“Tengo miedo de ir un concierto y ese día enterarme que en TicketMaster clonaron mi boleto”, es uno de los comentarios recurrentes que se han popularizado en redes sociales a partir de la denuncia de un usuario que compró su boleto en preventa de la empresa, y no pudo ingresar al concierto de Dua Lipa porque el ticket ya había sido usado.
Este caso desató una ola de denuncias de más usuarios inconformes, que se suman a las acusaciones por reventa que ya tenía la empresa. Debido a eso la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) ya está promoviendo una demanda colectiva en contra de TicketMaster.
El Sabueso consultó a especialistas que nos explicaron que aunque este tipo de procesos no son tan conocidos en México, las demandas colectivas contra empresas son totalmente viables, confiables y reguladas, además de que, por ley, la Profeco está facultada para interponer estas acciones.
Compré mis boletos de @dualipa en preventa directo en @Ticketmaster_Me el año pasado y los Imprimí hace meses en @MixupTeam Parque Delta. Después de imprimirlos los guardé en mi recámara por meses. Hoy al llegar a la puerta de acceso mi boleto ya había sido usado @AtencionProfeco pic.twitter.com/YS0r9eYksk
— Kevino Amaro Rios (@KevinoAmaro) September 22, 2022
Antes de comprar un boleto, TicketMaster ofrece pagar el servicio de Ticket Protector, que cuesta 199 pesos adicionales a los cargos de servicio y costo del evento. Esto funciona como una garantía de reembolso total en caso de que no puedas asistir a un evento.
Sin embargo, no existe seguridad por parte de la empresa, ni una línea o teléfono de atención directa, acusa Gardenia, una usuaria afectada a quien no le hicieron su reembolso por el Corona Capital Guadalajara 2022, cuyo compra hizo desde 2020, y a la que no le respetaron el pago a meses sin intereses en preventa de Dua Lipa y otros conciertos.
“El día del concierto de Dua Lipa de cinco boletos general B que compramos junto con mis amigos, solo pasaron dos, los otros nos dijeron que ya los habían escaneado, pero nosotros nunca compartimos nuestro boleto ni subimos foto de él. Al final nadie nos resolvió nada, ni TicketMaster, ni OCESA o Profeco y se perdieron esos boletos”, cuenta.
“Ahorita ya no tengo ganas de resolver nada, pero tengo miedo por los boletos que ya adquirí, no sé si van a pasar, es esta incertidumbre y preocupación y hay muchos más a los que les pasó (clonaran sus boletos)”, agrega.
Por el simple hecho de comprar un producto o adquirir un servicio, cualquier persona está amparada por la Ley Federal de Protección al Consumidor.
En caso de que ocurran actos y omisiones que vulneren esos derechos se puede ejercer una acción en contra de una empresa o proveedor, nos explica la doctora Victoria Alva Lugo, especialista en Derecho Internacional Privado y académica de la Facultad de Derecho de la Universidad La Salle.
“La finalidad de las acciones colectivas es cumplir con los objetivos que tiene la Profeco, que entre sus atribuciones está representar legítimamente y proteger a consumidores en contra de prácticas que puedan considerarse desleales o incumplan con sus derechos”, aclara.
La Profeco está facultada para investigar todas esas irregularidades o violaciones que involucren a los consumidores o a una colectividad, de esa manera cada persona no tendrá que presentar su juicio de forma individual.
“La Profeco tiene mayor probabilidad de éxito, es mejor denunciar colectivamente, con un cuerpo con mayor fuerza porque se ganaría poco en lo individual”, añade el abogado José Roberto González Gaytán, director de la firma González Gaytán S.C. y especializado en materia civil y mercantil.
Sobre estas denuncias, El Sabueso contactó a TicketMaster y OCESA, promotora de eventos que recurre a los servicios de la empresa boletera, sin obtener respuesta al momento de esta publicación.
Para sumarte a una demanda colectiva, como en el caso de TicketMaster, debes llenar el formulario de consentimiento expreso, hacer un escrito en el que relates los hechos, en el que incluyas lugar, hora y tu firma.
