
“Los ochenta son por mucho la mejor década de la historia. Fueron años de cambio, de conmoción, de desmadre sin igual”, dice Michelle Rodríguez al inicio de Mentiras, La Serie, en una escena acompañada de un montaje retro con La Caída del Muro de Berlín, las primeras marchas del Orgullo LGBTI+ en la Ciudad de México, Madonna y Maradona, discotecas neón y peinados alocados.
Pero esa oración bien podría ser la típica frase de papá a mitad de la reunión familiar cuando se quejan de las nuevas generaciones. No queda más que asentir y regresar al scroll infinito de TikTok.
La historia se repite y si algo nos queda claro es que pareciera que el pasado siempre será mejor: antes había más dinero, menos distracciones y mejor música.
Pero si todos defendemos a capa y espada la época de nuestra juventud, ¿entonces quién tiene razón? ¿De donde viene la añoranza colectiva de regresar al pasado? Y, más importante aún, ¿es posible revivir aquellos momentos de gloria? La nueva ola de historias parece responder a esto con series de Prime Video como Nadie Nos Va a Extrañar, ¿Quién Lo Mató?, Cada Minuto Cuenta y Mentiras, La Serie, aunque otras plataformas como Max y Netflix también siguen la misma fórmula con producciones como Chespirito: Sin querer queriendo o Luis Miguel, la serie.
La nostalgia sobre tiempos mejores no es un fenómeno nuevo (ni una nueva canción). Parece que existe una obsesión por platicar de lo que alguna vez fue. ¿Quién no ha comenzado algún relato con “cuando yo era joven…”, o se ha conmovido al desempolvar un recuerdo que ya daba por olvidado? Indudablemente se crea una magia cuando hablamos del pasado.
Nos convertirnos en el narrador omnisciente que esta vez tiene el poder de la historia pues, ¿qué más da? Ahora lo contamos ya del otro lado. Así, el galán que alguna vez te engañó solo es un chisme más por contar a tu hija, la borrachera en tu primera fiesta de prepa se convierte en un chiste entre amigos, y una catástrofe dolorosa se convierte en ese alivio de saber que todo lo malo también tiene fin.
Pero para quien escucha atento la historia también experimenta un viaje en el tiempo. Es ir a un mundo en el que enredas los dedos en el cable del teléfono en llamada con tu crush (o “pretendiente” como mi mamá le decía), discos giratorios reproducen música, los Boings tienen forma de triangulito, pasan Chespirito en el 5 y las declaraciones de amor entran en un cassette.
Nos gusta sentirnos parte de un contexto que antes nos parecía ajeno, como si el pasado pudiera pertenecernos. Buscamos nombrar lo desconocido y otorgarle un rostro familiar para volverlo propio. Los recuerdos reviven con el cariño del habla y así la nostalgia se transmite sin importar la generación.
Sucesos relevantes e históricos ya han sido plasmados en la pantalla grande para generar un referente visual de aquello que antes solo podíamos leer e imaginar; hemos disfrutado de las películas de época, admirado héroes de guerra y envidiado individuos con talentos sobresalientes que definieron nuestra cultura. Hablar del pasado también es hablar de algo inalcanzable, de realidades inmensas y lejanas que no se cuentan en primera persona.
Sin embargo, la necesidad de historias más cercanas es más fuerte que nunca. Vemos el noticiero cada mañana antes de irnos a la jornada de ocho horas y somos bombardeados por trágicos sucesos sin resolver, actos inhumanos y violencia interminable. La desesperanza del presente parece resumirse en deudas a pagar, contingencia ambiental y no tener ni para comprar un limón en el mercado.
En esos momentos abrumadores es natural buscar el confort del pasado, refugiarnos en las historias de nuestros abuelos, revivir la euforia de las primeras veces y extrañar la ingenuidad de la juventud que cree que puede salvar el mundo. El espectador ya no quiere solo sentarse y observar, sino verse reflejado en la pantalla pues solo lo personal se vuelve nostálgico.
