Impactadas quedamos luego de saber que en una realidad alterna existe una película de Star Wars de Guillermo del Toro. Aprovechando este dolor, hablemos de esta y otras grandes películas que nunca se hicieron.
La verdad es que nadie sabía de este proyecto que al parecer nació y murió hace varios años atrás. Todo esto lo reveló el guionista David S. Goyer, que también escribió películas como Blade, The Dark Knight y Batman v Superman.
Durante el podcast Happy Sad Sonfused Goyer reveló que trabajó en una película no producida de Star Wars “que Guillermo del Toro iba a dirigir. Eso fue hace cuatro años”.
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El mismo Guillermo del Toro confirmó la noticia de este proyecto de Star Wars que nunca pasó la fase de desarrollo. Lo único que reveló fue “Quizás des letras “J” y “BB”, ¿son tres letras?”.
Es altamente probable que se tratara de una película sobre Jabba the Hutt, pues en 2015 dio detalles de una posible película de origen del personaje.
En ese momento dijo que le gustaría hacer una saga tipo El Padrino para Jabba the Hutt. “Primero porque es el personaje que más se parece a mí y me gusta. Me encanta la idea de una mafia tipo Hutt, un golpe muy complejo. Me encanta el personaje”, le dijo a Yahoo Movies.
El caso de Star Wars de Guillermo del Toro es tan solo uno de los casos más recientes de películas que nunca se hicieron.
Pues simplemente el director mexicano cuenta con una extensa lista de películas que amaríamos ver y fueron canceladas o suspendidas. Por ejemplo su Liga de la Justicia Oscura, Las Montañas de la Locura, El Conde de Montecristo, entre otras.
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Definitivamente entre las películas que nunca se hicieron, Dune de Jodorowsky es la más ambiciosa de todas.
Y ojo, que actualmente Denis Villeneuve lo está haciendo de maravilla, pero el director chileno estaba llevando su proyecto a ligas nunca antes vistas.
El proyecto empezó a desarrollarse en 1975 y la pre producción iba muy avanzada con diseños de personajes, escenarios y más.
Todo sonaba de ensueño, pues Jodorowsky quería a Pink Floyd para hacer la música, Orson Welles para interpretar al Barón Harkonnen, Salvador Dalí como el Emperador Shaddam IV y al artista H.R. Giger para diseñar elementos de la película (gracias a la preproducción de Dune incursionó en el mundo del cine y tuvimos su trabajo en Alien).
En 2013 salió un documental llamado Jodorowsky’s Dune donde se explica a fondo hasta qué fase se avanzó en la película y por qué se canceló, pero prácticamente fue porque sonaba demasiado buena (y cara) para ser verdad.
Entre las películas que nunca se hicieron podríamos hablar solamente de los proyectos de Quentin Tarantino, pero en esta lista destacamos su intención de meterse en el mundo de superhéroes.
Y es que el cineasta ha repetido en distintas ocasiones que este género ha dañado al cine, pero al inicio de los 90 Tarantino consideró hacer una película de Luke Cage.
Claro que actualmente el personaje es mejor conocido por la serie live action de Netflix que salió entre 2016 y 2018.
Otros proyectos no realizados de Tarantino: Los Hermanos Vega (por Vic Vega de Perros de Reserva y Vincent Vega de Pulp Fiction), la tercera parte de Kill Bill, el cruce de Django/Zorro, una película de Star Trek.
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Muchas películas que nunca se hicieron son del mundo de los superhéroes y uno de los proyectos que más morbo nos causa es el Superman de Tim Burton.
Aunque el sueño se hizo brevemente realidad en Flash, la película nunca vio la luz. El guion fue realizado por Kevin Smith quien sugirió a Tim Burton para dirigir el proyecto.
La película que iba a estrenar en el verano de 1998 iba a ser protagonizada por Nicolas Cage como Clark Kent/Superman y hasta se consideró a Kevin Spacey para Lex Luthor.
La película entró en estado de preproducción en junio de 1997, pero entre cambios de guion y que Warner Bros. puso en espera el proyecto, Tim Burton se fue a dirigir Sleepy Hollow.