Además llenar el formato adicional de datos personales e incluir documentos que prueben que realizaste la compra, como tickets, facturas, correos electrónicos o confirmación de compra o comprobantes de transferencias.
Todos esos documentos los debes mandar al correo acolectivas@profeco.gob.mx con el asunto Acciones Colectivas y el nombre de la empresa, en este caso TicketMaster. Los formularios también los puedes descargar en la página https://acolectivas.profeco.gob.mx.
🔵Si fuiste afectado por #Ticketmaster por los siguientes motivos:
❌Cancelación de cualquier evento
❌Negativa de reembolso¡Súmate a la #AcciónColectiva en su contra! Descarga los formatos en https://t.co/ChyUa1b1TF pic.twitter.com/h8ChK1f7ZI
— Profeco (@Profeco) September 22, 2022
De acuerdo con ambos especialistas, este proceso debería durar aproximadamente seis meses. No debería ser tardado para evitar que los ciudadanos pasen por juicios tortuosos que los desgasten, y que ante todo sientan que sus derechos como consumidores son palpables.
Las últimas acciones colectivas que ganó este 2022 la Profeco fueron en marzo, contra AT&T, y en agosto contra Viva Aerobús, mediante las que se acordó que las empresas bonificarían a los clientes. Estos procesos tomaron un año y medio y cinco años, respectivamente. La primera demanda se presentó formalmente en octubre de 2020 y la segunda en abril de 2017.
Según Ricardo Olivares, empleado del área de Acciones Colectivas de la Profeco, en el caso contra TicketMaster este es sólo el inicio del procedimiento que puede demorar años.
En este punto el proceso está en la fase de convocatoria, es decir, en el que invitan a los consumidores a presentar sus denuncias. Por lo menos se debe reunir a 30 afectados. Posteriormente se realizará un análisis de cada caso para luego unificarlos en un proyecto de demanda colectivo, precisa.
Este proyecto se envía ante un juez federal, que determina si admite o no la demanda. En caso de que proceda, hay un plazo de 15 a 30 días para que la empresa demandada responda.
En los cinco días siguientes a ese lapso la Profeco debe manifestar lo que a su derecho convenga, es decir, “establecer cuáles son las pretensiones que desean alcanzar, puede ser solo solicitar que restituya pagos o bien además de la devolución que se contemple algún otro tipo de sanción, pero eso lo define la Profeco de acuerdo con el análisis que hagan”, explica Alva Lugo.
De lograrse un convenio entre ambas partes, en el que los intereses colectivos queden protegidos, se concluye la acción.
En caso de que no se alcance un acuerdo, se iniciaría un periodo probatorio, en el que los implicados aportan más pruebas en un lapso de 60 días. Después, el juez tendrá 30 días hábiles para dictar una sentencia.
Si la empresa denunciada resulta culpable, tendrá que reparar el daño causado a la colectividad, con base en los lineamientos que el juez establezca en la sentencia.
La reparación del daño aplica en eventos cancelados, reembolso, promociones no respetadas, publicidad engañosa u otras violaciones al derecho del consumidor, añade González Gaytán. En caso de que se impongan multas, estas “podrían ser desde 1 millón hasta 10 millones de pesos”, estima.
Como la misma Profeco lo señala, en cualquier momento del proceso y hasta 18 meses después de que se establezca una sentencia, cualquier otro usuario afectado puede unirse a esa acción colectiva, avisando a la Procuraduría.
“En otras palabras, la Profeco funge como el abogado de los usuarios”, comenta Ricardo Olivares.
En este año, la Profeco ha promovido demandas contra al menos nueve empresas, entre ellas Walmart, Muebles D’Europe, Novirsa, Sony México, Dell México y Naturgy.
Contra TicketMaster las acciones colectivas las comenzaron a promover desde julio, después de que varios usuarios se quejaron de que la empresa no quiso hacer reembolsos y canceló compras sin previo aviso.
Pero ante la denuncia en Twitter del usuario Kevino Amaro Ríos, en la que expuso que su boleto fue clonado y no pudo ingresar al concierto de Dua Lipa, el pasado 21 de septiembre, las acciones legales en contra de la empresa volvieron a tomar relevancia.
