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‘Robaron mi nombre y mis fotos’: suplantación de identidad y la Ley Olimpia a un año de implementarse
‘Robaron mi nombre y mis fotos’: suplantación de identidad y la Ley Olimpia a un año de implementarse
11 minutos de lectura

‘Robaron mi nombre y mis fotos’: suplantación de identidad y la Ley Olimpia a un año de implementarse

A un año de la entrada en vigor de la Ley Olimpia, especialistas en la materia explican que la ley y su aplicación aún enfrentan retos.
07 de agosto, 2022
Por: Tiare Sandoval
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No recuerda el día y la hora exacta, pero Paulina no olvida la rabia que sintió cuando entró a su cuenta de Instagram hace unos meses atrás. Ella estaba en su casa y su celular había sonado varias ocasiones con notificaciones de la plataforma. —Oye, qué onda, ¿eres tú?— le habían preguntado varios amigos, mensajes acompañados de un link a otro perfil de la misma red.

Era su nombre y eran sus fotos, pero no era Paulina, era un perfil apócrifo. Esa vez sería la primera, pero no la única. La joven de 23 años cuenta que había sido víctima de suplantación de identidad en dos ocasiones, en las que personas desconocidas crearon perfiles falsos con fotografías que ella originalmente publicó en su cuenta de Instagram.

“Todas las fotos que tenía en traje de baño les tomaron captura de pantalla y las pusieron en el feed de la cuenta falsa (…) y sí está feo que alguien ponga tu cara en videos que son de índole explícito cuando no eres tú, y que cobren por acceder a estos videos, la verdad es que está bastante fuerte”, relata Paulina.

Quienes suplantan pueden monetizar fotografías y videos originales o manipulados —que no tienen consentimiento para publicar— a través de suscripciones. Así pueden crear múltiples perfiles falsos de una sola víctima en Instagram para vincularlos a páginas de contenido pornográfico o erótico, como OnlyFans y su competencia en AdmireMe.VIP, Fansly, Fanvue, entre otras.

En los últimos cuatro años el ciberacoso contra las mujeres ha aumentado un 5.1%. En 2017 el 17.7% de las usuarias de internet aseguró haber sido víctima de ciberacoso, mientras que el porcentaje aumentó a 22.8% en 2021, de acuerdo a las estadísticas registradas del Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Datos del Inegi a julio de 2022 señalan que del 36.7% de las mujeres que aseguraron ser víctimas de ciberacoso, casi la mitad, el 16.7%, corresponde a casos de suplantación de identidad.

La suplantación de identidad o doxing es un tipo de violencia cibernética que consiste en publicar información privada sin consentimiento de la persona, de acuerdo con la Secretaría de Mujeres de la Ciudad de México.

Otros tipos de ciberviolencia contra las mujeres son: el ciberbullying o acoso psicológico a través de Internet; stalking, que va de perseguir, acechar y acosar en plataformas de forma compulsiva a otra persona; grooming, que significa acoso por una persona adulta hacia un niño/a o adolescente para establecer una relación de control emocional y de abuso sexual y shaming, que son actos para avergonzar a la víctima por su aspecto físico como a los comportamientos y deseos sexuales.

Todos los tipos de ciberacoso antes mencionados—incluida la suplantación de identidad— se encuentran señalados como actos delictivos en la Ley Olimpia, un conjunto de normas legislativas reconocidas en 29 de 32 estados que tipifican la violencia digital —a excepción de Nayarit, San Luis Potosí y Tabasco— que se decretó el 1 julio de 2021.

A pesar de que la Ley Olimpia puede ser un mecanismo de acceso a la justicia para sancionar estas conductas que atentan contra la intimidad de las mujeres, a un año de su publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF), la aplicación de la misma se ha quedado corta ante los casos de suplantación de identidad con fines pornográficos y fraudulentos.

Hasta el momento se conoce de unos 10 agresores sancionados por la Ley Olimpia en los estados de Sonora, Hidalgo, Ciudad de México, Coahuila, Guanajuato, Quintana Roo y Puebla por violación a la intimidad sexual.

Sin embargo, las víctimas y expertos aseguran que es complejo ubicar, judicializar y sentenciar a quienes roban la identidad en redes sociales, y los alcances más cercanos a la justicia es el cierre de las cuentas falsas como intento para evitar que cometan fraudes a costa de nombres y fotografías de las víctimas. 

