
El libro “Escuelas democráticas, una perspectiva desde México” recoge 27 historias de docentes en 16 estados de México. No es un tratado teórico, sino una compilación de narraciones donde las y los autores comparten sus perspectivas, los retos que enfrentaron, y los cambios que operaron en sus espacios escolares para lograr entornos incluyentes donde la diversidad se valora y la ciudadanía se fortalece en las prácticas cotidianas.
Escribir el libro fue, en sí mismo, un proceso democrático en el que las y los docentes de educación básica -preescolar, primaria y secundaria- y ganadores del Premio ABC otorgado por Mexicanos Primero desde 2008, levantaron la mano para iniciar un camino de aprendizaje mutuo. Las y los autores eligieron si querían trabajar de manera individual o en equipo con colegas de sus escuelas o zonas escolares; un maestro decidió escribir con dos de sus exalumnas, ahora estudiantes de preparatoria. A partir de ahí, se realizaron talleres virtuales y presenciales para la revisión de los textos.
La primera pregunta que surgió fue: ¿cómo se ve una escuela democrática? Las maestras y maestros tenían alguna idea, incluso habían elegido el tema que tratarían en sus capítulos, pero faltaba un marco conceptual que guiara el trabajo y que les permitiera a todas, a todos -y también a las y los lectores- entender cómo algo tan abstracto como la ciudadanía se vive en la realidad escolar.
Recurrimos así a los 4 pilares de las escuelas democráticas trabajados por la profesora Linda Nathan de la Universidad de Harvard. En el libro encontrarán dichos pilares descritos de manera profunda, aquí empezaremos hoy a hablar del pilar 1 y las 5 experiencias que en él se enmarcan. Cabe aclarar que en un mismo relato pueden estar presentes más de un pilar, incluso los 4.
La educación democrática enfatiza el flujo abierto de ideas, opciones y perspectivas, independientemente de su popularidad
Estudiantes y adultos tienen la libertad para expresarse sin limitar los derechos de otras personas. Los entornos de aprendizaje democráticos deben crear espacios seguros y empoderadores que permitan que todas las voces y perspectivas sean escuchadas. Las discrepancias no pueden deshumanizar.
Fueron Martha del Estado de México, Teresita de Querétaro, Juan Carlos de Tamaulipas, Blanca de Puebla y Carlos Ángel de Hidalgo quienes muestran en sus narraciones que las escuelas democráticas permiten escuchar las diversas voces, y que cuando toda la comunidad participa y los derechos se respetan, se pueden generar ambientes apropiados para el aprendizaje. Así sucedió en la secundaria en la que Martha es directora y que enfrentó el reto de la violencia, pero que encontró en la comunidad una fuente de consenso para generar soluciones que protegieran a sus estudiantes. O la primaria donde Teresita es maestra y se atrevió a explorar nuevas maneras de expresión a través del arte, no solo para desarrollar habilidades pictóricas, sino para crear un lenguaje nuevo que permitiera mejor acompañamiento socioemocional.
Por su parte, Juan Carlos escribe sobre el recreo como espacio para llegar a acuerdos, vivir la ciudadanía y solucionar conflictos, porque la escuela no es únicamente una suma de materias impartidas, también es un espacio para reconocer al otro y vivir en comunidad incluso mientras se juega. Coincide con Blanca, docente de preescolar que generó estrategias en el aula para que sus estudiantes pudieran expresar qué y cómo querían aprender, desafiando la creencia de que las niñas y niños más pequeños no pueden tomar decisiones. Ella nos recuerda que en la escuela democrática se escuchan todas las voces sin importar la edad o, mejor aún, entendiendo que se puede participar desde los primeros años de vida.
Y finalmente está la historia de Carlos, que desafió la idea tradicional de la disciplina impuesta por el docente: frustrado porque su grupo mostraba comportamientos irrespetuosos para el maestro, entre compañeros decidió que la solución no era endurecer las reglas de manera vertical, sino generar juntos acuerdos de convivencia que se cumplieran desde la importancia de interiorizar el respeto y no desde el castigo o la amenaza, logrando así mejorar el comportamiento y, principalmente, mayores habilidades ciudadanas para formar parte de un salón de clase y de una comunidad.
Esta es una primera aproximación a las narraciones que se encuentran en el libro. Esperamos que dichas experiencias sean inspiradoras y que permitan a las comunidades escolares encontrar posibilidades para transformar la escuela en espacios de escucha y participación, porque la democracia no es un tratado que se enseña, se vive en cada aula, en cada escuela y en cada zona escolar cuando hay espacio para todas las voces.
* Laura Ramírez es directora de Fortalecimiento de Comunidades Educativas en Mexicanos Primero.

Aunque se ha dicho muchas veces que es mejor consumir la fruta entera y no su jugo por el aporte de fibras, no faltan estudios que le encuentran virtudes. interesantes a esta bebida.
