
Al menos 15 fallecidos y 19 heridos se registraron cuando el autobús en el que viajaban la noche del viernes cayó a un barranco en la carretera Interamericana, en el oeste de Guatemala, una tragedia por la cual el gobierno decretó tres días de duelo nacional.
El vehículo se precipitó unos 75 metros de profundidad en un sector conocido como la cumbre de Alaska debido a su accidentada geografía, en el departamento de Totonicapán, dijo este sábado el portavoz de los Bomberos Voluntarios, Leandro Amado.
“Acompañamos a quienes han perdido a familiares y seres queridos”, dijo el presidente Bernardo Arévalo en la red X. También declaró tres días de luto nacional “por las víctimas”.
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Los accidentes mortales en carreteras son frecuentes en Guatemala, por ello las autoridades trabajan en una ley general de transporte para regular el sector. Se espera que entre en vigor máximo en un año.

La policía aún investiga las causas de la tragedia, pero el conductor del autobús está bajo custodia.
“Son 15 personas fallecidas en este accidente de tránsito” y “19 personas heridas” fueron trasladadas a hospitales cercanos, dijo Amado a periodistas en el lugar del accidente.
Los fallecidos son once hombres, tres mujeres y un menor de edad, detalló.
Los miembros de cuerpos de socorro y bomberos hicieron una oración en torno a los cuerpos de las víctimas, colocados a la orilla de la carretera.
Amado precisó que el autobús de la empresa Sinaloa se accidentó en el kilómetro 174 de la Ruta Interamericana, cuando cubría una ruta desde Ciudad de Guatemala hacia el departamento de San Marcos, fronterizo con México.
Según la prensa guatemalteca, viajaban en torno a 50 pasajeros.
El mayor Juan Muñoz de los Bomberos Voluntarios indicó que esa zona de la carretera “es de alta peligrosidad” por sus curvas pronunciadas.
Imágenes publicadas por la prensa mostraron a rescatistas, bomberos, policías y civiles ayudando a sacar a las personas atrapadas de entre los hierros retorcidos del autobús.
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Al menos 15 de los heridos “quedaron ingresados” en el hospital de Totonicapán con traumas de cráneo y fracturas en diferentes partes del cuerpo, dijo el portavoz del centro médico, Jimmy Chaclan, al noticiero del canal Noti7.
Uno de los heridos se encuentra en estado grave, agregó.
La Policía Nacional Civil indicó que el conductor del autobús, identificado como Francisco Javier López, de 28 años, fue detenido y es custodiado en el hospital donde lo atienden.
“El conductor del autobús fue detenido, es sindicado (señalado) de homicidio culposo”, indicó a la AFP un vocero de la policía, Edwin Monroy.
Monroy agregó que la causa del percance “se determinará a través de la investigación” que se ha abierto y por ahora no se descarta “negligencia” del conductor o una falla mecánica.
Se trató de la más reciente tragedia en las carreteras guatemaltecas.
En febrero, 54 personas murieron cuando el autobús en el que viajaban cayó a un barranco en el ingreso norte de Ciudad de Guatemala.
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Un mes después del accidente el presidente Bernardo Arévalo aprobó un seguro obligatorio para vehículos motorizados. Pero la medida quedó suspendida tras fuertes protestas de los transportistas.
El gobierno desistió luego que acordaran conformar una mesa técnica para poner en vigencia en un plazo máximo de un año la regulación que pide la ley de tránsito de 1996 y elaborar una propuesta de iniciativa de ley general de transporte.
En este caso, la Dirección General de Transportes (DGT) señaló en la red social X que el autobús operaba “con permiso temporal y seguro obligatorio vigentes” por lo que “las víctimas deben ser cubiertas por este seguro”.

En un mundo cada vez más estresante, muchos viajeros encuentran consuelo en la repetición: volver cada año a los mismos pueblos de esquí, suburbios costeros o sus cafés favoritos.
Durante los últimos 15 años, el fotógrafo Jason Greene y su familia han viajado desde la ciudad de Nueva York hasta Mont Tremblant, en Quebec, para pasar una semana del invierno boreal en la nieve.
“Tenemos una tradición: el primer día comemos paletas de jarabe de arce, patinamos sobre hielo y luego pasamos por la tienda de dulces local”.
La ciudad turística francocanadiense, dice, “ocupa un lugar especial en nuestros corazones porque allí todos aprendimos a esquiar y hacer snowboard”.
Para muchos viajeros, la novedad es el objetivo: tachar nuevos destinos y buscar nuevas sensaciones.
Pero un número creciente de personas, como Greene y sus cuatro hijos, hace lo contrario: regresa al mismo lugar cada año. Reservan la misma habitación, comen los mismos platos y recorren las mismas calles para encontrar comodidad en lo familiar, en lugar de la emoción del descubrimiento.
“Para muchas personas, hay una sensación de seguridad al volver a lo conocido”, afirma Charlotte Russell, psicóloga clínica y fundadora de The Travel Psychologist.
“Sabemos qué esperar, qué nos conviene… y [es] menos probable que enfrentemos desafíos inesperados”.
Este comportamiento, añade, suele atraer a personas abrumadas por su vida diaria, por lo que repetir las mismas vacaciones una y otra vez puede resultar muy reconfortante.
