Este 10 de octubre es Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que además de recordarnos sobre la importancia de cuidar nuestra salud mental, también busca erradicar mitos, estigmas y tabús.
Sin embargo, la perspectiva negativa a lo largo de los años sobre salud mental ha ocasionado que casi no se hable de este tema o sea mal visto por la sociedad y a pesar de los avances recientes, todavía falta un largo camino por educarnos en el tema.
Si eres de esas personas que todavía no entiende bien los conceptos básicos de salud mental y quiere aprender más, platicamos con Liz García, psicóloga clínica con enfoque cognitivo conductual y creadora del proyecto Astronauta Emocional, quien respondió muchas de las dudas más comunes sobre este tema.
Su trabajo en Astronauta Emocional busca crear una cultura que hable de emociones, o sea, tener las conversaciones incómodas que no siempre queremos para romper estigmas sobre emociones, salud mental y más.
Para García, es importante hablar de la salud mental y comprender las emociones, aunque es difícil porque actualmente no está en la educación básica tocar estos temas.
“Cuando hablamos de salud mental estamos hablando de un término que conlleva muchas cosas, no solo lo emocional”, señaló.
La salud mental, según explicó, incluye el “mundo exterior” (nuestras relaciones de trabajo, familia, personales, etc) y el “mundo interno”, que somos nosotros mismos, lo que pensamos y sentimos.
“La salud mental es ese balance entre el mundo interno, lo que yo experimento, y las relaciones, las oportunidades y todo lo que es externo a mí que me da un equilibrio, también lo físico”, mencionó.
Pero eso no es todo. García enfatizó que también se involucra la salud física, es decir, que estés sano, te alimentes bien y que te sientas físicamente bien.
“Los malestares también afectan emocionalmente, por eso es importante tener un balance entre esas áreas”, agregó.
“Muchas veces no sabemos dar el primer pasó porque hay muchos tabús a su alrededor, donde la gente dice «estás exagerando», «tienes que echarle ganas», «eso no es para tanto», o el miedo de ir al psiquiatra“, mencionó García.
Para calibrarte emocionalmente, explicó que primero tiene que ver mucho con el autoconcepto, ver cómo te sientes sobre ti mismo, cómo te sientes con tus relaciones interpersonales, cómo estás con tu familia, etc.
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Es importante tener un balance también con esos rubros de crecimiento interpersonal, por lo que debes darte espacios para ti para y hacer lo que te gusta: ejercicio, hobby o algo más, ya que eso también incluye la salud mental.
Por otro lado, García resaltó que importa mucho estar en una comunidad donde también te sientas cómodo, tranquilo y te puedes expresar como tú eres.
“Si en esas esferas estás tranquilo, vives en una forma que te da paz, entonces hablamos de que tu salud mental está en un buen estado“, señaló.
Pero no debes olvidar que también se puede mejorar la salud mental a través de un espacio terapéutico, en el que encontrarás respuestas a las preguntas que tienes, conocerte a ti mismo y te ayudará a no llegar a los extremos.
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García explicó que la psicoterapia no es la única forma de cuidar tu salud mental, ya que existen muchísimas maneras de atenderla como ir a yoga, hacer meditación, ejercicio, ir a reuniones con amigos, por ejemplo.
“Todo eso implica tu salud mental y es muy importante que veas ese énfasis en qué no solo es en un consultorio, lo puedes hacer y expresar de diferentes formas y actividades, siempre y cuando te hagan sentir tranquilo, con bienestar, con crecimiento personal, darte tiempo y conectar contigo”, agregó.
Antes de pasar a la respuesta, la psicóloga nos puso un ejemplo:
“Imagina que estás en el teléfono y ves a tu pareja en línea, entonces le mandas un mensaje, pero ves que no te contestó y lo primero que piensas es si estará enojada, te preguntas por qué no responde y comienzas a enojarte, luego te contesta dos horas después y te dice que estaba en el trabajo, pero mientras tú te imaginaste un escenario catastrófico”, señaló García.
Entonces, basándonos en ese escenario, la terapia cognitivo conductual ayuda a identificar tus pensamientos para trabajar sobre ellos y tener estrategias para regular las emociones.
Ella mencionó que a veces las cosas en el mundo externo las cosas están bien, pero en el interno hay cuestionamientos de si en realidad todo está bien.
“Cuando tienes está duda, entonces es porque quizás tengas un tipo de preocupación y debemos descubrir cuál es, de dónde viene ese miedo, qué me lleva a preguntarme esas cosas. Qué quieres, que necesitas, son preguntas que te llevan a la verdad”, explicó García.
Si no sabes hacerte esas preguntas o llegar a ellas, la terapia te ayuda a encontrar las respuestas que buscas.
Desde que inició la pandemia, es muy probable que hayas experimentado más estrés del normal por el cambio tan brusco de rutina.
