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Red tokuryu: la nueva generación de criminales en Japón desplaza a los yakuza
Red tokuryu: la nueva generación de criminales en Japón desplaza a los yakuza
Foto: AFP
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Red tokuryu: la nueva generación de criminales en Japón desplaza a los yakuza

Los Tokuryu, que significa "anónimos y fluidos", operan formando "equipos de proyecto" para cometer delitos puntuales y luego dispersarse, según autoridades, esto impide ubicar a los líderes y autores intelectuales durante las detenciones.
20 de diciembre, 2025
Por: AFP
@AFP 

Cuando Takanori Kuzuoka empezó a ascender en el mundo del crimen, nunca pensó en unirse a los yakuzas, histórica mafia japonesa conocida por sus tatuajes, su jerarquía rígida y su código de honor.

Prefirió integrar la red “tokuryu”, más joven, más tecnológica y más opaca, donde jefes anónimos reclutan en las redes sociales a soldados rasos para hacer el trabajo sucio durante una misión concreta, desde el fraude hasta el atraco.

Esta nueva forma de criminalidad, que permite a los capos permanecer ocultos tras mensajes cifrados, eclipsa hoy a los delincuentes de la vieja escuela.

A lo largo de una correspondencia de cinco meses desde su celda de prisión, Kuzuoka brindó a la AFP una visión extraordinaria del interior de los “tokuryu”, un universo violento y sin escrúpulos donde gran parte de los millones se obtiene estafando a la envejecida población de Japón.

Práctica y filosofía que los yakuzas desprecian, mafiosos de antaño que presumen de no atacar a los pobres ni a los débiles, pero cuyo imperio de varios miles de millones de dólares se reduce tras años de estrictas leyes antimafia.

“Los yakuzas pierden atractivo entre los jóvenes”, admite un delincuente de alto rango, aliado de un clan importante de los yakuzas.

Quienes “llegan a nosotros fantaseando con el lujo y el glamour descubren rápidamente que la realidad no es la que imaginaban”, prosigue este capo durante una entrevista telefónica que la AFP tardó meses en organizar.

La generación Z y los milenial no están dispuestos a empezar desde lo más bajo de la jerarquía. “No les gusta estar encadenados” por las restricciones propias de los yakuzas, estructurados según un código rígido, “prefieren unirse a los tokuryu”, flexibles, descentralizados y sin reglas, explica.

japon yakuza criminales
Foto: AFP

Lucha contra la nueva red criminal 

“Nunca entendí el interés de ser yakuza hoy en día”, confiesa Takanori Kuzuoka, a quien la AFP logró contactar en el norte de Japón tras escribir a más de 30 centros penitenciarios de todo el país.

Con buena caligrafía, el joven de 28 años relata cómo fue escalando en el mundo del crimen organizado. Primero como miembro de los bosozoku, esas bandas de moteros adolescentes rebeldes, antes de convertirse en un perfil “multitarea” dentro de los tokuryu como reclutador, coordinador y ejecutor.

Dice haber trabajado en ocasiones en estrecha colaboración con jefes cuya identidad le era desconocida incluso a él. Y haber captado en línea a reclutas en el mercado negro de los pequeños trabajos, el yami baito.

Si los candidatos suelen ser jóvenes marginados y en busca de dinero fácil, otros son presas más ingenuas, arrastradas casi contra su voluntad a la delincuencia.

“Cada día innumerables personas picaban el anzuelo de los anuncios dudosos que publicaba” en X para empleos “muy bien pagos”, relata, citando a un ludópata, una trabajadora sexual o incluso a un miembro de una boy band.

Un funcionamiento cercano al del sector del crimen en China, que dirige estafas a escala industrial hasta en Camboya o Birmania.

Las autoridades japonesas estiman que el fraude organizado, actividad principal de los tokuryu, costó a la sociedad nipona 72.200 millones de yenes (unos 470 millones de dólares) entre enero y julio, superando ya el récord histórico del año pasado.

La lucha contra esta nueva red criminal constituye la “máxima prioridad en materia de mantenimiento del orden público” para la policía de Tokio, que en octubre creó una nueva unidad de 100 agentes para “destruirla”.

 

 

La estafa del “¡Soy yo!”

Los tokuryu, literalmente “anónimos y fluidos”, operan de una manera cambiante que impide “remontar hasta los autores intelectuales durante las detenciones”, explica un detective antimafia retirado, Yuichi Sakurai.

Se forman “equipos de proyecto” ad hoc exclusivamente para cometer un delito específico y puntual, detalla. Los ejecutores de menor rango se dispersan y se reagrupan con una fluidez “similar a la de una ameba”, añade.

Su especialidad son las estafas, en particular la del “¡Soy yo!”. Consiste en que los delincuentes llaman a personas mayores haciéndose pasar por sus hijos o nietos, suplicándoles que les entreguen dinero para reparar un error que avergonzaría a la familia.

