinero voy a ganar? Y si me llegan a detener, pues van a ser solo unos meses, pero yo ya hice mucho dinero’. Y esto es lo que, en parte, está haciendo que cada vez más estadounidenses le entren a trabajar para los grupos del crimen –agrega Sánchez.

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Imagen: Nadia Núñez @naddnuk

 

Por su parte, Carlos de la O plantea que hay modalidades distintas demulas’. Las hay que son ‘ciegas’ en el sentido estricto de víctimas que no saben que están siendo utilizadas para cruzar drogas, como el caso de Mily; las que les dicen que llevan fármacos, por ejemplo, y bajo engaño y la promesa de un pago llevan personas traficadas, como el caso de Christina; las que son conscientes de todo y reciben a cambio del cruce un dinero que puede ir de los 1 mil hasta los 5 mil dólares; y está otra modalidad que son aquellas personas que van a ‘ciegas’, pero siendo conscientes de que están transportando algo ilegal, aunque no saben qué. 

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–Es como una ‘ruleta rusa’ –señala De la O–. Es decir, el crimen organizado te propone, pero ya de forma consciente, que cruces cierta cantidad de narcóticos a cambio de un dinero, pero tú no vas a saber cuándo, ni a qué hora, ni en qué momento los vas a llevar. O sea, tú solo vas a cruzar todos los días y en una de esas vueltas puedes ir cargado o no. Si te agarran, mala suerte. Y si no, pues te van a pagar unos buenos dólares por cada cruzada. 

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Abogado Carlos de la O. Foto: Manu Ureste

 

Los usan como ‘mulas’ y ‘anzuelos’

Rodrigo Sandoval, un joven empresario mexico-americano, estuvo preso en Estados Unidos luego de que lo usaran como ‘mula ciega’: sin saberlo, cruzó a la Unión Americana 15 kilos de metanfetamina. 

En las diferentes cárceles que estuvo en San Diego y Arizona, Rodrigo dice que escuchó muchas historias como la suya, de ‘mulas ciegas’. Aunque también abundaban, matiza, las de “personas que juran que no sabían nada, pero sí eran bien conscientes de todo, y al final lo admitían”. Asimismo, plantea que por los pasillos de las cárceles se escuchaba que otra práctica muy común es que los grupos del crimen organizado, o las bandas locales que ‘trabajan’ con el permiso de éstos, también utilizan a las ‘mulas’, tanto a las conscientes como a las ‘ciegas’, como ‘carnada’ o ‘señuelos’ para distraer a las autoridades

–Por ejemplo, yo traía 15 kilos de metanfetaminas, es una cantidad alta. Pero esa gente (el narco) está dispuesta a perderla para que los agentes y las unidades caninas te detengan en la frontera, y mientras tanto, ya está pasando otro cargamento por otro lado, pero con 100 kilos.   

El abogado penalista Keith Rutman corrobora en entrevista desde su despacho legal en San Diego esta forma de operar: “muchas veces envían a la frontera varios vehículos cargados para que crucen al mismo tiempo, y sí, pueden estar dispuestos a sacrificar a una persona, a un cargamento, para que toda la atención de las autoridades se vaya con esa persona, y la carga más grande pueda pasar más fácilmente”. 

Incluso, Rutman señala que los grupos del crimen “eligen a alguien que saben que lo van a detener en la frontera y lo utilizan como un anzuelo que mandan primero, para que el cargamento que va más atrás, pueda pasar sin problema”. 

No obstante, el empresario Rodrigo Sandoval considera que este ‘modus operandi’ de sacrificar a ‘mulas ciegas’ con cargamentos, o a personas que mandan como ‘anzuelos’, no es tan común entre los cárteles de la droga, sino más bien en “los grupos locales que ‘chambean’ y le pagan a un cártel para poder ‘trabajar’. 

–Esos grupos son los que hacen más este tipo de cosas, de mandar un señuelo y perder cierta cantidad, porque a los grupos del narco no les gusta perder ni un peso –hace hincapié Sandoval–. Y por eso están ‘contratando’ a muchos estadounidenses para que crucen la droga y no perder nada. 

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Imagen: Nadia Núñez @naddnuk

 

La mujer hace referencia al término que coloquialmente se usa para nombrar a uno de los varios ‘modus operandi’ del crimen organizado para cruzar drogas a Estados Unidos, aprovechando que el paso Tijuana-San Diego es el más transitado en el mundo, y que, en palabras de autoridades que pidieron mantenerse en el anonimato, “ambas aduanas no se dan abasto” a revisar a todos los miles de vehículos que por ahí transitan cada hora, ni tampoco a las personas que cruzan a pie. De hecho, según datos de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, solo pueden revisar a un 8 % de los vehículos. 

