En ocasiones, pedalear en la Ciudad de México puede ser, por lo menos, inquietante: entre el tráfico, los autos y los baches que hay que esquivar una vez sí y la otra también, es fácil sentirse ajena al flujo de la ciudad. Hay avenidas que parece que te expulsan de ellas.
Con esa sensación tomé mi bici de llantas azul brillante y me encaminé hacia Insurgentes. Mi primer paseo ciclista largo en 100 días de confinamiento (sí, llevo la cuenta) fue para cruzar una de las avenidas más largas del mundo y de las que menos me gusta transitar.
Pero oye, había que aprovechar la ciudad
semivacía para dar una pedaleada, ¿no?
Me lancé con la idea de probar al menos una parte de la ciclovía emergente de 12 kilómetros que hace un par de semanas comenzó a funcionar en Insurgentes.
La diferencia fue enorme: de ser bloqueada por autos o tener que subir y bajar banquetas en algunos tramos, pedaleé hasta el World Trade Center sin esquivar autos o pararme para evitar que algún conductor “me echara lámina”.
No estoy sola en esto: Agustín Martínez, presidente de la organización Bicitekas, coincide en que antes “la sensación es que eras un ente ajeno a esa infraestructura, que eras un error en la Matrix y no debías estar ahí”.
Esa sensación se transformó: ahora me pregunto ¿cómo es que no había antes un espacio para las bicicletas en una de la arterias viales más importantes de la CDMX que, con todo y todo, no deja de ser una de las diez ciudades más pobladas del mundo?
Y, aún con esto, no es completamente seguro que sea permanente.
Usándola. Apropiarnos del espacio es la clave, explica Agustín.
“Si se están abriendo esos espacios es momento de ocuparlos y demostrar que la movilidad en bici sí es positiva y que se active en una ciudad plana en un 70%, con un clima favorable en la mayor parte del año; hay muchas condiciones que hacen que la Ciudad de México sí sea propicia para recibir a muchos más ciclistas“.
Desde el inicio de la cuarentena, Agustín, junto con otras organizaciones ciclistas, se han reunido con autoridades de la CDMX, específicamente de la Semovi, para pedir que se instalaran ciclovías temporales (o emergentes, como ahora les dicen).
Pts, pts, puedes leer: 9 datos sobre los autocinemas en México ahora que viene la nueva normalidad
No fue tan fácil convencer al gobierno capitalino pues en cuarentena se trataba de que las personas no saliéramos a la calle, pero conforme se hacen los arreglos de la nueva normalidad (y aunque el semáforo sigue en rojo), pronto podremos salir con calma y precauciones.
“Es un poco tenerle paciencia a esa infraestructura porque va a llevar un tiempo para que se llene, pero una vez que se haga costumbre yo creo que la propia comunidad se apropiará y no permitirá perderla”.
¿Y cómo no querer usarla? Atravesar la ciudad en menos tiempo, con más seguridad y sin pasear por calles alternas que hacen el recorrido más largo es un buen.
Por ejemplo, del Centro Histórico o Tlatelolco hacia el WTC antes hacía 45 minutos en bici, esta vez hice poco más de media hora; ¿y en auto o transporte público? El recorrido no es de menos de 40 minutos.
“Tiene que ver con el nivel de uso, de cómo lo integremos los capitalinos a nuestras vidas, entonces también es muy importante hacer un llamado a usar la ciclovías temporales o emergentes y darles vida”, dice Agustín.
La primera etapa de la ciclovía de Insurgentes, según el gobierno de CDMX, es de 12 kilómetros en ambos sentidos y va desde la avenida Álvaro Obregón, en la Roma, hasta el Eje 8 Sur-Río Mixcoac.
Una de las bondades de este carril es que se conecta a toda la red de Movilidad Integrada de las ciclovías que ya existen en la avenida Nuevo León y, por supuesto, en Álvaro Obregón; además de los carriles compartidos del Eje 7 y el Eje 8 por donde circulan el Trolebús o autobuses RTP.
