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Del humo al vapeo: regular protegería a futuras generaciones
Innovaciones en políticas de drogas
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El Instituto RIA genera investigación de alto nivel, resaltando y proponiendo soluciones innovadoras para incidir... Continuar Leyendo
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Del humo al vapeo: regular protegería a futuras generaciones

Los vapeadores, diseñados como herramientas de reducción de daños para personas adultas fumadoras, hoy se convierten en el primer acercamiento al consumo de nicotina de jóvenes y adolescentes sin una regulación efectiva debido a su prohibición.
28 de abril, 2025
Por: Julia Anguiano Rosas

En el marco del día de las infancias, es importante hablar sobre cómo promoveremos políticas y estrategias de salud que protejan a las futuras generaciones de los riesgos de los mercados no regulados. Uno de ellos -de creciente interés para docentes, madres y padres de familia- es el mercado de los vapeadores, debido a que estos dispositivos circulan en un limbo de ilegalidad que impide tener un control efectivo sobre el consumo, la calidad de sus compuestos y efectos a la salud.

El resultado de la prohibición de estos productos es paradójica: los vapeadores, diseñados como herramientas de reducción de daños para personas adultas fumadoras, hoy se convierten en el primer acercamiento al consumo de nicotina de jóvenes y adolescentes sin una regulación efectiva, y ello despierta dudas sobre sus implicaciones futuras. Los vapeadores, que pueden comprarse en distintos puntos de venta en el país, provienen de mercados ilegales sin restricciones a la venta para menores de edad y sin estándares sanitarios oficiales.

Por un lado, en un mercado regulado podríamos esperar que el uso de vapeadores de nicotina represente consumos experimentales sin implicaciones tan dañinas para los pulmones y el sistema respiratorio, en comparación a la combustión de los cigarros comerciales, pero sin controles de calidad que regulen las composiciones permitidas de estos productos, no podemos garantizar estos escenarios.  Incluso, podríamos esperar la aparición de suministros inseguros y el impedimento de mejoras en su calidad.

Por otro lado, conocemos que los vapeadores desechables que se encuentran con mayor facilidad en el territorio contienen cantidades concentradas de nicotina, estimadas como altas pero principalmente desconocidas. En este sentido, las juventudes se encuentran más expuestas a desarrollar patrones de uso problemático o dependencia hacia la nicotina a edades tempranas.

Regular estos dispositivos es la única forma de evitar que las búsquedas de experiencias de las adolescencias se conviertan en consumos de riesgo. Ignorar esta evidencia perpetúa el peor escenario: promueve que productos no regulados lleguen a manos de menores y que las personas adultas no tengan acceso a productos de menor daño para sus consumos de nicotina.

Debe diseñarse como una estrategia pragmática, para 1) proteger a las infancias y adolescencias de los mercados no regulados y 2) garantizar la oferta segura de productos a quienes toman la decisión adulta de vapear.

En un marco de regulación legal, y con acompañamiento profesional, los vapeadores pueden ser dispositivos de transición para dejar de combustionar cigarros comerciales, además de evitar el acceso indiscriminado a personas menores de edad. Se trata de una necesidad que ha demostrado su potencial como herramienta de salud pública.

Así lo demuestra Del humo al vapor, un documental que siguió el primer estudio piloto realizado en México sobre el uso de vapeadores como herramienta de apoyo para dejar de fumar. Este trabajo documental acompaña distintos procesos de cesación del uso del cigarro, donde a lo largo de 40 semanas, 10 personas fumadoras participaron en un programa combinado de terapia cognitivo-conductual y uso de vapeadores, notando mejoras a su salud respiratoria en solo tres semanas.

Algunas personas lograron completar la transición del cigarro al vapeo, otras no continuaron el tratamiento –que incluía reducir gradualmente la nicotina– aunque tienen éxito en dejar el cigarro, el objetivo principal del estudio. Resulta preferible vapear y evitar el humo tóxico, aunque no se disminuya la cantidad de nicotina de consumo.

