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La desigualdad laboral que sufren las mujeres e impide su desarrollo integral
Una vida examinada: reflexiones bioéticas
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El Programa Universitario de Bioética (UNAM) desarrolla investigaciones interdisciplinarias, docencia y difusión que promuevan la... Continuar Leyendo
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La desigualdad laboral que sufren las mujeres e impide su desarrollo integral

En noviembre de 2021 la brecha salarial fue del 13 %; es decir, por cada 100 pesos de pago que recibe un hombre al mes, una mujer recibe 87, sin contar las trabas que existen para que las mujeres reciban un contrato fijo.
05 de enero, 2022
Por: Carlos E. Salinas Díaz y Elizabeth Téllez

Las estadísticas del Día Internacional del Trabajo Doméstico señaladas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestran que, actualmente, el campo laboral es una de las esferas donde la desigualdad de género es más fuerte. Basta ver las cifras para corroborar que las mujeres reciben menos paga por igual trabajo, invierten más tiempo que un hombre para ganar lo mismo, y viven inseguridad laboral en servicios de salud y de descanso. Por ejemplo, en noviembre de 2021 la brecha salarial fue del 13%; es decir, por cada 100 pesos de pago que recibe un hombre al mes, una mujer recibe 87, sin contar las trabas que existen para que las mujeres reciban un contrato fijo. Respeto a lo cual se evidencia una segunda cifra importante: el 55% de las mujeres son empleadas de trabajos informales, versus el 50% de los hombres.

La desigualdad de género es histórica y ha motivado movimientos sociales dirigidos por grandes mujeres. Tan sólo en México se pueden mencionar El movimiento sindicalista de las saperas en Puebla (1984), el de Las cigarreras en la Ciudad de México (1987), o el de La agrupación de admiradoras de Juárez (1906), cuyo objetivo era el sufragio femenino 1. Estos movimientos han procurado visibilizar un problema que la cultura patriarcal se ha encargado de omitir sistemáticamente, y que ha sido el bastión para activismos actuales: la vulnerabilidad de las mujeres —materializada en injusticia, opresión, discriminación, exclusión, etcétera— en esferas que enmarcan el campo laboral, la vida académica, los ámbitos tanto económicos como domésticos, la estructuración familiar, la recreación y los derechos humanos.

Otro de los aspectos por los que se ha pugnado es evidenciar que los trabajos (domésticos) no remunerados no son una tarea primordial de las mujeres, cuando es un rol que atávicamente se les ha asignado. Si bien es cierto que, en la actualidad, cierto porcentaje de hombres ha incursionado en estas tareas, este tipo de labor sigue siendo realizado primordialmente por mujeres (59%, lo que equivale a seis de cada 10 personas). A ello se suma la brecha de 2% en derechos de salud, que incluyen, según la Organización Mundial de la Salud, el acceso oportuno, aceptable y asequible a servicios de atención suficientes y de calidad.

También se revela la injusticia en el acceso a tiempo libre para realizar actividades recreativas, como la actividad física, donde se presenta una brecha de casi 10% cuyas causas principales son: cansancio excesivo por el trabajo, inseguridad en los lugares donde se desenvuelve la mujer y falta de dinero. A esto se añade otro factor de vulnerabilidad: mayor mortalidad por enfermedades crónico-degenerativas; por ejemplo, el diagnóstico de diabetes mellitus tipo II y el de hipertensión arterial sistémica tienen una brecha de 1.2% y 5.7%, respectivamente, entre hombres y mujeres.

Simone de Beauvoir ostenta una visión sobre la desigualdad que, desde su tiempo, es evidente: “Basta pasearse con los ojos abiertos para comprobar que la humanidad se divide en dos categorías de individuos (…)”. 2 Esta distinción de géneros indica ya de facto que existe una búsqueda de igualdad y libertad en las mujeres que no es identificada en los hombres (al menos no en el mismo sentido). Pese a ello, pareciera que con tal aspiración de igualdad se pierde la libertad, mientras que con la libertad la igualdad queda vetada; en palabras de Cintia Martínez 3: “combatir la desigualdad de género implica la desaparición de la particularidad que representa. Si las mujeres piden igualdad, anulan la posibilidad de reconocimiento y, viceversa, si piden reconocimiento, anulan la igualdad”. Ante ello, se podría pensar que, para que la libertad cobre sentido, la igualdad debe realizarse por completo, y ello depende de un esfuerzo individual y colectivo. Es decir, se lucha por el cumplimiento de los derechos básicos para llegar a ser libre en un mundo donde la libertad está condicionada por sesgos sociales, raciales, económicos, etcétera.

El problema de la desigualdad de género ha sido abordado históricamente desde diversas corrientes feministas que lograron organizarse en movimientos estructurados y no estructurados que promueven acciones para su erradicación. Entre ellos destacan el feminismo filosófico, el feminismo liberal, el feminismo abolicionista, el feminismo de la igualdad, el feminismo de la diferencia, el feminismo interseccional, etcétera. Sin embargo, dichos movimientos han sido insuficientes hasta el momento, como manifiestan las estadísticas citadas.

Un avance importante obtenido en el debate es la inserción de la mujer en los grados académicos superiores y su participación en la ciencia: en los últimos 25 años casi se ha logrado equiparar las oportunidades de alfabetización y la tasa bruta de matriculación a nivel superior. No obstante, se siguen presentando brechas notables en otras circunstancias, relacionadas con el uso del tiempo, el poder y la toma de decisiones, la violencia, la pobreza, el uso de tecnologías, etcétera.

Se deben mejorar e igualar las condiciones entre mujeres y hombres, para que se cumpla la consigna del artículo cuarto constitucional: “La mujer y el hombre son iguales ante la ley (…)”. Una sociedad que aspira a la democracia debería buscar la igualdad de género; con ello se logrará, además, la libertad de todos, como personas y como sociedad.

* Carlos E. Salinas es estudiante de la licenciatura en Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UNAM y pasante de la licenciatura en Filosofía de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. Es becario en programación Web Jr. en VisionSoft y actualmente realiza el servicio social en el área de Difusión Cultural (DC) del Programa Universitario de Bioética (PUB) de la UNAM. Sus temas de interés son el transhumanismo, el posthumanismo, la zooética y la ecoética. Elizabeth Téllez es médica veterinaria zootecnista, maestra en Ciencias por la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVyZ) y doctora en Bioética, todo por la UNAM. Es Profesora de Asignatura del Seminario de Bioética en la FMVyZ y responsable de DC del PUB.

 

Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad únicamente de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.

 

 

 

1 Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (2014). La Revolución de las mujeres en México. México: SEP.

2 Beauvoir, Simone (1949). El segundo sexo. Siglo veinte.

3 Martínez Velasco, Cintia (2019). Identidades visibles, identidades quiásmicas: el cuerpo y la materia en los debates filosóficos del feminismo. Trabajo de grado. Recuperado el 15 d e noviembre de la base de datos del Repositorio de la Dirección General de Bibliotecas y Servicios digitales de información de la Coordinación General de Estudios de Posgrado, UNAM.

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Imagen BBC

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