La reciente viralización y reproducción de un video donde una maestra es víctima de violencia en su propio hogar nos obliga a insistir en un tema fundamental para la construcción de una cultura de la no discriminación: el tratamiento de la información y el respeto a las víctimas en los medios de comunicación.
Tras la mediatización de ese caso, fue solo hasta que la víctima pidió, mediante un comunicado emitido por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), que dejara de viralizarse el contenido, que algunas personas decidieron retirarlo de sus redes sociales y difundir en su lugar la información relevante en torno al hecho. Otros comunicadores, sin embargo, insistieron en seguir reproduciéndolo.
Esto demuestra que es indispensable repensar y comprender de manera integral por qué este tratamiento de la información revictimiza, transgrede los derechos de las víctimas y no contribuye al entendimiento de un fenómeno y su gravedad.
En su Manual de cobertura de hechos con víctimas, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas en México precisa por qué es fundamental respetar la privacidad de las personas víctimas de un delito:
“Cuando una persona no desea hacer pública su historia, pero aun así se difunde su caso y se generan comentarios mediáticos al respecto, puede llegar a sentirse desorientada como resultado de la violación de su privacidad. Estos sentimientos dañinos suelen ir acompañados de una sensación de humillación que puede lastimar psicológicamente al individuo, impidiéndole sanar de manera adecuada las emociones negativas derivadas del suceso, e incluso, llegando a reactivar el trauma”.
Como comunicadores es fundamental reconocer también que la libertad de expresión no es un derecho absoluto, sino que sus límites se hallan donde se vulnera la intimidad o los derechos de otras personas, o se incitan discursos de odio. Sin embargo, más que hablar de límites, o imponerlos, el discurso tendría que centrarse en la autocrítica, la responsabilidad y la ética que deberían conducir al respeto a las víctimas como principio natural de cualquier cobertura o publicación.
En Escrito sin discriminación. Sugerencias para un periodismo sin etiquetas, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y Periodistas de a Pie admiten que, en el quehacer de los medios de comunicación, no hay dilema más difícil de resolver que la autorregulación en el ejercicio de la libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación, pero también nos recuerdan que “el derecho a la libertad de expresión se construyó como un derecho contra los dogmas. Cuando la libertad de expresión tiene contenidos discriminatorios, deja de ser una forma de lucha contra el poder y lo refuerza. Para quienes ejercemos el periodismo, los límites entre estos dos derechos fundamentales parten de la ética y la responsabilidad social”.
Por otro lado, decimos que el tipo de tratamiento de la información que vimos en el caso de la maestra no contribuye al entendimiento de un fenómeno porque, desafortunadamente, no es un hecho único o aislado. Refleja apenas una parte de la realidad que viven muchas mujeres desde el inicio del confinamiento. La pregunta es si los medios que viralizaron e insistieron en reproducir este video se han planteado siquiera la cobertura de este fenómeno o han contribuido a dirigir la mirada del lector hacia este preocupante tema desde una perspectiva seria, lejos del morbo y la búsqueda de clics.
En su informe Las dos pandemias. Violencia contra las mujeres en México en el contexto de covid-19, Equis Justicia para las mujeres, Intersecta y la Red Nacional de Refugios documentan que durante la emergencia sanitaria en México se ha registrado un aumento notable en asesinatos de mujeres, llamados de auxilio relacionados con violencia y aperturas de investigaciones penales por violencia familiar. El contexto de la pandemia ha generado una diversidad de impactos diferenciados en las mujeres; uno de los más importantes son las formas de violencia persistente y prolongada en sus hogares, que pueden derivarse del encierro con sus agresores, lo cual además las imposibilita, más que nunca, para pedir ayuda.
Las implicaciones de esta realidad serán relevantes no solo durante la emergencia sanitaria, sino también para la pospandemia. Sin embargo, a un par de semanas de la viralización del video y la generación de clics, la cobertura sobre la violencia que viven las mujeres al interior de sus hogares sigue prácticamente ausente en los medios de comunicación. De ahí la necesidad de evitar las prácticas que revictimizan y transgreden los derechos de las víctimas, y en su lugar privilegiar la comprensión, denuncia y énfasis en los aspectos más importantes y urgentes del tema. Durante ya más de un año, muchas mujeres han permanecido silenciadas e invisibilizadas en sus propias casas. No les hagamos lo mismo en aquellos lugares donde es posible darles voz a ellas, no a sus agresores.
* Marcela Nochebuena es encargada del área de Comunicación del @COPRED_CDMX.
Utilizamos cookies propias y de terceros para personalizar y mejorar el uso y la experiencia de nuestros usuarios en nuestro sitio web.