El presidente Andrés Manuel López Obrador difundió spots sobre su quinto informe en los que se verificaron datos falsos o sin sustento sobre el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, o en cuanto a que “prácticamente no hay desempleo” en el país, aunque por otro lado también destacó el dato verdadero de que su gobierno logró una reducción de la pobreza y de la desigualdad.
En uno de los mensajes señaló que “2 millones 600 mil jóvenes trabajan como aprendices” en México. Esto en referencia al programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF), que según mencionó en una conferencia mañanera reciente ha permitido que 60% de los beneficiarios sean contratados en los centros de trabajo donde recibieron capacitación.
Pero los datos oficiales disponibles y las evaluaciones de Coneval contradicen al mandatario.
Para empezar la cifra de 2 millones 600 mil jóvenes solo coincide con la de los beneficiarios del programa desde el inicio de su operación hace cuatro años, en 2019. No es que ahora mismo haya esa cantidad de jóvenes inscritos que “trabajan como aprendices”, como menciona López Obrador.
Según esta base de datos de beneficiarios, en junio pasado fueron 246 mil 808 Jóvenes Construyendo el Futuro de entre 18 y 29 años los que recibieron un apoyo económico, en un programa que implica una capacitación de un año.
Esta evaluación al programa, disponible en la página del gobierno federal y asignada a la empresa Idea Consultores, muestra la cifra anual de beneficiarios hasta septiembre de 2022. Destaca la de población atendida en 2019, primer año de JCF, y que el gobierno ya superó su meta inicial del sexenio de beneficiar a 2.3 millones de jóvenes:
La cifra del presidente sobre que 60% de las y los aprendices de Jóvenes Construyendo el Futuro son contratados en el lugar donde los capacitaron no tiene sustento.
En el informe de gobierno previo, se indicó que entre septiembre de 2021 y el 30 de junio de 2022 habían sido beneficiados 776 mil 656 jóvenes. Y en ese mismo periodo, 32 mil 061 jóvenes al concluir su año de capacitación habían obtenido un empleo, según refirió la Secretaría del Trabajo.
Por los cambios en los objetivos e indicadores del programa, el Coneval sólo tiene datos desde 2021 para el rubro de beneficiarios que al terminar su año de capacitación reportaron haber adquirido “su primera experiencia en una actividad productiva” (sin que se detalle si esto fue una contratación y de qué tipo).
En 2021, fue el 35% y en 2022 subió hasta el 46% de beneficiarios que reportaron tener una primera “actividad productiva”. Para el 2023 aún no se incluyen datos en el Módulo de indicadores de programas sociales de Coneval, que a su vez cita al Portal Aplicativo de Hacienda (Pash).
Y si bien se registró un aumento en 2022, faltaría tener las cifras de 2019, 2020 y 2023 para tener un promedio general de aprendices que se unieron a una actividad productiva luego de participar en Jóvenes Construyendo el Futuro.
Distintos análisis han señalado como carencia de este programa su falta de seguimiento a los jóvenes egresados para saber si esta política pública les ayudó a obtener un empleo, y de qué calidad y duración.
La evaluación de Idea Consultores en la página del gobierno federal concluyó que al menos hasta diciembre de 2022 el programa JCF “no mide adecuadamente sus resultados finales e impacto”.
A cuatro años de su operación, en aquel entonces, “la inexistencia de evaluaciones que midan rigurosamente los efectos e impactos no permite conocer sus resultados y beneficios más relevantes, lo que puede poner en riesgo su rediseño y continuidad hacia la próxima administración”.
Además la consultora observó que existía “un desequilibrio entre los recursos monetarios destinados al pago de becas a los jóvenes, y los recursos dirigidos a la operación del Programa”, con carencias en el número de mentores de los jóvenes y su condiciones laborales.
En 2021 y este año, la Secretaría del Trabajo ha referido que su fuente para afirmar que más del 50% y hasta 60% de jóvenes beneficiarios han sido contratados son datos de la encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del INEGI.
Pero en 2021 la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos acotó en su análisis del tema que la medición de impacto en el empleo tenía varias limitaciones al utilizar los datos de la ENIGH.
“La encuesta sólo tiene información para seis meses durante 2020, es decir, se les pregunta a los hogares si recibieron ingresos por participar en el programa, si reciben ingresos laborales, entre otros tipos de ingresos. Sólo si se observa que en este periodo un joven beneficiario salió del programa (dejó de recibir el ingreso), se puede medir el impacto que pudo tener su participación”, indicó.