Muchísimo antes de los tiempos de Zack Snyder en el Universo DC, hubo otro intento de traer a la Liga de la Justicia al live action.
Todo sucedió en 2007, cuando dos años antes Batman Begins había sido un éxito y todavía no existía el MCU.
Warner Bros. encargó un guion para la película y se eligió a George Miller como director. Para ese momento ya nos había dado las primeras tres de Mad Max y acababa de ganar el Oscar por Película Animada con Happy Feet.
Incluso ya se hablaba de D.J. Cotrona y Armie Hammer como Superman y Batman, respectivamente. Megan Gale iba a ser la Mujer MAravilla, y Teresa Palmer sería Talia al Ghul.
También estaba el plan de ver al cantante Common como Linterna Verde/John Stewart, Adam Brody como Flash/Barry Allen.
¿Y qué pasó con el proyecto? Todo iba bien hasta que sucedió la huelga de guionistas que duró del 2007 al 2008. Al finalizar la huelga este proyecto fue cancelado.
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El Multiverso nos ha dado grandes versiones de Spider-Man en el cine, pero una que jamás veremos es la de James Cameron.
Entre Terminator 2 y Titanic el director intentó lanzar esta película del famoso superhéroe, pero nunca logró avanzar mucho pues en aquella época los derechos de Marvel en el cine eran un desastre total.
James Cameron llamó a este proyecto de Spider-Man “la mejor película que nunca hice” en su libro Tech Noir: The Art Of James Cameron (lanzado en 2021) y donde se pueden ver algunos artes conceptuales que hizo del personaje.
El Spider-Man de James Cameron habría sido una metáfora de todos los cambios de la adolescencia, o al menos así lo explicó a Screen Crusher.
Explicó que los poderes del arácnido representarían “esa reserva de potencial sin explotar que tienen las personas y que no reconocen en sí mismas”.
“También era una metáfora de la pubertad y todos los cambios en tu cuerpo, tus ansiedades sobre la sociedad, sobre las expectativas de la sociedad, tus relaciones con el género que te atrae, todas esas cosas”, añadió el director.
A pesar de que se habló de que tenía en mente a Leonardo DiCaprio para ser Peter Parker, los derechos de la película jamás estuvieron en sus manos y así es como esta es de las películas que nunca se hicieron.
Con un salto en la evolución de los grandes modelos lingüísticos, algunos pensadores destacados se preguntan si la IA podría volverse consciente.
Entro a la cabina con cierta inquietud. Estoy a punto de ser sometido a una iluminación estroboscópica mientras suena una música.
Es parte de un proyecto de investigación que intenta comprender qué nos hace verdaderamente humanos.
Es una experiencia que recuerda a la prueba de la película de ciencia ficción Blade Runner, la cual fue diseñada para distinguir a los humanos de los seres creados artificialmente que se hacen pasar por humanos.
¿Podría yo ser un robot del futuro y no saberlo? ¿Pasaría la prueba?
Los investigadores me aseguran que de eso no se trata realmente este experimento.
El dispositivo, que llaman la Dreamachine, está diseñado para estudiar cómo el cerebro humano genera nuestras experiencias conscientes del mundo.
Cuando comienza la luz estroboscópica, y aunque tengo los ojos cerrados, veo patrones geométricos bidimensionales arremolinados.
Es como saltar a un caleidoscopio, con triángulos, pentágonos y octágonos en constante cambio. Los colores son vivos, intensos y cambiantes: tonos rosas, magentas y turquesas, que brillan como luces de neón.
La Dreamachine saca a la superficie la actividad interna del cerebro con luces intermitentes, con el objetivo de explorar cómo funcionan nuestros procesos de pensamiento.
Según los investigadores, las imágenes que estoy viendo son únicas y corresponden a mi propio mundo interior. Creen que estos patrones pueden arrojar luz sobre la conciencia.
Me oyen susurrar: “Es precioso, absolutamente precioso. ¡Es como volar a través de mi propia mente!”
