Los cinco integrantes de la familia Hernández temen enfermar de dengue. Una enfermedad viral que provoca fiebre, salpullido, dolor en músculos y articulaciones, y para la que no existe retroviral (medicamento) que la combata. En los pasados tres años alguno de sus miembros enfermó. Incluso en 2019 una de sus integrantes fue internada.
Aunque a nivel nacional los reportes de casos aumentan en cada temporal de lluvias, la familia enfrenta una batalla contra el mosquito aedes aegypti todo el año, pues viven a un lado de un tiradero y a espaldas de un panteón, en la colonia Oblatos, de la capital de Jalisco.
En Jalisco -y en estados como Michoacán, Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí- no es raro que alguien enferme de dengue. En la entidad donde viven los Hernández se registraron 11 mil 727 durante 2019 y 5 mil 362 durante 2020, año donde comenzó la pandemia de COVID y los cuidados y esfuerzos contra cualquier enfermedad contagiosa aumentaron .
Por ello en casa viven preparados: hay mosquiteros, insecticidas, raquetas eléctricas, barridas de charcos y hasta se fumiga periódicamente la casa, gracias a que un sobrino les hace el servicio por un cobro módico.
La opción de la familia para evitar enfermar es “limpiar, limpiar, no tener agua encharcada”, dice Martha. Los Hernández no sabían que existe una vacuna del dengue y que está aprobada en México por la Comisión Federal de Riesgos Sanitarios (Cofepris) desde 2016.
Al principio la idea le suena interesante a Martha y queda atenta en saber cómo recibir esa vacuna. “Jamás me había pasado por la cabeza ni había escuchado que existiera”, dice la madre de familia.
Pero la vacuna no está disponible en la cartilla nacional de vacunación ni en la de los 32 estados. Para acceder a ella se necesita solicitarla en el servicio privado. En promedio la vacuna tiene un costo de 2 mil 500 por dosis y para completar el esquema de vacunación se necesitan tres dosis a lo largo de un año. Es decir, se necesitan 7 mil 500 pesos por persona.
Martha escucha el precio por dosis, abre los ojos y frunce los labios. “Con eso (el gasto de una sola dosis) me ajustaría para todos los servicios en la casa que el gas, el agua, la luz del mes”, comenta Martha. Si fuera de acceso gratuito, no dudarían en acceder a ella, reitera.
Los Centros de Control y Prevención (CDC) de los Estados Unidos explican que “aquellos que se infectan con el mosquito por segunda vez tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar una enfermedad grave”.
Además, el Manual de Vacunación en México indica que el dengue puede derivar en enfermedades crónicas como asma bronquial, anemia de células falciformes y diabetes mellitus.
En El Sabueso te platicamos cómo se puede obtener la vacuna y por qué es que las autoridades decidieron no integrarla a la cartilla de vacunación nacional, para beneficiar a familias como los Hernández.
Para leer: Las vacunas reducen la hospitalización y muertes: esto dicen las cifras en diferentes naciones
A finales de 2015, una vacuna creada por el laboratorio francés Sanofi Pasteur obtuvo el registro ‘401M2015’ ante la Secretaría de Salud de México. Fue así como se convirtió en el primer país en aprobarla. Su rápida aprobación se dio porque fue una de 5 las sedes de América Latina -Brasil, México, Colombia, Puerto Rico y Honduras- para realizar la fase 3 del proyecto vacunal.
“La vacuna es de virus atenuados, contiene virus quiméricos, para esto se utiliza el virus 17D de la vacuna de la fiebre amarilla, al que se le insertan genes del virus del dengue”, explica en su sitio web la Asociación Mexicana de Vacunología (AMV). La marca que la produce es Dengvaxia, y aparece en los registros como vacuna ‘CYDTDV’. Se puede preguntar por ella como “vacuna contra el dengue”.
Desde 2016 se estableció que la vacuna no tendría un precio fijo en el país. Es decir, su precio puede variar. La gente la puede solicitar en un hospital privado. En una revisión se encontró que su precio promedio es de unos 2 mil 500 pesos por dosis, y que pueden ofrecer la aplicación un día después de la solicitud, o puede tardar hasta cinco días en ser adquirida.