También son los reyes de la estafa disfrazada. Vestidos con trajes elegantes se hacen pasar por policías, banqueros o funcionarios para despojar a sus víctimas.

Tampoco dudan en llevar a cabo atracos violentos.

Eso fue lo que condujo a Takanori Kuzuoka a prisión, condenado por robo con secuestro de menores. Blandiendo tijeras, el joven dirigió en 2022 a un grupo de ladrones que atacó a una madre y ató a sus hijos con cinta adhesiva para obligarla a entregarles 30 millones de yenes (unos 194.000 dólares) en efectivo.

Tokuryu yakuzas crimen Japón
Foto: AFP

Deriva del código de honor

El fraude y la brutalidad contra personas vulnerables son modos operativos que contradicen las reglas de los yakuzas. Estos últimos reivindican el uso de la violencia para defender sus principios, pero se honran de perdonar a los ciudadanos comunes, afirma un exmiembro en la ciudad de Gifu (centro del país).

“Peleé mucho e incluso maté a un hombre, pero nunca maltraté a los débiles”, declara el septuagenario que pasó 15 años entre rejas por el asesinato de un rival. “Es una gran desviación con respecto a nuestro tradicional código de honor”, destaca.

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Los yakuzas han ocupado durante mucho tiempo un lugar particular en la sociedad japonesa.

Conocidos por sus tatuajes y por la amputación de falanges a los culpables, proceden de los bakuto, organizadores de juegos de azar ilegales activos hace dos siglos.

Surgidos en el caos del Japón de la posguerra, dominaron durante años el hampa gracias al tráfico de drogas, los garitos clandestinos, el comercio sexual, la extorsión o el cobro de protección, llegando incluso a aventurarse en sectores legales como el inmobiliario, el entretenimiento o la gestión de residuos.

A diferencia de la mafia italiana o de las tríadas chinas, los yakuzas no son ilegales y operan a la vista de todos. Reivindican un papel social activo y hacen cumplir el orden en zonas marginadas.

Enalteciendo el “deber y la humanidad”, el más poderoso de los tres grandes clanes, el Yamaguchi gumi, prestó ayuda tras varios terremotos, en particular el de 1995 que golpeó Kobe, ciudad donde tiene su base.

Como los demás clanes, este se rige por una estricta jerarquía en la que el oyabun (jefe supremo) mantiene relaciones cuasi paternales con sus jikisan (fieles directos), generalmente llamados a dirigir sus propias organizaciones secundarias, que a su vez se ramifican en estructuras terciarias, formando así una pirámide.

Más fuerte que la sangre

Una casta aparte, compuesta por hombres de cabello engominado y trajes llamativos, omnipresentes en la cultura popular, del manga a las series de televisión.

“Dondequiera que iban los yakuzas, la gente se inclinaba ante ellos”, cuenta Yoshiro Nishino, exmafioso de 47 años.

Se unió a sus filas siendo un adolescente marginado, estableciendo lazos seudofamiliares “más fuertes que la sangre, que me hacían sentir aceptado”, explica, evocando los ritos de iniciación como el intercambio de copas de sake con el patriarca de su clan.

Recuerda su deslumbramiento ante criminales nadando en el lujo, con coches caros y bolsos de marca, detalla quien hoy dirige un hogar para exdelincuentes cerca de Tokio.

Durante mucho tiempo tolerados como un mal necesario, su declive comenzó a medida que aumentaba la violencia y disminuía la tolerancia de la sociedad.

La sangrienta guerra interna del Yamaguchi gumi, concluida en 1989 tras cuatro años, más de 20 muertos y cientos de heridos, llevó al gobierno a adoptar en 1992 una primera ley antigánster que puso a los yakuzas bajo vigilancia.

Un informe de la policía nacional señalaba en 2007 que recurrían a “la violencia para amenazar a los ciudadanos”. Luego nuevas leyes en 2011 buscaron erradicarlos, privándolos de servicios básicos como abrir cuentas bancarias, alquilar una vivienda o contratar un plan telefónico.

Su prestigio se vio mermado el año pasado, y su número alcanzó un mínimo histórico de 18.800 miembros, una caída de casi 80% desde 1992.

quienes son Yakuzas japon
Foto: AFP

Mentes pensantes

El vacío fue ocupado en los últimos diez años por las bandas hangure, jóvenes criminales independientes y menos estructurados, pero calificados por la policía como “casi yakuzas”.

Como muchos otros, Takanori Kuzuoka pasó por estos grupos, donde los vínculos no están regidos por la jerarquía sino por la camaradería.

Los hangure pueden “pasar fácilmente por simples ciudadanos”, explica. A diferencia de los yakuzas “pueden lanzarse a negocios legales como la organización de combates de artes marciales, salones de belleza o marcas de moda”, anade.

