
Nicky Minaj reinó durante mucho tiempo como la camaleónica más indómita del pop: una provocadora hipersexual, vestida de neón, cuya personalidad enfundada en látex, letras explícitas y afinidad con los outsiders la convirtieron en un icono global.
Pero ahora, Minaj -nacida en la caribeña isla de Trinidad y Tobago- acapara un foco distinto: viste de manera conservadora, es recibida cálidamente por activistas republicanos y habla cada vez con más fluidez el lenguaje del movimiento Make America Great Again (MAGA) del presidente Donald Trump.
“Le tengo un gran respeto y la más grande admiración a nuestro presidente”, le dijo a Erika Kirk, la viuda del “influencer” ultraconservador asesinado Charlie Kirk, en un foro en Arizona el fin de semana.
Minaj se ha burlado de funcionarios demócratas, ha hecho eco del mensaje republicano sobre jóvenes transgénero y, últimamente, ha emergido como una improbable favorita de la derecha, un giro que ha sacudido a sus fanáticos, particularmente de la comunidad LGBTIQA+.
“Nicki Minaj siempre ha sido relacionada con dominio, independencia y con no rendir cuentas a nadie”, le dijo a la AFP el experto en marcas de celebridades Jeetendr Sehdev.
“Alinearse con la energía en torno a Donald Trump no tiene que ver con política; tiene que ver con libertad de expresión, resistir a la cancelación y afirmar su autonomía”.
El contraste es chocante, no solo política, sino culturalmente. El hip-hop, aunque nunca monolítico, ha tendido mayoritariamente hacia lo progresista.
Estrellas como Cardi B, Megan Thee Stallion y Lizzo han apoyado a candidatos demócratas, mientras que un grupo más pequeño —incluidos Lil Wayne y Kodak Black— destaca como excepciones afines a Trump.
“Sabíamos que Nicki Minaj llevaba un tiempo cayendo, pero ahora sí que tocó fondo”, lamentó en la plataforma Reddit un miembro de un foro de discusión dedicado al programa de televisión RuPaul’s Drag Race.
En otros comentarios se le reprocha traicionar a sus seguidores de la comunidad LGBTIQA+ para hacer publicidad o ganar favores políticos.
La estrella fue jurado en 2020 del reconocido programa de competición de drag queens y se presentó al público así: “Soy Nicki Minaj y proclamo mi lealtad a la causa drag”.
Pero ahora, la intérprete se suma al movimiento MAGA (Make America Great Again), que rechaza por completo la cultura drag y se niega a reconocer la existencia de personas transgénero.
Su evolución no sucedió de la noche a la mañana.
Durante el primer mandato de Trump, condenó las separaciones familiares en la frontera entre Estados Unidos y México y posteriormente celebró la victoria electoral de Joe Biden.
“Llegué a este país como una inmigrante ilegal a los cinco años”, reveló la artista en un mensaje hoy inaccesible en redes sociales, pero ampliamente reproducido en su momento por la prensa. “Por favor, detengan esto”, pidió a propósito de las separaciones forzadas de familias.
Su giro hacia MAGA cobró impulso durante la pandemia de covid-19, cuando puso en duda la seguridad de las vacunas, que se negaba a recibir.
Y en noviembre de 2025, hizo una aparición sorpresa en la ONU para declarar que “los cristianos están siendo atacados” en Nigeria, una acusación repetida por Trump y que es rechazada tanto por las autoridades del país africano como por observadores e investigadores. Se trata de un tema que, según expertos, es más complejo de lo que suele presentarse.
El giro estético rivaliza con el político: la artista que antes convertía el exceso en arma ahora privilegia la contención y se sienta cómodamente entre operadores republicanos e “influencers” conservadores.
En la conferencia de Arizona bromeó que ella y sus aliados son “los chicos cool”.
Sus partidarios dicen que Minaj simplemente ejerce independencia, negándose a que la encasillen por expectativas ligadas a su género, raza o base de seguidores.
