Tener plantitas en casa nos hace la vida más llevadera (y fresca): pueden ayudarnos a oxigenar los espacios, son un descanso a la vista y dan armonía al lugar. ¿Y si además de ornato le agregamos algunas que podamos integrar a nuestra dieta diaria? Si ya eres una gran señora de las plantas y ahora quieres explorar el mundo de la agricultura urbana, llegó el momento de dar ese paso para tener tu propio huerto en casa.
No te me asustes. Esto de iniciar con huertos, agricultura, hortalizas, hierbas de olor, verduras, suena mucho más complejo de lo que es. Te lo pongo así: si en tu casa o apartamento tienes macetas con albahaca, lavanda o menta, ya te iniciaste en el mundo de la agricultura urbana.
Pasa que estamos habituadas a que, al pensar en agricultura, los ojos se nos llenan de un color verde intenso al imaginar las hectáreas sembradas bajo el sol y ya listas para ser cosechadas.
Y sí, por supuesto que sí, pero en la ciudad los espacios se reducen considerablemente así que hay que arreglárnoslas de otras formas.
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Una de las preocupaciones más grandes es el espacio: ¿cómo voy a sembrar algo si vivo en un departamento de 60 m2? Pues si tienes una ventana por la que entre el sol directo de tres a cinco horas diarias, ya vas de gane, nos dice Gabriela Vargas Romero, sembradora urbana y fundadora de Cultiva Ciudad y Huerto Tlatelolco.
“Sí es fácil sembrar tu huerto en casa, es una acción que puede cambiar tu vida“, dice en entrevista para Animal MX. “La mía así fue: sembré en la ventana del departamento y ahora llevo 22 años dedicándome a los huertos”.
Como te decíamos, lo primerito es que tu casa o departamento reciba luz de sol directa por al menos tres a cinco horas e insistimos: el rayo de sol debe dar directito, nada de resolana o media luz. “Las hortalizas y las hierbas aromáticas requieren de mucho sol“.
Una vez que tengas identificada la ventana correcta, lo segundo es que puedas darles agua y cuidados todos los días. Sí, todos. A ver: no es que vayas a estar todo el día vigilando el huerto, pero sí es importante que le des algunos cuidados diarios para que lo que siembres llegue al punto que pueda cosecharse.
“Oye, Animal MX, pero no tengo luz de sol directa, ¿ya me fregué?”.
Si definitivamente tu departamento o casa no tiene las condiciones adecuadas, ¡tranqui! Hay un lugar que espera con ansias ser utilizado: la azotea.
“Algo bonito de la agricultura es que puedes buscar un espacio: lo ideal son las azoteas, o si por alguna razón no tienes acceso, se puede hasta en un camellón”, nos dice Itzel Rivera, quien se dedica al diseño de huertos urbanos y camas de cultivo y desde hace años tiene su propio proyecto llamado Itik.
“Hay muchos mitos alrededor de la agricultura, sobre todo que es algo exclusivo del campo o de casas super gigantes. La verdad es que no, en cualquier espacio podemos comenzar“, dice Itzel.
No hay plantitas sin semillas, lo sabemos. Si es tu primer acercamiento con la agricultura, las semillas que venden en el supermercado pueden ser un buen inicio para que conozcas el proceso de siembra y veas cómo van creciendo las plantitas.
Peeero si hay un huerto urbano cerca de tu casa, tienes un vivero de confianza o conoces a alguien que se dedique a la agricultura urbana, puedes comprarles semillas orgánicas (que en realidad un nombre más adecuado es semillas de polinización abierta).
También te puede pasar lo que a Ylia Bravo, quien inició un huerto junto con algunas vecinas de la unidad habitacional al sur de la Ciudad de México donde vive. Lo primero que plantaron fueron lechugas y tomate.
Después de un tiempo, y ya encarrerada, Ylia quiso comenzar a cultivar otras cosas y con las cubetas y botes de plástico que encontró inició un huerto propio en la azotea de su casa.
“Empecé a sembrar hierbas aromáticas y poco a poco se ha ido llenando el espacio. Primero compraba las semillas y ahora estoy en el proceso de obtener mis propias semillas“, relata en entrevista y explica que tomó un curso gratuito de Agroecología en Viveros, Coyoacán, y ahora ella ha comenzado a explorar por su cuenta.
