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Una vida examinada: reflexiones bioéticas
El Programa Universitario de Bioética (UNAM) desarrolla investigaciones interdisciplinarias, docencia y difusión que promuevan la... Continuar Leyendo
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La cultura de la dádiva
La dádiva forma parte de uno de los mecanismos más primitivos de interacción comunitaria; en un inicio, estuvo dirigido a aquellos en situación vulnerable en los primeros grupos sociales. Hoy se ha convertido en un instrumento que condiciona y normaliza la codependencia, particularmente en temas relacionados con el corporativismo social y la salud individual y colectiva.
26 de abril, 2024
Por: Rodrigo Ramos Zúñiga

La mano extendida en postura receptiva tiene orígenes profundos en la evolución humana con sus modelos de sobrevivencia, en la filogenia, la antropología social y en los comportamientos adaptativos de las comunidades contemporáneas.

La intención de los primeros grupos sociales era, justamente, obtener los beneficios de la vida comunitaria, defenderse, cazar en grupo, obtener alimento de forma proactiva. Pero también apareció la opción de obtener beneficios desde la dádiva, que dependía de la voluntad de los otros y, en términos morales, de una moral heterónoma rudimentaria.

Existe una amplia diferencia entre una mano extendida que sostiene un instrumento de trabajo y la mano ociosa que expresa una paciencia letárgica que no coincide con el érgon (del griego, εργον, trabajo) proactivo.

En este escenario surge la concepción de la espera, que eventualmente se confunde con la expectativa y la esperanza, términos que no significan lo mismo. Expectativa implica esperar algo por consecuencia de la inercia del destino o de un hecho propiciado por los mecanismos más elementales de la acción y la reacción. Esta ruta de la expectativa es la misma ruta del placer que tiene hoy en día una conceptualización bien definida en la esfera neurobiológica.

Pero la esperanza tiene una connotación más profunda y amplia que le da un toque propio de las emociones morales complejas y que está representado por el hecho de que aquello que se espera le dé un sentido a la existencia. De hecho, la primera prueba psicológica para medir depresión se denomina la prueba de desesperanza de Beck.

Esta mano pasiva representa el encuadre de la dádiva que queda sujeta a los designios de un destino, en ocasiones divino o cuasi divino, o de ciertas inercias sociales postuladas por las ideologías, o bien en una autoría endosada a la naturaleza y a las circunstancias que son parte de la otredad.

Los otros siempre resultan actores protagónicos y, eventualmente, los hacemos responsables de nuestra bonanza o tragedia.

En el entorno terrenal, los humanos han retomado este modelo y hoy han convertido la dádiva en un capital rentable, que opera como una moneda de cambio para mantener voluntades y conciencias alineadas con los preceptos ideológicos que va definiendo el péndulo de la línea temporal.

De pronto la oferta y la demanda han tomado la expectativa como un activo primario y, en ocasiones, a la esperanza como una parte central de la narrativa en el discurso en ciertos liderazgos. Esta condición embona muy bien con la cultura de la dádiva en la que siempre aparece ese “otro” con cierto poder para capitalizar la dádiva y se postula como responsable de darnos algo y resolver nuestras necesidades en medio de un río revuelto.

Hoy la misma sociedad ha validado y legitimado esta historia en que la dádiva tiene sus fases de embeleso como la “luna de miel”, y una vez que fenece fatigada ante la realidad, apelamos a su subsistencia al exigir que otros entes nos den algo como parte de un derecho a recibir en un marco moralista de dignidad.

Este proceso forma ya parte de las entrañas comportamentales contemporáneas para calificar los liderazgos, lo que significa que quien más nos llena las manos de algo que nutre la expectativa, aun con ideaciones falaces y fuera de la realidad, se le reconoce como el proveedor idóneo al que le conferimos el poder de decidir por nosotros.

