Un nuevo meme nos ha traído un poco más de felicidad… o algo así a nuestros días y hoy te contaremos de su origen.
Hablamos del meme de Jerry llorando, sí, el mismo ratón de la caricatura de Tom y Jerry, en el que aparece con los ojos llenos de lágrimas y llevándose la manita a la boca como si estuviera mirando o recordando una verdadera desgracia.
Porque nunca está de más especificar, Jerry es el ratón y Tom es el gato.
Como les decíamos, este meme está llenando nuestros timelines de Facebook, Twitter y hasta Instagram, es más, ya hasta llegó en forma de sticker de WhatsApp pero esa es otra historia.
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Por si no los has visto, estos son algunos de los que andan por ahí:
JAJA, ya hasta lo hicieron en HD.
https://twitter.com/RatonJerry_/status/1279451224547495936?s=20
https://www.instagram.com/p/CCL2C9dH_xP/
Algo muy curioso del meme de Jerry llorando es que a diferencia de otros, que sieeempre utilizan viñetas en la parte superior para contextualizar la imagen, este casi no las usa, algunos usuarios prefieren utilizarlo un sticker de la vida real.
A esto nos referimos:
https://twitter.com/BurbujaLS/status/1275366271492796417?s=20
ME ESTÁN VOTANDO COMO COVEN DEL AÑO Y YO ESTOY ACÁ HACE UN PAR DE MESES SOLAMENTE SOY JERRY LLORANDO pic.twitter.com/R6XxoePQiO
— d ã n i (@laurenhueona) May 23, 2020
https://twitter.com/RocioNinel_/status/1277785430084276224?s=20
Si quieres hacer tu propio meme, te dejamos la plantilla en HD:
Al igual que el meme de Bugs Bunny comunista, la imagen de Jerry llorando salió de un viejo fotograma de la caricatura Tom y Jerry.
El nombre del capítulo es Tee for two, de 1945, en él podemos ver a Tom jugando golf siendo saboteado en múltiples ocasiones por Jerry, pero es en el segundo 0:42 que Jerry le cambia la pelota por un huevo y éste se ataca de la risa.
Y justo ahí lo vemos deteniéndose de la bolsa de palos de golf, mientas Tom hace el coraje de su vida.
https://www.youtube.com/watch?v=dU8jtGI4A9o
El misterio es, ¿quién le puso esos ojos en pleno llanto? Bueno, será difícil dar con el héroe pero si algo tenemos que hacer es agradecerle por esta maravilla del internet.
Si nos estás leyendo déjame decirte que te rifaste, le quedaron perfecto esos ojitos, sea de donde sea que los hayas sacado.
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En medio de “la capital mundial del automóvil”, existe una serena isla sin vehículos donde viven 600 personas, 600 caballos y un modo de vida de antaño.
Michigan, Estados Unidos, es la cuna de la “ciudad del motor” de Detroit, donde nacieron empresas como Ford, General Motors y Chrysler, y que se conoce a menudo como “la capital mundial del automóvil”. Pero frente a la costa septentrional del estado, en el lago Hurón, hay una isla serena y pintoresca que lleva cientos de años atrayendo a los viajeros, y que ha prohibido los coches prácticamente desde que se inventaron.
Bienvenido a Mackinac: una isla de 3,8 km2 donde viven 600 personas todo el año, no hay vehículos motorizados y cuenta con la única carretera estadounidense donde no está permitido conducir. Incluso los carritos de golf están prohibidos en sus calles, así que lo más probable es que si oyes un bocinazo o un chillido, sea de uno de los gansos o búhos de la isla.
Como dice Urvana Tracey Morse, propietaria de una tienda de artesanías en la calle principal, “aquí el caballo es el rey”.
Según la tradición local, cuando en 1898 un coche petardeó y asustó a los caballos cercanos, las autoridades del pueblo prohibieron los motores de combustión interna, y la medida se extendió al resto de la isla dos años después. Desde entonces, los lugareños se han aferrado a este tranquilo modo de vida.
Más de un siglo después, unos 600 caballos hacen que todo funcione, desde el invierno hasta el verano, cuando aproximadamente 1,2 millones de personas se embarcan en un transbordador de 20 minutos desde Mackinaw City o St Ignace, en la Alta Península de Michigan, y llegan al pequeño pueblo (también llamado Isla Mackinac), en el extremo sur de la isla.
Allí, los visitantes compran el famoso caramelo del pueblo, exploran sus 110 km de senderos y se empapan de los sonidos de una época más sencilla.
“Los caballos se utilizan en todo, desde la retirada de basura hasta las entregas de FedEx”, dice Morse, que ha estado vendiendo arte, joyas y otras mercancías después de visitar la isla por primera vez como estudiante universitario en 1990.
“Así ha sido nuestro estilo de vida; así es nuestro ritmo”, agrega. “A una parte de nosotros le gusta la tradición de desplazarnos en bicicleta, a pie o en taxi a caballo”.
Durante cientos de años, las comunidades indígenas utilizaron la estratégica ubicación de la isla, en la confluencia de los lagos Hurón y Michigan, como lugar de pesca y caza. Pensaban que sus acantilados de piedra caliza y sus bosques verdes se asemejaban a una tortuga gigante surgiendo del agua, así que la llamaron Michilimackinac o “lugar de la gran tortuga” en anishinaabemowin.
Las fuerzas británicas acortaron el nombre y establecieron un fuerte defensivo en la isla en 1780. En la actualidad, los visitantes pueden seguir a los intérpretes disfrazados, ver disparos de cañón y visitar los aposentos de un oficial en el interior del edificio más antiguo de Michigan. Pero más de 200 años después de que EE.UU. tomara el control de Mackinac, tras la Guerra de 1812, sus raíces indígenas permanecen.