“Tengo mis semillas: dejo que floreen y así ya no dependo de un proveedor externo. Además es importante saber que a la tercera o cuarta generación, las semillas se adaptan a las condiciones climáticas del espacio, eso es bien importante”, dice Ylia y describe que antes de tener su huerto, no sabía cómo eran las flores de lechuga, por ejemplo, y ha sido un descubrimiento enriquecedor y paulatino.
Si ya le perdiste el miedo y quieres iniciar, ahora sí llegó el momento.
Saca las macetas, los huacales, tinas viejas o cubetas y asegúrate que tengan muchos agujeros abajo para que haya un buen drenaje.
Tanto Gabriela Vargas, de Huerto Tlatelolco, como Itzel Rivera, de Itik, recomiendan que el contenedor tenga mínimo 30 centímetros de profundidad.
Y ya sea que tengas tus macetas, cubetas o tinas viejas en la ventana de tu apartamento o en la azotea, algo bien importante, dice Gaby, es que cuides que estén elevados unos centímetros para no generar humedad constante en el suelo y no tener algún problema en tu casa, departamento o la azotea.
Lo siguiente es tener un buen sustrato, o sea, una tierra adecuada. “Puede ser una mezcla de tierra negra con materia orgánica, hojarasca, ramitas porque eso le da una estructura al suelo. Puedes agregar harinas de roca, que se llaman diatomeas, y que son minerales”, explica la experta.
Gaby recomienda que sea 60% de tierra negra con 40% de hojarasca y diatomeas. ¿Por qué esa proporción? La tierra negra es riquísima en nutrientes para las plantitas, pero puede ser muy “pesada” y, con el tiempo, asfixiar un poquito las raíces de las plantitas.
Si decidiste iniciar tu huerto en la azotea y tienes contenedores amplios y muy profundos, puedes darte un lujito y ponerles tezontle en la parte de hasta abajo para que te ayude con la filtración del agua y no se acumule humedad, además esto ayudará a la oxigenación.
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Otras opciones son las camas elevadas, que son estructuras de diferentes materiales (las que construyen en Itik, por ejemplo, son de elementos reciclados, como madera) con la profundidad necesaria para sembrar hortalizas y que pueden adaptarse a espacios muy reducidos o más amplios.
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“Si tienes muy muy muy poquito espacio, te conviene sembrar hojas verdes: espinacas, lechugas, hierbas de olor“, recomienda Itzel. “Son plantas que requieren menos espacio“.
Eso sí, entre más chiquita la maceta o cubeta, el agua se absorbe más rápido, así que hay insistimos en no olvidar el riego diario.
Las plantitas con las que puedes iniciar son:
“El tomate cherry también es muy noble y puedes tenerlo en una cubeta de 20 litros”, dice Itzel. Aunque, eso sí, hace mucho hincapié en que en esa cubeta debe crecer una sola plantita de tomate pues necesita espacio para que sus raíces crezcan y se sientan cómodas, tener más de una planta provocará que compitan por los nutrientes.
Mikael Emnevik y Daniela Valverde, son un matrimonio que comenzó su huerto en casa en 2019. Lo hicieron en la azotea del edificio de departamentos donde vivían.
Tomaron un taller sobre agricultura urbana y se lanzaron por unas camas elevadas hechas de tetra pak reciclado.
Lo primero que plantaron fue, precisamente, lechuga por ser más sencilla de cuidar. “La sembramos y como a las tres semanas ya estaba empezando a salir y era una macetita chiquita, así que nos emocionamos y compramos dos más“, nos cuenta Mikael.
Se siguieron con el apio, las zanahorias, el tomate. Un par de años después se mudaron a una casa con jardín y cargaron con todo y huerto para continuar sembrando hortalizas, verduras, hierbas de olor.
“Es de mucha paciencia, mucha observación y, creo, al estar en contacto sembrando también es estar en contacto contigo. Si no tienes una buena tierra, que es la parte de abajo de tu cuerpo por así decirlo, si no tienes bien tus raíces no tienes una tierra donde puedas crecer”, dice.
Lo básico, afirma Mikael, lo puedes aprender en talleres, con manuales de internet y tutoriales de YouTube, pero conforme vas conociendo la tierra, a tus plantitas, sus necesidades, aprendes sobre tu propio huerto.
“Es como tener un mini laboratorio experimental: al principio quieres sembrar todo y después te vas dando cuenta que funciona por ciclos, como las estaciones, pero también ciclos en un día y ciclos lunares”, dice Mikael quien se encarga por completo del huerto de su casa.
