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Misión de Santa María de las Parras
Lo que quiso decir
Lo que quiso decir
Rubén Aguilar Valenzuela: Socio fundador de Afan y Asociados, S.C. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor... Continuar Leyendo
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Misión de Santa María de las Parras

La fundación de la Misión de Santa María de las Parras y Laguna Grande de San Pedro se realiza en 1598; la Iglesia de San Ignacio de Loyola ha vivido múltiples intervenciones a lo largo de los siglos. En ella lo más interesante y de mayor valor es el altar barroco del siglo XVIII que tiene como imagen principal a san Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús.
13 de diciembre, 2025
Por: Rubén Aguilar
Misión de Santa María de las Parras
Foto: Rubén Aguilar.                                    

 

Historia

La fundación de la Misión de Santa María de las Parras y Laguna Grande de San Pedro se realiza el 18 de febrero de 1598. En esa fecha se celebra una misa en la cueva de Texcalco. Los fundadores de esta misión fueron el sacerdote jesuita Juan Agustín de Espinosa, el capitán Antón Martín Zapata, el escribano Francisco de Andrade y el mayordomo Baltasar Rodríguez.

En 1599, por órdenes expresas del virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Conde de Monterrey, se procedió a trasladar hasta esas tierras a un grupo importante de indígenas tlaxcaltecas, que en ese entonces radicaban en el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, adyacente a la villa de Saltillo. En la zona ya había hacendados españoles y criollos, con mano de obra de esclavos africanos.

Las estimaciones de la población lagunera antes de los estragos causados por las enfermedades traídas de Europa hablan de la muerte de 24 000 indígenas a mediados del siglo XVI; en la época de la fundación de la misión la población era de 18 000 indígenas. Esta cifra disminuye a dos mil familias a finales de la primera década del siglo XVII, y para 1625 tenía una población de 1 600 personas.

La estrategia misional de los jesuitas fue la misma que se implementó en las misiones de Sinaloa, Sonora y Baja California, y antes en otras regiones del imperio español en América del Sur.

La Compañía de Jesús pronto se convirtió en un productor vinícola importante. Los pueblos visita, en la parte oeste de la comarca lagunera, fueron abandonados durante la guerra de los tobosos del siglo XVII, y esto dio lugar a que los jesuitas construyeran ahí un gran latifundio en el siglo siguiente, lo que les convirtió en los principales terratenientes después de los marqueses de San Miguel de Aguayo.

Los jesuitas tenían una estructura organizativa flexible y una gran capacidad de adaptación a nuevas y distintas circunstancias. Así, adaptaron su presencia en Parras después de la secularización, y transformaron la misión para indios laguneros cazadores y recolectores en un colegio, que hacia el siglo XVIII eran ya de mayoría de alumnos de origen tlaxcalteca.

Esta adaptación ayudó a preservar las tierras de la misión aun después de su secularización, situación que enojó a muchos a los hacendados que querían para ellos las tierras y las aguas de los indios y de los misioneros. En la regla de la Compañía de Jesús estaba que cada residencia y colegio debían tener propiedades productivas para su propio mantenimiento.

***

Desde mediados del siglo XVI prosperó en la región de Parras un grupo de hacendados, el más destacado Francisco de Urdiñola, un explorador y conquistador vasco cuyos descendientes acumularon grandes extensiones de tierra y paulatinamente crearon con ellas uno de los más grandes mayorazgos de la Nueva España: el marquesado de San Miguel de Aguayo.

En 1593, José de Aslor y Virto de Vera, Segundo Marqués de Aguayo, obtuvo por merced del rey Felipe II de España un conjunto de 15 sitios de ganado menor, tierras en las cuales construyó un amplio espacio hacendario conocido como San Lorenzo de la Laguna, lugar en el que posteriormente serían fundadas algunas de las ciudades más importantes de Coahuila, como Torreón, e incluso de Durango.

En Parras se encuentra la vinícola más antigua del continente americano, fundada en 1597 por don Lorenzo García bajo el nombre de Vinícola San Lorenzo y que a partir de 1893 lleva el nombre de Casa Madero, que funda Evaristo Madero Elizondo en las instalaciones de la Hacienda de San Lorenzo.

Los descendientes de Francisco de Ibarra expandieron constantemente sus propiedades alrededor de Parras, ya sea por compras, matrimonios, engaño o a la fuerza. En varias ocasiones, durante los siglos XVII y XVIII, sus herederos trataron de confiscar las tierras y el agua de los misioneros y de los indios, pero estos pudieron detener e incluso revertir algunos de sus peores abusos.