Modus operandi para monetizar contenido sexual

Al igual que Paulina, el celular de “V”—quien prefirió mantener su nombre anónimo— no dejó de sonar. Ella estaba a punto de ir a dormir cuando llegó la avalancha de notificaciones. —¿A dónde me van a invitar o qué? — se preguntó. Pero la sorpresa y sonrisa en su rostro cambiaron cuando abrió los mensajes y no tenían nada que ver con una invitación, pero sí para cuestionar si ella era la persona que ofrecía “regalos picantes” en Instagram. 

El modus operandi inicia con la apertura de la cuenta falsa en Instagram. En esta etapa se realiza el montaje de datos similares a la cuenta original de la víctima, que incluye nombre de usuario y fotografías, donde generalmente están solas, o se hacen montajes de sus rostros con fotografías de otros cuerpos. 

En la descripción del perfil se agrega el enlace a la página que “tiene el contenido exclusivo y picante” para los demás usuarios que ingresarán sus datos bancarios para desbloquear el contenido prometido. 

El siguiente paso es cuando la víctima está más expuesta porque inicia el acercamiento con sus seguidores, los cuales suelen ser familiares, amigos, compañeros de trabajo y conocidos.

Karen Carrillo, de 27 años, ha sido víctima de suplantación de identidad cuatro veces en el último año y narra que logró “tumbar” las primeras cuentas a través de su denuncia con la misma plataforma. Pero en menos de dos meses se reactivó una cuenta distinta bajo los mismos criterios y características de las anteriores. Actualmente existe una segunda cuenta falsa con sus datos e imágenes que sigue activa. 

De enero a marzo de 2022 Meta eliminó 7 millones de piezas de contenido que infringían la política de bullying y acoso en Instagram y mil 600 millones de cuentas falsas en Facebook, de las cuales 99.7% de estas fueron detectadas y eliminadas por sus sistemas antes de que alguien las reportara, según el Informe de Cumplimiento de Normas Comunitarias.

María Cristina Capelo, líder de Políticas de Seguridad de Meta para América Latina, explicó que las denuncias que reciben se estudian caso por caso para eliminar la cuenta lo más pronto posible. 

“Cuando se reportan casos que son complejos como estos ahí no entra la tecnología para tomar una decisión, sino que son equipos de revisores capacitados en este tipo de abusos para decir si viola o no viola las normas comunitarias”, aseguró María Cristina en entrevista con Animal Político

Agregó que en la empresa toman muy en serio que tienen cero tolerancia a que se difunda material íntimo, además de que las políticas no solo prohíben la divulgación, sino también la propia amenaza de hacerlo. 

Los datos del Inegi indican que Instagram se encuentra en el sexto lugar con el 22% en cuanto a las mujeres que vivieron ciberacoso en medios digitales, mientras que Facebook está en la primera posición con 49%, seguido de Twitter (44.9%), WhatsApp (32.2%), Messenger (29.6%) y Telegram (24.2%).

Ximena Baca de 23 años, señala que su perfil de Instagram ha sido suplantado por tres diferentes cuentas falsas y al igual que el resto de las víctimas entrevistadas, desconoce quién o quiénes fueron las personas que estuvieron detrás de su suplantación de identidad. 

Ley Olimpia y el “proceso complejo e ineficiente” para denunciar  

La Ley Olimpia es un conjunto de reformas legislativas encaminadas a reconocer la violencia digital y sancionar los delitos que violen la intimidad sexual de las personas a través de medios digitales, también conocida como ciberviolencia.

Es decir, la Ley Olimpia establece que no se puede exponer, distribuir, difundir, exhibir, reproducir, transmitir, comercializar, ofertar, intercambiar y compartir imágenes, audios o videos de contenido sexual íntimo de una persona sin su consentimiento a través de materiales impresos, correo electrónico, mensajes telefónicos, redes sociales o cualquier medio tecnológico.

Estas normas se rigen con el Código Penal Federal y en cada estado también fue incorporada en diversos artículos de cada Código Penal Estatal. 

Las sanciones que puede recibir el agresor dependen de la tipificación del ciberacoso en cada estado. Hay quienes castigan con pena privativa de prisión y multa económica o 90 a 180 días de trabajo a favor de la comunidad. El tiempo en prisión también varía, pero la media se encuentra entre 4 a 6 años y la multa puede oscilar entre 100 a 400 UMAS; es decir, desde 9 mil 622 hasta 38 mil 488 pesos. 