Uno de los grandes aprendizajes que tanto Gaby, Itzel, Ylia y Mikael comparten es aprender de paciencia, de bajarle el ritmo a la vida.
“El descubrimiento más grande para mí es todo el tiempo que tarda algo en crecer”, dice Ylia. “Siento que la mayoría, y me incluyo, no sabemos el cuidado que implica y que todo sucede en mucho tiempo”.
A esto, Itzel completa que “es un proceso largo que lleva tiempo y una vez que lo vives valoras mucho más la comida, valoras mucho más el trabajo de los campesinos“.
Gaby es más específica. Para ella el cultivo para la paciencia por excelencia es la zanahoria. “Es una semillita que va a tardar unos 10 días en brotar, ya que brota ves cómo crece poquito a poquito y para que tú puedas cosechar esa zanahoria habrán pasado unos cinco meses. Si todo sale bien tendrás una zanahoria de tamaño decente, pero luego ya no hay nada y comienzas de nuevo. No es como la lechuga que puedes ir quitándole hojitas grandes y la planta sigue dando”.
Al respecto, Mikael siente que los huertos te hacen más paciente porque “entiendes que no puedes controlar todo, puede haber una plaga o caracoles, pero al final tienes que dejarle comida también a ellos. Aprendes que todo se vuelve un micro ecosistema. Al inicio quieres quieres controlar todo, llevar una medición, tener todo preciso y después ya que crezcan y se muevan como les plazca”.
La entrevista que le intentó hacer un periodista a un niño, en medio de una jubilosa celebración de aficionados de la selección de México en Los Ángeles, en California, se hizo viral en julio pasado.
-Nene, ¿cuál es tu nombre?
-Mmm… ¿mi name?
-¿Por qué ganó México?
-Mmm… what?
“Está muy emocionado”, dijo el periodista para justificar la falta de respuesta del niño, mientras otro comentarista en la transmisión en directo de la cadena ESPN señalaba: “Es una generación que ya no habla castellano”.
El video fue compartido miles de veces en redes sociales, en las que muchos comentarios incluían un término que se escucha en EE.UU. en este tipo de situaciones: “No sabo kid”.
La expresión es usada por algunos latinos para referirse de forma despectiva a otros latinos que no hablan español. La mayoría de las veces son niños o jóvenes, hijos de migrantes de América Latina que crecieron con el inglés como idioma materno, por eso se habla de “kids” (niños).
Y este fenómeno no es esporádico.
Un estudio del Pew Research Center (PRC), institución que analiza cuestiones demográficas de EE.UU., indicó que el 40% de los latinos en el país han escuchado bromas o burlas de otros latinos por no hablar bien el español.
“Fue muy llamativo que los comentarios de muchos cuestionaran que por qué ese niño [del video] no habla español, lo que es una lástima porque los padres no le están hablando en español a ese niño”, le dice a BBC Mundo Mark Hugo López, director del departamento de Raza y Etnicidad del PRC y coautor del estudio.
Y es que aunque EE.UU. sea considerado uno de los países con más hispanohablantes del mundo, el dominio del idioma varía mucho entre sus hablantes.
En la encuesta del PRC, un 75% de los consultados dijeron que podían mantener una conversación en español bien o muy bien. Pero del resto que no hablaba español, la mitad reconoció haber sido avergonzados por otros por no hablar bien el idioma.
Al mismo tiempo, 8 de cada 10 latinos entrevistados dijeron que no es necesario hablar español para ser considerado latino.
“Estos resultados muestran la importancia del español, por un lado, pero también que una persona puede ser latina en Estados Unidos sin hablar español”, dice López.
“Muchos dicen que es una lástima, porque esa persona está perdiendo su cultura, su identidad, por no hablar español. Pero para otros, no es importante hablar español en EE.UU. para ser latino”, añade.
Vanessa Ávalos, una estadounidense de origen mexicano que vive en Chicago, rechaza el término “no sabo kid”, pues señala que eso pone la carga negativa en los niños en lugar de los adultos de su entorno que no les dan los conocimientos del idioma.
Es algo que ha vivido de forma muy personal.
“Mis papás no quisieron que mi hermano y yo habláramos español”, explica a BBC Mundo.
Su familia vivía en la década de 1980 en el estado de Texas, donde entonces se vivía un ambiente de discriminación hacia quienes hablaban en español. “Mis papás querían que nosotros no pasáramos malos momentos de racismo”.