En concreto, una investigación reciente ha demostrado que el consumo regular de jugo de naranja puede influir en la actividad de miles de genes dentro de nuestras células inmunitarias.
Muchos de estos genes ayudan a controlar la presión arterial, calmar la inflamación y regular la forma en que el cuerpo procesa el azúcar, lo que contribuye a mejorar la salud cardíaca a largo plazo.
Los investigadores realizaron un seguimiento a adultos que bebieron 500 ml de jugo de naranja pasteurizado puro cada día durante dos meses. Después de 60 días, muchos genes asociados con la inflamación y la hipertensión arterial se habían vuelto menos activos.
Entre ellos, NAMPT, IL6, IL1B y NLRP3, que suelen ponerse en marcha cuando el cuerpo está sometido a estrés.
Otro gen conocido como SGK1, que afecta a la capacidad de los riñones para retener sodio (sal), también redujo su actividad.
Estos cambios coinciden con hallazgos previos que indican que beber jugo de naranja a diario puede reducir la presión arterial en adultos jóvenes.
El hallazgo ofrece una posible explicación a por qué el jugo de naranja se ha relacionado con una mejor salud cardíaca en varios ensayos.
El nuevo trabajo muestra que, a la vez que eleva el azúcar en sangre, esta bebida cítrica desencadena pequeños cambios en los sistemas reguladores del cuerpo que reducen la inflamación y ayudan a relajar los vasos sanguíneos.
Tiene sentido si pensamos que los compuestos naturales de las naranjas, en particular la hesperidina, un flavonoide cítrico conocido por sus efectos antioxidantes y antiinflamatorios, pueden influir en los procesos relacionados con la hipertensión arterial, el equilibrio del colesterol y la forma en que el cuerpo procesa el azúcar.
La respuesta varió en función del tamaño corporal: las personas con más peso tendían a mostrar mayores cambios en los genes implicados en el metabolismo de las grasas, mientras que los voluntarios más delgados mostraban efectos más fuertes sobre la inflamación.
Una revisión sistemática de ensayos controlados en la que participaron 639 personas de 15 estudios descubrió que el consumo regular de jugo de naranja reducía la resistencia a la insulina y los niveles de colesterol en sangre. La resistencia a la insulina es una característica clave de la prediabetes, y el colesterol alto es un factor de riesgo establecido para las enfermedades cardíacas.
Otro análisis centrado en adultos con sobrepeso y obesidad encontró pequeñas reducciones en la presión arterial sistólica y aumentos en las lipoproteínas de alta densidad (HDL), a menudo denominadas colesterol bueno, tras varias semanas de consumo diario de jugo de naranja.
Aunque estos cambios son modestos, incluso las mejoras leves en la presión arterial y el colesterol pueden marcar una diferencia significativa si se mantienen durante años.
A esto se le suma que, según una revisión reciente, el jugo de naranja influye en las vías relacionadas con el uso de energía, la comunicación entre las células y la inflamación. También puede afectar a la microbiota intestinal, que cada vez se considera más importante para la salud cardíaca.
Si nos decantamos por jugo de naranja sanguina, basta consumirlo durante un mes para que aumente el número de bacterias intestinales que producen ácidos grasos de cadena corta. Estos compuestos ayudan a mantener una presión arterial saludable y a reducir la inflamación.
Las personas con síndrome metabólico son las que más pueden salir ganando. Una investigacion con 68 participantes obesos demostró que el consumo diario de jugo de naranja mejoraba el funcionamiento del revestimiento de los vasos sanguíneos (función endotelial), esto es, la capacidad de los vasos sanguíneos para relajarse y dilatarse.
Y eso se asocia directamente con un menor riesgo de ataques cardíacos.
Otro estudio, realizado con 129 trabajadores de una fábrica de jugo de naranja en Brasil, reveló concentraciones sanguíneas más bajas de apolipoproteína B, o apo-B, un marcador que refleja el número de partículas portadoras de colesterol relacionadas con el riesgo de sufrir un infarto.
Sin embargo, un análisis más amplio de las concentraciones de grasas en sangre reveló que, aunque los niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL) –colesterol malo– suelen descender, otras mediciones lipídicas, como los triglicéridos y el HDL, no varían significativamente.
En cualquier caso, parece que beber jugo de naranja no solo aporta azúcar: aunque la fruta entera sigue siendo la mejor opción debido a su fibra, un vaso diario de jugo de naranja puro podría tener efectos beneficiosos para la salud que se acumulan con el tiempo.
Estos incluyen aliviar la inflamación, favorecer un flujo sanguíneo más saludable y mejorar varios marcadores sanguíneos relacionados con la salud cardíaca a largo plazo.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
*David C. Gaze es profesor de Patología Química de la Universidad de Westminster, en Reino Unido.