Esa es una de las apuestas que las compañías de streaming utilizan al retomar las anécdotas con las que crecimos para darnos historias más auténticas, apostando por proyectos ambientados en los años ochenta y noventa, con producciones que se alejan de narrativas exageradas. En lugar de presentarnos personajes idealizados, nos presentan vivencias que pudimos haber escuchado en la cena navideña con nuestras tías cantando a todo pulmón “Él me mintió” de Amanda Miguel de fondo.
La nostalgia no surge de la grandeza, sino de las conversaciones con nuestros amigos en los recreos, los secretos en las notas que pasábamos de contrabando durante clase y la adrenalina del primer amor.
Nadie Nos Va a Extrañar sigue a un grupo de 5 amigos que forman un negocio ilegal de venta de tareas y respuestas de exámenes en su preparatoria. La ternura de este coming-of-age mexicano recae en su sencillez y autenticidad, con personajes ordinarios que viven su adolescencia como cualquier otro. La serie encapsula ese sentimiento tanto dulce como amargo de crecer, acompañado de un soundtrack que honra los clásicos de rock de los noventas que todo millenial jura que esa sí era buena música, con artistas como Caifanes, Los Héroes del Silencio o Duncan Dhu.
Pero el pasado también se conforma de eventos que marcaron la vida de nuestros padres para dejarnos secuelas del dolor vivido. Cada Minuto Cuenta y ¿Quién lo mató? exploran sucesos reales desde diversos puntos de vista para recordarnos que las tragedias no son solo números y fechas, sino historias humanas que aún siguen siendo parte de la memoria colectiva.
En Cada Minuto Cuenta, la catástrofe del terremoto del 85 se narra a través de la cotidianidad interrumpida de un doctor atormentado, una reportera en busca de la próxima nota, y una familia con muchos secretos. No apta para personas con estómago blando, la serie logra dar voz a aquellas historias que hoy sólo parecen ser una subsección en un apartado de Wikipedia.
Sentimos la angustia, la desesperación y solidaridad en la palma de la mano, mediante personajes que humanizan la narrativa y escenarios recreados a la perfección con tecnología jamás antes vista en una producción mexicana. No solo es un homenaje para todas las víctimas que perdieron su vida o una crítica poderosa a los sistemas de corrupción que aún persisten, sino también un incentivo a la memoria, una oportunidad para recordar y abrazar el dolor que no vivimos pero que aún así se sienta a un lado de la mesa.
Por otra parte en ¿Quién lo mató?, se nos cuenta la misteriosa y mediática muerte de Paco Stanley, comediante y conductor de diversos programas de entretenimiento como Una Tras Otra, el último programa televisivo que condujo antes de ser asesinado. Con un elenco estelar, el caso se reconstruye a partir de los diversos puntos de vista de los presuntos involucrados, profundizando en los posibles motivos que pudo haber tenido cada uno. Este es un escándalo que ya forma parte de la cultura pop mexicana, aún siendo tema de debate en la familia sobre quién fue el verdadero culpable y cuál teoría conspirativa es la más probable.
Si la nostalgia fuera un sonido, sería una canción de despecho. ¿Qué buena fiesta no incluye gritar alguna canción de Rocío Dúrcal sacando el dolor atorado en la garganta? En Mentiras, La Serie escuchamos los himnos de desamor con los que crecimos; canciones que definieron la generación de nuestras madres y que seguimos escuchando cada domingo cuando se hace la limpieza de la casa.
Adaptada del musical con mayor trayectoria en México, la serie es un viaje colorido y dramático a los 80. La alegría del musical no solo viene de las espectaculares actuaciones del elenco o de las canciones pop que definieron la escena musical mexicana, sino también de la emoción latente de nuestras madres que no pueden evitar levantarse y cantar y bailar en cada escena.
Quizás mirar atrás también es hablar de una fantasía; es omitir todo lo malo para quedarse solamente con lo bueno. La realidad nos repite que la nostalgia es una mentira pero no hay nada más humano que creer en la felicidad del pasado sin darnos cuenta que todo lo que una vez fue, aún sigue aquí ahora bajo la etiqueta de “producto vintage” o con la voz de Belinda. Pero si algo es seguro es que estas series nos demuestran que el pasado, presente y futuro pueden entrar en un episodio de 40 minutos y hacernos reír y llorar como uno solo.