Y buenas noticias, ya se comenzó la siguiente etapa en la que se divide un carril para bicicletas en la glorieta de los Insurgentes.
Oye, ejem, Animal MX, muy bonito y todo, pero ¡¿y los autos?!
En realidad no se le quitó ningún carril a los autos en Insurgentes sigue siendo: uno para Metrobús Línea 1, dos para los coches y uno más para las bicis y, claro, las banquetas para peatones.
“Apenas han salido datos preliminares de esa ciclovía y en realidad no hay afectación en la velocidad de los coches, y por otro hay más ordenamiento, más seguridad porque tenemos claramente nuestros lugares cada usuario”, dice Agustín.
¡Sigue creciendo la #CiclovíaEmergente! Ahora, al norte🤩
Mira cómo, con apoyo de @SOBSECDMX, vamos pintando el carril y colocando confinadores para el uso exclusivo de ciclistas en la icónica Glorieta Insurgentes.
Juntos, hacia la #NuevaNormalidad, #MejorEnBici 🚲✨ pic.twitter.com/QA3gj8zAq0
— Secretaría de Movilidad CDMX (@LaSEMOVI) June 17, 2020
Así que si de esta pandemia (y el encierro) tuviéramos que ver algún lado amable, pedalear por Insurgentes sin duda es un punto a favor.
Una de cada ocho personas en el mundo sufre de algún problema de salud mental, según un reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En ese contexto, también se vio un aumento en la demanda del uso de medicamentos para tratarlos.
Pero, paradójicamente, así como se volvió común usar estos medicamentos, también es común que las personas dejen de usarlos de un momento a otro, dijeron expertos a la BBC.
Muchos pacientes caen en esta trampa, a menudo porque los medicamentos están surtiendo efecto: como se sienten bien, pueden tener la impresión de que el problema está resuelto.
En otros casos, son los efectos adversos del tratamiento los que llevan a algunas personas a suspender el tratamiento de forma abrupta.
Sin embargo, según los psiquiatras, cualquiera que deje de usar el medicamento sin consultar a un médico puede sufrir efectos inmediatos y a largo plazo.
Suspender medicamentos como los que se usan para tratar la ansiedad y la depresión así sea por un día puede alterar las señales químicas del cerebro y provocar síntomas como náuseas, cansancio, mareos y sensación de “cabeza liviana”.
Un estudio reciente señala que más de la mitad (56%) de las personas que intentan dejar de tomar antidepresivos presentan síntomas adversos, y casi la mitad de ellos (46%) describe los efectos secundarios como graves.
Es el llamado “síndrome de abstinencia”, que puede ser causado por la interrupción del uso no sólo de antidepresivos y ansiolíticos, sino también de hipnóticos, antipsicóticos, estabilizadores del estado de ánimo y estimulantes (incluidos los fármacos utilizados en el tratamiento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Elson Asevedo, psiquiatra y director técnico del Centro de Atención Integral a la Salud Mental de la Universidad Federal de Sao Paulo, añade otro efecto que observa frecuentemente en su práctica médica.
Los pacientes que inicialmente responden bien a un fármaco pueden responder más lentamente o resistirse a retomar el tratamiento que se suspendió abruptamente.
“En algunos casos puede ser necesario aumentar la dosis o cambiar de medicamento, incluso teniendo que combinar varios medicamentos diferentes”, afirma Asevedo.
El principal motivo que lleva a alguien a dejar de tomar un medicamento es que la afección que se está tratando parece estabilizarse.
“Cuando se nota una mejoría en la depresión y la ansiedad, es natural sentir que los medicamentos ya no son necesarios, pues los síntomas parecen haber remitido”, explica Asevedo.
“Sin embargo, la trampa aquí es que esta mejora en los síntomas a menudo ocurre antes de la mejora física en el cerebro”, agrega.
El médico compara el cerebro con una computadora y la enfermedad con un programa instalado en esa máquina.