“La isla Mackinac es uno de los lugares más importantes y destacados de la historia y la cultura anishnaabe”, afirma Eric Hemenway, un miembro anishnaabe que ha desempeñado un papel decisivo en la recuperación de la historia indígena de la isla.
“El pueblo anishnaabeek ha estado en el estrecho (las vías fluviales que conectan el lago Hurón y el lago Michigan) desde tiempos inmemoriales, dicen algunos. Y seguimos estando en el lugar de nuestros antepasados, aquí en el estrecho. Las aguas eran y siguen siendo las autopistas del Medio Oeste”, explica.
Como señala Hemenway, en la isla se ha encontrado un gran número de enterramientos indígenas, algunos de los cuales se remontan a hace unos 3.000 años. “(Mackinac) es uno de nuestros lugares más sagrados de los Grandes Lagos”, sostiene.
Hemenway también ha trabajado en el desarrollo de Biddle House, que alberga el Museo Nativo Americano de la Isla Mackinac, inaugurado en 2021.
“Mi mayor éxito es cuando veo pasar a otros nativos… esta es nuestra historia”, dice Hemenway.
A finales del siglo XIX, la isla de Mackinac se había convertido en un lugar de recreo para familias industriales adineradas de Chicago, Detroit y otras partes del otrora próspero Medio Oeste, que acudían a la isla en verano para relajarse en sus aguas prístinas.
El Grand Hotel de Mackinac, de 138 años de antigüedad, tiene habitaciones decoradas individualmente y presume de tener el porche más largo del mundo. También es uno de los últimos hoteles en pleno funcionamiento de la Edad Dorada de la América industrial.
Tal es el singular atractivo del Grand Hotel que la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, acudió recientemente a la red social X (ex Twitter) para proponer a la isla como escenario de la cuarta temporada de la serie “The White Lotus”.
Aunque la propuesta fue divertida, Morse no quiere que Mackinac se convierta en un destino turístico multitudinario. “Uno se siente orgulloso del lugar donde vive, pero al mismo tiempo no quiero decirle a la gente lo bonito que es”, dice.
En efecto, esta pequeña isla tiene mucho que ofrecer. El 80% de la superficie de Mackinac está ocupada por el Parque Estatal de la Isla Mackinac, donde los visitantes pueden pasear por bosques centenarios, admirar imponentes pilares de piedra caliza y hacer senderismo, montar en bicicleta o alquilar un coche de caballos para fotografiar una de las atracciones más famosas de la isla: el Arch Rock, de 15 metros de ancho.
Los lugareños también sugieren dirigirse al norte para recorrer la carretera de cerca de 13 km convertida en sendero para bicicletas y excursionistas que recorre la circunferencia de la isla y ofrece vistas del puente colgante Mackinac, de ocho kilómetros de longitud, y acceso a tranquilas playas cubiertas de guijarros y bosques.
Dejando a un lado los caballos, las 1.500 bicicletas de alquiler de la isla son el principal medio de transporte de residentes y visitantes, un medio de transporte autopropulsado que muestra que los habitantes de Mackinac están encantados de moverse a un ritmo diferente al del resto del país.
Vivir en un lugar sin coches es una de las principales razones por las que Morse, que monta en bicicleta nueve meses al año, ha decidido vivir todo el año en la isla, a pesar de los duros inviernos.
“Me encanta la idea de subirme a la bici y bajar (al pueblo) entre los árboles. Me prepara para el día”, dice. “Siempre estás saludando y hablando con la gente”.
Pero aunque el ciclismo es el medio de transporte más fácil y popular, las bicicletas desempeñan claramente un papel secundario en la isla.
“Sin los caballos, este lugar no sería lo que es. Es lo que te hace sentir que has retrocedido en el tiempo cuando te bajas del barco y oyes ese ‘clip clop'”, dice Hunter Hoaglund, quien trabaja en Arnold Freight, una empresa que lleva 140 años prestando servicio de ferry a la isla y que cada mes de abril embarca una manada de sus caballos que pasan el invierno en la Península Superior de Michigan.
“Todos los días aparecen por aquí nuestros camiones (para dejar a los caballos) y en el próximo mes probablemente aparezcan entre 200 y 300 más”, explica.
Se calcula que entre 20 y 30 caballos permanecen en la isla durante el invierno para recoger la basura, entregar paquetes y mantener la isla en funcionamiento.
Rodeada de aguas cristalinas, Mackinac puede quedar aislada periódicamente del continente en invierno, cuando los témpanos de hielo interrumpen los servicios de transbordador hacia o desde la isla.
Pero en primavera y verano, Mackinac cobra vida.
Las decenas de lilas que salpican las calles del pueblo empiezan a florecer en junio, en vísperas del popular Festival de la Lila, de 10 días de duración.
Los observadores de estrellas se dirigen al Fuerte Holmes de Mackinac, el punto más alto de la isla, y al bar Cupola del Grand Hotel para contemplar sin filtros el cielo nocturno del norte de Michigan.
Pero para la mayoría de los visitantes, felizmente agotados tras recorrer la isla en bicicleta, lo mejor es disfrutar de un helado o un trozo de caramelo frente al puerto deportivo.
Y todo ello sin el sonido del motor de un coche que estropee la experiencia.
*Este artículo fue publicado en BBC Travel. Haz clic aquí si quieres leer la versión original (en inglés).
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