
En alguna ocasión, siendo estudiante de preparatoria en una institución privada, uno de mis compañeros dijo a otro: “Con la Biblia te demuestro que Dios existe y, también que no”. Los textos, los autores, las obras literarias, las construcciones teóricas, etcétera, se pueden utilizar para demostrar que uno tiene la razón y que la otra persona está en el error.
En el ámbito de la bioética se dan enfrentamientos y descalificaciones entre quienes defienden una teoría y atacan las otras. Alguien me dijo que “la bioética o era kantiana o no era bioética ni mucho menos ética”. Es cierto que, en ocasiones, debido al temperamento propio se elige tal o cual corriente o teoría ética, lo cual, sin embargo, no debería ser fuente de absolutismo total ni de total relativismo. En el medio está la virtud.
La bioética, una disciplina híbrida cuyo núcleo es el diálogo entre las ciencias de la vida y los valores morales, sufre, frecuentemente, los embates de los defensores de corrientes, teorías, modelos y métodos que desean que se proclame su perspectiva como la verdadera. En este punto quisiera centrar mi reflexión, especialmente, porque existe un antídoto contra la así llamada posverdad, entendida como aquellas circunstancias que hacen visible que la objetividad —que se construye sobre hechos patentes— tiene un peso específico menor —en el proceso de construir la opinión pública— que las creencias individuales y comunitarias y las emociones, los sentimientos y las intuiciones.
Este antídoto contra la posverdad se construye con una descripción detallada de lo que se considera objetivamente la verdad, que es la meta última del conocimiento objetivo. En las demás esferas de conocimiento, existen las llamadas verdades religiosas, históricas, jurídicas, que son verdades en sentido lato. Sin embargo, en la esfera de la moral, más que alcanzar la verdad, lo que se pretende es lograr la justificación de los juicios morales; una justificación que alcanza diversos grados de solidez y fortaleza de acuerdo con el peso específico de los argumentos que se empleen en el proceso de deliberación.
Algunos proclaman que vivimos en la época de la posverdad, que se produce cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. Si se admite, entonces, que ya no existe una verdad absoluta que sirva de guía y proporcione fundamento al actuar de los seres humanos, las preguntas ineludibles que surgen delante de este panorama son las siguientes: ¿desde qué criterios o parámetros se pueden legitimar las acciones morales?, ¿cómo se justifican los juicios morales?, ¿se parte de normas, leyes y reglamentos, confundiendo derecho y ética, autoridad y poder?, ¿son los imperativos categóricos, los principios prudenciales, la base del juicio y actuar humano o está el fundamento de los juicios morales en el contexto histórico de cada sociedad?, ¿están guiados los juicios morales únicamente por la razón o sólo por los sentimientos, las emociones y las intuiciones? Recordemos que para captar la verdad no son suficientes ni las razones ni las evidencias ni las proposiciones coherentes, sino que es estrictamente indispensable una vocación de la voluntad que se deje llevar por las evidencias y la coherencia, lo que no se da en el terreno de lo racional, sino en el de la sensibilidad.
En el día a día, la gente es capaz de entenderse y, por tanto, es capaz de reconocer la verdad; sabe lo que quiere decir y sabe de lo que está hablando. Hay un sustrato sólido y común, y esa es la verdad. En otras palabras, en la vida ordinaria, las sociedades humanas, en general, funcionan de manera adecuada porque existe la convicción planteada por Aristóteles cuando expresó: “Falso es, en efecto, decir que lo que es, no es, y que, lo que no es, es; verdadero que lo que es, es, y que lo que no es, no es”. 1
Uno de los criterios de verdad o, quizá, mejor, de autenticidad en el ámbito moral, es la empatía del ser humano, sobre todo porque la verdad de la moralidad tendría su núcleo en conocerse y cuidarse uno mismo, en sentir empatía por los otros seres humanos, los demás seres vivos y una actitud de cuidado por la casa común de todos, que es este planeta llamado Tierra.
Entre otras significaciones de la moral, una va en la línea de aseverar que ésta consiste, básica y fundamentalmente, en buscar las mejores opciones que permitan la reducción del sufrimiento en el mundo. Los ciudadanos de una comunidad civil, creyentes o no, que han decidido actuar con buena voluntad y que toman decisiones apoyados, lo más posible, en su claridad mental, se abstienen de asesinar, por ejemplo, no porque eso esté vetado en algún texto sagrado, sino porque, a través de un proceso de análisis y de razonamiento, han llegado a descubrir que el asesinato inflige un inmenso sufrimiento a los seres conscientes y sentientes.