En todos los casos, Del humo al vapor revela una verdad fundamental: el éxito en dejar de fumar no depende solo de la voluntad de quien busca dejar de fumar, sino de las herramientas que tendrá disponibles para mitigar el síndrome de abstinencia que le provocará el dejar de fumar.

El síndrome de abstinencia, un conjunto de síntomas que puede presentarse al dejar de consumir una sustancia, representa un impedimento para dejar de fumar y es mencionado como un obstáculo por quienes intentan dejar de fumar por su propia cuenta. Muchas personas que intentaron abandonar el cigarro con solo “fuerza de voluntad” terminaron fumando aún más después de alcanzar largos periodos de abstinencia, ocasionando frustración y la pérdida del ánimo para volverlo a intentar.

En otras condiciones, obtuvieron mejores resultados. Al usar vapeadores como apoyo, lograron controlar los peores síntomas: la ansiedad, la irritabilidad, los dolores de cabeza y las noches de insomnio. Destacando que además del abatimiento de estos síntomas, lo verdaderamente transformador para sus experiencias era recuperar el control: poder decidir cuándo y cómo consumir.

El vapeo permitió a las personas continuar con la decisión de no fumar, y los sabores jugaron un rol inesperado al hacer esta transición menos traumática, eliminando las asociaciones del vapeo con el cigarro. Cuando sentían ganas de fumar, sólo daban dos jaladas del vapeador. No sentían ansiedad porque seguían consumiendo nicotina, pero el humo ya no afectaba su vida diaria. En cuestión de días, otros aromas ocupaban los espacios de sus casas. Ahorraban mucho sin fumar, podían dormir bien y la tos seca había desaparecido.

La clave de esta estrategia se centró en la progresión, orientando a sus participantes a reducir sus cantidades de nicotina de consumo. Demostró que esta aproximación escalonada resultaba significativamente más efectiva y sostenible que los intentos de abstinencia abrupta.

En México, un país donde 14.3 millones de personas fuman –el 31.1 % de la población (INSP, 2023)– estos hallazgos son cruciales, pues es posible que menos del 5 % logre dejar de fumar sin apoyo. Se estima que el 4.6 % de las adolescencias actualmente fuman cigarros comerciales y el 2.6 % utiliza vapeadores o cigarros electrónicos (ENSANUT, 2022). Pero la disponibilidad de vapeadores de calidad y la inclusión del acompañamiento profesional durante este proceso podrían ayudar a romper este círculo vicioso.

Solo una regulación integral permitirá monitorear los patrones de consumo de la población y disminuir el mercado no regulado. 1 En otros países del mundo, las estrategias de salud pública diferencian claramente sus acciones según el perfil de la población: promueven los vapeadores como una alternativa para personas fumadoras adultas, mientras implementan restricciones para desincentivar su uso entre jóvenes y personas que no fuman.

Estas acciones les han permitido alcanzar el objetivo de disminuir las muertes por humo de cigarro y liderar las menores tasas de tabaquismo a nivel global. 2 Como demuestra su experiencia, esta regulación emerge como una necesidad de salud pública.

Mantener la prohibición de los vapeadores perpetuará un doble fracaso en el ámbito de la salud: con personas adultas sin acceso a productos seguros y adolescencias expuestas a la oferta y acceso de un mercado no regulado. Así que, en el marco del día de las infancias, reflexionemos que las nuevas generaciones merecen políticas basadas en evidencia y no en prohibiciones fallidas. El día de mañana, la disponibilidad de vapeadores de calidad y productos alternativos de administración de nicotina debe ser una realidad. Impulsemos la reducción de daños y la regulación como principios esenciales dentro de los mercados de sustancias.

*Julia Anguiano Rosas es investigadora y analista de políticas públicas. Es licenciada en Políticas Públicas por el Centro de Investigación y Docencias Económicas (CIDE) y Responsable de Investigación en el Instituto RIA. Lidera proyectos de investigación sobre usos de sustancias psicoactivas y políticas de drogas. Está interesada en impulsar políticas públicas sobre drogas centradas en la salud pública y en la producción de información local sobre su consumo.