Al respecto puede que algunos hospitales digan que no existe, pues quienes contestan el teléfono desconocen la vacuna. También puede suceder que el hospital no tenga área de vacunación. Por lo que se recomienda tener paciencia.
Para acceder a la vacuna lo único que se pide es tener una edad entre 9 a 45 años, vivir en una zona endémica del mosquito y haber enfermado por lo menos una vez del dengue. No se recomienda aplicar en personas con inmunosupresión o personas que no han enfermado, explica el sitio de la AMV.
De acuerdo con los Lineamientos de Vacunación contra el Dengue en México, la eficacia, es decir los resultados beneficiosos de la vacuna en condiciones ideales, es de entre el 56% y 60%. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) una vacuna es eficaz al superar el 50%.
En cuanto a evitar la hospitalización por dengue, la vacuna mostró que es un 72.7% eficaz, y para evitar enfermar de manera grave un 79.1%.
En septiembre de 2016 la vacuna fue presentada comercialmente en el país. Es decir, para esa etapa había sido aprobada por Cofepris -que permite su uso en el país- y por el Consejo Nacional de Vacunación -que permite la distribución de la vacuna a lo largo del país-.
Para noviembre de 2016 buscaban presentarla ante el Consejo de Salubridad General del país con el fin de incluirla en el catálogo de medicamentos nacionales, y que así formara parte del esquema de vacunación nacional, según reportó el medio NTR.
El Sabueso preguntó a la Asociación Mexicana de Vacunología sobre la no integración de esta vacuna y explicaron por correo electrónico que desconocen por qué las autoridades federales y estatales no compran desde ese entonces la vacuna. Pero el Manual de Vacunación en México y algunas voces consultadas explican su razón.
El manual establece criterios para seleccionar cuáles vacunas serán parte de la Cartilla Nacional de Vacunación y, por ende serán gratuitas, y cuáles sólo ameritan su aprobación para el mercado privado.
Parte de lo que sostiene el manual es que hay distintos factores por los que la vacuna del dengue no puede ser integrada a la cartilla de vacunación. Uno de ellos, y de hecho el principal, es que el nivel de letalidad del dengue no es alto.
A nivel nacional, en 2020, las personas enfermas por dengue fueron 24 mil 313 y hubo 79 defunciones. Un año antes, en 2019, enfermaron 41 mil 505 personas y murieron 191 personas a causa de la enfermedad, según reporta la Secretaría de Salud dentro del Panorama Epidemiológico.
“Comúnmente las vacunas que integran el programa nacional, tienen como objetivos a nivel nacional tener inmunizados al 95% de la población en riesgo. Para considerarse como enfermedades en riesgo para la salud tienen que ser enfermedades de dispersión fácil, que sean como el sarampión, y tienen que tener una mortalidad muy alta”, comenta la médica Isis Bedolla.
La médica reconoce que existen vacunas dentro de la cartilla que la población puede considerar no son tan necesarias, pero en realidad lo son. Pone de ejemplo la vacuna del sarampión.
“Si bien su cuadro clínico la mayoría de los pacientes lo pasan de manera regular, la enfermedad tiene manifestaciones a largo plazo. En 8 a 10 años quienes enfermaron pueden presentar problemas neurológicos, entonces no se emplea la vacunación como objetivo para acabar con el cuadro de ronchas, sino las secuelas en los siguientes años”, agrega Bedolla.
La vacuna del dengue no es la única que se vende en el sector privado. Una vacuna muy popular que no se encuentra en la cartilla nacional es la de varicela.
“No está integrada a la cartilla porque todos nos infectamos de varicela y la varicela no nos mata, suelen ser una enfermedad autolimitada, a la mayoría de la población nos va muy bien”, dice Bedolla.
En tanto Eduardo Rodríguez Noriega, académico de la Universidad de Guadalajara y jefe de infectología del Hospital Civil de Guadalajara “Fray Antonio Alcalde”, explica que otro de los factores por el que no está integrada es que es una enfermedad que en general se puede llevar sí con mucho dolor, pero sin mayor problema.
“Como no hay un antiviral que lo cure, se les da medicamento paliativo que es paracetamol, y suero vida oral para la deshidratación”, dice el académico.
De acuerdo con el Manual de Vacunación, otro de los factores es que la vacunación contra el dengue sería para un grupo muy reducido de mexicanos. Los resultados de los ensayos de Fase 3 de la vacuna establecieron que sólo puede ser aplicada a personas que ya tuvieron dengue, de lo contrario resulta contraproducente.