No fue hasta después de 1767, con la expulsión de los jesuitas, que los descendientes de Francisco de Urdiñola, y otros hacendados, pudieron irse sobre las tierras de los indígenas y las propiedades que los jesuitas tenían para mantener sus obras.

Descripción:

1. Iglesia

Misión de Santa María de las Parras

La construcción de 1607, obra del padre Juan Diego de Pagua, es sustituida por la de 1648 con la advocación de la Virgen de la Asunción. En 1680, la comunidad, con el apoyo del cabildo y las autoridades eclesiásticas, emprenden la tarea de ampliar la iglesia. De 1681 a 1687, los pobladores aportaron dinero, materiales y mano de obra, para construir una iglesia más grande.

En 1797, después de la supresión de la Compañía de Jesús de los reinos de España, la iglesia, ya en manos del clero secular, se vuelve a modificar. Hay una planta basilical con cuatro naves, el bautisterio, la sacristía, el cubo de la torre del campanario y el presbiterio. En 1853, la familia Páez financia la construcción de la Capilla de los Dolores, que aún se conserva. De 1859, es la campana mayor, fundida por Rafael Alatorre.

Exterior

La fachada pintada de blanco tiene tres calles. En la central hay dos elementos; la entrada con un arco de medio punto que se sostiene en pilastras. En la parte alta la ventana del coro, que es rectangular, a los lados dos nichos sin imágenes que rematan en frontones triangulares. En la parte alta un nicho vacío. En la calle lateral izquierda hay una puerta y en la lateral derecha otra, la dos son arcos de medio punto. En esta también una ventana tapiada.

La torre se monta sobre la calle lateral derecha. Tiene un cuerpo con dos arcos de medio punto alargados en cada uno de sus cuatro lados. El remate es una cúpula de media naranja con una linternilla. Al lado derecho de la iglesia, en el atrio elevado con relación a la calle, una cruz de piedra.

Interior

Misión de Santa María de las Parras

El altar mayor de la iglesia está dedicado a san Ignacio de Loyola. Tiene tres cuerpos y cinco calles. En el primer cuerpo, al centro, un crucifijo. En las cuatro calles laterales nichos con imágenes de santos de la Compañía de Jesús. En el segundo cuerpo, en la calle central, en un nicho la imagen de san Ignacio de Loyola. En las cuatro calles laterales nichos con imágenes de santos de la Compañía de Jesús. En el tercer cuerpo, en la calle del centro, en un nicho la imagen de la Virgen. En las dos calles laterales nichos con adornos. Todas las calles están divididas por columnas salomónicas.

Misión de Santa María de las Parras

2. Colegio

A un lado de la iglesia se encuentra el antiguo Colegio de San Ignacio de Loyola, que actualmente alberga el Archivo María y Matheo. Este resguarda documentos del siglo XVI al XIX, y son una fuente invaluable para el estudio de la historia de Coahuila y Durango. Además, el colegio exhibe pinturas del siglo XVII al XIX, añadiendo aún más valor histórico y artístico al conjunto arquitectónico.

Comentario

La fundación de la Misión de Santa María de las Parras y Laguna Grande de San Pedro se realiza en 1598, y en ella participa el jesuita Juan Agustín de Espinosa, que nace en 1567 en Real de Minas Zacatecas y muere en 1602 en Mayrán en el ahora estado de Coahuila, del cual es uno de sus constructores con las misiones que levanta en los cuatro años que trabajó en la región.

La Iglesia de San Ignacio de Loyola ha vivido múltiples intervenciones a lo largo de los siglos. En ella lo más interesante y de mayor valor es el altar barroco del siglo XVIII que tiene como imagen principal a san Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús. Es una obra de gran valor y belleza.

***

Visitas:

  • Entre 2012 y 2017 visité la iglesia en varias ocasiones. En una de ellas me encontré con el padre jesuita Guillermo Ameche, que estudiamos juntos teología, cuando yo también era jesuita, y me enseñó las pinturas que tiene la iglesia, algunas en mal estado. Se requieren muchos recursos para su restauración.

Fuentes consultadas:

  • Martínez de la Cerda, José Gabriel, Viñedos e indios del desierto: fundación, auge y secularización de una misión jesuita en la frontera noreste de la Nueva España, Museo de Historia Mexicana, Fondo Editorial de Nuevo León, 2024.
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Imagen BBC
Los secretos de un peligroso río de la Amazonía que una comunidad indígena empieza a revelar
11 minutos de lectura

Cuenta la leyenda que el río Santiago se tragaba las canoas de cualquiera que intentara explorarlo. Ahora, una comunidad indígena está descubriendo especies sorprendentes en sus aguas.