 

1 En Colombia, el 6 de marzo de 2024 se promulgó una enmienda a la Ley Antitabaco para prohibir su publicidad y venta a menores, y restringir su uso en espacios públicos cerrados. Esta regulación ha permitido monitorear los patrones de consumo de la población, disminuir el contrabando y salvaguardar la salud pública del país.

2 Reino Unido, Suecia y Nueva Zelanda han adoptado políticas que promueven el vapeo como una alternativa menos dañina para fumadores adultos, con regulaciones estrictas para su uso entre jóvenes. Son países cerca de declararse “libres de humo” gracias a su adopción de snus (tabaco oral) y vapeadores.

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Imagen BBC
Victoria regia: la asombrosa planta sudamericana que transformó los espacios en los que vivimos (y sigue inspirando revoluciones)
11 minutos de lectura

Un encuentro en la selva desencadenó una carrera entre jardineros, nobles, inventores… y transformó los espacios en los que vivimos.

06 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
0
Victoria amazonica (Victoria regia) fotografiada en Guyana: flor blanca abierta y hojas flotando
Getty Images
Unos nenúfares que no solo fascinan por su increíble tamaño, capaz de soportar el peso de un niño, sino también por cómo transformaron la arquitectura.

El 1 de enero de 1837, mientras luchábamos contra las dificultades que las plantas del río Berbice presentaban a nuestro avance, vi en un pequeño arroyo una hoja gigantesca, cuyo borde se alzaba unos centímetros sobre el agua; y al acercarme más, me impresionó la aparición de una flor que, por su magnífica belleza, superaba todo lo que había visto hasta entonces“.

Así relató Sir Robert H. Schomburgk, explorador y botánico alemán al servicio del Imperio británico, en el Journal de la Real Sociedad Geográfica, su primer encuentro con la majestuosa planta acuática que pronto cautivaría a sus contemporáneos.

Schomburgk no fue el primero en maravillarse con semejante espectáculo.

Décadas antes, el naturalista checo-alemán Thaddäus Haenke ya había registrado sus hojas colosales cerca de la frontera entre Bolivia y Paraguay, y poco después el francés Alcide d’Orbigny también la describió durante sus viajes por Sudamérica.

Aun así, ni entonces ni ahora se atenúa el asombro que provoca contemplar por primera vez esta extraordinaria creación de la naturaleza.

Al Museo Nacional de Historia Natural de París llegaron hojas, flores y semillas, pero no les prestaron mucha atención.

En Reino Unido sucedió todo lo contrario.

El país estaba obsesionado por la botánica, con nuevas plantas llegando a diario, a medida que se exploraban nuevos territorios que se sumaban al que llegaría a ser el Imperio más grande del mundo.

La Guyana, en ese entonces llamada British Guiana, había sido cedida por los neerlandeses a los británicos dos décadas antes, pero hasta el viaje de Schomburgk aún era virtualmente desconocida para los europeos.

El hallazgo en ese lugar de tan formidable especimen coincidió con el ascenso al trono de la joven Victoria, así que no extraña que llevara su nombre: Victoria regia (más tarde Victoria amazonica).

Fue instantáneamente aclamada como una de las maravillas de la época victoriana y no sólo provocó una fascinación entre sus súbditos, sino también una feroz competencia entre los aristócratas por lograr que esa joya tropical floreciera lejos de su tierra natal.

Pero además, sus hojas inspiraron el diseño del Crystal Palace (el Palacio de Cristal) de Londres, un hito por su audacia y ligereza cuyo uso pionero de hierro y vidrio a gran escala así como su nueva concepción del espacio interior lo convirtió en piedra fundacional de la arquitectura moderna.