La Dreamachine, en el Centro de Ciencia de la Conciencia de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, es solo uno de los muchos nuevos proyectos de investigación en todo el mundo que investigan la conciencia humana: la parte de nuestras mentes que nos permite ser conscientes de nosotros mismos, pensar y sentir y tomar decisiones independientes sobre el mundo.
Al aprender la naturaleza de la conciencia, los investigadores esperan comprender mejor lo que está sucediendo dentro de los cerebros de silicio de la inteligencia artificial.
Algunos creen que los sistemas de IA pronto se volverán conscientes de forma independiente, si es que no lo han hecho ya.
Pero ¿qué es realmente la conciencia y qué tan cerca está la IA de obtenerla?
¿Y esa creencia de que la IA pueda llegar a ser consciente por sí misma podría cambiar fundamentalmente a los humanos en las próximas décadas?
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La idea de la posible existencia de máquinas que tengan sus propias mentes ha sido explorada durante mucho tiempo en la ciencia ficción.
Las preocupaciones sobre la IA se remontan casi 100 años atrás, a la película Metropolis, en la que un robot se hace pasar por una mujer real.
El miedo a que las máquinas se vuelvan conscientes y representen una amenaza para los humanos se explora en la película “2001: odisea del espacio” de 1968, en la que la computadora HAL 9000 ataca a los astronautas a bordo de su nave espacial.
Y en la más reciente película de la saga “Misión imposible”, que acaba de estrenarse, el mundo se ve amenazado por una poderosa IA deshonesta, descrita por un personaje como un “parásito digital consciente de sí mismo, autodidacta y devorador de la verdad”.
Pero, recientemente, en el mundo real ha habido un rápido punto de inflexión en el pensamiento sobre la conciencia de las máquinas, y voces con credibilidad han expresado su preocupación de que esto ya no sea materia de ciencia ficción.
El cambio repentino ha sido impulsado por el éxito de los llamados grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés: large language models), a los que se puede acceder a través de aplicaciones en nuestros teléfonos como Gemini y Chat GPT.
La capacidad de la última generación de LLM para tener conversaciones plausibles y fluidas ha sorprendido incluso a sus diseñadores y a algunos de los principales expertos en ese campo.
Existe una opinión creciente entre algunos pensadores de que a medida que la IA se vuelva más inteligente, las luces se encenderán repentinamente dentro de las máquinas y se volverán conscientes.
Otros, como el profesor Anil Seth, que dirige el equipo de la Universidad de Sussex, no están de acuerdo y describen la visión como “ciegamente optimista e impulsada por el excepcionalismo humano”.
“Asociamos la conciencia con la inteligencia y el lenguaje porque van de la mano en los humanos. Pero el hecho de que vayan juntos en nosotros, no significa que vayan juntos en general, por ejemplo en los animales”.
Entonces, ¿qué es realmente la conciencia?
La respuesta corta es que nadie lo sabe.
Eso queda claro en los argumentos bondadosos, pero sólidos, del propio equipo de jóvenes especialistas en IA del profesor Seth, expertos en computación, neurocientíficos y filósofos, que están tratando de responder a una de las preguntas más importantes de la ciencia y la filosofía.
Si bien hay muchos puntos de vista diferentes en este centro de investigación de la conciencia, los científicos están unificados en su método: dividir este gran problema en muchos otros más pequeños a través de una serie de proyectos de investigación, que incluye la máquina Dreamachine.
Al igual que la búsqueda de la “chispa de vida” que hacía que los objetos inanimados cobraran vida se abandonó en el siglo XIX en favor de la identificación de cómo funcionan las partes individuales de los sistemas vivos, el equipo de Sussex ahora está adoptando el mismo enfoque para estudiar la conciencia.
Esperan identificar patrones de actividad cerebral que expliquen varias propiedades de las experiencias conscientes, como los cambios en las señales eléctricas o el flujo sanguíneo a diferentes regiones.
El objetivo es ir más allá de la búsqueda de meras correlaciones entre la actividad cerebral y la conciencia, y tratar de encontrar explicaciones para sus componentes individuales.