Pero como el reporte también mostraba que “la vacuna causaba más enfermedad en el futuro en un grupo de pacientes, la vacuna no se extendió a todo el mundo”, explica Rodríguez. Por eso es importante consultar al médico de cabecera y pasar el test de preguntas, sin mentir en los hospitales privados, antes de acceder a la vacuna.
Otro de los detalles que explica el Manual, es que la vacuna no tiene la misma eficacia para los 4 serotipos de dengue existentes. El serotipo 1 tiene una eficacia del 50.2%. Del serotipo 2 es del 39.6%. Del serotipo 3 del 74.9%. Y del serotipo 4 del 76.6%.
Es decir que para los serotipos más comunes en México (1 y 2) su efectividad no es tan alta. Y como al enfermar de un serotipo se tiene inmunidad de por vida de ese serotipo, podría no ser tan funcional la vacuna, explicó Esteban González Díaz, académico de la Universidad de Guadalajara al diario NTR.
En el caso del serotipo 3, del que sí se tiene presencia, tiene una efectividad importante. En el caso del serotipo 4, un boletín informativo de la Universidad de Guadalajara detalla que es muy raro localizarlo. Según los registros, en el año de 1982 tuvo presencia en Oaxaca.
La médica Bedolla explica que, entonces, debido a las condiciones poblacionales de México, tendría que existir un trabajo de logística, planeación e identificación que sería muy costoso para las autoridades sanitarias.
En mayo de este año, la farmacéutica japonesa Takeda informó que su vacuna candidata contra el dengue demostró una eficacia general del 62%. La vacuna previene el 83.6% de las hospitalizaciones, según informó El Financiero.
La vacuna de nombre TAK-003 continúa en ensayos en áreas endémicas del mosquito como Brasil, Colombia, Panamá, República Dominicana y Nicaragua.
El médico Rodríguez explica que más que confiar en el desarrollo de una vacuna, pues reconoce se tardaría en aplicarse de manera igualitaria en el mundo, espera pronto pueda ser una realidad la creación de un antiviral (un medicamento) que combata al dengue, para que una persona pueda sanar de la enfermedad y no esperar a pasar todo el cuadro médico.
“Como el dengue se ha concentrado en países que se llaman tropicales y subtropicales: Asia, Brasil, Cuba, México, no hay mucho incentivo para buscar un antiviral contra el mosquito del dengue… seguramente a finales de año tendremos un antiviral contra el COVID-19 y no contra el dengue”.
Con un salto en la evolución de los grandes modelos lingüísticos, algunos pensadores destacados se preguntan si la IA podría volverse consciente.
Entro a la cabina con cierta inquietud. Estoy a punto de ser sometido a una iluminación estroboscópica mientras suena una música.
Es parte de un proyecto de investigación que intenta comprender qué nos hace verdaderamente humanos.
Es una experiencia que recuerda a la prueba de la película de ciencia ficción Blade Runner, la cual fue diseñada para distinguir a los humanos de los seres creados artificialmente que se hacen pasar por humanos.
¿Podría yo ser un robot del futuro y no saberlo? ¿Pasaría la prueba?
Los investigadores me aseguran que de eso no se trata realmente este experimento.
El dispositivo, que llaman la Dreamachine, está diseñado para estudiar cómo el cerebro humano genera nuestras experiencias conscientes del mundo.
Cuando comienza la luz estroboscópica, y aunque tengo los ojos cerrados, veo patrones geométricos bidimensionales arremolinados.
Es como saltar a un caleidoscopio, con triángulos, pentágonos y octágonos en constante cambio. Los colores son vivos, intensos y cambiantes: tonos rosas, magentas y turquesas, que brillan como luces de neón.
La Dreamachine saca a la superficie la actividad interna del cerebro con luces intermitentes, con el objetivo de explorar cómo funcionan nuestros procesos de pensamiento.
Según los investigadores, las imágenes que estoy viendo son únicas y corresponden a mi propio mundo interior. Creen que estos patrones pueden arrojar luz sobre la conciencia.
Me oyen susurrar: “Es precioso, absolutamente precioso. ¡Es como volar a través de mi propia mente!”
