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Érase una vez un toro marciano que sabía actuar
Una vida examinada: reflexiones bioéticas
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El Programa Universitario de Bioética (UNAM) desarrolla investigaciones interdisciplinarias, docencia y difusión que promuevan la... Continuar Leyendo
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Érase una vez un toro marciano que sabía actuar

El ganado de lidia siente y sufre igual que el resto de los mamíferos. Sin embargo cuando se trata de la tauromaquia, mágicamente se ignoran las numerosas normativas que deberían regular el cuidado y muerte de los animales
22 de junio, 2022
Por: María del Carmen Valle Lira

Este texto es el intento de entender, desde una perspectiva clínica y bioética, las justificaciones que intentan prolongar la celebración de eventos taurinos.

A través de los años he escuchado, leído y estudiado muchas de las razones por las cuales algunas personas consideran que la tauromaquia es defendible. Sin embargo, sigo sin estar convencida, porque al final todo se reduce a dos cosas: falacias y opiniones.

Falacias son falsos argumentos que intentan convencernos, por ejemplo, apelar a una tradición, como si toda tradición fuera automáticamente defendible; digan esto a las niñas que son vendidas o casadas con hombres mayores como una tradición. “Bueno, pero también es arte” dicen. Hay numerosas obras de arte que han surgido de escenas violentas como la guerra, y no les veo apoyando el conflicto en Ucrania para crear más arte. Pero la cuestión de las falacias ya la ha explicado ampliamente el doctor Gustavo Ortiz en su texto “Ética para matador”.

El otro punto: las opiniones. Una opinión o un parecer no es un argumento válido. Algunas personas opinan que los toros no sufren en la corrida, que hasta la disfrutan. Opinan que es un animal distinto al resto de los bovinos, e incluso de los demás mamíferos y vertebrados. Pero las opiniones no son argumentos válidos, por muy embellecidas que las presentemos. Si queremos demostrar algo, es decir, dar argumentos válidos y objetivos, entonces necesitamos dos cosas: lógica y evidencia.

Primero, no es lógico pensar que el sistema nervioso del toro de lidia funciona de manera diferente al del resto de los animales. En más de 20 años de estudios y práctica profesional, atendiendo desde jirafas y elefantes hasta ratones, salamandras y tortugas, no he encontrado un animal vertebrado que no sienta dolor y sufra si se le entierran objetos punzocortantes en su cuerpo (y créanme que reaccionan cada vez que los tengo que inyectar). ¿Por qué debería ser diferente con los toros de lidia? ¿Acaso vienen de Marte? ¿Tienen una línea evolutiva completamente diferente al resto de los vertebrados? No, siguen siendo vertebrados, mamíferos y bovinos que funcionan neurológica y cognitivamente como el resto de los demás animales de su tipo.

“Pero es que se han seleccionado”, argumentan los taurinos. Y es cierto, se selecciona a los toros por sus características físicas, tamaño, apariencia, y también carácter; pero eso no está relacionado con las estructuras neurológicas de dolor o las cognitivas. Pensar en seleccionar un animal que no siente es como pensar en seleccionar un animal que no respira. La percepción del dolor es fundamental para la supervivencia de cualquier especie animal, de otra manera no nos daríamos cuenta de que nos hemos lastimado o enfermado y las tasas de morbilidad y mortalidad serían altísimas. Las capacidades emocionales y cognitivas son igualmente fundamentales para la supervivencia, especialmente en animales sociales como los bovinos. Más aún, cuando vemos que un toro en el ruedo despliega numerosos signos de dolor y sufrimiento, ¿acaso está fingiendo? ¿Se le han dado clases de actuación? ¿Hace como que le duele, aunque no le duela? Es ilógico.

El ganado de lidia siente y sufre igual que el resto de los mamíferos. Sin embargo cuando se trata de la tauromaquia, mágicamente se ignoran las numerosas normativas que deberían regular el cuidado y muerte de los animales, escudándose en la secreción de hormonas y neurotransmisores que se secretan durante la fase de estrés. Si de verdad sustancias como la adrenalina y las endorfinas fueran suficientes para dejar no sólo de sentir dolor, sino hasta de disfrutar de ese tipo de experiencias, ¿entonces para qué existen los analgésicos y anestésicos? Podríamos realizar todo tipo de procedimientos sin necesidad de dar tratamientos para el dolor, ni siquiera en seres humanos, porque también producimos este tipo de sustancias ¿Acaso los taurinos accederían a someterse a un procedimiento quirúrgico o a una extracción dental sin anestesia y analgesia? Por eso quienes ejercemos la Medicina tenemos protocolos de manejo de dolor; por humanidad, por profesionalidad y por honrar nuestro juramento médico.