Por ello, el crimen organizado manda a diario a cientos de vehículos con drogas, especialmente metanfetaminas; narcóticos que, de acuerdo con Tara Mcgrath, fiscal del distrito sur de California, es mucho más decomisada en la frontera que otras como el fentanilo, aunque la fiscal precisó que esta droga, al ser mucho más mortal, es la que está generando más atención mediática y de las autoridades. Y por ello, utilizan tanto a estadounidenses que sí se prestan a cruzar los narcóticos a cambio de “dinero fácil y rápido”, en palabras de la fiscal McGrath, 

A las personas que el crimen organizado investiga primero –por ejemplo, investigan si tiene nacionalidad estadounidense, para que pueda cruzar la frontera con muchas menos restricciones que un mexicano–, así como sus movimientos y dinámicas rutinarias, para luego aprovechar un descuido y colocarles la droga. Por eso lo de ‘mulas ciegas’, porque, literal, trabajan a ‘ciegas’ para el narco

 

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Imagen BBC
La doble vida de Jasveen Sangha, la “reina de la ketamina”; enjuiciada por la muerte del actor Matthew Perry
9 minutos de lectura

Un nuevo documental de la BBC arroja luz sobre cómo Jasveen Sangha terminó siendo acusada en el caso del actor de “Friends” Matthew Perry.

08 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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Ella era una mujer que parecía tenerlo todo: una crianza privilegiada, una buena educación y un amplio círculo de amigos.

Pero Jasveen Sangha guardaba un oscuro secreto que, según algunos de sus amigos más cercanos, ocultaba incluso de ellos. La ciudadana con doble nacionalidad británica-estadounidense proveía de sustancias controladas a estrellas ricas y famosas de Hollywood, y administraba una ‘casa de escondite’ de drogas que incluía cocaína, Xanax, pastillas falsas de Adderall y ketamina.

Su negocio —y la ilusión de su vida encantada— llegó a un abrupto final después de suministrar 50 viales de ketamina que finalmente fueron vendidos al actor de Friends Matthew Perry, incluyendo la dosis que provocó su muerte por sobredosis en 2023.

Ahora, Sangha está entre otras cinco personas, incluidos dos médicos, que se han declarado culpables de delitos relacionados con la muerte de Perry.

En febrero, Sangha será la última acusada en recibir sentencia en el caso, el cual destapó una red clandestina de ketamina en Los Ángeles. Podría enfrentar una pena máxima de 65 años en una prisión federal.

Matthew Perry se cubre la boca mientras ríe. Lleva puesto un blazer color beige y una camiseta tipo polo negra.
BBC
Matthew Perry, de 54 años, fue encontrado muerto en su casa de Los Ángeles en 2023 tras años de luchar contra la depresión y la adicción.

Bill Bodner, agente especial a cargo de la oficina de Los Ángeles de la Administración para el Control de Drogas (DEA) en el momento de la muerte de Perry, dijo a la BBC que ella era “una persona altamente educada que decidió ganarse la vida traficando drogas, y usar ese dinero del narcotráfico para financiar esta personalidad de influencer en redes sociales”.

Añadió que Sangha dirigía “una operación de narcotráfico bastante grande que atendía a la élite de Hollywood”.

Los fiscales han señalado que Perry estaba tomando cantidades legales y prescritas de ketamina para tratar la depresión, pero luego comenzó a querer más de lo que sus médicos le permitían.

Los documentos judiciales relacionados con la investigación federal muestran cómo eso llevó al actor a ponerse en contacto con varios médicos y luego con un distribuidor que obtenía la droga para Sangha a través de un intermediario.

Su abogado, Mark Geragos, ha dicho que Sangha está asumiendo la responsabilidad, pero ha negado que ella conociera realmente a Perry, quien fue más conocido por interpretar a Chandler Bing en la popular comedia televisiva Friends.

“Ella se siente terrible. Se ha sentido terrible desde el primer día”, dijo Geragos a los periodistas después de que se declarara culpable en el caso. “Ha sido una experiencia horrenda”.

Doble vida

Semanas antes de la muerte de Perry, Sangha habló por teléfono con su viejo amigo Tony Marquez.

Él y otras personas hablaron con la BBC y la presentadora Amber Haque para un documental que investiga las circunstancias alrededor de la muerte de Perry. Es la primera vez que amigos hablan abiertamente sobre la mujer que se ha hecho conocida mundialmente como la “reina de la ketamina”.

Sangha y Marquez se conocen desde la década de 2010, y él dijo que incluso había frecuentado a su familia. Como Sangha, Marquez era un habitual del circuito de fiestas en Los Ángeles.