Guillermo Tenorio, director de la Escuela de Gobierno y Economía de la  Universidad Panamericana, explicó que ese material de prueba hay que presentarlo ante la autoridad ministerial. El Ministerio Público lo que va a hacer es llevar a cabo  toda la indagatoria y lo turnará al Juez de Control por si lo considera necesario.

El material de prueba del delito son todos los contenidos que han sido difundidos sin consentimiento de la víctima como imágenes, vídeos, los sitios web, mensajes, audios, etc. 

“Las plataformas tienen un alcance limitado respecto a derechos fundamentales y actividad delictiva. Ellos pueden bloquear en algunos casos que sean como los más evidentes como lo indican sus políticas y hay otros casos en los que definitivamente no llegan y entonces ahí, por eso nos apoyamos del Estado para que sea el que persiga la actividad delincuencial”, enfatizó Tenorio.

De acuerdo con una solicitud de información, en la Ciudad de México, dentro de la Unidad Especializada “encargada de tipificar el delito contra la intimidad sexual, mejorar y reforzar la integración de las indagatorias e integrar las carpetas de investigación respecto a estos delitos”, desde 2020 hasta febrero de 2022 se iniciaron mil 423 carpetas de investigación por delitos contra la intimidad sexual.

Asimismo, desde el 2017 al 2020 se han judicializado 24 casos de casi 2 mil 143 carpetas de investigación abiertas en 18 estados por el delito de difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, de acuerdo con el informe “Justicia en trámite. El limbo de las investigaciones sobre violencia digital en México”, realizado por la colectiva Luchadoras. 

“El desahogo de la investigación por parte de las Fiscalías es el gran cuello de botella. El 83% de las carpetas siguen en trámite, algunas por más de tres años. Solo el 17% de las carpetas iniciadas encuentran alguna forma de conclusión a través de alternativas de justicia”, señala el documento publicado en 2021. 

Anaiz Zamora, excolaboradora en la organización Luchadoras, dijo que el sistema en México es sumamente complejo porque implica poner la denuncia, presentar evidencias, que las investiguen y después entre todo el entramado de denuncias que existen falta el paso final, que es la resolución a favor de la víctima y sentencia contra el agresor. 

La única sentencia condenatoria de la que se tiene registro en beneficio de un hombre por este tipo de conductas se aplicó en Coahuila contra Yessica “N”, por compartir imágenes íntimas de su ex pareja Diego “N” con el objetivo de amenazarlo y prohibirle la convivencia con sus hijas.

La jueza Griselda Elizalde impuso como medidas cautelares: no molestar ni acercarse a su ex pareja; no divulgar, ni publicar imágenes de Diego.

Esto representó un hecho histórico porque es el primer caso de la Ley Olimpia aplicada a favor de un hombre en Coahuila y a nivel federal. 

El acompañamiento a las víctimas

Las cuatro víctimas entrevistadas por Animal Político concuerdan en que sí dudaron y modificaron la forma de publicar sus fotografías por miedo e incertidumbre de repetir la misma situación, a manos de acosadores anónimos.

Ximena confesó que durante y después de la apertura de su cuenta falsa recibió varios mensajes de hombres que pidieron más fotografías, u ofreciéndole ser su sugarbaby, e inmediatamente borraba los mensajes sin leer más o detectar quién la estaba buscando. 

Karen asegura que también se siente más limitada y piensa dos veces antes de subir algo, lo cual antes no le pasaba para nada. “Sí digo: ‘tal vez no lo quiero subir’ y es una especie de autocensura bien fea, que va más allá a lo mejor de una experiencia de trauma, pero es una experiencia, pues personal, fuerte, limitante y pues que se va a quedar ahí, ¿no?”.

“V” y Paulina pusieron privada su cuenta cuando recién se enteraron de la suplantación, para que usuarios externos no tuvieran acceso a las fotos que ya estaban publicadas y evitar contacto con extraños en días próximos. Hasta que se sintieron seguras de nuevo regresaron a su cuenta pública.