El tratamiento elimina el programa, explica, pero para que el cerebro pueda quedar protegido contra futuras recaídas, se necesita un período considerable de uso de medicamentos para que el cerebro cree nuevas formas de funcionar sin la influencia de la depresión.
“Se recomienda que los antidepresivos se utilicen durante al menos 12 meses después del alta médica y pueden durar hasta dos años o incluso indefinidamente, si el paciente tuvo dos o más episodios de depresión a lo largo de la vida”, dice Antônio Geraldo, presidente de la Asociación Brasileña de Psiquiatría (ABP).
Vanessa Favaro, directora del Servicio Ambulatorio del Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Sao Paulo, dice que muchos pacientes no ven el tratamiento como parte de una búsqueda permanente de salud mental.
“Comprender el enfoque a largo plazo puede resultar un desafío para algunos pacientes, especialmente cuando están angustiados. La búsqueda de un alivio inmediato es natural, pero no todo sufrimiento requiere sólo un alivio momentáneo”, afirma el médico.
“Comprender el trastorno, sus bases biológicas y mantener la salud mental en el tiempo es fundamental. Es importante tener en cuenta no sólo el medicamento, sino también otras acciones, como la psicoterapia y las técnicas de respiración”.
Otro motivo muy común para dejar de tomar medicamentos son los efectos no deseados en el organismo.
“Es relativamente fácil tolerar los efectos secundarios de un antibiótico que sólo tenemos que tomar durante siete días”, afirma Asevedo.
“Pero cuando se trata de una condición depresiva que requiere tratamiento continuo durante un año, es mucho más difícil de tratar”, agrega.
Entre los efectos secundarios más comunes de los medicamentos psiquiátricos, el médico cita:
En casos como estos, es importante que el médico y el paciente tengan la suficiente confianza para discutir las posibilidades juntos.
“Pueden considerar alternativas, como cambiar el medicamento incluso introducir un medicamento adicional para mitigar los efectos secundarios”, afirma Asevedo.
Los medicamentos utilizados para tratar los trastornos mentales alteran las señales eléctricas que se transmiten dentro del cerebro a través de cambios en la composición química del órgano.
“El cerebro es un ordenador que, en lugar de cables, tiene neuronas. Pero estas neuronas no se conectan directamente. Entre ellas hay un pequeño espacio, donde se encuentran los neurotransmisores”, explica Asevedo.
Los neurotransmisores son sustancias químicas que permiten la transmisión eléctrica de una neurona a otra.
La serotonina, la noradrenalina y la dopamina son algunos de los neurotransmisores que regulan el paso de señales eléctricas entre neuronas.
Un trastorno mental suele ocurrir cuando estas sustancias químicas no están reguladas.
La depresión, por ejemplo, es causada por un desequilibrio de los transmisores neuronales responsables de la sensación de placer y bienestar, señalan los expertos.
Luego, los medicamentos actúan regulando la producción de neurotransmisores y aumentando la transmisión de señales eléctricas entre las células cerebrales.
Es común que una persona en tratamiento psiquiátrico piense que estará condenada a consumir estos medicamentos para siempre, afirma Vanessa Favaro.
“La mayoría de las veces esto no sucede. Los tratamientos suelen tener un principio, un desarrollo y un final“, afirma la médico.
El final requiere un proceso que puede durar meses o incluso años.
“La retirada debe ser gradual para evitar cambios bruscos en el funcionamiento del cerebro”, afirma Favaro.
El primer paso, dicen los expertos, es contar con la recomendación del médico que acompaña al paciente para hacerlo.
“Primero necesitamos que los síntomas hayan mejorado por completo y que hayan pasado entre seis meses y un año de mejoría”, afirma Asevedo.
“Antes de eso, no ha habido una mejoría absoluta del cerebro y es posible que los síntomas vayan a volver”.
Entonces se pueden adoptar algunas estrategias, explica el psiquiatra, como empezar a tomar el medicamento cada dos días o reducir progresivamente la dosis.
“Es importante consultar a un psiquiatra para valorar el medicamento más adecuada a tu tipo y patología”, concluye Favaro.