Imagen de la época mostrando panorámica del Crystal Palace
Getty Images
El Crystal Palace fue construido en apenas unos seis meses. Tenía más de medio kilómetro de largo y casi 300.000 paneles de vidrio, cada uno soplado artesanalmente.

Hoy seguimos viviendo su legado.

Su influencia -tanto técnica como conceptual- perdura en la mayoría de los edificios contemporáneos que privilegian la ligereza, la transparencia, la funcionalidad y la industrialización de los materiales.

La obsesión

Cuando las semillas de Victoria regia llegaron a Inglaterra, el reto de cultivarlas absorbió a algunos de los personajes más eminentes y emprendedores de la época.

No era porque se esperara que la nueva planta fuera fuente de algún remedio desconocido para la medicina o de alguna gran riqueza hasta entonces inexplotada, subraya Tatiana Holway en su libro “La flor del Imperio”.

La razón era la pasión… por las flores.

Todas las flores, desde las más comunes hasta las más raras, enloquecían a la sociedad británica de esa era, al punto que, quienes se podían dar el lujo, no dudaban en pagar más del equivalente de US$10.000 por un nuevo especimen.

Agrégale, en el caso de ese nenúfar amazónico, otros ingredientes: la aventura de encontrarla, traerla a Inglaterra y el desafío de hacerla crecer, lo que implicaba ambición hortícola, visión científica y fascinación por lo exótico.

Encima, por mucho que lo intentaron, resultó dificilísimo cultivarlas.

Aunque en el famoso jardín botánico londinense Kew Gardens los especialistas lograron que las semillas germinaran, no pudieron mantener vivas a las plantas durante los inviernos.

Crucialmente, allí y en los otros jardines botánicos y colecciones privadas que recibieron algunas de las semillas que envió Schomburgk, los horticultores y botánicos fracasaron en su empeño por que la Victoria regia floreciera.

Eso añadió un nuevo ingrediente que alimentó la obsesión: la gloria que supondría ser el primero en despertar la floración.

Así se desató una feroz competencia entre los aristócratas más acaudalados, cada uno empeñado en verla abrir sus pétalos en sus dominios.

Hoja vista por el revés
Getty Images
Las flores se convirtieron en objeto de deseo, pero fueron las hojas las que inspirarían una transformación.

La carrera por conseguirlo se tornó en un espectáculo cuyo público era internacional, y su escenario, los invernaderos desplegados por toda Inglaterra.

El más grande de todos, de hecho el edificio acristalado más grande del mundo en esa época, se llamaba el Great Stove (literalmente ‘la gran estufa’), y estaba en los jardines de Chatsworth House, el hogar ancestral de la familia Cavendish, cuyos varones primogénitos heredan el título de duque de Devonshire.

El duque y el jardinero

William Cavendish, el duque de Devonshire, dedicaba su atención a las plantas exóticas de su invernadero, asistido por un joven jardinero que pronto se haría célebre: Joseph Paxton.

Paxton era el hijo de un agricultor, y había sido uno de los primeros jóvenes en pedir una plaza en los jardines de entrenamiento de la nueva Sociedad Hortícola.

Fue una idea tremendamente atinada, porque de ahí fluyó su futuro.

El duque lo había contratado cuando tenía 23 años, y le había concedido la libertad de entregarse a sus pasiones en todos los aspectos de la horticultura, incluida la nueva y muy exclusiva ciencia de la construcción de invernaderos.

Ambos rebosaban de entusiasmo y planes ambiciosos, y con el dinero del duque y la imaginación del jardinero, comenzaron a experimentar con el vidrio, creando espacios que recreaban lugares distantes y ampliando la ciencia de la horticultura de formas novedosas.

Fue para resolver el problema de acomodar la creciente colección de plantas exóticas del duque que Paxton diseñó y construyó el Great Stove, que se extendía casi 70 metros de un extremo a otro y se alzaba más de 20 metros.

El costo fue enorme, pero el resultado, mágico, como comprobó en una visita la reina Victoria.