Ahora bien, es cierto que algunas afirmaciones morales estaban, y siguen estando, construidas sobre el cimiento de algunas percepciones falsas, lo que ha provocado graves alteraciones y perturbaciones en los juicios morales. La justificación de estos debería estar basada en la evidencia empírica, los conceptos y la lógica. Por otro lado, es necesario no perder de vista que el objeto de la ética aplicada es llegar a la mejor decisión, una decisión justificable y probable; por eso, parece ser que la mejor justificación está basada en la universalización, los valores, las normas, los principios, los casos paradigmáticos, el consenso y las consecuencias. De esta manera, una hipótesis plausible en este contexto es que, si las creencias erróneas han dado origen a comportamientos insostenibles, si una visión del mundo distorsionada genera una ética defectuosa, es necesario establecer los hechos relevantes, construir los valores y establecerlos, porque: “Sobre los valores hay que ‘deliberar’, tanto individual como colectivamente”.
Al momento de justificar los juicios y las decisiones morales es necesario recordar el concepto casuístico de que las decisiones en bioética no son dicotómicas, maniqueas, por irse al extremo de verdadero o falso absolutamente hablando. En bioética como en la vida no hay certezas absolutas, sino probabilidades. Por eso, para lograr una toma de decisiones técnica y éticamente correctas por parte del ser humano se necesita un procedimiento. Desde los antiguos filósofos griegos se llamaba deliberación, que puede ser individual o colectiva. La colectiva es mucho más difícil que la individual porque demanda tener en cuenta las opiniones y los puntos de vista distintos e incluso opuestos al propio; eso no es fácil, a veces ni siquiera es posible. Tomar decisiones correctas en medio de la incertidumbre exige un largo aprendizaje que debería comenzar en épocas muy tempranas de la vida y constituir uno de los objetivos básicos del sistema educativo.
Cuando Antonio Machado 2 escribió el “Proverbio LXXXV” de sus Nuevas canciones, que se refiere a la verdad absoluta, puesta con la V inicial mayúscula, tal como se escriben los nombres propios en castellano, buscaba manifestar el deseo universalista de buscar —y hacerlo en compañía de los otros—, establecer y decir la verdad:
¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Si Sartre dijo que estábamos condenados a ser libres, algo semejante puede afirmarse de la ineludible tarea de tomar decisiones, muy frecuentemente en medio de la incertidumbre. Si queremos vivir, convivir y sobrevivir en el planeta Tierra, más que imponer una verdad moral, urge intentar que nuestras decisiones sean ponderadas, razonables y prudentes; es decir, de esto depende no sólo nuestra felicidad, sino, muy probablemente, también el éxito de la especie a la que pertenecemos e, incluso, de toda la vida.
* Eduardo Farías Trujillo es licenciado en Filosofía por la Universidad Vasco de Quiroga; maestro en Teología y Ciencias Patrísticas por la Universidad Lateranense de Roma; en Ética y Bioética Aplicada por la Universidad Autónoma de Querétaro, y en Bioética por la Universidad de Clarkson de Nueva York, así como doctor en Bioética por la UNAM.
Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.
1 Aristóteles. Metafísica, IV, VII, 1011b. Gredos, Madrid. Traducción: Julio Pallí Bonet, 2015.
2 Machado, A. Nuevas canciones. Mundo Latino, 1924.

Hace dos siglos, en Darlington, Inglaterra, se puso en funcionamiento el primer ferrocarril de pasajeros de la historia. Para celebrar este hito, te traemos una selección de rutas muy atractivas.
El 27 de septiembre de 1825, periodistas y curiosos de toda Inglaterra acudieron en masa a la ciudad de Darlington (a unos 420 kilómetros al norte de Londres) para presenciar una innovación que revolucionaría el transporte.
Ese día, cientos de pasajeros se apiñaron en alguno de los 20 vagones, mientras el tren a vapor alcanzaba los 40 kilómetros por hora con dirección a la cercana ciudad de Stockton. Este breve e histórico viaje marcó el primer tren público de pasajeros y el inicio del ferrocarril moderno.
Doscientos años después, los trenes recorren el mundo, desde los lentos viajes clásicos hasta los futuristas trenes de alta velocidad. Aunque viajar en avión se popularizó en las décadas de 1950 y 1960, los trenes aún evocan nostalgia y asombro en muchos viajeros, y siguen siendo una de las formas de transporte más respetuosas con el medio ambiente.
Con motivo del bicentenario de este medio de transporte, te presentamos algunas de las rutas ferroviarias más hermosas e icónicas del mundo para inspirar tu próximo viaje.
Conocido como “el ferrocarril del señor Henderson”, este vestigio de la época victoriana recorre la campiña andaluza y surgió de un momento interesante en la historia británica y española.
La ruta recibe su nombre del financiero ferroviario británico Alexander Henderson, quien financió el proyecto en 1892 para conectar el peñón de Gibraltar, bajo control británico, con el resto de España.