Su éxito es un giro inesperado para quien de niña era blanco de burlas por su condición social y nunca se sentía lo suficientemente bien en la piscina.
“Me acuerdo que me sacaron del agua los buzos de rescate, y luego, cuando me suben en la en la camilla al buque, veo la bandera de Chile gigante, toda la dotación esperándome y escucho de ‘The Eye of the Tiger’, la canción de (la película) Rocky.
“Me acuerdo de haber estado muriéndome, literal, y también con mucha risa, una emoción muy difícil de describir”.
La mujer a quien le dio ese ataque de risa cuando estaba al borde de la muerte es Bárbara Hernández.
Acababa de ser sacada de aguas antárticas. Su temperatura corporal había descendido a unos peligrosos 25°C. Estaba en las garras de una hipotermia severa.
“Sentir que tiritaba, el estómago frío, la espalda, las piernas, los brazos, es súper incómodo.
“Soy una persona muy controladora. Controlo mucho mis pensamientos, mi cuerpo, mi equipo, lo que hay que hacer, el propósito, qué sé yo.
“Pero esa etapa es la más vulnerable porque no tengo nada que hacer. Tengo que entregarme a esa sensación incómoda y, con fe, creer que va a pasar”.
No solo pasó la sensación sino que ese día, el 5 de febrero de 2023, batió un récord mundial por nadar la distancia más larga de la historia en esas aguas heladas: 2,5 kilómetros.
El año anterior había establecido otro récord Guiness en Cabo de Hornos, en el temido Paso Drake, el tramo de mar que separa América del Sur de la Antártida. La primera milla náutica la nadó en 15 minutos, 03 segundos, con lo cual obtuvo un Récord Guinness por velocidad, y siguió nadando, hasta completar 3 millas (5,5 km), la máxima distancia jamás nadada en ese lugar.
Súmale a eso muchas medallas y copas en campeonatos mundiales en aguas gélidas, además de logros por ser “la primera” en varios retos; por si fuera poco, tiene un magíster en Psicología.
La suya es una experiencia única… ¿qué se siente?
En su país natal, Chile, Bárbara Hernández es conocida cariñosamente como la Sirena de Hielo.
Se especializa en aguas extremadamente frías. Nada, a menudo, rodeada de glaciares, y siempre sin un traje de neopreno o grasa para aislar su cuerpo.
La temperatura del agua puede ser tan baja como 2°C, e, increíblemente, ella puede permanecer ahí durante 45 minutos.
La gente suele suponer que Bárbara creció junto al mar, pero no. Su comienzo fue muy urbano.
Cuando era niña su familia no podía darse el lujo de ir a menudo a la playa.
“Íbamos una o dos veces al año con mucho esfuerzo, tal vez dos días.
“Me acuerdo estar todo el día metida en el agua, y sentir que de verdad era la sirenita de Disney, pero en una versión mucho más latina y morena”.
Sus padres notaron su pasión por el agua, así que la sirenita latina comenzó a tomar clases de natación a los 6 años, de las que no siempre salía feliz.
“Chile sigue siendo un país súper clasista. Y 30 años atrás, se notaban mucho las diferencias socioeconómicas”.
Llegar a los clubes privados en el taxi que su padre conducía y usar trajes de baño de segunda mano “hacía que te miraran feo”.
“Es súper triste saludar y que nadie te conteste.
“Y fue un momento difícil también porque nunca fui lo suficientemente rápida en las competiciones para ser seleccionada para el equipo nacional”.
Puede que no haya sido material para la selección nacional, pero Bárbara tiene una determinación férrea: no iba a dejar la natación.
Desde los 9 años empezó a entrenar con Gabriel Torres.
Entre los dos pensaron que tal vez se estaba enfrentando a retos desatinados, y consideraron otros tipos de competencias.
“Empecé a hacer aguas abiertas los 17 años.