Así es como la expectativa genera un binomio dependiente, eventualmente insaciable, que se traduce con el tiempo en una relación tóxica y patológica. Aún más cuando se encuentra aderezada por preceptos ideológicos y confesionales que llegan a resultar tan incuestionables como peligrosos para las libertades elementales.

Tal como el síndrome de Estocolmo en que la víctima se enamora de su secuestrador, empieza por legitimar y sublimar cierto tipo de tratos en que la mendicidad puede fácilmente confundirse con un elemento indispensable para lograr aspirar a un satisfactor normal. Entonces la narrativa de “nunca nadie nos había dado nada” o “nadie había puesto algo en nuestra mano” cubre ese vacío a la perfección, que los líderes del nuevo marketing saben capitalizar con mucha habilidad.

En consecuencia, es fundamental replantear que la cultura de una sociedad, que involucra el respeto a los derechos fundamentales y a los ecosistemas, se constituye como un marco de referencia en las ciencias de la vida. Y las raíces de la filosofía, expresadas a través de la ética y la moral, definen el rol transdisciplinar de la bioética en la sociedad contemporánea.

Para el caso de la salud es fundamental promover la corresponsabilidad a través de la cultura del autocuidado y la prevención, especialmente cuando una persona presenta un quebranto en su salud que lo convierte en una persona vulnerable. En estas condiciones la dádiva no funciona y puede estar sujeto a disparidades y discriminación ante un sistema sanitario que aún no supera sus limitaciones para ofrecer una atención eficiente en el escenario individual y colectivo.

La educación crítica y reflexiva, la actividad creativa que cuestiona y genera pensamientos y acciones, puede conducirnos a horizontes diferentes propios de un autoliderazgo proactivo.

Es sólo entonces cuando además esa mano extendida se puede convertir en una mano que saluda, que no agrede, que crea arte y trabajo, que transforma y produce y que puede comunicar con esa destreza minuciosa, los nuevos caminos de la autonomía y la dignidad.

* Rodrigo Ramos Zúñiga es neurocirujano, doctor en Neurociencias y profesor Investigador del Centro Universitario de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Guadalajara; es académico, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II, y de la Academia Nacional de Medicina de México, así como emérito del Consejo Mexicano de Cirugía Neurológica. En 2014 obtuvo el Premio Jalisco en Ciencias. Es autor de La cultura bioética en la sociedad contemporánea.Guadalajara:Ediciones de la Noche, 2021.

 

Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.

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De la frontera de México y EU a la guerra en Gaza: las impresionantes fotos ganadoras del World Press Photo 2024
4 minutos de lectura
De la frontera de México y EU a la guerra en Gaza: las impresionantes fotos ganadoras del World Press Photo 2024

Su trabajo “Los dos muros” ganó en una de las cuatro principales categorías del concurso mundial de fotografía de prensa.

18 de abril, 2024
Por: BBC News Mundo
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Una fotografía de dos migrantes que se conocieron en México y se enamoraron de camino a Estados Unidos forma parte de la serie “Los dos muros” con la que el venezolano Alejandro Cegarra ganó el premio al Proyecto a Largo Plazo, uno de los cuatro principales galardones del World Press Photo 2024, el concurso mundial de fotografía de prensa.

En la imagen se ve a la hondureña Rosa Bello (izquierda) y al venezolano Rubén Soto sentados en el techo de uno de los vagones del tren de mercancías conocido como “La Bestia”.

Según el jurado, la propia experiencia de Cegarra, que emigró a México desde Venezuela, le ayudó a documentar con respeto y sensibilidad los peligros a los que se enfrentan y la resistencia que demuestran.

Seis jurados regionales seleccionaron una lista de más de 61 mil trabajos de casi 4 mil fotógrafos de 130 países.

Advertencia: Algunas de las siguientes imágenes pueden resultar perturbadoras.

Imagen del trabajo
ALEJANDRO CEGARRA, PARA THE NEW YORK TIMES
Un hombre camina sobre unos de los vagones de “La Bestia”, en Piedras Negras, México.
Imagen del trabajo
ALEJANDRO CEGARRA, PARA THE NEW YORK TIMES
El venezolano Carlos Mendoza cruza el río Grande para solicitar asilo en Estados Unidos.