La abogada Macías de R3D insiste en que es muy importante conocer qué quiere la víctima y cómo desea atender su caso, y recomienda a los abogados y las abogadas que acompañan a las víctimas a no imponer sólo una medida que quizá la víctima no quiere elegir. “Prefiero darle el abanico de otras posibilidades que existen y ya si aún así quieren si tienen el interés de ir a presentar una demanda ya es otro paso que seguiremos,” compartió Macías.

En caso de que las víctimas deseen denunciar su caso, Meta puede puede entregar cualquier dato o evidencia sobre la interacción de las cuentas que abone a la investigación. Este proceso solamente estará autorizado por la plataforma con una solicitud legalmente válida porque no pueden hacer el papel de justicia y su prioridad es cuidar los datos de las personas que usan sus servicios.

Los procesos penales tardan hasta años sin respuesta y durante ese tiempo el contenido íntimo o suplantación de identidad continúa exhibiéndose. Macías resalta que las normas de la Ley Olimpia son ineficientes y ambiguas para castigar a los responsables, sus alcances son mínimos para erradicar la violencia y el ciberacoso.

“Cuando hay una violencia de este tipo muchas veces la respuesta tendría que ser más inmediata”, agrega Zamora, e insiste que depende del tipo de justicia que busquen las víctimas porque hay alternativas como un acuerdo de reparación para acordar de qué manera el o la agresora podría reparar el daño, sin necesidad de llegar a un juicio.

Conoce más acerca de la suplantación de identidad en este vídeo: 

 

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Imagen BBC
Los átomos son casi inmortales… entonces, ¿por qué nosotros morimos?
9 minutos de lectura

Muchos han existido desde justo después del Big Bang. Si la vida en la Tierra está hecha de ellos, ¿seguirán existiendo para siempre?

22 de noviembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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Pareja abrazada mirando las estrellas en la noche.
Getty Images
“Hay millones de veces más átomos en tu cuerpo que el número estimado de estrellas en el universo conocido”.

Nada viene de la nada; nada puede convertirse en nada.

Esa idea se empezó a fraguar desde tiempos remotos. Ya en la cosmología del antiguo Medio Oriente y la griega temprana, por ejemplo, existía la noción de que el universo se había formado de material eterno.

Muchos siglos y pensamientos después aparecía la frase: “En la naturaleza, nada se crea, nada se pierde, todo se transforma”.

Parafrasea al padre de la Química moderna, Antoine Lavoisier, quien demostró en 1785 ese principio fundamental de la ciencia, conocido como la ley de conservación de la materia.

Las unidades básicas de esa materia eterna son los átomos… ¿quiere decir eso que son inmortales? Y de serlo, ¿por qué todo lo vivo —compuesto de ellos— muere?

Son preguntas inmensas sobre algo diminuto, así que para no perdernos, partamos por el principio, de la mano del físico Marco van Leeuwen, de Nikhef, el Laboratorio Nacional de Física de Partículas de los Países Bajos.

“Hasta donde sabemos, la mayor parte de la materia que conocemos proviene del Big Bang, cuando la densidad de energía era tan grande que no había materia”, dice.

“Todo era energía —continúa—, pero a medida que las cosas se expandieron y se enfriaron, se produjo materia”.

Toda esa materia está hecha de átomos, desde el agua que ves correr hasta las nubes en el cielo y las estrellas en el firmamento.

Ahora, cada átomo tiene dos partes principales.

“El núcleo, que contiene protones y neutrones, y una nube de electrones”.

Pero el número de protones, neutrones y electrones puede cambiar, “así que no necesariamente permanecen igual”.

Los protones pueden convertirse en neutrones y visceversa, lo cual es relevante, pues su delicado equilibrio es lo que le da a los diferentes átomos sus propiedades únicas.

Si el número de protones o neutrones cambia, el tipo de átomo cambia, y eso significa que se convierte en un elemento diferente.

“Un ejemplo es el potasio, que se encuentra en los plátanos. Si se descompone, se convierte en calcio, un elemento completamente diferente”.

Además, los átomos pueden desintegrarse al desprenderse de protones y neutrones a la vez, convirtiéndose en un átomo nuevo y más pequeño.

¿Significa eso que el átomo original desaparece? ¿Quiere decir que los átomos no son inmortales?

Dibujo de un átomo con apariencia de antiguo
Getty Images
Según CERN, los átomos sólo se formaron 380.000 años después del Big Bang… de manera que algunos tienen al menos unos 13.300 millones de años.

