Un fósil de una araña gigante fue descubierto en Australia, donde vivió hace millones de años cuando esa zona era una selva tropical.
La araña gigante, llamada Megamonodontium mccluskyi, es perteneciente a la familia de las arañas tramperas, aunque esta especie fosilizada era hasta 5 veces más grande que las que ahora habitan la Tierra.
Este descubrimiento, publicado por la revista Zoological Journal of the Linnean Society, reveló que la Megamonodontium mccluskyi habitó nuestro planeta hace 11-16 millones de años.
Además de su impresionante tamaño, el fósil de araña gigante en Australia es una clave para entender más sobre la evolución de estos animales.
“Solo 4 fósiles de araña han sido encontrados en todo el continente, lo que hace difícil comprender su historia evolucionaria para los científicos. Este descubrimiento es significante porque revela nueva información sobre la extinción de las arañas y llena los espacios en blanco sobre nuestro entendimiento del pasado”, dijo a la revista el paleontólogo Matthew McCurry del Australian Museum.
El paleontólogo agregó que el pariente más cercano de esta araña vive actualmente en los bosques húmedos de Singapur hasta Papua Nueva Guinea, que tienen un clima similar al que había en Australia hace millones de años.
Este fósil muestra que el espécimen medía aproximadamente 50 milímetros de punta a punta, mientras que en la actualidad, la araña trampera común tiene un tamaño promedio de 10 milímetros.
Además, este es el segundo registro de araña más grande en el mundo -y la más grande encontrada hasta ahora en Australia-.
Por último, los científicos señalan que este descubrimiento revela cómo la aridificación en Australia ocasionó la extinción de varias especies de araña en ese país, incluyendo las de las familias Monodontium y Megamonodontium.
Investigadores localizaron “el sistema solar perfecto”, uno sin las colisiones violentas que hicieron del nuestro una mezcolanza de planetas de tamaños diferentes.
Este sistema se encuentra a 100 años luz de distancia y tiene seis planetas prácticamente del mismo tamaño. Apenas han cambiado desde su formación hace unos 12 mil millones de años.
Estas condiciones estables hacen que sea ideal aprender cómo se formaron estos mundos y si albergan vida.
La investigación fue publicada en la revista Nature.
La creación de nuestro propio sistema solar fue un proceso violento. Los planetas chocaban entre sí mientras se formaban, distorsionando órbitas y dejando a gigantes como Júpiter y Saturno junto a mundos relativamente pequeños como el nuestro.
Las cosas no pueden ser más diferentes en el sistema solar HD110067, como lo llamaron los astrónomos.
Allí no solo los planetas tienen un tamaño similar. También giran sincronizados, a diferencia de la sincronización inconexa de los planetas de nuestro sistema solar.
En el tiempo que le toma al planeta más interno dar tres vueltas alrededor de la estrella, el siguiente planeta lo hace dos veces, y así sucesivamente hasta el cuarto planeta del sistema.
A partir de ahí las cosas cambian a un patrón 4:3 de velocidades orbitales relativas para los dos últimos planetas.
Esta intrincada coreografía planetaria es tan precisa que los investigadores crearon una pieza musical cíclica, similar a una composición al estilo de Philip Glass (compositor estadounidense), con notas y ritmos correspondientes a cada planeta y sus períodos orbitales.
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Rafael Luque, de la Universidad de Chicago, lideró esta investigación de HD110067, descrito como “el sistema solar perfecto”.
“Es ideal para estudiar cómo fueron creados los planetas, porque este sistema solar no tuvo los caóticos inicios del nuestro y desde su formación no ha sido perturbado”, comenta Luque.
Marina Lafarga-Magro, de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, dice que este sistema es “bello y único”.
“Es muy emocionante ver algo que nadie ha visto antes”, le dijo Lafarga-Macro a la BBC.
Los astrónomos han descubierto miles de sistemas solares en los últimos 30 años, pero ninguno de ellos permite estudiar cómo se formaron los planetas de esta forma.
El tamaño casi idéntico de los planetas y la naturaleza tranquila del sistema son como oro para los astrónomos porque hacen que sea mucho más fácil compararlos y contrastarlos. Eso ayudará a tener una idea de cómo se formaron por primera vez y cómo evolucionaron.
El sistema también tiene una estrella brillante que facilitará la búsqueda de signos de vida en las atmósferas de los planetas.
Los seis nuevos planetas son lo que los astrónomos llaman “subneptunos“, que son más grandes que la Tierra y más pequeños que el planeta Neptuno (que es cuatro veces más ancho que la Tierra).
Los seis planetas recién descubiertos tienen entre dos y tres veces el tamaño de la Tierra.
El interés en los nuevos hallazgos ha aumentado desde el descubrimiento en septiembre de que un planeta subneptuno, llamado K2-18b, en otro sistema estelar, tiene una atmósfera con indicios de un gas que en la Tierra es producido por organismos vivos.
Es algo que astrónomos llaman firma biológica.
Aunque nuestro sistema solar no tiene planetas subneptunos, se cree que este tipo es el más común de planetas en la galaxia.
Pero sorprendentemente los astrónomos saben muy poco sobre estos mundos.
No saben si están compuestos mayoritariamente de rocas, gas o agua, o si tienen condiciones para la vida.
Averiguar estos detalles es uno “de los asuntos cruciales de nuestro campo”, según Luque, quien añade que descubrir HD110067 le da a su equipo la oportunidad perfecta para responder a esta pregunta con relativa rapidez.
“Podría ser cosa de menos de 10 años”, le dijo Luque a la BBC.
“Conocemos los planetas, dónde están; necesitamos algo más de tiempo, pero pasará”.
Si la próxima ronda de observaciones del equipo indica que los subneptunos también pueden albergar vida, ello aumenta mucho el número de planetas habitables y, por tanto, las posibilidades de detectar indicios de vida en otro mundo más pronto que tarde.
La carrera ahora se enfoca en detectar biomarcadores en alguno de los seis nuevos subneptunos o en las decenas de otros descubiertos por otros equipos rivales.
Con la generación de nuevos telescopios con capacidades mejoradas y otros en camino, muchos astrónomos creen que quizás no haya que esperar mucho para ese momento.
Los planetas fueron detectados utilizando el satélite de estudio de exoplanetas en tránsito (TESS) de la NASA y el satélite de caracterización de exoplanetas (Cheops) de la ESA.
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