“Fue la primera vez que tuve la oportunidad de ir al sur de Chile, a Valdivia, y la primera vez que vi ríos limpios, pues la única imagen que tenía era la del río Mapocho (que cruza por Santiago de Chile), que en ese tiempo traía mucha basura y era muy café.
“Pensar que podía nadar en un río en el que había cisnes, lobos de mar, y árboles y pasto en las orillas era una locura”.
De hecho, toda la idea era un poco loca.
“No teníamos referentes femeninos de la natación de aguas abiertas”.
“Hubo un nadador que en los 80s nadó el English Channel que era el Tiburón Contreras, pero no había niñas nadando en el mar o mujeres haciendo grandes cruces.
“De hecho, no sabíamos siquiera si era posible, o si me iba a morir ahí en medio del río”.
El intento fue toda una revelación.
“Me di cuenta de que no necesitaba necesariamente ser la más rápida, sino la más perseverante, la que mejor se adaptara a las condiciones a la lluvia, el viento, el oleaje.
“Ahí empezó una semilla. Me pregunté si efectivamente yo podría llegar a ser esa primera chilena, si podría llegar a inspirar a más niñas o mujeres a entrar al mar, a conectar, a aprender”.
La natación en aguas abiertas era una posibilidad atractiva, pero desafiante, pues puede ser peligrosa y necesita una preparación rigurosa.
La hipotermia es una amenaza muy real, y puede ser fatal.
Tanto Bárbara como su entrenador buscaron información en países donde tenían más experiencia con la cultura de agua fría, para prepararse.
Y en 2014 fue invitada a nadar en Argentina, en un lago cerca del glaciar Perito Moreno.
“Fue la primera vez que vi nevar, y estaba al lado de ese tremendo glaciar.
“Era como un festival de natación de invierno. Conocí nadadores de todas partes del mundo, y yo era la más anónima de todo el grupo.
“Pensar nadar ahí y con ellos, me daban mucho miedo. No sabía si era posible, si mi cuerpo se iba a adaptar”.
Pero cuando entró al agua…
“Me di cuenta de que era muy fuerte y que me adaptaba, y pude terminar primera ese circuito”.
Primera de todos, hombres y mujeres, en su primer nado en un glaciar.
“Cuando terminé, miré el glaciar… asombroso, la nieve, las piedras, el no sentir los pies, las manos…”.
Bárbara tenía poco más de 20 años y, a diferencia de muchos en ese deporte, no tenía respaldo financiero. Y es una actividad muy costosa.
Pero a esas alturas no había vuelta atrás: la había invadido la pasión.
Empezó a tocar todas las puertas y, aunque le costó, al final encontró un patrocinador.
“Al principio nadie me conocía, entonces le escribí a muchas de las marcas que ahora me auspician. Les contaba que había un mundial en Siberia en 2016, que tal vez podía traerme un podio.
“Y tuve la fortuna de conocer un gran y querido empresario en Chile, en la Patagonia, y él financió mi primer viaje”.
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Entre el montón de sueños que siempre ha tenido Bárbara Hernández, uno era completar el reto de los Siete Mares.
Es natación de maratón, sin ayuda durante horas y horas, a lo largo de siete de los tramos de agua más difíciles del mundo, en los que enfrentas fuertes corrientes, mares agitados, medusas y tiburones.
Hay muchas reglas, entre ellas que los nadadores sólo pueden usar traje de baño estándar, gorro, gafas protectoras y tapones para los oídos, y está prohibido el contacto físico con el bote de apoyo, aunque su tripulación puede arrojar al agua comida y bebidas.
Solo 34 personas en todo el mundo lo han logrado hasta ahora, pero ninguno de esos detalles la iban a desanimar.
En 2018 superó el primer desafío cuando cruzó a nado el Estrecho de Gibraltar; un año después, cruzó el Canal de Catalina y el Canal de la Mancha, donde cumplió su sueño de convertirse en la primera chilena en hacerlo.
En 2021, tras la pandemia, el reto fue el canal de Molokai, un tramo de agua que separa las islas hawaianas Molokai y O’Ahu.
Son 42 kilómetros a través de un canal en medio del Océano Pacífico, de aguas profundas (701 metros), con corrientes extraordinariamente fuertes y abundante vida marina.