Él también ha enfrentado problemas legales relacionados con drogas y tiene una condena previa por narcotráfico. Pero aunque ambos compartían una larga historia, dice que Sangha nunca insinuó que estaba en serios problemas.

Solo unos meses antes, su casa en North Hollywood, que según los fiscales era una “casa de escondite’, había sido allanada por la policía.

Jash Negandhi asistió a la Universidad de California en Irvine junto con Sangha en 2001 y han sido amigos durante más de 20 años.

“Ella estaba muy metida en la escena de la música dance”, recuerda Negandhi. “Le encantaba bailar y pasarla bien”.

Negandhi dijo que quedó desconcertado al enterarse de que su amiga era una traficante de drogas.

“Yo no sabía nada”, afirma. “Absolutamente nada. Ella nunca había hablado de eso”.

Ciertamente, la mayoría de los amigos asumían que ella no necesitaba dinero.

“Ella siempre tenía dinero”, dice Marquez. “Viajaba por todas partes en jet privado, y hacía eso mucho antes de que todo explotara”.

Tony Marquez está de pie en lo que parece ser la sala de una casa. Lleva puesta una camiseta negra.
BBC
Tony Marquez asistía con frecuencia a fiestas con Sangha en California.

Los abuelos de Sangha eran multimillonarios del comercio de moda en el este de Londres, según el periódico The Times, y Sangha —hija del empresario Nilem Singh y de la doctora Baljeet Singh Chhokar— estaba destinada a heredar la riqueza familiar.

Su madre se volvió a casar dos veces y se mudó a Calabasas, en California, donde En Sangha creció. Su casa familiar en Los Ángeles es “hermosa” y “grande”, según Marquez.

“Hacíamos parrilladas o fiestas en la piscina en la casa de sus padres”, dice. “Son muy atentos, muy cariñosos, y nos trataban como si fuéramos sus hijos”.

Sangha pasó un tiempo en Londres después de la secundaria y se graduó con un MBA en la Hult International Business School de Londres en 2010. En las fotos, se la puede ver sonriendo dulcemente a la cámara con un elegante traje negro y el cabello castaño alisado durante una visita al Financial Times en 2010.

“No daba la impresión de ser una buscavidas”, señala un antiguo compañero de clase. Sangha era amistosa, aunque algo distante.

En clase usaba ropa de diseñador y disfrutaba socializar. No había rumores de que estuviera involucrada en drogas. “Si hubiera sido consumidora en Hult, probablemente lo habríamos sabido”.

Regresó a Los Ángeles poco después de completar su MBA. La madre y el padrastro de Sangha administraban franquicias de KFC en California y fueron demandados por la compañía en 2013 por más de 50.000 dólares, según muestran documentos judiciales, por no pagar regalías a la empresa por el uso de su marca.

El padrastro de Sangha se declaró en bancarrota antes de que el caso concluyera. Si la familia de Sangha estaba atravesando dificultades financieras durante ese período, sin embargo, ella no lo reveló a muchas personas.

“No escuché nada sobre eso”, dice Negandhi.

Sangha parecía querer alcanzar los logros empresariales de sus padres. Abrió un salón de manicura de corta duración llamado Stiletto Nail Bar y hablaba con amigos sobre ambiciones que incluían ser propietaria de una franquicia de restaurantes.

Fiestas que duraban días

Pero su verdadero interés parecía estar en salir de fiesta. En Los Ángeles, tenía un círculo muy unido de amigas llamado las ‘Kitties’, según Marquez, que era un grupo compuesto en su mayoría por mujeres que disfrutaban organizar fiestas a las que asistían celebridades.

A menudo se reunían en Avalon, un teatro histórico en el corazón de Hollywood que alberga conciertos y eventos de música electrónica, y festejaban hasta altas horas de la madrugada.

Marquez afirma que tomaban pastillas y ketamina. A veces sus fiestas, que organizaban en distintas partes de California, duraban varios días.

“Íbamos de viaje al Lago Havasu, alquilábamos una gran mansión antigua y llevábamos a nuestros DJs, todos nuestros sistemas de sonido, y cada noche teníamos una fiesta temática solo para nosotros”, dice Marquez sobre el lago, que limita con California y Arizona.

“Nos vestíamos elegantes y hacíamos una fiesta de blanco, una fiesta de trajes brillantes. Tuvimos una fiesta de hongos.”

Estas fiestas “siempre incluían ketamina”, afirma. Pero aunque Sangha tenía muchos apodos dentro de este grupo de amigos, nadie la conocía como la “reina de la ketamina”.