La mayoría de los tokuryu están dirigidos por estos hangure, estiman las autoridades. Se trata de mentes pensantes que observan cierta lealtad entre ellas, a diferencia de los reclutas en línea, que son “perfectos desconocidos entre sí y cuyas relaciones pueden desintegrarse fácilmente y dar lugar a traiciones”, según Takanori Kuzuoka.

A pesar del desprecio que manifiestan hacia estos jóvenes arribistas del crimen, la codicia empuja a algunos yakuzas a asociarse con los tokuryu.

“Tenemos la confirmación de que parte de los ingresos obtenidos de los delitos tokuryu va a parar a organizaciones yakuzas”, precisa la policía de Tokio, estimando que la vieja mafia sigue siendo “una amenaza seria para la seguridad pública” en Japón.

Cooperación

Los yakuzas no siempre participan activamente en las estafas o en los robos de los hangure, pero se quedan con una parte de las ganancias, según el exdetective Yuichi Sakurai.

“Les advierten: ‘ni hablar de que ganen dinero a nuestras espaldas’ y, a cambio, los yakuzas ofrecen su protección a los jefes tokuryu”, prosigue.

La cooperación puede ir más lejos. En ocasiones los yakuzas ayudan a los tokuryu a reclutar e incluso a cometer delitos, según Yukio Yamanuchi, exabogado del clan Yamaguchi gumi, que cuenta con 6.900 miembros y asociados.

“Algunos yakuzas de rangos inferiores recurren a la estafa porque tienen serias dificultades para llegar a fin de mes. Eso demuestra hasta qué punto las oportunidades son escasas para ellos”, añade.

Y ello a pesar de que los jefes de los clanes ordenan a sus subordinados no involucrarse en el fraude, señala el abogado.

“Ganar dinero engañando a la gente no es lo que se supone que deben hacer los yakuzas”, insiste el alto cargo yakuza con el que la AFP habló por teléfono.

En el barrio de su clan los habitantes siguen contando con los yakuzas para protegerlos de otras organizaciones criminales, en particular de bandas del sudeste asiático, afirma. “La sociedad nos necesita”, asegura, convencido de que la mafia histórica “no desaparecerá”.

En la prisión donde cumple una condena de nueve años, Takanori Kuzuoka tuvo tiempo para reflexionar sobre lo que hizo “a sangre fría” y sobre la infancia difícil que lo llevó hasta allí.

La vida en el hampa “me deformó y me dejó casi desprovisto de toda emoción. Ahora veo hasta qué punto lo que hicimos fue cruel, demoníaco e inhumano. Cargaré con mis pecados hasta el final de mis días”, detalló por escrito a la AFP.

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Imagen BBC
El exmilitar detrás de la operación “Dinamita dorada”, el plan secreto para sacar de Venezuela a María Corina Machado
6 minutos de lectura

El líder de la operación asegura que su organización está construyendo infraestructura en Venezuela para extraer a personas del país en caso de que comience una guerra con Estados Unidos.

12 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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La operación de rescate para sacar de Venezuela a la líder opositora y premio Nobel María Corina Machado incluyó disfraces, dos barcos en mares agitados y un vuelo, según ha contado a la BBC el hombre que dice haberla dirigido.

Bautizada como “Operación Dinamita Dorada”, el peligroso viaje fue frío, húmedo y largo, pero la “formidable” Machado no se quejó ni una sola vez, según Bryan Stern, fundador de la Grey Bull Rescue Foundation.

“El mar está muy agitado. Está completamente oscuro. Usamos linternas para comunicarnos. Da mucho miedo, pueden salir mal muchas cosas”.

A pesar de los riesgos, todo salió bien. Machado llegó sana y salva a Oslo, Noruega, para recoger su Premio Nobel de la Paz justo antes de la medianoche del miércoles.

Tras haber vivido escondida en su propio país desde las controvertidas elecciones del año pasado en Venezuela, Machado no había aparecido en público desde enero. Sus hijos adultos, a quienes no había visto en dos años, estaban en Oslo para recibirla.

Grey Bull se especializa en misiones de rescate y evacuaciones, especialmente en zonas de conflicto y desastre. Un representante del equipo de Machado confirmó a CBS News, socio mediático de la BBC en Estados Unidos, que la organización estaba detrás de su operación de rescate.

Stern explicó que Grey Bull llevaba meses consolidando su presencia en el Caribe, incluida Venezuela y la vecina isla de Aruba, para prepararse para posibles operaciones en Venezuela.

“Hemos estado construyendo infraestructura sobre el terreno en Venezuela diseñada para sacar a estadounidenses, aliados, británicos y otras personas en caso de que comience la guerra en Venezuela”, declaró a la BBC.

