La segunda presidencia de Donald J. Trump está aquí. Su regreso a la Casa Blanca viene con serias amenazas para la justicia reproductiva en Estados Unidos y a nivel global. Varias de ellas se han cumplido, como el cierre del micrositio sobre derechos reproductivos del gobierno estadounidense y el restablecimiento de la Global Gag Rule (Ley de Mordaza Global, en español). ¿En qué consiste y cuáles son los efectos de esta última acción?
La Global Gag Rule, también conocida como Mexico City Policy, impide a organizaciones extranjeras que provean, promuevan o refieran servicios de aborto, recibir recursos de asistencia internacional de Estados Unidos. Esta regla operativa fue establecida por primera vez en 1984 durante la presidencia del republicano Ronald Reagan y su vigencia depende del partido en turno. Los gobiernos demócratas suelen detenerla, mientras que los republicanos la activan.
Ahora bien, la Global Gag Rule no significa que Estados Unidos, el mayor donante en materia de planificación familiar, deje de financiar aborto fuera de su territorio. Sus fondos internacionales nunca han pagado por este servicio ni por las estrategias de incidencia para su despenalización, pues sus leyes de relaciones exteriores lo prohíben desde 1973. Por lo tanto, el problema es que esta política orilla a las organizaciones a decidir brindar o no abortos a cambio de ser elegibles en convocatorias que, en comparación con otras, son sumamente atractivas por su alcance y cantidad.
Trump activó y expandió la regla durante su primer periodo. En 2019, su gobierno estableció que la Global Gag Rule era aplicable para todos sus programas globales de salud, que incluye estrategias contra el VIH / SIDA, y extensiva para aquellas organizaciones que recibían fondos cascada de otras entidades financiadas por Estados Unidos. Esta misma política fue restablecida el pasado 24 de enero.
Sus efectos son conocidos. El Centro de Derechos Reproductivos y diversos investigadores de la salud pública han identificado los impactos a nivel organizacional, la población beneficiaria y la sociedad.
El primer impacto de la Global Gag Rule es el debilitamiento de las organizaciones de salud reproductiva. Cuando la regla está activa y las instancias que recibían previamente recursos estadounidenses deciden continuar brindando abortos, sus fondos se reducen y deben enfrentar recortes de personal, desabasto o incluso el cierre de operaciones. Mientras tanto, las organizaciones que deciden acatar la Ley Mordaza experimentan confusiones sobre sus operaciones. La incertidumbre ha conllevado a que clínicas detengan colaboraciones con actores del movimiento de justicia reproductiva o no brinden los servicios permitidos, como la consejería en caso de abortos por violación, por temor a perder su financiamiento.
El segundo es la afectación a la salud de mujeres y personas con capacidad de gestar. De acuerdo con investigaciones en Uganda y Etiopía, el desfinanciamiento de organizaciones ocasiona una reducción del uso de métodos anticonceptivos en los países que reciben asistencia de Estados Unidos. También genera un incremento en el número de mujeres con embarazos no deseados que buscan interrumpirlos. Si consideramos que los abortos siguen ocurriendo y que las organizaciones que brindan o acompañan están debilitadas, es posible inferir que la política está contribuyendo, en última instancia, a la prevalencia de abortos en condiciones inseguras.
El deterioro de la salud de las mujeres también es a causa de las restricciones a la información. El Centro de Derechos Reproductivos documentó que los servicios de prevención y atención al VIH / SIDA, cuando la Global Gag Rule está activa, omiten brindar recomendaciones o dar consultas a mujeres con embarazos de riesgo para evitar “promover” el aborto. Estas omisiones también suceden respecto a la atención post-aborto y anticonceptivos de emergencia.
El tercer impacto ocurre a nivel social. La Global Gag Rule refuerza el estigma sobre el aborto y, con ello, impide que se reconozca como un servicio de salud esencial. Estos efectos en la narrativa tienen consecuencias en la realidad política y social de los países. Organizaciones en Uganda, Kenia y Perú reportan que grupos antiderechos han utilizado esta política estadounidense para justificar ataques en contra de los derechos reproductivos.
Hasta el momento y con la redacción vigente, no esperamos observar estos efectos en el país, pues México no recibe financiamiento del programa global de salud de Estados Unidos. Sin embargo, entendemos que la Global Gag Rule afectará la vida reproductiva de las mujeres y personas con capacidad de gestar en los más de 70 países beneficiarios de dichos fondos que, en su mayoría, son regiones empobrecidas cuyos sistemas de salud pública dependen de recursos extranjeros. Este hecho no es menor. Los impactos de esta política cíclica –ahora vigente por Trump– recaen sobre las mujeres provenientes de los sectores marginalizados del Sur Global.
Esperamos que este contexto abra un diálogo sobre la deuda histórica del financiamiento, tanto nacional y por asistencia internacional, en la salud y vida de las mujeres. A su vez, nos solidarizamos con las colegas en las Américas y África que han trabajado arduamente estas semanas para hacer frente a esta política. ¡Solidaridad internacional feminista!
* Geras Contreras (@GerasContreras) es Oficial de Movilización de Recursos en @GIRE_mx.