09 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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Nos subimos a una canoa de madera que se mecía sobre las aguas turbias del río Santiago, listos para visitar uno de los ecosistemas menos conocidos de la región amazónica.

Hasta hace poco, los científicos desconocían incluso qué clase de peces habitan esta parte del río, porque nunca había sido estudiada.

Ahora, tras dos días de viaje en buses y camiones desde Quito, Ecuador, la fotógrafa Karen Toro y yo nos acercábamos a nuestro destino: Kaputna, una comunidad indígena que ha descubierto nuevas especies de peces.

Rodeada de una selva virgen donde los jaguares, pecaríes y pumas todavía reinan con tranquilidad, Kaputna es una localidad en la ribera del río Santiago con 145 habitantes que son miembros de los shuar, una de las 11 naciones indígenas que viven en la Amazonía ecuatoriana.

A pesar de que Ecuador es considerado un punto central para la biodiversidad de peces de agua dulce, un grupo de científicos advirtió en 2021 que la falta de información sobre sus especies era “pasmosa” y que se necesitaba de manera urgente realizar más investigaciones.

Un grupo de residentes de Kaputna ha ayudado a llenar ese vacío, al descubrir una gran cantidad de peces que viven escondidos en el río, camuflados por las sombras marrones y plateadas, con bocas especialmente adaptadas para alimentarse de las rocas bajo el agua.

Gracias a los esfuerzos de monitoreo llevados a cabo entre 2021 y 2022, que combinaron conocimiento científico y tradicional, la comunidad indígena logró identificar cerca de 144 especies de peces en el río Santiago.

Cinco de ellas ya habían sido identificadas en otros países, pero nunca en Ecuador. Una de las especies todavía está siendo estudiada y podría ser totalmente nueva, de acuerdo a los biólogos que participaron en la investigación.

Algunos pescadores de Kaputna, como Germán Narankas, fueron como coautores del artículo científico que fue publicado con los hallazgos.

“Su conocimiento del territorio es esencial para descubrir las nuevas especies”, le dice a la BBC Jonathan Valdiviezo, un biólogo que participó en el análisis de muestras.

Una canoa en medio del río Santiago.
Karen Toro
El río Santiago, en la región amazónica ecuatoriana, había sido poco estudiado debido a su ubicación remota y peligrosidad.

Para Fernando Anaguano, el autor principal del estudio y biólogo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) que acompañó a Kaputna durante todo el proceso, el estudio marca un cambio trascendental en la forma en que los científicos trabajan con y reconocen a los colaboradores locales.

“No es usual que el trabajo de la gente local sea reconocido en las publicaciones científicas”, anota.

Un río que se traga las canoas

Las leyendas locales dicen que, antes de que aparecieran los botes a motor, la gente que se embarcaba por la parte baja del río desaparecía.

Un hoyo se “tragaba” las canoas y quienes venían de fuera nunca lograban llegar a la comunidad. Esta es la razón por la que esta zona se llama Kaputna, que significa “área donde el río fluye rápidamente”, de acuerdo con quienes viven allí.

Para llegar, tuvimos que conducir durante 10 horas desde Quito hasta Tiwintza, una localidad amazónica en la frontera con Perú.

A la mañana siguiente, Germán Narankas, un pescador de Kaputna, nos esperaba en la terminal de buses con su red de pescador que llevaba en la espalda.

“Hoy el calor va a ser infernal. No ha llovido en tres días”, nos advirtió, mientras se arremangaba para evitar quemarse con el sol. A las 09:00, la temperatura ya era de 35°C (95°F).

Emprendimos en camión un trayecto de 40 minutos hasta el puerto de Peñas, en el río Santiago, donde nos esperaba amarrada la canoa de Narankas, moviéndose por la fuerte corriente del río.

Las canoas equipadas con motores a gasolina, conocidas como peque-peques, son el único medio de transporte para llegar a Kaputna.

Narankas conoce el río Santiago como la palma de su mano. Incluso antes de hacer parte del proyecto de monitoreo científico, estaba familiarizado con los distintos tipos de peces que habitan el río.

En 2021, cuando comenzó el proyecto, aprendió a identificar las diferencias entre las especies y comenzó a llamarlas por sus nombres científicos.

Germán Narankas, miembro de la comunidad shuar, muestra una de las especies que él y su comunidad descubrieron
KarenToro
Germán Narankas, miembro de la comunidad shuar, muestra una de las especies que él y su comunidad descubrieron

El hombre recuerda que en 2017 vio una señal. Para los shuar, el río es más que un cuerpo de agua o una vía de acceso. En sus riberas se acostumbra a realizar el ritual de la ayahuasca, en el que se consume la planta también conocida como yagé. Los shuar creen que las visiones que esta produce revelan el futuro y guían las acciones de quienes la toman.

