
Este año el Estado mexicano tuvo pérdidas importantes: desaparecieron algunos de los organismos constitucionales autónomos que no dependían, en la teoría, de ninguno de los tres poderes de la Unión. Casi al final del 2024, mediante reformas a la Constitución propuestas por el ejecutivo, dejaron de existir el INAI, la COFECE, el IFT, la CNH, la CRE y el CONEVAL. En ese mismo paquete se reformó el artículo 3º constitucional para desaparecer a la Mejoredu, que si bien no tenía el mismo grado de autonomía que los otros, tampoco dependía formalmente de ninguna secretaría.
Ante esta simplificación orgánica en nuestro país, nos quedamos sin instituciones que puedan garantizar con total independencia política y técnica la transparencia y el acceso a la información; la competencia económica, la regulación energética, la evaluación de la efectividad de las políticas públicas y la mejora del sistema educativo. Aunque, viendo el lado bueno, en algunos casos, el traspaso de las funciones ha sido claro y directo, por lo que ahora tenemos flamantes organismos desconcentrados como Transparencia para el Pueblo y la Comisión Nacional Antimonopolio, que asumen las actividades que antes realizaban el INAI y la COFECE, respectivamente. Por su parte el INEGI creó una nueva unidad para atender la mayoría de las funciones que tenía el CONEVAL. Hasta ahí seguimos a flote.
Sin embargo, no todos los desaparecidos han sido sustituidos y seguimos sin saber qué instancia realizará sus funciones. Y para muestra recordemos que hace algunos meses, en este mismo espacio, escribí Como los músicos del Titanic, en el que daba cuenta de los últimos días de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) y resaltaba que en su último periodo presentó un gran número de investigaciones destacando la labor de los docentes de nuestro país, informando sobre el estado general del Sistema Educativo Nacional y analizando la efectividad de algunos programas públicos. Todos ellos trabajos de gran valor y que daban cuenta de los años de experiencia técnica que se habían acumulado, no solo en la Mejoredu, sino también en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (el INEE, difunto desde 2019). Fue en abril que en la página web de Mejoredu se habilitaron ligas para descargar tanto el acervo editorial del INEE como el de la Comisión, reuniendo casi 20 años de investigación educativa; ligas que algunos aprovechamos para resguardar en nuestras computadoras informes de evaluaciones, anuarios de indicadores, guías, cuadernos de trabajo, publicaciones periódicas y un largo etcétera.
¿Qué pasó después? Pues el Titanic se hundió, y a pesar de la insistencia de un número importante de servidores públicos de la Mejoredu, de que se conservara su trabajo y experiencia ahora en la SEP, esto no ocurrió, y al finalizar mayo también se cerró ese capítulo. Hoy las oficinas que ocupaba la Comisión lucen vacías, ya no existe la página web, ya no hay ningún órgano del estado mexicano que se responsable directo de la mejora continua de la evaluación. Hoy es imposible encontrar en línea las publicaciones del INEE o de la Mejoredu, aunque se tienen algunos esfuerzos aislados para rescatar parte de ese acervo como el de Mexicanos Primero en MONITO, Monitoreo educativo. Pero, sin duda, lo que más nos preocupa es que las funciones sustantivas que realizaba la Mejoredu no han sido transferidas a la SEP ni a ninguna otra entidad o dependencia.
Sí hubo simplificación orgánica, se eliminó de la Constitución, se eliminó del presupuesto para 2026, se eliminaron 600 plazas, pero también se eliminó la posibilidad de conocer, desde una perspectiva independiente, cómo está funcionando el sistema educativo; se perdió la evaluación diagnóstica, se desdibujó la ruta para sostener la revalorización del magisterio y se nos quedaron muchísimas preguntas: ¿cómo afecta esto el derecho a aprender?, ¿cómo tomar decisiones sin información confiable?, ¿cómo corregir el rumbo cuando ya no existe ninguna instancia técnica que observe, analice y advierta sobre los resultados del sistema?
* María Teresa Gutiérrez es directora de Monitoreo de Indicadores Educativos en Mexicanos Primero.

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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