Los intentos anteriores de unir por ferrocarril el puerto de Algeciras con el corazón de Andalucía habían fracasado, en parte porque los bosques y colinas que ahora atraviesa el tren estaban plagados de bandidos.
Hoy en día, el convoy atraviesa remotas laderas y se detiene en algunas de las maravillas naturales de la región, como el Cañón de las Buitreras, de 100 metros de altura.
El Tren Especial de Pasajeros Visakhapatnam-Kirandul lleva a los visitantes en un sinuoso viaje de cuatro horas de duración por los exuberantes Ghats Orientales de India.
Con 58 túneles, cada uno amenizado por los estridentes aplausos de los pasajeros, la ruta atraviesa montañas neblinosas y bosques de robles antes de finalizar en la ciudad de Araku, donde los visitantes pueden adentrarse en la floreciente industria cafetalera de la zona.
El recién inaugurado Expreso del Báltico permite explorar algunas de las ciudades más vibrantes de la Europa Central.
Esta ruta, con paradas libres, comienza en la ciudad de Praga (República Checa), atraviesa pinares y robledales, hasta la ciudad costera de Gdynia, en Polonia, frente al mar Báltico.
El viaje de ocho horas ofrece a los viajeros la oportunidad de visitar algunas de las joyas menos conocidas de la región, como Pardubice, con sus casas de colores pastel y sus campanarios típicamente checos, o Poznan, la capital cultural polaca, cuya histórica plaza parece sacada de una película de Disney.
El Shinkansen japonés, más conocido como el “tren bala”, cumplió 60 años en 2024. Con velocidades de hasta 321 kilómetros por hora, fue la primera línea ferroviaria de alta velocidad del mundo y es conocida tanto por su puntualidad como por su velocidad.
El tren ha tenido un impacto enorme en los viajes en Japón, y seis décadas después, ahora existen nueve rutas diferentes de Shinkansen que transportan pasajeros por todo el país.
La línea más reciente es el Tokaido Shinkansen, conocida como la “Nueva Ruta Dorada”, y va desde Tokio a la ciudad de Tsuruga, a unos 456 kilómetros al suroeste de la capital nipona.
El turismo del tequila está en auge en México, y el recién relanzado tren Tequila Express ofrece a los visitantes una forma única de aprender más sobre uno de los productos de exportación más populares del país, a la vez que contemplan las interminables hileras de las suculentas puntiagudas de color azul verdoso que conforman los campos de agave de Jalisco.
El viaje de dos horas comienza en la ciudad de Guadalajara y termina en el pueblo de Tequila, donde, según cuenta la leyenda, se inventó la bebida.
El Tren Histórico de Vouga ofrece un pintoresco paseo por las ondulantes laderas del Valle de Vouga, en Portugal, a bordo de una locomotora diésel de 1964 de los Ferrocarriles Vascos, el único ferrocarril de vía estrecha que se conserva en el país.
Los coloridos vagones de madera, pintados en rojo brillante, verde cazador y azul rey, con interiores verde menta y asientos de madera oscura barnizada, también cuentan con plataformas al aire libre que permiten a los pasajeros tomar el aire durante el viaje de seis horas.
El tren, que sólo funciona en verano, se detiene en varias localidades, entre ellas Macinhata do Vouga, donde los pasajeros son recibidos por una banda folclórica de diez integrantes vestida con el traje regional.
Otra parada está en Águeda, una colorida ciudad conocida por sus obras de arte, instalaciones y representaciones urbanas.
Un viaje en el ferrocarril Snaefell es toda una experiencia, pues el convoy, que atraviesa las montañas de la Isla de Man, en el mar de Irlanda, es el único tren eléctrico de montaña de las islas británicas.
El tren, junto con el Ferrocarril Eléctrico de Manx, fue fundamental para atraer el turismo a la isla en 1893, cuando se inauguró.
Hoy en día, ambas líneas aún conservan gran parte de sus características originales de la época victoriana, como interiores de madera, vestíbulos acristalados y paneles de espejo.
La belleza agreste y remota de las Tierras Altas de Escocia se puede admirar en todo su esplendor a través de la línea férrea del Lejano Norte, la cual conecta a las localidades de Inverness y Thurso.
El recorrido de cuatro horas cubre 270 kilómetros a través de The Flow Country: el sistema de turberas (humedales) intacto más grande del mundo y el único declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Dos décadas después de que el huracán Katrina devastara la zona, la empresa Amtrak reanudó el servicio en la línea de la Costa del Golfo el 18 de agosto de 2025.
Ahora bautizado como el Servicio de Mardi Gras, el tren serpentea por humedales costeros, impresionantes playas y coloridos pueblos costeros, conectando varias de las ciudades con más historia del sur de Estados Unidos, como Mobile, en Alabama, y Nueva Orleans, en Luisiana.
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