Esa sensación incomparable de tranquilidad fue lo que me llevó de nuevo a Lima, Perú, este mayo, exactamente un año después de mi primera visita, mientras escribía mi libro de viajes Street Cats & Where to Find Them.
Me alojé en el mismo hotel, comí el mismo sándwich en el mismo café, caminé por las mismas calles y dejé que muchos de los mismos gatos durmieran en mi regazo, disfrutando de la satisfacción que me había sorprendido la primera vez.
La profesora de sociología Rebecca Tiger ha regresado a Atenas ocho veces, con una novena visita programada este mes, por razones similares. “Siempre me quedo en Pangrati porque me encantan los cafés del barrio [y] sus gatos”, señala.
“Ahora tengo residentes locales con quienes mantengo contacto mientras estoy fuera y socializo cuando regreso”.
Tiger aprecia la familiaridad que ha cultivado con el tiempo y no se aburre gracias a la diversidad de experiencias que ofrece el lugar.
Los datos reflejan este cambio impulsado por la nostalgia.
Según el informe para 2026 Where to Next? de la plataforma de viajes Priceline, el 73% de los viajeros encuestados afirmó sentirse atraído por los lugares y experiencias que los marcaron, desde playas familiares hasta parques de diversiones.
El último informe global de viajes de Hilton confirma la tendencia: el 58% de los viajeros con hijos planea volver a destinos de su propia infancia, mientras que el 52% de los viajeros brasileños regresa a los mismos lugares año tras año.
La nostalgia y la comodidad son lo que ayuda a Greene y su familia a “dejar atrás el estrés de la vida y relajarse en nuestros lugares favoritos”.
No solo repiten su costumbre del jarabe de arce en la montaña.
Su rutina diaria en Mont Tremblant también se replica cada año: “Esquí y snowboard durante tres días seguidos, luego un día libre para pasear en trineo con perros, dar un paseo en carruaje u otra actividad invernal”.
Cuando la vida se vuelve difícil, es la anticipación de su viaje invernal -y la alegría que sienten juntos allí- lo que les ayuda a sobrellevarlo.
Russell señala que, desde una perspectiva neurocientífica, “los circuitos de recompensa en nuestro cerebro pueden volverse menos receptivos a medida que nos acostumbramos a visitar el mismo lugar”.
Sin embargo, volver puede seguir aportando beneficios para el bienestar, añade, destacando que suele ser más relajante ir a un sitio asociado con el disfrute porque seguimos “distanciados de las señales que asociamos con el estrés”.
Greene afirma que su familia no ha experimentado ninguna disminución en la emoción de hacer exactamente las mismas cosas en el mismo orden cada año.
Aun así, Tiger y yo intentamos añadir un toque de novedad a nuestras vacaciones repetidas y rutinas familiares.
Cuando visito Inglaterra, lo cual intento hacer varias veces al año, no es para repetir experiencias idénticas, sino para conocer estadios de fútbol, producciones teatrales y rutas de senderismo.
Si solo me quedara en Wandsworth y viera partidos en el estadio de Craven Cottage, mis vacaciones se volverían aburridas rápidamente.
En cambio, recorro el país, como en distintos restaurantes y dejo que mi curiosidad me guíe hacia nuevas aventuras. Según Russell, esta combinación ayuda a mantener viva la chispa de la exploración, al tiempo que ofrece comodidad.
Esto es importante, explica, porque “hay un punto en el que volver al mismo lugar empieza a ser problemático.
Si regresamos demasiadas veces y superamos nuestro “apetito” por él, se llama adaptación hedónica: acostumbrarse a las cosas placenteras y volver a nuestro nivel emocional original”.
Tiger plantea un argumento similar sobre su predilección por Grecia.
“El país sigue siendo nuevo para mí: nuevas playas, islas y pueblos rurales; hay tantos lugares por explorar que podría pasar toda una vida allí y no conocer ni una fracción de ellos”.
Si solo nos fijamos en los códigos de los aeropuertos de destino, nuestros viajes podrían parecer idénticos. Pero las experiencias que vivimos -Tiger en Grecia y yo en Inglaterra- son tan distintas que nuestros recorridos nunca resultan monótonos.
Crecí en los suburbios de Filadelfia y veía a los vecinos viajar en masa y entre el tráfico hacia la costa de Jersey cada verano. Iban al mismo pueblo, la misma playa, con las mismas atracciones en el mismo muelle y se alojaban en las mismas casas de alquiler.
Alguna vez me pregunté: ¿qué pasa cuando viajar deja de ser una ruptura con la rutina y se convierte en otra rutina más?
Ahora, en un mundo cada vez más estresante, entiendo el atractivo de buscar alegría en lo familiar, mientras doy un pequeño paso fuera de mi zona de confort para encontrar nuevas emociones en lugares conocidos.
A Tiger le encantan sus rutinas vacacionales en Grecia, pero admite que otras partes del mundo también le atraen.
“Siento mucha curiosidad por Japón, pero me gusta controlar el ritmo de mis días”, dice.
Su trabajo como profesora es agotador, al igual que su trayecto diario, por lo que se entiende cuando afirma: “Mi tiempo en Grecia es un respiro que agradezco, tanto porque es familiar como porque resulta extraño al mismo tiempo”.
Y añade: “Atenas casi se siente como un segundo hogar”.