Cuantas más opciones, más difícil se hace elegir, y el resultado de nuestra elección nunca es demasiado satisfactorio. ¿Cómo lidiar con el exceso de opciones?
¿Alguna vez te ha costado más escoger una película o una serie en una plataforma de streaming que ver directamente algo? ¿O has dado muchas vueltas antes de comprar un producto online solo para seguir dudando después? En una sociedad con más posibilidades que nunca, elegir se ha convertido en una fuente de ansiedad: lo que en principio parecía una ventaja puede acabar siendo una carga.
La psicología lo define como la “paradoja de la elección”: cuantas más opciones hay, más difícil es decidir… y menos satisfacción genera la decisión tomada.
Este fenómeno fue descrito por el psicólogo Barry Schwartz, quien propuso que el exceso de libertad puede tener efectos adversos sobre el bienestar. En lugar de hacernos más felices, una abundancia de opciones tiende a bloquear, frustrar y provocar la sensación persistente de que se podría haber elegido mejor.
Un estudio clásico de Sheena Iyengar y Mark Lepper demostró que ante una variedad de 24 sabores de mermelada frente a solo 6, los consumidores eran menos propensos a comprar. La sobrecarga de alternativas no solo complica la decisión, también reduce la satisfacción con lo elegido.
Este patrón no se limita al consumo. También se observa en decisiones vitales, desde la elección de estudios hasta relaciones personales. En contextos universitarios y profesionales, el exceso de opciones puede generar una sensación de parálisis, dudas constantes y miedo a equivocarse.
La psicología ha identificado diferentes estilos de afrontamiento ante la toma de decisiones. Entre ellos, los dos más estudiados son el perfil del maximizer y el del satisficer.
Esta distinción fue formalizada en un influyente estudio publicado en Journal of Personality and Social Psychology.
Las personas con un estilo maximizer tienden a buscar siempre la mejor opción posible. Evalúan muchas alternativas, comparan exhaustivamente, investigan a fondo y posponen decisiones en busca de una elección óptima. Aunque este comportamiento puede parecer racional o ambicioso, en la práctica suele asociarse a consecuencias negativas para el bienestar emocional.
El estudio citado mostró que los maximizers:
Además, otras investigaciones han asociado este perfil a síntomas depresivos, especialmente cuando las decisiones se toman en contextos complejos o inciertos.
En contraste, el estilo satisficer se basa en elegir una opción que cumpla criterios personales mínimos o razonables, sin necesidad de compararla con todas las demás. Estas personas no buscan lo perfecto, sino algo que encaje con sus necesidades o valores.
Según la misma investigación, los satisficers:
Tienen una mayor estabilidad emocional tras la toma de decisiones.
El estilo satisficer no implica conformismo, sino un enfoque más funcional y adaptativo. Como señalan otras investigaciones, estas personas tienden a conservar recursos cognitivos y emocionales, lo que les permite enfrentar mejor la incertidumbre y reducir la fatiga a la hora de tomar decisiones.
La diferencia entre ambos perfiles no solo influye en cómo se decide, sino en cómo se vive el proceso y sus consecuencias. El estilo maximizer puede ser útil en contextos técnicos o decisiones de alto riesgo, pero su aplicación constante en la vida diaria –donde muchas veces no existe una opción claramente “mejor”– puede deteriorar el bienestar psicológico.
Por el contrario, adoptar una actitud satisficer permite tomar decisiones con más tranquilidad, asumiendo que ninguna será perfecta, pero muchas pueden ser válidas. En tiempos de sobreabundancia de opciones, este enfoque parece más sostenible emocionalmente.
La paradoja de la elección se manifiesta en múltiples aspectos de la vida cotidiana:
Elegir entre muchas alternativas exige recursos cognitivos y emocionales. A mayor número de opciones, mayor probabilidad de experimentar ansiedad anticipatoria, dudas persistentes, arrepentimiento posterior a la decisión, disminución del placer con lo elegido y fatiga mental.
Además, en contextos de presión social o autoexigencia elevada, esta dificultad se agrava. La sensación de que “todo depende de una elección correcta” puede derivar en estrés crónico o evitación.
El fenómeno de la fatiga decisional ha sido descrito también en el ámbito clínico. Algunos estudios muestran cómo el esfuerzo mental acumulado por tomar muchas decisiones reduce la capacidad de autocontrol y aumenta la vulnerabilidad al estrés.
Desde la psicología aplicada, se han propuesto diversas estrategias para reducir el impacto negativo de la sobreabundancia de opciones:
En un contexto cultural que asocia libertad con cantidad, puede parecer contradictorio que reducir opciones aumente el bienestar. Sin embargo, numerosos estudios lo confirman: un exceso de alternativas genera ruido, fatiga y frustración.
Apostar por una toma de decisiones más simple, más conectada con lo personal y menos centrada en encontrar lo “óptimo” puede ayudar a mejorar la salud mental y la calidad de vida. En este sentido, elegir menos no es conformarse, sino decidir con más sentido.
*Oliver Serrano León es director y profesor del Máster de Psicología General Sanitaria de la Universidad Europea de Canarias, Universidad Europea
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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