Pero sus críticos responden que la independencia no justifica un lenguaje que margina a grupos vulnerables —especialmente de una artista cuya carrera se construyó desafiando normas, no reforzándolas—.
Según Sehdev, el giro no debilitará a su marca, sino que la “amplificará”. “Filtra a los fans pasivos y profundiza la lealtad entre quienes admiran la fuerza por encima de la aprobación”.

Dos meses después de que Israel y Hamás acordaran la primera fase de un cese del fuego en Gaza patrocinado por Estados Unidos, el progreso hacia una segunda fase sigue estancado.
Israel y Hamás acordaron en octubre pasado una primera fase de un cese el fuego, apoyado por Estados Unidos, que dio esperanzas de un posible camino para terminar con la disputa armada en el territorio.
Dos meses después, Gaza permanece estancada en la primera fase. Está dividida en dos partes y con su población desplazada y viviendo entre ruinas.
Bajo la segunda fase del cese el fuego propuesto por el presidente estadounidense, Donald Trump, tanto Israel como Hamás enfrentan difíciles decisiones.
Hamás necesita entregar sus armas e Israel debe retirar sus tropas en Gaza y transferir las responsabilidades de la seguridad a una fuerza internacional.
La formación de un gobierno para administrar Gaza es otro desafío por resolver, así como la búsqueda por parte de Israel del último rehén que queda por entregar, Ran Gvili.
Gvili, un agente de policía de Israel, fue secuestrado por Hamás durante el ataque del 7 de octubre de 2023. Hamás ha dicho que la búsqueda entre los escombros de Gaza no ha dado ningún resultado sobre su paradero.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha insistido que Hamás debe regresar a todos los rehenes -vivos o muertos- antes de que el acuerdo pueda seguir a su siguiente fase.
A los padres de Gvili, Talik e Itzik, se les dijo el año pasado que el agente no había sobrevivido.
“Ellos se robaron a nuestro hijo, ellos se lo robaron”, señala su madre a la BBC. “Ellos saben dónde está. Ellos solo están tratando de esconderlo o quedárselo. Están jugando con nosotros”, anota el padre.
La pareja cree que Hamás quiere mantener a su hijo como garantía para futuras negociaciones, tras el regreso de todos los demás rehenes.
Por su parte, funcionarios de Hamás le dijeron a la BBC que esas acusaciones son falsas y que Israel estaba tratando de evitar implementar el acuerdo.
Pero EE.UU. quiere avanzar hacia la segunda fase del cese el fuego, de acuerdo a los diarios Haaretz y The Times de Israel.
En una entrevista con la BBC, Gershon Baskin, un exnegociador israelí en casos de rehenes -particularmente en el acuerdo en 2011 por el soldado Gilad Shalit-, señala que Israel “no tiene muchas opciones” para posponer la segunda fase del acuerdo sobre Gaza.
Baskin dice que Trump ha sido “muy claro con su decisión” y le dirá a Netanyahu que “no hay espacio para la procrastinación”.
El exnegociador, quien ha tenido un rol importante en la comunicación entre Israel y Hamás, añade que el tema del cuerpo del rehén que no ha sido entregado “no es suficiente razón” para demorar el inicio de una segunda instancia en el acuerdo.
El desarme de Hamás de un modo que resulte aceptable para ambos bandos es de lejos la barrera más grande para avanzar el cese el fuego hacia su siguiente fase.
Turquía ha pedido insistentemente ser parte de la Fuerza Internacional de Estabilización (ISF, por sus siglas en inglés), que será la encargada de desarmar al grupo islamista, de acuerdo al medio israelí Hayom.
Netanyahu ha sido claro en su intención de evitar que esto pase y cuenta con el apoyo de EE.UU., señala el medio.
Hasta el momento, ningún país ha anunciado formalmente que se unirá a las ISF.