Antes de que te vayas: ‘Exterminio: La Evolución’: te explicamos los 3 tipos de infectados de ’28 Years Later’

Un análisis de los detalles clave de la nueva estrategia de seguridad nacional del gobierno de Trump y sus implicaciones para Europa, América Latina y el mundo.
La Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno de Donald Trump ha generado alarma entre los aliados más cercanos de Estados Unidos y marca un alejamiento dramático de los principios fundamentales de la política exterior estadounidense de décadas.
El documento de 33 páginas, divulgado por el gobierno hace unos días, presenta el mundo primordialmente como un escenario económico, resaltando los acuerdos bilaterales y el nacionalismo económico por encima del multilateralismo y la promoción de la democracia.
La estrategia refleja las “cepas más ideológicas” del gobierno de Trump, comentó el corresponsal de BBC News en el Departamento de Estado, Tom Bateman, en el podcast The Global Story del Servicio Mundial de la BBC.
Esta también tiene implicaciones para América Latina, tanto en cómo se relaciona Washington con los cada vez más numerosos gobiernos de derecha, hasta la nueva versión de la Doctrina Monroe, que reafirma a la región como el “patio trasero” de EE.UU.
Igualmente impactante es lo que el documento omite, sin casi una sola crítica hacia adversarios tradicionales como Rusia y China.
En cambio, reserva el lenguaje más cargado para con Europa, lo que dio pie a la preocupación a lo largo de las capitales europeas.
Mientras que anteriores estrategias de seguridad nacional tendían a reafirmar los valores y prioridades compartidos de EE.UU. con los países europeos, este documento toma un giro diferente.
Europa será “irreconocible en 20 años a menos”, declara, por la acogida del continente a las instituciones multilaterales y sus políticas migratorias, que se han convertido en una influencia corruptora de la “identidad occidental”.
En esa sección, la estrategia crudamente declara que los estados de Europa enfrentan lo que llama la “eliminación civilizacional”.
Los líderes europeos han quedado, por lo menos en privado, “horrorizados” por el documento, dijo al podcast nuestro corresponsal en el Departamento de Estado.
“No están sorprendidos de que esta sea la postura ideológica de algunas partes del gobierno, pero verlo articulado dentro de un documento formal de política es bastante preocupante para ellos”, expresó.
La reacción en Europa de lado y lado del espectro político no se ha hecho esperar.
El diario francés de izquierda Le Monde catalogó el quiebre como un “divorcio”, señalando que marca una ruptura histórica con la era posterior al final de la Segunda Guerra Mundial
“El divorcio está finalizado, pendiente de la división de bienes”, escribe el diario en su artículo.
Más diciente aún en términos de la prensa francesa, indica el corresponsal Tom Bateman, es el comentario del diario conservador Le Figaro sobre la aparente contradicción de lo que afirma el documento sobre lo que llama la “pretensión del no intervencionismo” por un lado y, por el otro, el intervencionismo explícito en el caso de los países europeos.
La estrategia textualmente indica la intención de EE.UU. de cultivar la resistencia de los partidos de oposición en los países europeos. Eso implica apoyo a partidos de extrema derecha como el AfD en Alemania, el Partido Reforma en Reino Unido, y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, entro otros.
Es un apoyo explícito a los movimientos políticos en Europa que abogan por un nacionalismo económico y una oposición férrea a la migración, que el documento tilda de “partidos patrióticos”.
La estrategia hacia Europa sería una repetición de cómo ha accionado el gobierno de Trump en relación con América Latina, opina el corresponsal de la BBC.
En Argentina, por ejemplo, menciona el rescate económico que Trump aprobó para el gobierno de Javier Milei días antes de que su partido enfrentara elecciones legislativas que definirían el futuro de su proyecto político.
“Eso fue interpretado por los opositores (de Milei) como una evidente interferencia por Estados Unidos”, expresó Tom Bateman.
Ese apoyo se repitió antes de las recientes elecciones en Honduras, cuando Trump indultó al expresidente Juan Orlando Hernández, que cumplía una condena de 45 años en EE.UU. por narcotráfico, al tiempo que manifestó su apoyo al candidato de derecha Nasry “Tito” Asfura.