Ávalos y su hermano, que hablan inglés como lengua materna, aprendieron español en las clases de secundaria y preparatoria por iniciativa e interés propio. “Luchamos por el idioma, por recuperarlo. Sabíamos que queríamos el idioma”, dice con orgullo.
Tiempo después, Ávalos se dio cuenta que el español es importante no solo para saber más sobre su cultura, sino también porque es un factor que une a las familias latinas en EE.UU.
“Mi abuela no habla inglés. Desafortunadamente la mayoría de mis primos no hablan español. Entonces cuando estábamos en casa de ella, todos hablábamos inglés y ella se sentía como ‘Bueno, aquí estoy en mi casa y nadie me está hablando porque no hablan español’”, relata.
“No me gustó ver eso. Mis niños pueden hablar con mi suegro. A mi hija le gusta el fútbol y ellos ven los partidos juntos”.
Ese es un fenómeno arraigado en la cultura latina de EE.UU. Como los estudios del PRC muestran, la mayoría de los 40 millones de personas en el país que saben español lo hablan en casa. En especial, en aquellos hogares donde hay migrantes que nacieron fuera del país.
Y 6 de cada 10 latinos usan el Spanglish: la mezcla de español e inglés.
Ávalos dice que no quería que sus hijos tardaran en aprender español como le pasó a ella.
Su esposo también es de origen mexicano pero no habla español. “Pensé ‘Si nosotros no les hablamos nada de español a nuestros hijos, ellos lo van a perder también. En ese momento vi lo que podíamos hacer con nuestros hijos”, explica.
Otras personas de la comunidad latina en Chicago también querían que sus hijos hablaran español, por lo que puso manos a la obra y abrió este año un espacio que ofrece de manera didáctica y lúdica clases de acercamiento al idioma español para niños.
Los pequeños de 1 a 5 años aprenden español a través de canciones, conociendo las formas de cosas y hablando de situaciones básicas como el desayuno. Los de 5 a 9 años escriben, leen y hablan español a través de un método didáctico.
“Es algo divertido para los niños. Ahora mismo hacemos exploración de la música de Latinoamérica. Las mamás me han dicho que el español de sus hijos ha mejorado y me da gusto escuchar esto”, explica Ávalos.
“El currículo fue desarrollado por una maestra latina que tiene un programa para computadoras, una aplicación en la que los niños pueden practicar cuando se van a casa”, agrega. La meta es que en tres años los pequeños sean bilingües.
A diferencia del pasado, los latinos en EE.UU. han cambiado su perspectiva sobre lo valioso que es hablar español como un complemento para su vida e incluso como una herramienta laboral.
“Personas que fueron jóvenes en los años 50 y 60, dicen que sus padres decían que era más importante hablar inglés y no español, porque tenían miedo sobre el futuro de sus hijos en el mercado laboral y en la sociedad en EE.UU.”, explica López, del PRC.
“Pero ahora no. Ahora es diferente: una encuesta del PRC de 2019 indicó que la mayoría de los latinos que tienen hijos quieren que sus niños también hablen español”.
Además, el éxito de la música en español a nivel mundial ha despertado un gran interés entre los latinos por el idioma de su cultura.
Sin embargo, el español que hablan muchos latinos en EE.UU. parece tener un mayor uso en la comunicación cotidiana en casa y en situaciones informales, más que en el ámbito profesional.
La mayoría no tiene un nivel para hablarlo en un empleo que requiera un cierto nivel de formalidad, según los estudios del PRC.
Otro fenómeno que se da en EE.UU. es la pérdida del idioma de los padres o abuelos entre las nuevas generaciones.
El español no escapa a esta tendencia: un 65% de los latinos de tercera generación o más no pueden mantener una conversación en español, muestra el estudio del PRC.
“Las escuelas en EE.UU. no tienen muchas clases de español que sean obligatorias para obtener un diploma”, señala López.
“Tenemos tres, cuatro décadas con diálogos sobre la importancia de una educación bilingüe, pero no ha habido muchos cambios. El inglés es el idioma de las escuelas”, añade.
Ante esto, los padres se convierten en un factor clave para que sus hijos conozcan el español y lo hagan suyo.
“Para mí era duro que mi raza se burlara de mí, porque no supiera el lenguaje”, dice Ávalos.
“En vez de reprochar a una persona por no hablar español, debemos ayudarlo. Si vas a burlarte, nadie querrá hablar español y lo vamos a perder. Es el deber los padres guiar a sus hijos para que conozcan su cultura”.
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