“Es una pregunta interesante. Una forma de responder es que para un físico, el átomo pervive, solo cambió un poco. Pero para un químico, si cambias el potasio en calcio u otra cosa, es una sustancia completamente diferente”, explica.

Para Van Leeuwen, que es un físico, los átomos son inmortales, en el sentido de que incluso si pierden algunas partículas, siguen siendo el átomo original.

Una taza de vidrio que ha perdido su asa sigue siendo una taza, aunque tal vez sea mejor llamarle vaso.

Pero, ¿qué pasaría si el átomo más pequeño de todos, el hidrógeno, que sólo tiene un protón y un electrón, perdiera cualquiera de ellos?

¿Dejaría de ser un átomo? ¿Dejaría de ser… de existir?

Distinto pero igual

“Un átomo de hidrógeno es súper simple”, confirma el físico teórico del CERN Matthew McCullough, quien se dedica a tratar de comprender cómo se comportan las partículas que componen nuestro universo.

La cuestión es si esos átomos tan simples se desintegran.

“Por lo que sabemos, no”, dice.

Nunca se ha visto que suceda, pero eso no significa que no pueda suceder.

Es posible que los átomos de hidrógeno pierdan partículas demasiado lentamente para que lo detectemos. Cuando el primero lo haga, los humanos ya podríamos estar extintos.

“Pero podemos calcular un límite a la rapidez con la que se desintegra un protón y parece que tarda más de 10³⁴ años”.

Eso es 10 con 34 ceros después. Desde un punto de vista humano, eso es mucho más tiempo del que durará nuestra especie, mucho más que la duración probable de la vida de la Tierra y de nuestro Sistema Solar.

De hecho, es mucho, mucho más largo que la edad del universo: es el tiempo transcurrido desde el Big Bang, multiplicado por un billón, multiplicado por un billón de nuevo.

Por lo tanto, parece que los átomos de hidrógeno podrían ser el mejor candidato a ser inmortales.

Ilustración de un átomo de hidrógeno
Getty Images
Un átomo de hidrógeno: sencillo pero perdurable.

“Es una cuestión esencialmente especulativa”, apunta McCullough.

“En términos prácticos, sí, yo diría que los átomos son inmortales. En términos absolutos, no creo que lo sean”.

Entonces, técnicamente, los átomos pueden no ser inmortales. Incluso el átomo más pequeño, el hidrógeno, podría desintegrarse en un destello de luz.

Sin embargo, tardaría tanto que, desde el punto de vista de la vida en el planeta Tierra, básicamente podemos ignorarlo.

Hasta aquí, si estás dispuesto a aceptar que un tipo de átomo que se convierte en otro tipo —como cuando el de potasio se descompone en calcio— sigue siendo el mismo, los átomos parecen inmortales.

Pero, qué pasa si vamos a CERN, hogar del Gran Colisionador de Hadrones, donde estrellan partículas a toda velocidad. ¿Podría eso destruir un átomo?

Asesinos de átomos

CERN es el laboratorio de física de partículas más grande del mundo, y ahí el físico Van Leeuwen trabaja en ALICE, las siglas de A Large Ion Collider Experiment, que significa ‘Un gran experimento de colisionador de iones’.

“Algo que hacemos es que colisionamos iones de plomo a una energía muy alta. Lo que sucede es que se transforman casi completamente en energía pura, y luego se deshacen en muchos, muchos pedazos”, dice.

“En esas colisiones producimos una temperatura muy alta, 100.000 veces la del núcleo del sol. Y a esas temperaturas, el núcleo se derrite y obtienes un líquido que consiste principalmente en quarks y gluones”.

Los quarks y los gluones son partículas diminutas que forman los protones y neutrones en el núcleo de un átomo. Y cuando haces que dos átomos choquen, obtienes lo que los expertos llaman plasma de quarks-gluones.

El átomo queda “destruido por completo”, señala Van Leeuwen, lo que le borra la cualidad de inmortal.

La pregunta sería si ese tipo de colisiones a alta velocidad de dos átomos ocurren fuera de los laboratorios… y resulta que sí.

“En el universo hay partículas de alta energía, que llamamos rayos cósmicos, y cuando golpean un átomo, también lo pueden destruir”, cuenta.

“Eso ocurre ocasionalmente en la atmósfera: si la energía es lo suficientemente alta, calienta tanto el núcleo que se evapora o se derrite”.