Lo mismo se ha visto en Brasil, con los ataques de Trump contra los tribunales de ese país que condenaron al expresidente de corte “trumpista” Jair Bolsonaro por su intento de golpe tras haber perdido las elecciones en 2022.
La nueva estrategia realza al continente americano, referido como el “Hemisferio Occidental”, como un principal foco de la política exterior de EE.UU.
El gobierno quiere “asegurarse… de que la región permanezca estable y suficientemente bien gobernada para evitar y desalentar la migración masiva hacia Estados Unidos”, lee el documento.
La estrategia introduce la idea de un “corolario Trump” a la doctrina Monroe, posicionando la táctica del gobierno como una secuela a la política del presidente James Monroe en el siglo XIX afirmando la primacía de EE.UU. en el continente americano y repeliendo la interferencia de los poderes coloniales europeos.
El gobierno considera esta renovada atención como necesaria para contrarrestar la influencia de China en América Latina, señala nuestro corresponsal, a pesar de que China no está mencionada directamente en el documento.
China ha logrado obtener demasiada posición económica en la región, según Trump, aunque su insinuación de que está “operando” el Canal de Panamá no es literalmente verdad.
Los recientes esfuerzos diplomáticos, incluyendo la visita del secretario de Estado, Marco Rubio, a países latinoamericanos a comienzos de año, son una señal de la intención de Washington de reafirmar su dominio tanto económico como estratégico en la región.
Aunque la estrategia no se extiende en la dimensión militar de esta política, la campaña de bombardeos aéreos contra supuestos narcotraficantes en el Caribe y la presencia de múltiples acorazados y personal militar estadounidense frente a las costas de Venezuela subraya la amenaza del uso de fuerza militar.
El deterioro de las relaciones entre EE.UU. y Europa ha sido aparente durante meses.
Una de las primeras señales de la actitud del gobierno de Trump hacia Europa se produjo en enero, cuando el vicepresidente de EE.UU., JD Vance, emitió un cáustico ataque contra las democracias europeas, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en el que reprendió a sus líderes por ignorar las preocupaciones de sus votantes sobre la migración y la libertad de expresión.
Pero en la práctica, esta incómoda relación se ha desarrollado en otro escenario; la guerra en Ucrania.
El documento parece sugerir que Europa no ha entendido las dinámicas de poder que están en juego y que Estados Unidos debe invertir energía diplomática para estabilizar la región.
La Unión Europea está acusada de obstaculizar los esfuerzos de Washington por termina la guerra en Urania, según el documento, y que EE.UU. deber “restablecer una estabilidad estratégica hacia Rusia”, que a su vez “estabilizaría las economías europeas”.
El mensaje central es que Ucrania debería permanecer siendo un estado viable pero eso requiere reconocer la posición dominante de Rusia.
Donald Trump está “perdiendo la paciencia” con Europa y Ucrania, señala nuestro corresponsal.
“Está claro… la presión está sobre los europeos para que asientan a una postura que los ucranianos básicamente interpretan como una capitulación”, comentó en el podcast.
La tensión en torno a Ucrania ya se manifestó en momentos de alto perfil, incluyendo la reunión en el Despacho Oval de Trump y Vance con el presidente Volodymyr Zelensky en febrero, en la que tacharon al presidente ucraniano de “irrespetuoso” y “desagradecido”.
Los líderes europeos ahora enfrentan la realidad de que EE.UU. podría presionar para lograr un resultado mucho más preferencial para Moscú que para Kyiv.
Rusia recibió con beneplácito la Estrategia de Seguridad Nacional, describiéndola como “ampliamente consistente” con su visión.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional ya ha reconformado los debates en Washington y a lo largo de Europa.
Sus implicaciones para Ucrania, las relaciones EE.UU.-Europa y el orden global más amplio siguen desarrollándose.
Pero el documento deja una cosa inequívocamente clara: el gobierno de Trump pretende redefinir las prioridades de la política exterior de EE.UU. y espera que sus aliados se adapten a esa nueva realidad.
*Con información adicional del podcast The Global Story del Servicio Mundial de la BBC
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.