La travesía es larga, usualmente de más de 15 horas, por lo que a menudo se nada en la oscuridad.
“Amo nadar de noche. Me voy muy hacia dentro, a mis pensamientos, a reconocer qué es lo que me da miedo. Aprendí a ponerle nombre al miedo.
“Cuando estoy en el mar creo que lo que me da miedo es fallarle a la gente que ha creído en mí. Eso me angustiaba mucho y tuve que trabajarlo”.
También hay profunda belleza al nadar de noche.
“Hemos nadado con bioluminiscencias con las noctilucas (Noctiluca scintillans, chispa de mar).
“Es muy especial porque te da la sensación de estar soñando. Al mover los brazos, se ven luces alrededor tuyo…
“Y nadar con delfines, escucharlos, verlos, saber que están ahí, es algo realmente muy, muy especial.
“Se acercan mucho -pueden estar a menos de un metro tuyo-, y lo más difícil es seguir nadando pues te dan ganas de quedarte con ellos jugando”.
Suena idílico… nadar de noche, en agua luminosa, con delfines… y de pronto…
“Toqué algo que asumí que era una medusa porque me ardía, pero demasiado: un dolor que llega al hueso. Me acuerdo de haberme dicho: ‘Bárbara, ¿qué te pasa? No es tu primera medusa”.
Pero sí era su primera carabela portuguesa, una criatura particularmente venenosa.
“Me dolió tanto que me puse como a llorar.
“En la siguiente hidratación, pedí un antialérgico y ibuprofeno, pero me seguía ardiendo. Después me asusté porque no podía mover la pierna.
“Seguí, nadando más lento; para mí no era una opción salirme del agua. Y pudimos terminar el cruce.
“Fue muy impresionante poder terminar, muy bonito. Tengo los mejores recuerdos de Hawái. Nadar en un agua tibia turquesa maravillosa -en general estoy acostumbrada a salir con hipotermia-. Era como un sueño”.
No obstante, la carabela portuguesa había hecho estragos.
Tardó seis meses eliminar la toxina de su cuerpo, su pierna siguió entumecida y sufría espasmos por la noche.
Pero Bárbara Hernández insistió en continuar con el desafío, así que en julio de 2022 completó el Canal del Norte, el quinto del reto.
Y luego, se les ocurrió un nuevo plan: ir a Antártida a intentar batir un récord mundial.
Bárbara Hernández no sólo ama la Antártida sino que además quiere crear conciencia sobre el impacto del cambio climático, por ello el intento de récord.
El anterior, establecido en 2015, era de 2,25 kilómetros.
Para batirlo, tenía que nadar 2,5 kilómetros en temperaturas del agua de alrededor de 2°C.
Se dice fácil pero el riesgo de hipotermia es grave.
Tu cuerpo pierde calor más rápido de lo que puede ganarlo. A medida que las extremidades se enfrían, el cuerpo comienza a apagarse lentamente.
Pierdes la capacidad de pensar con claridad. La siguiente etapa puede ser respiratoria. Y, por último, la insuficiencia cardíaca.
Puede haber signos reveladores, por eso, cuando Bárbara está nadando, hay alguien en el bote encargado de tomar la decisión de sacarla: su ahora esposo Jorge Villalobos.
La Armada de Chile se involucró en el proceso de planificación porque tiene mucha experiencia de trabajar en la Antártida.
Tras años de investigación y ensoñación, en febrero de 2023 partieron.
Navegaron 20 días hasta llegar a su destino y, una vez ahí, tuvieron que esperar a que hubiera las condiciones adecuadas para realizar la proeza.
“Eso era crucial. No queríamos mucho viento, ni ballenas, ni focas leopardo, y tampoco pingüinos, porque eso significaba que las focas podían estar cazando”.
Esas focas, de hecho, habían sido sujeto de la planeación previa.
“Hubo hasta reuniones con biólogos marinos para definir el color de mi traje de baño, pues por ejemplo el naranja podía llamarles mucho la atención.
“Las focas leopardo son peligrosas, por eso es tan importante monitorearlas.
