El reinado de César ha conquistado a varias personas y con el estreno del Nuevo reino, no te culpamos si buscas un maratón. Para no tener pierde, ahí te va cómo ver El planeta de los simios en orden.
Toda la franquicia se basa en la novela homónima de 1963 del autor francés Pierre Boulle. Y aunque tuvimos una primera saga de 1968 a 1973, es la saga que empezó en 2011 la que conquistó a viejas y nuevas generaciones.
Hay que tomar en cuenta que esta nueva saga de películas es una especie de reboot de la franquicia original reinventando la historia de César, personaje importante en la saga original en las dos últimas entregas: La rebelión de los simios (1972) y La batalla por el Planeta de los Simios (1973).
Así que en este caso te contaremos cómo ver en orden cronológico las películas nuevas.
Aquí vemos el origen de César (o Caesar, en inglés) un simio que desarrolla una gran inteligencia luego de verse involucrado en un experimento. Sin embargo, él liderará una rebelión que será devastadora para la humanidad.
Puedes verla en Disney+ y Star+.
Siguiendo el orden de El planeta de los simios roca esta secuela que se sitúa 10 años después del brote del virus ALZ-113 donde el 90% de la población humana ha muerto.
El reinado de César se ve amenazado por un grupo de humanos que han logrado sobrevivir. Y aunque ambas partes establecen una tregua, esta se ve interrumpida.
Puedes verla en Disney+ y Star+.
En el tercer capítulo solo avanzamos dos años en el tiempo, pero César y sus simios se ven obligados a embarcarse en un conflicto mortal con un ejército de humanos liderados por un coronel despiadado.
Después que los simios sufren pérdidas inimaginables, César lucha contra sus instintos más siniestros y comienza su propia misión mítica para vengar a los de su especie.
Una vez que el viaje los pone en el mismo camino, Cesar y el Coronel se enfrentan en una batalla épica que determinará el destino de ambas especies y el futuro del planeta.
Puedes verla en Disney+ y Star+.
Como puedes ver, el orden de lanzamiento y cronológico del Planeta de los Simios es idéntico. Sin embargo, causó dudas porque la tercera entrega se desarrolla muchísimos años en el futuro.
Han pasado 300 años desde los eventos de El planeta de los simios: la guerra. Obviamente César es un héroe del pasado para los simios, quienes son la especie dominante en un mundo donde los pocos humanos fueron obligados a vivir en una edad primitiva.
Sin embargo, nace un nuevo y tiránico líder simio, Proximus Caesar, que pervierte las enseñanza de César para esclavizar a otros clanes.
En medio de eso está Noa, un joven simio que emprende un viaje desgarrador que le llevará a cuestionarse todo lo que sabe sobre el pasado y a tomar decisiones que definirán el futuro de simios y humanos por igual.
Esta película se estrena en cines el 09 de mayo.
Si quieres darte la franquicia original que empezó en 1968, no te preocupes. En ese caso también aplica seguir el orden de lanzamiento:
Esta franquicia también está disponible en Disney+ y Star+.
¿Oye, y la película de Tim Burton? Esa no queremos ni recordarla, peeeeero no la metemos en ninguna cronología porque fue el remake de la de 1968 y la idea es que empezara su propia franquicia.
Como podrás imaginar, no le fue nada bien y por eso solo tenemos una. Pero si te da morbo, igual está en Disney+ y Star+.
El llamado “dolor de helado” es una expresión de procesos neurológicos complejos. Lejos de ser banal, podría ayudar a entender mejor los umbrales de dolor y la predisposición a trastornos neurosensoriales más amplios.
Según la Clasificación Internacional de Trastornos de Cefalea, se trata de una “cefalea por estímulo frío”, también conocida con el nombre de dolor de cabeza por helado (en inglés brain freeze). Y aunque parezca trivial, revela una sorprendente complejidad neurológica y médica.
En los últimos años, varias investigaciones han revelado que este pequeño “dolor de verano” podría enseñarnos sobre el tratamiento de las migrañas, las reacciones cerebrales al frío e, increíblemente, cómo proteger al cerebro en situaciones críticas.
El brain freeze es el dolor frontal o temporal de corta duración, que puede ser intenso, inducido en personas susceptibles por el paso de material frío (sólido, líquido o gaseoso) sobre el paladar y/o la pared faríngea posterior.
Este cambio de temperatura tan brusco provoca una vasoconstricción, seguida de vasodilatación en los vasos sanguíneos de la zona. El nervio trigémino, que conecta el rostro con el cerebro, interpreta este cambio como una amenaza térmica, y lanza una señal de “dolor” al cerebro.
Lo curioso del caso es que ese dolor no lo sentimos en la boca, sino en la frente o las sienes. Es lo que se llama dolor referido: el cerebro malinterpreta la fuente del estímulo, algo muy común en otros tipos de dolor visceral.