Al profesor Seth, autor de un libro sobre la conciencia, Being You, le preocupa que podamos estar precipitándonos de cabeza en una sociedad que está siendo rápidamente remodelada por el gran ritmo del cambio tecnológico sin suficiente conocimiento sobre la ciencia, o sin pensar en las consecuencias.
“Lo tomamos como si el futuro ya estuviera escrito; que hay una marcha inevitable hacia un reemplazo sobrehumano”, dice.
“No tuvimos estas conversaciones lo suficiente con el auge de las redes sociales, en detrimento nuestro. Pero con la IA, no es demasiado tarde. Podemos decidir lo que queramos”.
Hay quienes en el sector tecnológico creen que la IA de nuestras computadoras y teléfonos puede que ya sea consciente, y que deberíamos tratarla como tal.
Google suspendió al ingeniero de software Blake Lemoine en 2022, después de que argumentara que los chatbots de IA podían sentir cosas y potencialmente sufrir.
En noviembre de 2024, un director de bienestar de la IA de la compañía Anthropic, Kyle Fish, fue coautor de un informe que sugería que la conciencia de la IA es una posibilidad realista en un futuro próximo.
Recientemente le dijo a The New York Times que también cree que hay una pequeña posibilidad (15%) de que los chatbots ya sean conscientes.
Una de las razones por las que cree que esto es posible es que nadie, ni siquiera las personas que desarrollaron estos sistemas, saben exactamente cómo funcionan.
Eso es preocupante, dice el profesor Murray Shanahan, científico principal de Google DeepMind y profesor emérito de IA en el Imperial College de Londres.
“En realidad, no entendemos muy bien la forma en que los LLM funcionan internamente, y eso es motivo de preocupación”, le dice a la BBC.
Según el profesor Shanahan, es importante que las empresas de tecnología consigan una comprensión adecuada de los sistemas que están construyendo, y los investigadores están analizando eso con urgencia.
“Estamos en una posición extraña de estar construyendo estas cosas extremadamente complejas, una posición en la que no tenemos una buena teoría de exactamente cómo logran las cosas notables que están consiguiendo”, señala.
“Por lo tanto, tener una mejor comprensión de cómo funcionan nos permitirá dirigirlos en la dirección que queremos y garantizar que estén seguros”.
La opinión predominante en el sector tecnológico es que los LLM no son actualmente conscientes en la forma en que nosotros experimentamos el mundo, y probablemente no lo sean de ninguna manera.
Pero eso es algo que el matrimonio formado por Lenore y Manuel Blum, ambos profesores eméritos de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Pensilvania, cree que cambiará, posiblemente muy pronto.
Según los Blum, eso podría suceder ya que la IA y los LLM tienen más entradas sensoriales en vivo del mundo real, como la visión y el tacto, conectando cámaras y sensores hápticos (relacionados con el tacto) a los sistemas de IA.
Están desarrollando un modelo informático que construye su propio lenguaje interno llamado Brainish para permitir que estos datos sensoriales adicionales sean procesados, intentando replicar los procesos que ocurren en el cerebro.
“Creemos que Brainish puede resolver el problema de la conciencia tal como la conocemos”, le dice Lenore a la BBC. “La conciencia de la IA es inevitable”.
Manuel interviene con entusiasmo para decir que los nuevos sistemas que él cree firmemente que surgirán, serán “la próxima etapa en la evolución de la humanidad”.
Los robots conscientes, considera, “son nuestra progenie. Más adelante, máquinas como estas serán entidades que estarán en la Tierra y tal vez en otros planetas cuando ya no estemos”.
David Chalmers, profesor de Filosofía y Ciencia Neural en la Universidad de Nueva York, definió la distinción entre la conciencia real y la aparente en una conferencia en Tucson, Arizona, en 1994.
Expuso el “problema difícil” de averiguar cómo y por qué cualquiera de las complejas operaciones del cerebro da lugar a la experiencia consciente, como nuestra respuesta emocional cuando oímos cantar a un ruiseñor.
El profesor Chalmers dice que está abierto a la posibilidad de que se resuelva el difícil problema.