Quedó encantada con un paseo en carruaje en su interior, iluminado por 5.000 velas, con aves tropicales volando entre la exótica vegetación, peces en los estanques, cristales de roca y escaleras en espiral para poder ver las cimas de los árboles.

Nunca se había hecho nada parecido.

Foto del siglo XIX del conservatorio
Dominio Público/Foto: Charles Latham
Cuando Charles Darwin visitó el Great Stove en 1845, escribió: “Quedé cautivado por el deleite… La parte acuática se asemeja más maravillosamente a la naturaleza tropical de lo que hubiera imaginado”.

Lo que ni la reina, ni ninguno de los otros visitantes veían era lo que generaba ese calorsito que sentían al entrar al lugar.

Era una hazaña silenciosa.

Con ocho calderas ocultas, se mantenía la temperatura para simular una zona templada en un extremo y una zona subtropical en el otro.

Había túneles para transportar el carbón que alimentaba las calderas sin que los encargados fueran vistos, y tenía ventiladores en los cimientos de mampostería y en el techo para hacer circular el aire.

Las chimeneas también estaban escondídas para que el humo y vapor salíera lejos, en lo alto de una colina.

Así que cuando empezaron los intentos de cultivar Victoria regia en Inglaterra, entre todos los invernaderos importantes del país, incluido el de Kew Gardens, el Great Stove no sólo era el más grande, sino también el más avanzado.

Eso, y la fórmula de éxito: Paxton estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que floreciera, y Cavendish, dispuesto a pagar para que así fuera.

Pero el horticultor y el duque sólo recibieron semillas de esa planta amazónica por primera vez en 1849, más de una década después de que Schomburgk se topara con ella en Guyana y enviara un lote pequeño a Londres.

Capullos

En sus años de experiencia, Paxton había comprendido que si quería hacer que una planta floreciera, tenía que entender de dónde venía.

Sabía que para la Victoria regia necesitaba crear un entorno donde el agua se mantuviera en movimiento, así que instaló unas pequeñas ruedas en el estanque en el que las iba a cultivar.

Para mantener la temperatura adecuada, colocó tuberías bajo la tierra en el fondo.

Y se aseguró de que el agua tuviera lo necesario para alimentar las plantas.

Pronto sus plántulas empezaron a crecer, con la rapidez impresionante que las caracteriza: en su habitat natural, sus hojas pueden alcanzar un diámetro de unos tres metros a una velocidad increíble, de hasta 2,5 centímetros por hora.

En los invernaderos no alcanzaban semejantes proporciones, pero aun así desplegaban expansiones sorprendentes en poco tiempo.

Cuando el verano terminó, y las noches se hicieron más largas, Paxton supuso que sus Victoria regia morirían, como había sucedido hasta entonces.

No obstante, canceló un viaje que tenía previsto y le pidió al duque que le permitiera quedarse con ellas.

Y a principios de noviembre, le escribió para contarle que había salido un botón, que se había abierto, y que luego un tinte rosado se había extendido desde el centro hasta los bordes del pétalo.

Dibujo de la hija de Paxton sobre una hoja y él mirando
Dominio Público
Paxton demostró cuán asombrosas eran las hojas de la Victoria regia poniendo a su hija a flotar sobre una de ellas.

Paxton había ganado la competencia, y su premio era el prestigio.

Ufano, le escribió al director de Kew Gardens, Sir William Jackson Hooker.

“Estimado Sir William:

“La Victoria regia está ahora en plena floración en Chatsworth y continuará así, creo yo, durante una quincena o más, pues hay una sucesión constante de capullos asomando.

“Lo más probable es que sus plantas ya estén mostrando algo para este momento. Y si no, contemplar esta planta merece un viaje de mil millas.

“Tenemos hojas de casi cinco pies de diámetro (≈ 1,5 metros), y en este momento la planta tiene trece hojas”.

Un mundo acristalado

Con el tiempo se descubriría cuán extraordinarias eran estas flores que tanto esfuerzo había costado cultivar en Inglaterra y luego en Europa.