Para comprender qué es el estrés, la psicóloga detalló que es esa tensión que se genera entre algo que sientes que te está rebasando y sientes que es más grande de lo que puedes sobrellevar.
Afortunadamente, existen varias opciones para enfrentarlo:
“Primero debes darte espacio, a veces no se puede con todo (trabajo, familia, vida social, ejercicio, etc), entonces es importante darte un break para conectar contigo mismo, con tus emociones. En segundo lugar debes aprender a priorizar, ¿podemos con todo? Sí, pero no con todo a la vez, tantas cosas te pueden abrumar. En tercer lugar es aprender a decir que no. Decir no es sanador porque a veces no puedes hacer algo o no quieres, debes pensar primero en ti, aprender a poner límites, se trata de preguntarte hasta dónde puedes”, explicó.
Además, también agregó que los conflictos no son malos, sino que tenemos esa perspectiva de que son negativos, pero en realidad nos ayudan a negociar y poner parámetros.
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“Si te diagnosticaron con un trastorno la respuesta es sí, vas a vivir con él, pero no significa que ese diagnóstico seas todo tú y que vivirás con esa etiqueta todo el tiempo”, enfatizó.
García recomendó que una vez que te hayan diagnosticado, debes investigar qué es tu trastorno y qué implica para comprender que no eres sólo un diagnóstico.
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“Cuando eres familiar o cercano a una persona con el trastorno lo primero que debes hacer es investigar sobre qué es y lo que significa porque eso te ayuda a empatizar”, señaló.
Sin embargo, explicó que tampoco debes resolverle todo a la persona que tiene el diagnóstico.
“A veces pensamos que debemos cuidarlo más y no significa eso, sino que debes incentivarlo a que haga actividades que le ayuden con el manejo de su diagnóstico”, resaltó.
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Antes de llegar a ese punto, García dijo que debes descubrir cuáles son tus expectativas con el proceso terapéutico y desde el inicio podrías hablar de eso con tu terapeuta.
“Si no cumple con tus expectativas, lo mejor es ser francos con el terapeuta de lo que pasa, de las expectativas que tenías y que sientes que no se están cumpliendo. Ya que hables con el terapeuta, él inclusive te puede dar una recomendación de quién te puede ayudar, qué te conviene o cambiar el enfoque para ver si funciona”, mencionó.
También resaltó que el terapeuta con quién te quedes debe darte mucha confianza porque el trabajo se trata de tener confianza por las cosas que vas a contar.
De hecho tenemos un texto que te dice cómo: Se vale cambiar, darse un respiro o parar: cómo cortar a mi terapeuta
García explicó que muchas personas lo experimentan desde la niñez, pero no se dan cuenta y así siguen hasta su vida adulta.
También hay un texto que lo explica: ‘Soy adulto y vivo con déficit de atención e hiperactividad’: qué es el TDAH y cómo sé si lo tengo
Para darte cuenta, ella señaló que hay varios indicadores:
Además, agregó que el TDA tiene dos rubros: el déficit de atención y la hiperactividad. “No significa que debas tener los dos, puedes estar más cargado a un lado”.
Pero subrayó que la única manera de saber si tienes eso es que te lo diagnostique un especialista, no lo puedes saber viendo tiktoks o en internet, por lo que si sientes que presentas señales, debes ver a un experto.
Por último, no esperes que te diagnostiquen en una sola sesión, se debe ver en varias, realizar pruebas y hacer estudios.
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Vivimos en una época en la que todo tipo de sistemas de control limitan nuestras libertades de expresión, identidad y religión. Combinar la visión de Orwell con la de Huxley ofrece un análisis más profundo.
¿Existe alguna obra de ficción del pasado que pueda ayudarnos a comprender las preocupantes tendencias actuales?
Considerando la proliferación de referencias a la “neolengua” ofuscadora, líderes al estilo del Gran Hermano y sistemas de vigilancia ineludibles en artículos periodísticos, esta pregunta tiene una respuesta simple: “Sí, y esa obra es ‘1984’ de George Orwell”.
Tanto la izquierda como la derecha política consideran la novela que Orwell escribió en 1949 como el libro del siglo pasado que mejor se relaciona con el presente.
Pero hay otros que consideran la cultura del consumo y la obsesión por las redes sociales como las principales preocupaciones actuales. Entonces la respuesta es diferente: “Sí, y esa obra es ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley”.
Nosotros, sin embargo, pensamos que la respuesta es “ambas”.
En el largo debate sobre quién fue el escritor más profético de su época, Orwell, que fue alumno de Huxley en Eton, es generalmente el favorito.
Una razón de esto es que las alianzas internacionales que durante mucho tiempo parecieron estables ahora están en constante cambio. En 1984, su última novela, Orwell imaginó un futuro mundo tripolar dividido en bloques rivales con alianzas cambiantes.