“El resultado ideal sería uno en el que la humanidad compartiera esta nueva bonanza de inteligencia”, le indica a la BBC. “Tal vez nuestros cerebros estén aumentados por sistemas de inteligencia artificial”.
Sobre las implicaciones de ciencia ficción de eso, observa irónicamente: “En mi profesión, hay una delgada línea entre la ciencia ficción y la filosofía”.
El profesor Seth, sin embargo, está explorando la idea de que la verdadera conciencia sólo puede ser alcanzada por sistemas vivos.
“Un argumento sólido puede ser que no es la computación lo que es suficiente para la conciencia, sino estar vivo”, plantea.
“En los cerebros, a diferencia de las computadoras, es difícil separar lo que hacen de lo que son”.
Sin esta separación, argumenta, es difícil creer que los cerebros “son simplemente computadoras a base de carne”.
Y, si la intuición del profesor Seth sobre la importancia de la vida va por el camino correcto, la tecnología más probable no será hecha de silicio con un código de computación para su funcionamiento, sino más bien consistirá en pequeñas colecciones de células nerviosas del tamaño de granos de lentejas, como las que están actualmente siendo cultivadas en laboratorios.
Llamados “minicerebros” en los reportes de los medios de comunicación, la comunidad científica los denomina “organoides cerebrales” y son utilizados para investigar cómo funciona el cerebro y para las pruebas de drogas.
Una empresa australiana, Cortical Labs, en Melbourne, incluso ha desarrollado un sistema de células nerviosas en una placa que puede jugar al videojuego deportivo Pong de 1972.
Aunque está muy lejos de ser un sistema consciente, el llamado “cerebro en un plato” es espeluznante, ya que mueve una pala hacia arriba y hacia abajo de una pantalla para golpear una pelota pixelada.
Algunos expertos creen que si la conciencia va a surgir, lo más probable es que sea de versiones más grandes y avanzadas de estos sistemas de tejidos vivos.
Cortical Labs monitorea su actividad eléctrica en busca de cualquier señal que pudiese ser algo posiblemente parecido a la aparición de la conciencia.
El director científico y de operaciones de la empresa, el doctor Brett Kagan, sabe que cualquier inteligencia incontrolable emergente podría tener prioridades que “no están alineadas con las nuestras”.
En cuyo caso, dice medio en broma, que los posibles jefes de los organoides serían más fáciles de derrotar porque “siempre hay lejía” para verter sobre las frágiles neuronas.
Volviendo a un tono más solemne, Kagan explica que la pequeña, pero significativa amenaza de la conciencia artificial es algo en lo que le gustaría que los grandes actores en ese campo se centraran más como parte de los intentos serios de avanzar en nuestra comprensión científica, pero -asegura- que “desafortunadamente, no vemos ningún esfuerzo serio en este espacio”.
El problema más inmediato, sin embargo, podría ser cómo nos afecta la ilusión de que las máquinas son conscientes.
En solo unos años, es posible que vivamos en un mundo poblado por robots humanoides y deepfakes que podrían parecer conscientes, según el profesor Seth.
Le preocupa que no podamos resistirnos a creer que la IA tiene sentimientos y empatía, lo que podría conducir a nuevos peligros.
“Significará que confiemos más en estas cosas, que compartamos más información con ellas y estemos más abiertos a la persuasión”.
Pero el mayor riesgo de la ilusión de la conciencia es una “corrosión moral”, señala.
“Distorsionará nuestras prioridades morales al hacer que dediquemos más de nuestros recursos al cuidado de estos sistemas a expensas de las cosas reales en nuestras vidas”, lo que significa que podríamos tener compasión por los robots, pero que nos preocupemos menos por otros humanos.
Y eso podría alterarnos fundamentalmente, según el profesor Shanahan.
“Cada vez más, las relaciones humanas se van a replicar en las relaciones de IA, se utilizarán como maestros, amigos, adversarios en los juegos de computadora e incluso parejas románticas. Si eso es bueno o malo, no lo sé, pero va a suceder y no vamos a poder evitarlo”.
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