En 24 horas, cambian de género.

La primera vez que se abren, cuando se oculta el Sol, las flores son blancas, femeninas y receptivas al polen de otras plantas.

Atraen a una especie de escarabajos con un aroma dulce y envolvente, y lo animan a quedarse en su interior con un nectar delicioso y una temperatura más cálida que la ambiental, para que dejen el polen que traían.

Pero ser polinizada es solo la mitad de la batalla.

El nenúfar ahora debe asegurarse de que su propio polen sea transportado a otra flor.

Así que se cierran cuando sale el Sol, con los escarabajos adentro, y se transforman en flores masculinas, con polen.

Cuando las flores se abren la segunda noche, ya no son blancas sino rosadas, sin aroma ni calidez en su interior, todo para obligar a su inquilino nocturno a irse en busca de otra flor blanca a la cual polinizar.

Flor rosada
Getty Images
La segunda noche, las flores son rosadas y su género es otro.

Si bien las flores y otras características de la Victoria regia son fascinantes, fueron sus hojas, vastas y perfectamente estructuradas, las que llevaron a Paxton a intuir un principio capaz de transformar no solo los invernaderos, sino la arquitectura misma.

Deslumbrado por el entramado íntimo de aquellas hojas, no se conformó con admirarlas: las estudió con la precisión de un ingeniero.

Le maravillaba su extraordinaria capacidad de carga, sostenida por una red de venas acanaladas que formaban vigas y arcos naturales.

En 1849, tras lograr la primera floración en Chatsworth, colocó a su hija Annie, de 7 años, sobre una de las hojas gigantes para demostrar su solidez; la imagen apareció poco después en el Illustrated London News, una suerte de declaración pública de lo que aquella planta le había revelado y de lo que imaginaba construir.

“La naturaleza fue la ingeniera”, declararía en 1850 ante la Royal Society of Arts, mientras mostraba una hoja de Victoria regia como ejemplo de un principio estructural perfecto.

“La naturaleza ha dotado a la hoja de vigas y soportes longitudinales y transversales que yo, inspirándome en ella, he adoptado en este edificio”.

Se refería al Crystal Palace, una estructura que parecía desafiar las nociones mismas del espacio y la materia: vasta, transparente, casi ingrávida.

Paxton había pasado de ser un innovador en la jardinería al creador de un proyecto arquitectónico único.

Crystal Palace por dentro
Getty Images
El Crystal Palace fue el primer gran edificio que creó un “clima artificial” a escala masiva, y era desmontable, modular y totalmente prefabricado.

Su sistema de crestas y surcos, inspirado directamente en la geometría de la hoja, era capaz de sostener grandes superficies de vidrio con una ligereza inaudita y a su vez resistente, formada por piezas estandarizadas de hierro y vidrio que podían fabricarse en serie y ensamblarse como un gigantesco mecanismo.

El resultado fue algo sin precedentes: un colosal universo acristalado, casi irreal.

Es difícil imaginar la sensación de asombro que debieron experimentar los visitantes de ese entonces al contemplar aquel prodigio de vidrio y hierro que alojaba la Gran Exposición de 1851.

Su transparencia desorientaba la mirada; apenas proyectaba sombra, y su vastedad parecía desafiar las nociones mismas de espacio y materia.

La prefabricación, el diseño modular, el uso de la luz como material arquitectónico, inauguró una nueva manera de concebir los edificios, y vivimos en su legado.

El Crystal Palace brotó de la Victoria regia, “tan naturalmente como los robles crecen de las bellotas”, escribió Charles Dickens, y las hojas que lo inspiraron han alimentado la imaginación de artistas y arquitectos durante más de un siglo y medio.

Los científicos continúan estudiándolas, desentrañando sus secretos en busca de nuevas lecciones de ingenio.

Ligeras pero extraordinariamente fuertes y eficientes en el uso de la luz, sus estructuras sugieren caminos para la ingeniería, las construcciones flotantes y las tecnologías energéticas.

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BBC

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