“Tuve sueños de que iba a cambiar el sistema. En las visiones, había un hombre que viajaba a otros países, y era yo, viajando con este proyecto. No lo sabía entonces”, dice.

Cuatro años más tarde, en 2021, los investigadores de la oficina de la WCS en Ecuador le pidieron ser parte del estudio enfocado en el descubrimiento de la biodiversidad del río Santiago.

Narankas y otros miembros de la comunidad recolectaron peces, les tomaron fotos y las subieron una aplicación llamada Ictio junto a otros datos importantes como la ubicación donde los habían capturado, el equipo de pesca que habían utilizado y las características de los animales.

“Había por lo menos tres de esos peces que nunca había visto en mi vida”, dice.

Durante el recorrido por el río, el sonido de los grillos ahogaba bajo el ruido del motor. A medida que nos interábamos en la selva, el agua se iba volviendo más cristalina.

“Hemos llegado al río Yaupi”, anunció Narankas. El Yaupi es uno de los afluentes del río Santiago, donde también se tomaron algunas muestras.

Este es el lugar de pesca favorito para los locales, porque las aguas son cristalinas y están libres de los residuos de la minería que han contaminado muchos otros ríos en la región del Amazonas.

En medio del follaje selvático, se divisan las banderas de Ecuador y Perú.

Narankas, su hermana Mireya y su hijo Josué se lanzaron al agua para pescar.

El pescador lanzó su red con todas sus fuerzas al río y luego la fue recogiendo lentamente para ver qué había logrado sacar: un pez al que él llama “carachama”, de unos 10 cm de largo.

Pertenece a la familia de los Loricariidae y esta especie en particular se llama Chaetostoma trimaculineum: un pez marrón, con algunas manchas oscuras y una boca redonda.

“Cerca de aquí encontramos una especie de pez que [los investigadores] dijeron que nunca había sido estudiado. Era muy parecido a esta carachama”, explicó Narankas.

El pez en cuestión era el Peckoltia relictum, una especie nueva en Ecuador. Mide aproximadamente 15 centímetros y usualmente se adhiere a las rocas.

Su boca es como una copa de succión y, en vez de escamas, tiene una especie de placas, una característica que distingue a las carachamas (Loricariidae).

Durante la investigación, Narankas y sus colaboradores también se llevaron algunos especímenes a una habitación en Kaputna, que funcionaba como un pequeño laboratorio donde medían y pesaban a los animales, les removían partes de sus tejidos con un bisturí y los preservaban en formaldehído.

“Fue muy emocionante aprender y recolectar información. Me siento un poco como una científica”, le cuenta a la BBC Liseth Chuim, una pescadora que hizo parte del monitoreo.

Dos mujeres indigenas en Ecuador señalan fotos de peces. Una de ellas tiene un bebé en brazos.
Karen Toro
Miembros de la comunidad con fotos de los peces que descubrieron.

“Tomábamos un pedazo de su carne y le cocíamos un sello con su nombre y un número”, explica Johnson Kajekau, otro residente de Kaputna que apoyó al equipo de monitoreo.

Uno de los peces que más recuerdan los tres es una especie de bagre que medía más de un metro. También, uno que tenía la “panza amarilla” y otro de color plateado.

El biólogo de la WCS Fernando Anaguano y sus colegas se encargaron de recolectar las muestras y llevarlas a laboratorios en Quito.

Revelar el misterio

Para los biólogos, la colaboración con los locales les permitió desbloquear un ecosistema que era un misterio para las personas de fuera de la comunidad.

“La cuenca del río Santiago es una de las menos exploradas. Hay muy pocos estudios que detallen la diversidad de peces que hay en ese lugar”, explica Anaguano, quien ha estado investigando peces de agua dulce por más de una década.

Lo atribuye a lo remoto de la región, las dificultades que había en el pasado para llegar hasta allí y también a que los peces de agua dulce con frecuencia han sido dejados de lado por los investigadores. Por lo general los investigadores se enfocan en grupos más “carismáticos” de animales, como los mamíferos o los pájaros y, cuando se estudian peces, por lo general se trata de especies marinas.

Sin embargo, señala Anaguano, los peces de agua dulce juegan un rol fundamental en los ecosistemas acuáticos y son fuente de alimento y recurso económico para las comunidades indígenas.

Hasta ahora, en investigaciones previas, se habían registrado cerca de 143 especies en un área extensa que incluye al río Santiago y sus afluentes por debajo de los 600 metros de altitud. Se le conoce como “zona ictiográfica de Morona Santiago” y tiene un área de 6.691 kilómetros cuadrados.