Fiona Shields, jefa de fotografía de The Guardian y presidenta del jurado global, declaró que los “trabajos seleccionadas son un tapiz de nuestro mundo actual, centrado en imágenes que creemos han sido realizadas con respeto e integridad, que pueden hablar universalmente y resonar mucho más allá de sus orígenes”.

“Esta es una oportunidad para aplaudir el trabajo de los fotógrafos de prensa y documentales de todo el mundo –realizado con valentía, inteligencia e ingenio– y para amplificar la importancia de las historias que están contando, a menudo en circunstancias inimaginables”.

Foto del año del World Press Photo 2024 de Mohammed Salem
MOHAMMED SALEM, PARA REUTERS
Inas Abu Maamar acuna el cuerpo de su sobrina Saly.

La imagen elegida como la “Foto del año 2024” muestra a Inas Abu Maamar, de 36 años, acunando el cuerpo de su sobrina Saly, de 5, muerta, junto con su madre y su hermana, cuando un misil israelí alcanzó su casa, en Jan Yunis, Gaza.

Mohammed Salem había estado fotografiando a residentes que buscaban a familiares desaparecidos en la morgue del Hospital Nasser, para la agencia Reuters, pocos días después de que su propia esposa diera a luz.

La imagen fue compuesta con cuidado y respeto, ofreciendo una visión tanto metafórica como literal de una pérdida inimaginable, declaró el jurado.

A continuación te mostramos otras de las fotos ganadoras:

Lee-Ann Olwage ganó “Historia del Año” con un estudio íntimo de
LEE-ANN OLWAGE, PARA GEO
Lee-Ann Olwage ganó “Historia del Año” con un estudio íntimo de “Dada” Paul Rakotozandriny, de 91 años, que vive con demencia, en Madagascar, cuidado por su hija Fara.
El trabajo de Julia Kochetova en Ucrania ganó el Premio de Formato Abierto.
JULIA KOCHETOVA DE LA SERIE, “LA GUERRA ES PERSONAL”
El trabajo de Julia Kochetova en Ucrania ganó el Premio de Formato Abierto.
LALO DE ALMEIDA, PARA FOLHA DE SÃO PAULO
Esta foto de Lalo de Almeida, “Sequía en el Amazonas”, ganó la categoría “Individuales” en Sudamérica. . Los habitantes de Porto Praia tuvieron que caminar kilómetros por el lecho seco del río para llegar a sus casas.
“Cielos rojos, aguas verdes” de Adriana Loureiro Fernández
ADRIANA LOUREIRO FERNANDEZ, PARA THE NEW YORK TIMES
En “Historias” la ganadora fue el trabajo “Cielos rojos, aguas verdes” de Adriana Loureiro Fernández, tomada en Punta Mata, Venezuela.
Ebrahim Noroozi fue seleccionado en la categoría “Historias” para la región asiática con su trabajo “Afganistán al límite”.
EBRAHIM NOROOZI, PARA ASSOCIATED PRES
Ebrahim Noroozi fue seleccionado en la categoría “Historias” para la región asiática con su trabajo “Afganistán al límite”. En esta imagen se ven unos niños mirando una manzana que su madre trajo a casa después de pedir limosna en un campo de desplazados internos, a las afueras de la capital afgana. Kabul.
imagen de Eddie Jim, “Luchando, no hundiéndose”.
EDDIE JIM, PARA THE AGE/SYDNEY MORNING HERALD
Aquí podemos ver a Lotomau Fiafia, de 72 años y uno de los líderes de la comunidad, junto a su nieto John, en la bahía de Salia, isla de Kioa (Fiji), en el punto donde recuerda que estaba la costa cuando era niño. La imagen de Eddie Jim, “Luchando, no hundiéndose”, fue la ganadora en la región del sur este asiático y Oceanía.
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