Una cuenta de TikTok afirma que México compró un portaviones ruso y a su vez trajo un avión directamente de ese país. Pero, se trata de desinformación. No existe información oficial de que estas compras se realizaron.
“Llega el portaaviones que México compró a Rusia. Esta en aguas mexicanas”, se lee en el primer video publicado por la cuenta en TikTok, mientras se reproduce la escena de un portaviones navegando en el mar.
En un segundo video la cuenta muestra un avión maniobrando en una pista de aterrizaje, para afirmar que acaba de llegar el primer avión ruso a México.
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Sin embargo, el informe de adquisición de Aeronaves, Armamento y Vehículos de la Secretaría de Estado del 2006 al 2024 no tiene registro de que México haya adquirido un portaviones, y la última aeronave que adquirió la secretaría fue en 2018.
Además, ni la Secretaría de Defensa Nacional de México, ni el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa han manifestado que este tipo de compra se realizó.
Los videos desinformantes que en suma alcanzan los 90 mil likes y los 18 mil compartidos provocaron que los usuarios de la plataforma iniciaran la narrativa de que México se está preparando para la guerra con Estados Unidos, y aseguran que esto se da después de que finalizaron los Tratados de Bucareli. Pero, estos tratados no mencionan algún acuerdo sobre un conflicto bélico.
Esta desinformación surge en el contexto del conflicto arancelario entre México y Estados Unidos, que como te lo explicamos aquí, el presidente estadounidense amenazó con imponer un arancel del 25% a productos mexicanos si México no reforzaba el combate al tráfico de drogas.
No obstante, la medida se aplazó por un mes tras un acuerdo en el que México se comprometió a enviar mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera norte, mientras que Estados Unidos trabajaría en la reducción del tráfico ilegal de armas hacia México.
Por su parte Rusia anunció el pasado 2 de febrero de 2025 que México y otras seis naciones podrían participar en su mercado de divisas. Hecho que no involucra algún intercambio de vehículos de combate.
De acuerdo con un documento que se encuentra en la página de la Cámara de Diputados de México, los Tratados de Bucareli, se firmaron el 1 de septiembre de 1924 entre representantes del gobierno de Estados Unidos y México en un edificio antigüo en la calle de Bucareli en el centro de la ahora Ciudad de México.
En el tratado, del cual no existe una copia original, se acordaba que México tenía que reparar los daños a ciudadanos estadounidenses que habían perdido su patrimonio antes de 1917, fecha en que estaba en pie la revolución mexicana. Esto debido a que varios ciudadanos de Estados Unidos habían reclamado que su patrimonio dentro de México sufrió daños durante los conflictos civiles del país.
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En conclusión, México no compró un portaviones a Rusia ni tampoco se tiene registro oficial de que aterrizó un avión ruso en el país, la desinformación se da en el contexto de la disputa arancelaria entre México y Estados Unidos.
Los soldados ucranianos en el campo de batalla no creen que la guerra contra Rusia vaya a terminar pronto.
Mientras Moscú considera un alto el fuego temporal, su maquinaria militar sigue presionando en el frente. Las negociaciones diplomáticas pueden ser lentas y difíciles, pero en el campo de batalla, se pueden medir en vidas perdidas.
A un hospital militar en el este de Ucrania, los heridos llegan en oleadas en ambulancia. Aquí, hay una desconexión obvia entre la diplomacia que tiene lugar lejos de los combates y la brutalidad de la batalla, en la que los cuerpos humanos todavía están siendo destrozados, despedazados y marcados por las bombas y las balas.
Vemos a otras dos docenas de soldados ucranianos heridos que se suben a un autobús para ser llevados a un hospital en Dnipro; algunos están heridos pero caminan, otros son llevados en camillas. El autobús está provisto de equipos médicos para monitorear a los heridos mientras son trasladados a toda velocidad por carreteras llenas de baches.
Los hombres a bordo son los menos gravemente heridos. La mayoría fueron alcanzados por metralla. La causante es a la ahora más prolífica y temida arma en el frente: los drones.
Ninguno de los soldados que entrevistamos cree que esta guerra vaya a terminar pronto. Maksym, de 30 años, está en una camilla conectado a un medicamento intravenoso para aliviar algo del dolor de las múltiples heridas de metralla que tiene en todo el cuerpo. Dice que ha oído hablar de un alto al fuego temporal de 30 días, pero añade:
“Considero a Putin un asesino y los asesinos no se ponen de acuerdo tan fácilmente”.