Además de mencionar que: “analizar sólo seis meses es una restricción muy fuerte. Puede ocurrir que un beneficiario salga del programa en el mes tres y no encuentre trabajo en los próximos tres meses; si encuentra trabajo en el cuarto mes, no se refleja en el análisis. También existe la otra posibilidad, que un joven encuentra trabajo inmediatamente saliendo del programa y que en meses después sea despedido, esto tampoco se refleja en el análisis. No es posible corregir este sesgo, pero la medición de impacto nos da un panorama indicativo de los efectos del programa”.
Otro instrumento indicador en la página del INEGI, el de datos de la Encuesta Anual del Comercio (EAC), tampoco muestra que en 2021 el porcentaje de personal contratado al término de la capacitación de Jóvenes Construyendo el Futuro haya alcanzado un promedio arriba de 60%, de hecho en las diferentes categorías tanto para hombres como para mujeres la mayoría no superó el 30%.
Ese fue el dicho del presidente en este spot del quinto informe. Sin embargo la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI correspondiente al segundo trimestre de 2023 mostró que la población desocupada (personas en edad de trabajar y que buscaron encontrar un empleo) o sin trabajo en el país fue de 1.7 millones de personas.
Esto representó el 2.8% de la Población Económicamente Activa, y es cierto que esta tasa es una de las más bajas entre los países de la OCDE.
Pero especialistas también han señalado el problema de la informalidad en México. En el segundo trimestre del año, el 55.2% de la población ocupada tenía un empleo informal, sin seguridad social. Esto equivale a 32.3 millones de personas.
En este caso el dicho del presidente sí se ajusta a lo reportado por el Coneval en su estudio más reciente sobre pobreza multidimensional.
Ahí se indicó que la población en México que vive en situación de pobreza disminuyó en 5.1 millones de personas, entre 2018 y 2022. Aunque, por otro lado, el porcentaje de la población en esta situación de pobreza extrema pasó de 7.0% en 2018 a 7.1% en 2022.
En cuanto a la desigualdad, Coneval concluyó que sí se redujo. Con la evolución del Coeficiente de Gini con base en el ingreso corriente total per cápita, refirió, se observó que la desigualdad presentó una disminución a nivel nacional al pasar de 0.457 a 0.431 entre 2018 y 2022.
“Entre 2018 y 2020, el coeficiente de Gini para los ocupados formales tuvo una variación negativa de 7.8%, es decir, existió una reducción de la desigualdad al interior de este grupo; mientras que para el grupo de los ocupados informales, que es donde se tuvo una variación positiva del ingreso, tuvo una variación negativa del coeficiente de Gini de 3.5%, lo cual también indica una reducción de la desigualdad de este grupo, pero en menor medida que en el de los ocupados formales donde su ingreso se mantuvo en niveles similares”, detalló el Consejo.
De nueva cuenta el presidente menciona que su gobierno no ha recurrido a la deuda. Pero como lo mencionamos en esta verificación, la verdad es que su administración sí ha utilizado este instrumento.
La organización México Evalúa indicó el 10 de agosto pasado que hasta junio el endeudamiento neto –Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP)– ascendió a 496.8 mmdp, lo cual representó un crecimiento real de 38.4% (137.9 mmdp) con respecto al mismo periodo del año anterior.
De ese modo, refirió, “se alcanzó así el valor más alto de endeudamiento para el mismo periodo desde que se tiene registro de este indicador (2008). Este nivel es mayor que incluso el de la pandemia”.
Y entre los componentes del sector público, fue “el Gobierno federal el que ha incurrido en la mayor deuda: ésta asciende a 573.6 mmdp a junio del presente año, lo que representa un crecimiento real de 102.9% con respecto al mismo periodo del año anterior.
Se trata del endeudamiento más alto para el mismo periodo en lo que va del sexenio, y el más alto desde el año 2000. Es decir, en los últimos 23 años el Gobierno federal no se había endeudado tanto como lo hizo al primer semestre de este año”.
Johandri Pacheco abordó el tren con dolor de barriga.
Una barriga de ocho meses y medio.
No entró por la puerta del vagón para sentarse en una silla y mirar el paisaje entre Irapuato y Matamoros, desde el centro hasta el extremo oriental de México, en la frontera con Estados Unidos.
Trepó por una escalera lateral del vagón hasta el techo de un tren de carga que pertenece al sistema ferroviario mexicano, una vieja red de trenes conocida como La Bestia.
La migrante venezolana de 23 años estaba exhausta. Junto con su pareja José Gregorio y su hijo Gael, de 4 años, esperaron la llegada del tren durante cinco días en un puente en Irapuato.
Otros migrantes dijeron que aquel tren era conocido como El Bolichero, por unas pequeñas bolas de metal que se almacenan en el techo y que debían cubrir con cartones para descansar durante el trayecto.
Johandri y su novio recolectaron cartones para el viaje y se alimentaron con la comida que activistas y espontáneos repartían en el puente.