De acuerdo a Baskin, Hamás tal vez aceptará “guardar sus armas” y posiblemente entregarlas a un gobierno palestino o a un tercer actor, pero no a Israel o EE.UU.
Y añade que EE.UU. sabe que el desarme de Hamás está vinculado al repliegue total de Israel en Gaza y que esto será difícil de lograr mientras las fuerzas israelíes permanezcan dentro de la Franja.
En este momento, Israel controla cerca del 53% de la Franja de Gaza.
Bajo la primera fase del acuerdo del cese el fuego, Israel aceptó un retiro parcial de tropas en el norte, sur y este de Gaza. El límite fijado se conoció como la “línea amarilla”
La segunda fase requiere un acuerdo mutuo de un nuevo repliegue del ejército israelí, mecanismos de desarme, reconstrucción y arreglos para un monitoreo internacional.
Estos temas son considerados sensibles, porque afectan directamente la seguridad de las localidades israelíes en la frontera con Gaza y el futuro de la presencia israelí en lo que se conoce como el Corredor de Filadelfia, un pedazo de tierra frente la frontera de Gaza con Egipto, que incluye el paso de Rafah.
Para el general Israel Ziv, un exmilitar israelí experto en operaciones, tanto Hamás como Israel están dudando en apresurar el avance hacia la segunda fase.
“Hamás no quiere perder el control y el lado israelí por razones políticas también quiere quedarse en Gaza”, dijo Ziv a la BBC.
De acuerdo con el militar, Trump es la única persona que puede forzar a ambos bandos, pero el tiempo se está agotando.
“Por estar esperando, creo que hemos perdido la oportunidad, porque Hamás se está reorganizando y está retomando fuerza”, añade.
Cómo formar el órgano administrativo de transición que gobernará Gaza en la siguiente fase es otro gran obstáculo.
Aunque el plan propuesto exige la formación de un gobierno tecnocrático palestino independiente, separado tanto de Hamás como de la Autoridad Palestina (AP), Israel sospecha que la participación de representantes de ambos grupos será inevitable.
Al gobierno israelí le preocupa que esto pueda habilitar a Hamás a conservar su influencia en las nuevas instituciones de gobierno, o provoque el regreso de la AP a Gaza.
Anteriormente, la AP ejercía un control limitado sobre partes de Gaza y Cisjordania, pero desde que Hamás tomó el control de Gaza, en 2007, solo ha gobernado partes de la Cisjordania ocupada por Israel.
El gobierno de Netanyahu rechaza cualquier participación de la AP o de Hamás y, en su lugar, exige una “entidad palestina neutral” para gobernar el territorio.
Al gobierno israelí también le preocupa que la segunda fase pueda significar “el comienzo real del establecimiento de un Estado palestino junto a Israel”, según Baskin.
Se espera que estos temas clave se traten en una reunión entre Netanyahu y Trump en Florida a finales de este mes.
El presidente estadounidense, quien negoció el alto el fuego en Gaza, tiene previsto anunciar la composición de la recién creada Junta de Paz para Gaza a principios del próximo año.
En su reunión con Trump, se espera que Netanyahu impulse el desarme de Hamás, bloquee su participación en cualquier futura administración de Gaza, asegure el despliegue del ejército israelí en la denominada zona de amortiguación e impida el despliegue de fuerzas turcas en la Franja, según detallan medios israelíes.
Trump, por otro lado, podría presionar a Netanyahu para que “ponga fin a las violaciones israelíes del acuerdo de alto el fuego”, apunta Baskin.
Y agrega: “Israel ha roto el alto el fuego más que Hamás”.
Desde el acuerdo del 10 de octubre, casi 400 palestinos han muerto y más de 1.000 han resultado heridos en Gaza, según cifras del Ministerio de Salud, dirigido por Hamás.
El número de muertos en Gaza desde el inicio de la guerra el 7 de octubre de 2023 asciende a 70.665 personas, según el organismo.
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