Un artículo publicado en Critical Care Medicine en 2010 –con el provocador título “Can an Ice Cream Headache Save Your Life?” (¿Puede un dolor de cabeza por helado salvarle la vida?)– sugirió que los mecanismos detrás del brain freeze podrían inspirar estrategias clínicas para proteger el cerebro después de un paro cardíaco, usando hipotermia terapéutica.
Este tipo de reacciones neurovasculares rápidas ayudarían a regular la presión intracraneal, el flujo sanguíneo cerebral y los reflejos autonómicos.
En otras palabras, un helado puede activar rutas que los médicos intentan replicar de forma controlada en cuidados intensivos.
Un artículo de revisión publicado en 2023 examinó la involucración en este fenómeno de estructuras profundas del cráneo como el nervio trigémino y el ganglio esfenopalatino, ambos conocidos por estar implicados en migrañas, cefaleas en racimo y neuralgias faciales.
Además, múltiples trabajos han mostrado que la respuesta dolorosa al frío podría revelar una hipersensibilidad del sistema trigémino, especialmente en personas predispuestas.
La prevalencia de este fenómeno varía en un rango del 15 al 37 % en la población general, pero es significativamente mayor en niños y adolescentes, alcanzando cifras entre el 40,6 % y el 79 %, según datos recopilados en la literatura científica.
Un estudio clave alemán realizado con estudiantes de 10 a 14 años, padres y profesores, mostró una prevalencia del 62 % en los menores y del 31 % en los adultos. Esta diferencia podría deberse a una combinación de factores: el aprendizaje conductual para evitar desencadenantes dolorosos, una mayor estabilidad neuronal frente al frío con la edad y diferencias anatómicas que hacen que los niños sean más susceptibles a una rápida estimulación de los receptores del frío.
Por otro lado, el dolor por estímulo frío tiene una fuerte relación con antecedentes de migraña. Las personas aquejadas por este tipo de dolor presentan prevalencias de entre el 55,2 % y el 73,7 %, muy por encima de quienes sufren cefaleas tensionales (23-45,5 %).
Un estudio incluso reveló una sorprendente prevalencia del 94 % en personas con antecedentes de cefalea punzante. Esto sugiere que el brain freeze podría servir como marcador clínico indirecto de una sensibilidad trigeminal aumentada, compartida con otras cefaleas más incapacitantes.
Otros factores de riesgo identificados incluyen antecedentes de traumatismo craneal y, especialmente, historia familiar: los hijos de padres con cefalea por estímulo de frío tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollarla. Si la madre la ha sufrido, el riesgo se multiplica por 10,7 y si es el padre, por 8,4.
Todos estos datos revelan que lo que muchas veces se percibe como un simple “dolor de helado” es, en realidad, una expresión de procesos neurológicos complejos.
Lejos de ser banal, podría ayudar a entender mejor los umbrales de dolor y la predisposición a trastornos neurosensoriales más amplios.
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En general, no. Se trata de un fenómeno benigno, autolimitado y sin consecuencias médicas. Sin embargo, existe un caso clínico extraordinario, publicado en 1999 en el American Journal of Forensic Medicine and Pathology, donde un hombre joven colapsó tras beber agua muy fría.
Los forenses sospecharon un reflejo vagal extremo como causa de muerte, no un brain freeze clásico, sino una respuesta autonómica descontrolada en un contexto de calor extremo y predisposición fisiológica.
Este suceso aislado sirve más para mostrar la capacidad del cuerpo para reaccionar drásticamente ante estímulos extremos que para generar alarma sobre los helados o las bebidas frías.
La buena noticia es que esta peculiar cefalea se puede evitar con algunas estrategias simples.
La más eficaz es comer o beber lentamente. Cuando ingerimos alimentos fríos a gran velocidad, el estímulo térmico en el paladar es demasiado brusco para que el cuerpo lo compense a tiempo, activando la respuesta dolorosa.
También es importante evitar que la materia a baja temperatura toque directamente el paladar superior, ya que esta zona está altamente vascularizada y cercana al trayecto del nervio trigémino. Usar una pajita, mantener el líquido en la lengua antes de tragar o no dejar que el helado se derrita demasiado rápido en la boca pueden ayudar.
Y si el dolor ya comenzó, hay un truco sencillo: presiona la lengua contra el techo de la boca. Este contacto ayuda a restaurar la temperatura y aliviar la molestia en segundos.
Así que la próxima vez que una cucharada de helado te congele la frente, recuerda: no estás exagerando. Tu sistema nervioso está ensayando una respuesta que los científicos aún están tratando de descifrar… y quizás de aprovechar.
*José Miguel Soriano del Castillo es catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Valencia, España.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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