La pareja y el niño recorrieron una decena de países durante mes y medio para lograr que Mía, la bebé que Johandri llevaba en su vientre, naciera en Estados Unidos.
“Una amiga me metió miedo, me dijo que si daba a luz en México me iban a devolver a la frontera con Guatemala e iban a registrar a mi hija como guatemalteca”, cuenta desde un refugio de migrantes ubicado en Aguascalientes, en el centro de México.
“Mi miedo era ir al hospital y que Migración me devolviera”.
El tren llegó a Irapuato en la medianoche del viernes 25 de agosto. Faltaban 12 días para el parto, según la estimación del médico que le hizo el último control prenatal.
Johandri se crió en Las Adjuntas, una barriada popular al suroeste de Caracas.
Apenas cumplió 18 años, emigró a Perú poco antes de la pandemia, sin haber culminado el bachillerato ni tener experiencia laboral. “Yo quería conocer el mundo por mis propios medios, conseguir lo mío con mi propio esfuerzo”.
La crisis económica, la falta de acceso a servicios públicos y la violencia en Venezuela impulsaron la migración de más de siete millones de personas desde 2015, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Johandri tuvo su primer empleo en Perú como dependienta en una tienda de zapatos. “Váyase a su país, ustedes los venezolanos vienen a joder”, le decían algunas clientas, según cuenta. Ella fingía que no escuchaba y se daba la vuelta en silencio.
“Esos comentarios no me afectan”, dice al recordar los insultos que recibió en aquella tienda. “Yo estoy luchando por mí y por mi familia”.
En Perú dio a luz a Gael, su primer hijo.
Sin embargo, a mediados de 2021 cambió su perspectiva de futuro. Los precios se incrementaron y su sueldo no bastaba para pagar el arriendo y la comida.
Con menos de US$100 en el bolsillo, Johandri descartó la opción de regresar a la casa familiar en Las Adjuntas y emigró a Chile pidiendo aventones en las carreteras.
Consiguió trabajo como empleada de limpieza en una clínica pequeña en Santiago. Vendía ropa por su cuenta y servía tragos en un bar. Cuando pensó que había conquistado la estabilidad económica, subió la renta de su nuevo departamento y temió verse obligada a regresar a Las Adjuntas.
“Decidí que debíamos irnos de Chile cuando tenía siete meses de embarazo”, recuerda.
“Con la niña en la barriga, tenía mis dos brazos y mis dos piernas para agarrarme de los árboles y atravesar los ríos del Darién, que era una de las partes más difíciles del recorrido. Pero si la llevaba en brazos sería imposible”.
La pareja tenía US$700 para hacer la travesía por tierra junto con Gael hasta Estados Unidos a través de Chile, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.
Hicieron el primer tramo del recorrido en autobús, desde Chile hasta Capurganá, un pueblo colombiano fronterizo con Panamá y una de las principales entradas hacia el Tapón del Darién, la intrincada selva por donde transitaron casi 249.000 migrantes durante el primer semestre de 2023, el mayor flujo migratorio registrado hasta el momento por las autoridades panameñas.
Al ver a tantos niños con fiebre, vómitos y erupciones en el trayecto por el Darién, Johandri se alegró de haber tomado la decisión de viajar embarazada. Sin embargo, nunca pensó que el tramo más difícil les esperaba en México.
“En el Darién puedes tomar agua de los ríos y refugiarte bajo la sombra de los árboles. Pero en México nos tocaba caminar cada día durante cinco o seis horas bajo el sol. Todo el mundo quiere robarte, estafarte. Intentamos seguir en autobús y la policía siempre nos bajaba porque no teníamos papeles”.
Después de viajar durante un mes y medio, abordar El Bolichero en Irapuato y llegar a Matamoros era el último paso para cruzar a Estados Unidos.
Johandri y José Gregorio pusieron los cartones sobre el techo del tren y acomodaron a Gael entre los dos para dormir.
A las 2:00 de la mañana, Johandri despertó apretándose el vientre para aliviar el dolor.
Todavía faltaban 12 días para dar a luz.
Cuando Johandri tuvo a su primer hijo, las contracciones de parto estuvieron acompañadas por dolores de espalda. Esta vez solo le dolía el vientre, por lo que supuso que aquellos espasmos eran producto del cansancio y los rigores del tren.
Sin embargo, la presión en el vientre adquirió ritmo, dolía por intervalos y cada vez con más intensidad. Johandri le dijo a su pareja que pidiera ayuda de inmediato. Mía venía en camino.
A las 5:00 de la mañana, José Gregorio tomó uno de los cartones que usaban para dormir y escribió: “Está naciendo un bebé. Necesitamos que el chofer del tren se entere. Urgente”. Le pidió a otros migrantes que pasaran el cartón hacia los primeros vagones, con la esperanza de que llegara a manos del conductor.