“Nadie la llamaba así”, dice Marquez.

Jash Negandhi aparece sentado en una silla tipo sofá. Lleva puesta una camiseta negra y una chaqueta negra.
BBC
Jash Negandhi conoció a Sangha en la universidad.

El grupo estaba preocupado por la contaminación del suministro ilegal de drogas con el mortal opioide fentanilo y, por lo tanto, hizo esfuerzos extraordinarios para obtener grandes cantidades de ketamina de alta calidad.

“Si íbamos a consumir ketamina, queríamos conseguirla de la fuente”, dice Marquez.

Los amigos supuestamente usaban mensajeros para ir a México a recoger la droga —que se utiliza como sedante durante cirugías— de veterinarios y farmacias corruptas al otro lado de la frontera.

“No sabría decir si Jasveen hacía eso”, afirma Marquez. “¿Pero teníamos acceso? ¿Teníamos gente que lo hacía? Sí”.

Marquez afirma que nunca sospechó que Sangha estuviera traficando drogas en paralelo: “Es impactante, te lo digo”.

“Durante años y años he conocido a esta persona. Conozco a su familia. Sé cómo actúa, sé de lo que es capaz. Sé de dónde viene. No puedo —aún hoy en día— no puedo creer que esto esté pasando”, dice.

Mirando en retrospectiva, Marquez sospecha que Sangha se volvió “adicta” al estatus social que conllevaba ser una traficante de drogas para los ricos y famosos.

“Creo sinceramente que Jasveen estaba adicta a esa vida de vender [drogas] a celebridades”, afirma.

“Ella era adicta a estar en ese círculo social y a ser buscada por celebridades que la gente ha visto toda su vida en la televisión”, agrega.

Dice que cree que ella nunca fue una “capo” ni una gran traficante, sino que simplemente cayó en el negocio porque “le encantaba consumir ketamina, igual que todos nosotros”.

Las acciones de Sangha, sin embargo, sugieren un carácter más despiadado.

Sobria

Los fiscales han dicho que en 2019, Sangha vendió ketamina a un hombre llamado Cody McLaury.

McLaury sufrió una sobredosis y murió. Tras su muerte, su hermana le envió un mensaje de texto a Sangha para decirle que las drogas que había vendido a su hermano lo habían matado.

“En ese momento, cualquier persona sensata habría acudido a las autoridades, y ciertamente cualquier persona con un mínimo de corazón habría detenido sus actividades y no habría seguido distribuyendo ketamina a otros”, dice Martin Estrada, exfiscal jefe del Distrito Central de California, quien anunció cargos federales contra Sangha en agosto de 2024.

“Ella siguió haciendo esto, y vimos que, varios años después, la continuación de su conducta resultó en la muerte de otra persona, el señor Perry”, agrega.

Otro amigo de un círculo distinto que solía ir a clubes con Sangha en la década de 2010 recuerda haberse sorprendido de manera similar con la noticia.

Le dijo a la BBC que conocía a Sangha desde la secundaria y que socializaba mucho con ella al mismo tiempo que Marquez.

El amigo no quiso ser identificado, para poder hablar con franqueza sobre la mujer que conocía y que ahora “está siendo acusada de ser una narcotraficante”.

“Siempre estábamos en fiestas, casi todas las noches. Durante muchos, muchos años”, dice él. “Ella nunca me ofreció nada”.

Recuerda que Sangha llevaba a su tío Paul Sing con ella a casi todos lados. “No es realmente el comportamiento de una narcotraficante”, afirma. “[Y] no es que simplemente lo dejara acompañarla. Él siempre vestía a la moda”.

Paul Sing aparece en fotos de eventos junto a Sangha y estuvo presente en el tribunal para escucharla declararse culpable el 3 de septiembre.

Según Marquez, en algún momento de la década de 2020 Sangha asistió a rehabilitación. En documentos judiciales presentados el mes pasado, su abogado Mark Geragos afirmó que llevaba 17 meses sobria. En su última conversación con Negandhi, hablaron sobre el futuro.

“Ambos estábamos ya en nuestros cuarenta, y tiendes a autoevaluarte cuando llegas a esa edad. Y empiezas a pensar, ¿qué es lo que queremos hacer ahora que hemos alcanzado esta etapa?”, dice él.

“Ella estaba muy emocionada por haber estado sobria durante bastante tiempo y simplemente esperaba muchas cosas de la vida”, agrega.

Sangha no mencionó que había sido arrestada recientemente.

“Yo no tenía idea de que estaba pasando por todo esto cuando hablábamos”, afirma. “Ella no había revelado nada de eso”.

BBC

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