Aunque los átomos no colisionen con los rayos cósmicos con mucha frecuencia, sucede, y ahí termina su vida eterna… eso si no tuvieron la mala suerte de terminar en el experimento de Van Leeuwen.

“Somos asesinos de átomos”, confiesa.

CERN
AFP via Getty Images
En el CERN, hogar del Gran Colisionador de Hadrones, estrellan partículas a toda velocidad.

Entonces, los átomos no son inmortales.

Pero la gran mayoría de los que componen el planeta Tierra seguirán allí cuando muramos, cuando nuestros hijos mueran e incluso cuando se extinga la raza humana.

Así que, aunque no son técnicamente inmortales, desde nuestro punto de vista como seres mortales, bien podrían serlo.

Pero, entonces, ¿por qué todo lo vivo muere?

“Creo que hay una diferencia entre la inmortalidad y la mortalidad versus la vida”, señala la astrobióloga Betül Kaçar de la Universidad de Wisconsin-Madison en EE.UU.

Átomos que piensan

Kaçar está buscando vida más allá de la Tierra, así que piensa mucho en la vida misma.

“Estamos compuestos de productos químicos. No hay duda de eso —dice—. Pero ciertamente sucedió algo muy único en nuestro planeta que no hemos visto en ningún otro lugar: este es el único donde los átomos hacen la transición a un estado que exhibe un comportamiento vivo”.

¿Qué hace que unos átomos se unan en una estrella asombrosa pero que no está viva y otros se unan para hacer vida? ¿Qué tiene de especial un grupo de átomos que hace que algo esté vivo?

“Piensa en un copo de nieve: unos productos químicos se ensamblan, adoptan una forma estable, existen por un tiempo”.

Si en ese tiempo pudiera dar a luz “a otros copos de nieve, los cuales producirían más copos de nieve, y luego formarían una comunidad, que formaría un bioma completo, que formaría un ecosistema completo, que cambiaría el planeta”, esa configuración precisa de átomos contaría como viva.

Pero los copos de nieve sólo se derriten. En cambio, las bacterias, las plantas y los animales, que pueden hacer nuevas versiones de sí mismos.

“Esa es la diferencia entre una colección de átomos estáticos y la vida. Sigue siendo la misma química, pero esta vez, la vida es química que tiene memoria”, afirma.

“Así que tal vez necesitemos separar la vida de su composición, y más bien tratar de extraerla como un comportamiento. Por eso entra en juego la reproducción, la competencia, la cooperación, las diferentes dinámicas a lo largo del tiempo”.

Manos a los lados de un átomo
Getty Images
Somos quizás la única colección de átomos que medita sobre su naturaleza.

La vida, entonces, es más que una combinación de diferentes átomos. Se trata de la forma en que esos átomos interactúan entre sí, lo que puede sonar vago, pero describir la vida no es la tarea más fácil.

“Definitivamente debemos resistirnos a las narrativas simples. Sí, por supuesto, podemos ver que la vida necesita reproducirse, pero muchos químicos también pueden crear más químicos.

“Hay una especie de química de inteligencia, por así decirlo, que está codificada en la capacidad de la vida. Y necesitamos comprender cómo surge este tipo de comportamiento a partir de un mero conjunto de químicos. En eso es que estamos trabajando”.

Entre tanto, hay cosas que sabemos.

“Hay millones de veces más átomos en tu cuerpo que el número estimado de estrellas en el universo conocido”.

Y los muchos átomos de los que estamos hechos no se desperdician cuando morimos. Pasan a ser parte de más vida, desde otros humanos hasta pequeños microbios.

“En un sentido muy profundo, somos inmortales pues nuestros átomos, después de que nos hayamos ido, estarán aquí, y serán una fuente de alimento para otra cosa”, afirma.

“Incluso después de que los humanos se extingan, habrá diferentes formas de vida en este planeta que prosperarán con eso. En ese sentido, somos eternos”.

Además somos una versión de vida con “una habilidad que creemos que no tiene ninguna otra criatura viviente: la capacidad de cuestionar, preguntar, maravillarse”.

“Si lo piensas —agrega—, podríamos ser la única composición de átomos en el universo que reflexiona sobre su existencia”.

“Básicamente somos un montón de átomos que cuestionan su propia mortalidad”.

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BBC

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