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Mientras algunos preguntaban a gritos si alguien podía ayudar a una mujer que estaba pariendo, Johandri y José Gregorio divisaron a un hombre que se aproximaba desde el techo de los primeros vagones del tren.
Era un paramédico venezolano que también intentaba llegar a Estados Unidos. El hombre tomó su celular y llamó a su esposa, una enfermera que le indicaría cómo asistir a Johandri durante las contracciones.
“Prepárate, mi amor. Busca alcohol, esto es lo que vas a hacer…”, recuerda Johandri que le dijo la enfermera a su esposo en altavoz.
Las contracciones ocurrían cada tres minutos, calculó el paramédico. Luego cada dos minutos. Johandri comenzó a vomitar, lloraba sin poder evitarlo. No quería que Mía naciera sobre aquel techo sucio, sobre aquellas esferas de metal que se recalentaban bajo el sol y había que cubrir con cartones para descansar.
Consiguieron alcohol, una tijera y una manta para que el cuerpo de la bebé no tocara los cartones. Johandri se rindió a la idea de que su hija naciera en México, sobre el techo de un vagón de tren.
El paramédico le dijo a José Gregorio que sostuviera a Johandri por la espalda y empujara suavemente la parte superior de la barriga para ayudar a que el feto bajara.
A las 7:00 de la mañana, la abogada Paola Nadine Cortés, activista de la asociación Agenda Migrante, recibió una foto del cartel que escribió José Gregorio pidiendo ayuda.
La abogada llamó a Protección Civil para que un grupo se trasladara a los patios de la compañía Ferromex, en el municipio San Francisco de Los Romo, 222 kilómetros al norte de la estación de Irapuato.
“La idea era habilitar un servicio de emergencia y rescatarla porque me estaban enviando videos y se veía en condiciones lamentables”, cuenta la activista.
La empresa de trenes puso a Cortés en contacto con el conductor del tren en el que presumían que viajaba Johandri.
“Le envié una foto para que viera el número del tren. Entonces el maquinista me dijo: ‘No viene en este tren. Es uno que va más adelante’”.
Aquel conductor se comunicó con su colega y acordaron detener el tren durante diez minutos en la ciudad de Aguascalientes.
“El maquinista me dijo que eran diez minutos contados con reloj. Si no lograban sacarla en ese tiempo, el tren seguiría su camino”, dice Cortés.
El tren se detuvo en la comunidad Los Arellanos, a unos 108 kilómetros de la ciudad de Aguascalientes.
“Por la distancia y la centralización de servicios, el equipo de emergencia no pudo llegar en esos diez minutos que nos dieron”.
Media hora más tarde, cuando Johandri sentía que ya no podía soportar más el dolor, el tren se detuvo.
Cortés obtuvo la autorización de Ferromex para que un equipo de Protección Civil y bomberos bajara a Johandri del techo del tren. “Los vagones son altísimos, así que sacarla de allí requería una coordinación más prolija, para evitar ponerla en riesgo”.
Aparecieron socorristas, bomberos y un médico de la compañía ferroviaria. Subieron al techo del tren, acostaron a Johandri en una camilla y la amarraron. El paramédico venezolano le soltó la mano justo antes de que varios migrantes ayudaran a bajarla por un costado del vagón, junto a la escalera por la que abordó El Bolichero.
Cortés explica que el tramo desde Irapuato hasta Torreón, conocido como la ruta central, es el más transitado en este momento por los migrantes que cruzan México para llegar a Estados Unidos.
“El incremento se ha registrado este año porque la ruta del Golfo, que es la más corta en tren y es la que usan los migrantes más empobrecidos, está muy criminalizada”.
Ante el aumento del flujo de migrantes que abordan los trenes, Ferromex suspendió las operaciones de 60 trenes el 19 de septiembre, para evitar el riesgo de que resultaran heridos o fallecieran en el traslado.
Johandri fue trasladada en una ambulancia al Hospital General de Pabellón de Arteaga, en Aguascalientes. Los médicos dijeron que su cuello uterino tenía cinco centímetros de dilatación, estaba en etapa avanzada de parto.
Mía nació sin contratiempos, cerca del mediodía del viernes 25 de agosto de 2023.
Por intermediación de la abogada, funcionarios del Instituto Nacional de Migración de México visitaron a Joahndri y confirmaron que su hija obtendría la nacionalidad mexicana y que la familia podría quedarse legalmente en el país.
“Estoy muy agradecida porque mi hija y mi familia están bien”, dice Johandri desde el refugio en Aguascalientes.
“Aunque podemos quedarnos en México, no he perdido el sueño de llegar a Estados Unidos”.
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