En una corrida de toros se violan todas las regulaciones de bienestar animal y sanitarias, y eso no tiene otro nombre más que impunidad. ¿Cuál es el privilegio de los aficionados a la fiesta brava, que pueden violar las leyes constantemente sin ninguna repercusión? “No está prohibido”, dirán, pero esta anuencia es igualmente ilógica cuando nunca se permitiría hacer eso con ningún otro animal.

No es lógico, no es coherente, no es consecuente.

Si no hay lógica, ¿qué hay de la evidencia? La evidencia no incluye opiniones personales, aunque las disfracen con términos científicos elegantes. Al decir evidencia me refiero a estudios anatómicos y neurofisiológicos que demuestren contundentemente que estos toros no sienten ni piensan como el resto de los bovinos o de los mamíferos. Mejor aún, documentos oficiales que avalen las diferencias en frecuencias genéticas que prueben, sin lugar a duda, esta gran diferencia biológica que justifique que estos toros deban ser considerados y tratados de manera distinta al resto de los demás animales vertebrados. Esta evidencia sigue ausente.

Al final ¿qué tenemos? Falacias, opiniones sin lógica y sin evidencia apoyando una actividad reprobable. La tradición y la cultura no son elementos que por sí solos legitimen continuar realizando estos eventos. Las afirmaciones neurobiológicas que hacen los aficionados son ilógicas, no encuentran coherencia ni soporte en el conocimiento validado científicamente. Sólo tenemos un grupo cada vez menor de personas que reclaman su diversión a costa del dolor y sufrimiento animal. Tenemos excepciones que permiten la impunidad.

A menos que los toros de lidia sean marcianos insensibles que saben actuar, no es posible defender este tipo de acciones. Estas celebraciones, finalmente, son producto de eventos sociales, de una cultura que debe ser revisada.

La palabra “cultura” proviene del latín cultum, “cultivo”. La cultura es aquello con lo que cultivamos nuestra humanidad y espiritualidad. ¿Qué clase de humanidad estamos cultivando con la tauromaquia? La que ignora el sufrimiento, la que cosifica e instrumentaliza a los demás seres y al ambiente, la que nos ha llevado a una crisis socioambiental global. ¿Es ésa nuestra humanidad, lo más noble en nosotros? ¿O queremos cultivar una humanidad REALMENTE humana? La que atiende el sufrimiento, la que cuida a los vulnerables. Esa humanidad que desde hace miles de años atiende al herido y al enfermo. La humanidad que desarrolló las artes, la medicina y la ética. La humanidad como ideal de grandeza de espíritu, de sabiduría y benevolencia.

Para mí, clavar objetos punzocortantes sobre un ser sintiente por diversión no es algo que cultive lo mejor de mi humanidad; hacer un espectáculo del sufrimiento no es una virtud que ennoblezca mi espíritu. Al contrario, es algo que nos hace inhumanos e indolentes, que cultiva el egoísmo y la crueldad.

¿Cuál es la verdadera historia, la del toro marciano o la de un toro de la Tierra?

Érase una vez un toro sensible que no sabía actuar, había crecido en el campo y un día encontró la muerte. Una muerte lenta, dolorosa y humillante, una larga agonía durante la cual trató de huir, trató de defenderse, gritó y sufrió. Lamentablemente, los humanos a su alrededor no lo escucharon, no lo ayudaron. Los humanos que lo criaron, cuidaron y alimentaron le dieron la espalda. ¿Lo escucharán ahora quienes pueden asegurarse de que esto no vuelva a pasar?

* María del Carmen Valle Lira (@Leptospira) es Médica Veterinaria Zootecnista, Maestra en Ciencias por la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia y candidata a Doctora en Bioética por la Facultad de Medicina, ambas de la UNAM, Diplomada en Bioética por el PUB y certificada como docente de Bioética por la UNESCO. Su trabajo se ha enfocado por más de 20 años en el cuidado y conservación de los animales silvestres en zoológicos y en vida libre, participando en diversos proyectos con organizaciones nacionales e internacionales. Asimismo, se ha dedicado a la atención clínica de animales de compañía no convencionales. Actualmente es Profesora de Asignatura en las facultades de Ciencias, de Química y de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM.

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Imagen BBC

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