“No es que se alimenten de humanos pero identifican sus presas a través del gusto, entonces como que te prueban un poquito y cuando se dan cuenta de que es sangre humana, no les gusta y te dejan ahí.
“Pero, claro, para entonces, uno ya perdió una mano, un brazo o un pie”.
Bárbara cuenta que cuando la tripulación y su equipo discutían lo que podría pasarle, ella se iba a otra parte.
“Hablaban de muchas cosas que te ponen nerviosa”.
“Mi mamá tiene una frase muy linda: no hay que tenerle miedo al miedo, y durante toda mi vida ha significado cosas distintas; a veces significa saber que tu miedo existe, pero que no puede condicionar tu vida”.
Finalmente, se abrió una ventana de oportunidad.
Bárbara se montó a un bote con Jorge, una de sus mejores amigas y el equipo médico, y de ahí saltó al agua.
En algún momento, cuenta, se preocupó pues sentía “el corazón y el estómago frío”, pero se concentró en “nadar, y también tuve momentos muy conectada con el lugar donde estaba, el color del agua, tan transparente y tan salada”.
“Me acuerdo que pensé en el pan calentito con mantequilla que nos daban en el buque, en mis papás, mucho en mis perros… en que era una oportunidad de mostrar Antártica, entonces tenía que hacerlo bien y pelear hasta el final”.
De repente, “escuché los gritos y me asusté”, pero eran gritos de júbilo pues había batido el récord.
Fue entonces que la llevaron al buque donde escuchó la canción del film “Rocky” y le dio ataque de risa.
Pero “la temperatura de mi cuerpo bajó a menos de 25°. La mayoría de las personas se desmayan cuando su temperatura baja a 30°”.
Estaba en riesgo de sufrir un paro cardíaco.
El proceso de recuperación es largo: los médicos tienen que subir la temperatura lentamente, 1° por hora.
“Creo que esa parte fue la más dolorosa para mí”, pero luego estaba feliz: “¡súper emocionante!”… hasta que se dio cuenta de cuán afectada estaba su pareja.
“Jorge terminó muy mal. Estaba muy asustado porque nunca me había visto con tanta hipotermia. Y, ahí me di cuenta de que en verdad me podría haber muerto”.
A estas alturas, quizás te estarás preguntando, ¿por qué lo hace?
“Es una forma distinta de abrazar la vida.
“No es que ande buscando la muerte, ni desafiarla, ni nada de esas cosas raras.
“Creo que es un propósito muy bonito, y que siendo mujer, chilena y latina es un orgullo mostrar con ejemplos que realmente estamos preparadas para grandes cosas”.
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Uno pensaría que tras batir ese récord mundial y ganar numerosas medallas, Bárbara Hernández se tomaría un descanso, pero estaría equivocado.
¿Recuerdas el reto de los Siete Mares?
Le faltaban dos, y tenía fuertes motivos para querer terminarlo: le había prometido a Jorge que se casarían cuando lo completara.
Así que en marzo de 2023, cruzó el Estrecho de Cook, en Nueva Zelanda, y en junio de 2024, el Estrecho de Tsugaru, en Japón, y se convirtió en la primera sudamericana de la historia en lograr tal hazaña.
En septiembre de ese año, se casó en la Laguna del Inca, “en plena cordillera de Los Andes, en las aguas más turquesas y más frías que se puedan imaginar… es un lugar hermoso”.
“Mi vestido fue hecho por Ximena Olavarría, una diseñadora chilena. Tenía más de 3.000 cristales, bordado a mano, y yo parecía una sirena: la sirena de hielo”.
Como habían hecho en otras aguas gélidas, se metieron a la laguna: “Fue súper emocionante”.
Bárbara continúa soñando.
“Quiero volver a la Antártica. Echo de menos los pingüinos. No sé si quiero ir a ver a las focas leopardo tan de cerca, pero sí a las ballenas.
“Cuando pasa mucho tiempo sin ir a los glaciares, sueño con ellos. Es como un llamado, como que una parte mía se queda allá, entonces tengo que volver”.
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