En el breve periodo transcurrido desde que el presidente estadounidense Donald Trump inició su segundo mandato, sus políticas y declaraciones han provocado sorprendentes realineamientos.
Estados Unidos y Canadá, socios cercanos durante más de un siglo, están ahora enfrentados. Y en abril, un funcionario de Pekín se unió a sus homólogos de Corea del Sur y Japón para oponerse, formando un trío improbable, a los nuevos aranceles de Trump.
Quizás por eso existe un campo floreciente de “estudios orwellianos”, con su propia revista académica, pero no de “estudios huxleyanos”.
Probablemente también explica por qué “1984”, pero no “Un mundo feliz”, sigue figurando en las listas de los más vendidos, a veces junto con “El cuento de la criada” (1985) de Margaret Atwood.
“Orwelliano” (a diferencia del raramente conocido “huxleyano”) tiene pocos competidores aparte de “kafkiano” como adjetivo inmediatamente reconocible vinculado a un autor del siglo XX.
Por maravillosos que sean Atwood y Kafka, estamos convencidos de que combinar la visión de Orwell con la de Huxley ofrece un análisis más profundo. Esto se debe en parte a, y no a pesar de, la frecuencia con la que se ha contrastado la autocracia que describen Orwell y Huxley.
Vivimos en una época en la que todo tipo de sistemas de control limitan nuestras libertades de expresión, identidad y religión. Muchos no encajan del todo en el modelo que Orwell o Huxley imaginaron, sino que combinan elementos.
Sin duda, hay lugares, como Myanmar, donde quienes ostentan el poder recurren a técnicas que evocan inmediatamente a Orwell, con su enfoque en el miedo y la vigilancia. Hay otros, como Dubái, que evocan con mayor facilidad a Huxley, con su enfoque en el placer y la distracción. Sin embargo, en muchos casos encontramos una mezcla.
Esto es especialmente evidente desde una perspectiva global. Es algo en lo que nos especializamos como investigadores internacionales e interdisciplinarios: un académico literario turco radicado en el Reino Unido y un historiador cultural californiano de China, que también ha publicado sobre el Sudeste Asiático.
Al igual que Orwell, Huxley escribió muchos libros que no eran ficción distópica, pero su incursión en ese género se convirtió en su obra más influyente. “Un mundo feliz” fue muy conocido durante la Guerra Fría.
En cursos y comentarios, se solía comparar con “1984” como una narrativa que ilustraba una sociedad superficial basada en la indulgencia y el consumismo, en contraposición al mundo orwelliano, más sombrío, de supresión del deseo y control estricto.
Si bien es habitual abordar los dos libros a través de sus contrastes, también pueden tratarse como obras interconectadas y entrelazadas.
Durante la Guerra Fría, algunos comentaristas consideraron que “Un Mundo feliz” mostraba adónde podía llevar el consumismo capitalista en la era de la televisión.
Occidente, según esta interpretación, podría convertirse en un mundo donde autócratas como los de la novela se mantuvieran en el poder. Lo lograrían manteniendo a la gente ocupada y dividida, felizmente distraída por el entretenimiento y la droga “soma”.
Orwell, por el contrario, parecía proporcionar una clave para desbloquear el modo más duro de control en los países no capitalistas controlados por el Partido Comunista, especialmente los del bloque soviético.
El propio Huxley en “Un mundo feliz” revisitado, un libro de no ficción que publicó en la década de 1950, consideró importante reflexionar sobre cómo combinar, abordar y analizar las técnicas de poder e ingeniería social presentes en ambas novelas.
Y resulta aún más valioso combinar estos enfoques ahora, cuando el capitalismo se ha globalizado y la ola autocrática sigue alcanzando nuevas fronteras en la llamada era de la posverdad.
Los enfoques orwellianos, de corte duro, y huxleyanos, de corte suave, para el control y la ingeniería social pueden combinarse, y a menudo lo hacen.
Vemos esto en países como China, donde se emplean los crudos métodos represivos de un Estado del Gran Hermano contra la población uigur, mientras que ciudades como Shenzhen evocan un mundo feliz.
Vemos esta mezcla de elementos distópicos en muchos países: variaciones en la forma en que el escritor de ciencia ficción William Gibson, autor de novelas como “Neuromancer”, escribió sobre Singapur con una frase que tenía una primera mitad suave y una segunda dura: “Disneylandia con la pena de muerte”.
Este puede ser un primer paso útil para comprender mejor y quizás empezar a buscar una manera de mejorar el problemático mundo de mediados de la década de 2020. Un mundo en el que el teléfono inteligente en el bolsillo registra tus acciones y te ofrece un sinfín de atractivas distracciones.
*Emrah Atasoy es investigador asociado de Estudios Literarios Comparados e Inglés e Investigador Honorario del IAS de la Universidad de Warwick.
*Jeffrey Wasserstrom es profesor de Historia China y Universal, Universidad de California, Irvine.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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