Vova, quien está sentado cerca, dice refiriéndose a la posibilidad de un alto al fuego: “No me lo creo”. Señala que cerca de la ciudad de Pokrovsk, que se encuentra bajo asedio, se estaban enfrentando a ataques rusos todos los días. “Dudo que haya una tregua”, me dice.
Otro soldado llamado Maksym dice que esta es la segunda vez que resulta herido. “No creo que haya un alto al fuego”, afirma. “Tenía muchos amigos que ya no están con nosotros”.
“Me gustaría creer que todo va a estar bien, pero no se puede confiar en Rusia. Nunca”.
El autobús médico es operado por el Batallón Médico del Ejército de Voluntarios de Ucrania, conocido como los Hospitalarios. Transportan a decenas de soldados heridos todos los días.
Sofiia, una estudiante de medicina de 22 años, ha estado trabajando con ese equipo durante los últimos 18 meses. Ella también es escéptica sobre las posibilidades de un alto al fuego: “No puedo creérmelo, pero realmente desearía que sucediera”, dice.
Me cuenta que cuando se enteró de que Estados Unidos y Ucrania habían acordado presionar para lograr un alto al fuego, los drones rusos sobrevolaban su base y eran interceptados por las fuerzas de defensa aérea ucranianas. Para ella, hablar de paz es como hablar de un universo paralelo.
Sofiia dice que “al menos es bueno que Ucrania y Estados Unidos vuelvan a hablar”. Pero en cuanto a las esperanzas de un alto al fuego, se remite al pasado reciente.
“Si nos fijamos en todos los intentos de alto al fuego que hemos tenido en el pasado, no funcionaron. ¿Cómo va a funcionar este?”, pregunta.
Su colega médico, Daniel, se unió a los Hospitalarios desde Suecia. Dice que entiende lo que se siente cuando una nación más pequeña es atacada por su vecino gigante. Su abuelo luchó por Finlandia contra Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Daniel llegó a Ucrania, solía preguntarles a los soldados heridos qué querían hacer después de la guerra. Ya no lo hace. “Nadie quiere responder eso”, dice, “porque no quieren decepcionarse. No se atreven a tener esperanzas”.
Daniel no descarta un alto al fuego. Pero añade: “No se puede confiar en que Putin vaya a hacer algo que no le beneficie”.
Ucrania tiene mucha experiencia negociando con Rusia.
Francia y Alemania mediaron en los altos al fuego de 2014 y 2015, cuando las fuerzas respaldadas por Moscú tomaron por primera vez partes del este de Ucrania y Crimea.
Esa negociación no funcionó. Tampoco impidieron que Rusia llevara a cabo su invasión a gran escala de Ucrania ocho años después.
Puede que haya conversaciones de paz, pero los hombres de la 68ª Brigada Jaeger de Ucrania siguen preparándose para la guerra. Miramos cómo ensayan sus maniobras para evacuar a un soldado herido bajo fuego enemigo. La mayoría ya ha tenido que hacerlo en la vida real.
A lo lejos, oímos los estruendos de la artillería. Estamos a solo 16 kilómetros de la línea del frente, adonde pronto regresarán.
Han recibido pocas noticias positivas en los últimos días. Las fuerzas ucranianas están siendo superadas en Kursk. En agosto del año pasado, esa ofensiva sorpresa en territorio ruso parecía una jugada de brillantez táctica, que elevaba la moral. Ahora corre el peligro de convertirse en un importante revés estratégico.
Es posible que Kursk deje de ser pronto una moneda de cambio para futuras negociaciones, y se convierta en una pesada carga, por la pérdida de valioso equipamiento y vidas ucranianas.
Uno de los pocos aspectos positivos es que Estados Unidos ha reanudado su apoyo militar. Eso es importante para la 67ª Brigada, que opera con equipos fabricados en Estados Unidos. Realizan sus entrenamientos con un vehículo blindado MaxxPro suministrado por Washington.
Ivan, el conductor que lleva una pequeña bandera estadounidense en su uniforme, dice que le alivia que la administración Trump haya accedido a revertir el bloqueo. Su vehículo necesita reparaciones con regularidad. “Me gustaría que siguieran ayudando”, dice.
Pero Ivan aún no está seguro de si se puede confiar en el presidente Trump.
“Tengo dudas”, dice. En cuanto a confiar en el presidente Putin, responde: “No. Nunca”.
Aquí, incluso un alto al fuego temporal parece estar muy lejos.
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