En comparación, el estudio con la comunidad Kaputna identificó un total de 144 especies en un área de apenas 21 kilómetros cuadrados dentro de esta zona. De esas especies, 77 no habían sido reportadas en las investigaciones anteriores del área de Morona Santiago.

La diversidad hallada en el estudio representa el 17% de todas las especies de peces de agua dulce en Ecuador (836) y el 20% de las registradas en la Amazonía ecuatoriana (725). Esto es un porcentaje muy significativo, considerando que el área de estudio donde estas especies fueron halladas es muy pequeña, según destaca Anaguano.

Fotos de peces sobre una mesa de madera y los brazos de una persona apoyados en esta.
Karen Toro
Miembros de la nación shuar documentaron 144 especies de peces, incluyendo estas cuatro. Las dos de abajo no se habían encontrado antes en Ecuador.

De hecho, la diversidad piscícola en la región amazónica es enorme.

Sus cuencas, localizadas en Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia, Brasil, Venezuela, Guyana y Surinam, tienen la mayor variedad de peces de agua dulce del mundo. Se han registrado hasta ahora 2.500 especies y se estima que hay miles más por descubrir.

Esos ríos también son el hogar de la migración más larga en el planeta: la del bagre dorado, que viaja por cerca de 11.000 kilómetros entre las estribaciones de los Andes hasta los estuarios del Amazonas, en el océano Atlántico.

En riesgo

Sin embargo, los peces de agua dulce como los de la Amazonía están gravemente amenazados. Según el informe del Índice Planeta Vivo (IPV) sobre peces migratorios de agua dulce, sus poblaciones han disminuido un 81% en los últimos 50 años. Y solo en Latinoamérica, incluso más: un 91%.

Anaguano explica que, más allá de la contribución de los peces para mantener el equilibrio de la vida en el planeta, estos animales forman parte de la cultura y la cosmovisión de los pueblos indígenas.

La seguridad alimentaria es otro problema. “Los peces son fuente de proteína de las comunidades locales”.

Por eso, a través de este tipo de investigación que incluye la perspectiva de los pescadores, buscamos no solo conservar los peces sino también garantizar la sostenibilidad de la pesca a largo plazo”, añade Jonathan Valdiviezo, biólogo del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio), donde se procesaron y almacenaron las muestras del estudio.

Para Valdiviezo, que tiene más de 17 años de experiencia trabajando con peces, uno de los puntos cruciales del proceso fue la capacitación que recibieron los pescadores de Kaputna para etiquetar correctamente las muestras.

“Eso nos ayudó a evitar problemas al registrar la especie y confusiones”, afirma.

Aun así, el descubrimiento estuvo lleno de giros y sorpresas. Durante el análisis de tejidos, que incluyó análisis de ADN, los investigadores descubrieron que uno de los peces que creían que era nuevo para la ciencia ya había sido descrito en 2011.

“Cuando nos dimos cuenta de que esta especie era muy rara, extrajimos ADN de un pequeño fragmento de músculo”, explica Valdiviezo. Luego, compararon los resultados con el tejido de otras especies relacionadas registradas en su base de datos.

“Es similar al proceso que se utiliza para determinar la paternidad”, explica el biólogo. Ante la duda, enviaron una muestra a Canadá, donde confirmaron que se trataba de un ejemplar de Peckoltia relictum, un pez ya conocido.

Sin embargo, se trataba de una especie nueva para Ecuador, al igual que otras cuatro descubiertas como parte de esta investigación.

Canoas
Karen Toro
Canoas “peque-peque” en el río Santiago.

Ambos investigadores creen que aún queda una gran cantidad de especies por descubrir en las turbias aguas del Santiago. Por ahora, dice Valdiviezo, siguen analizando uno de los bagres encontrados, ya que creen que se trata de una especie nueva para la ciencia.

Su principal característica es que tiene rayas negras por todo el cuerpo. Anaguano comenta que esperan publicar un segundo artículo, coescrito por los pescadores de Kaputna, este año.

Sentadas en Kaputna al atardecer, bajo un cielo estrellado, le preguntamos a Narankas qué significaba para él ver su nombre en el artículo publicado. Se le llenan los ojos de lágrimas.

“Me siento orgulloso”, explicó sonriendo.

Pero el impacto ha sido aún más profundo. Después de esta experiencia, en agosto de 2025, el joven de 34 años regresó a la escuela secundaria. En un año y medio espera graduarse y luego estudiar biología para seguir desvelando los secretos del río Santiago, cuya historia de descubrimientos científicos apenas comienza.

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Getty Images

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