Las especulaciones sobre una posible acción militar de Estados Unidos contra Venezuela han ido en aumento después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, pidiera al presidente Maduro que abandonara el cargo, acusándolo de enviar narcóticos y asesinos a Estados Unidos.

Según Stern, el reto en este caso consistía en sacar del país a alguien tan conocido como María Corina Machado, un nombre muy popular en Venezuela para la oposición.

Ninguna de las infraestructuras que su empresa había construido en el país, dijo, estaba “diseñada para la segunda persona más popular del maldito país con una diana en la espalda”.

María Corina Machado detrás de unos micrófonos y con un cartel del premio Nobel de la Paz detrás.
Lars Martin Hunstad/Bloomberg via Getty Images
María Corina Machado logró llegar a Oslo en la madrugada del jueves.

Cuando entró en contacto por primera vez con el equipo de Machado, al principio no le revelaron su identidad, pero afirmó que fue capaz de adivinarla.

Se pusieron en contacto con él a principios de diciembre, a través de un contacto que conocía al equipo de Machado, y este era al parecer el segundo intento de sacarla de Venezuela, después de que el plan inicial “no saliera bien”, según dijo.

La operación se denominó “Dinamita Dorada” porque “(Alfred) Nobel inventó la dinamita” y Machado intentaba llegar a Oslo para recoger el Premio Nobel de la Paz.

Las cosas se movieron rápidamente. Stern dijo que habló con el equipo el viernes, que se desplegaron el domingo y que el martes ya habían completado su misión.

Su equipo había explorado varias posibilidades para sacar a Machado del país y se decidió por un plan que implicaba un tumultuoso viaje por mar.

Para proteger su futuro trabajo en Venezuela, Stern solo puede revelar algunos detalles del viaje.

Por tierra, trasladaron a Machado desde la casa donde se escondía hasta el punto de recogida de una pequeña embarcación, que la llevó frente a la costa hasta un barco un poco más grande, donde se reunió con él.

El viaje se realizó en “mares muy agitados”, con olas de hasta 3 metros de altura, en “una oscuridad total”, según contó.

“El viaje no fue agradable. Hacía frío, llovía mucho, estábamos empapados, las olas eran muy fuertes, y eso lo aprovechamos. La llevamos a tierra firme, hasta donde estaba su avión, y ella voló a Noruega”.

A lo largo del viaje, se tomaron varias medidas para ocultar y disimular su rostro y su perfil “digital”, ya que se trata de una política muy conocida.

“La amenaza biométrica es muy real”, señaló, y añadió que se tomaron medidas para asegurarse de que no pudiera ser localizada a través de su teléfono.

Stern dijo que María Corina Machado se comportó de manera “impresionante” a pesar de las dificultades durante el viaje, aceptando un jersey para abrigarse cuando él se lo ofreció, pero sin pedir nada más.

“Estaba empapada y helada, pero no se quejó ni una sola vez”, dijo riendo, reconociendo que la operación era muy peligrosa porque el agua “no perdona”.

“Si conduzco un barco y se me avería el motor, tendré que nadar hasta Venezuela”.

Cuando se le preguntó cómo podía garantizar la seguridad de los venezolanos que ayudaron en la operación, Stern respondió que mantuvieron sus identidades en secreto y que “nosotros [Grey Bull] realizamos muchas operaciones encubiertas”.

El portaaviones USS Gerald Ford.
Alyssa Joy/U.S. Navy via Getty Images
Stern asegura que Estados Unidos, que ha desplegado una enorme fuerza naval en el Caribe desde donde ha atacado embarcaciones que supuestamente salían de Venezuela con droga, no financió la operación, pero que fueron contactados de manera “informal”.

Muchos de los que ayudaron ni siquiera se dieron cuenta de que estaban trabajando para él, dijo Stern, mientras que otros creen que “conocen toda la historia”, pero en realidad no es así.

“Hay personas que hicieron cosas que eran benignas desde su perspectiva, pero que desde la nuestra eran fundamentales para la misión”.

Afirmó que la operación fue financiada por donantes, y no por el gobierno de Estados Unidos: “Nunca hemos recibido una nota de agradecimiento del gobierno de Estados Unidos, y mucho menos un dólar”.

Stern aseguró que se coordinó con algunos Estados nacionales y con los servicios de inteligencia y diplomáticos de varios países. Esto incluyó alertar a Estados Unidos de manera “informal”.

Machado ha dicho que tiene la intención de regresar a Venezuela, pero el Stern afirma que le aconsejó que no lo hiciera.

“Le dije: ‘No vuelvas. Eres madre. Te necesitamos’. Ella hará lo que tenga que hacer… Entiendo por qué quiere volver, porque es una heroína para su pueblo.

“Ojalá no volviera, pero tengo la sensación de que lo hará”.

BBC

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