La Dreamachine, en el Centro de Ciencia de la Conciencia de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, es solo uno de los muchos nuevos proyectos de investigación en todo el mundo que investigan la conciencia humana: la parte de nuestras mentes que nos permite ser conscientes de nosotros mismos, pensar y sentir y tomar decisiones independientes sobre el mundo.
Al aprender la naturaleza de la conciencia, los investigadores esperan comprender mejor lo que está sucediendo dentro de los cerebros de silicio de la inteligencia artificial.
Algunos creen que los sistemas de IA pronto se volverán conscientes de forma independiente, si es que no lo han hecho ya.
Pero ¿qué es realmente la conciencia y qué tan cerca está la IA de obtenerla?
¿Y esa creencia de que la IA pueda llegar a ser consciente por sí misma podría cambiar fundamentalmente a los humanos en las próximas décadas?
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La idea de la posible existencia de máquinas que tengan sus propias mentes ha sido explorada durante mucho tiempo en la ciencia ficción.
Las preocupaciones sobre la IA se remontan casi 100 años atrás, a la película Metropolis, en la que un robot se hace pasar por una mujer real.
El miedo a que las máquinas se vuelvan conscientes y representen una amenaza para los humanos se explora en la película “2001: odisea del espacio” de 1968, en la que la computadora HAL 9000 ataca a los astronautas a bordo de su nave espacial.
Y en la más reciente película de la saga “Misión imposible”, que acaba de estrenarse, el mundo se ve amenazado por una poderosa IA deshonesta, descrita por un personaje como un “parásito digital consciente de sí mismo, autodidacta y devorador de la verdad”.
Pero, recientemente, en el mundo real ha habido un rápido punto de inflexión en el pensamiento sobre la conciencia de las máquinas, y voces con credibilidad han expresado su preocupación de que esto ya no sea materia de ciencia ficción.
El cambio repentino ha sido impulsado por el éxito de los llamados grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés: large language models), a los que se puede acceder a través de aplicaciones en nuestros teléfonos como Gemini y Chat GPT.
La capacidad de la última generación de LLM para tener conversaciones plausibles y fluidas ha sorprendido incluso a sus diseñadores y a algunos de los principales expertos en ese campo.
Existe una opinión creciente entre algunos pensadores de que a medida que la IA se vuelva más inteligente, las luces se encenderán repentinamente dentro de las máquinas y se volverán conscientes.
Otros, como el profesor Anil Seth, que dirige el equipo de la Universidad de Sussex, no están de acuerdo y describen la visión como “ciegamente optimista e impulsada por el excepcionalismo humano”.
“Asociamos la conciencia con la inteligencia y el lenguaje porque van de la mano en los humanos. Pero el hecho de que vayan juntos en nosotros, no significa que vayan juntos en general, por ejemplo en los animales”.
Entonces, ¿qué es realmente la conciencia?
La respuesta corta es que nadie lo sabe.
Eso queda claro en los argumentos bondadosos, pero sólidos, del propio equipo de jóvenes especialistas en IA del profesor Seth, expertos en computación, neurocientíficos y filósofos, que están tratando de responder a una de las preguntas más importantes de la ciencia y la filosofía.
Si bien hay muchos puntos de vista diferentes en este centro de investigación de la conciencia, los científicos están unificados en su método: dividir este gran problema en muchos otros más pequeños a través de una serie de proyectos de investigación, que incluye la máquina Dreamachine.
Al igual que la búsqueda de la “chispa de vida” que hacía que los objetos inanimados cobraran vida se abandonó en el siglo XIX en favor de la identificación de cómo funcionan las partes individuales de los sistemas vivos, el equipo de Sussex ahora está adoptando el mismo enfoque para estudiar la conciencia.
Esperan identificar patrones de actividad cerebral que expliquen varias propiedades de las experiencias conscientes, como los cambios en las señales eléctricas o el flujo sanguíneo a diferentes regiones.
El objetivo es ir más allá de la búsqueda de meras correlaciones entre la actividad cerebral y la conciencia, y tratar de encontrar explicaciones para sus componentes individuales.
Al profesor Seth, autor de un libro sobre la conciencia, Being You, le preocupa que podamos estar precipitándonos de cabeza en una sociedad que está siendo rápidamente remodelada por el gran ritmo del cambio tecnológico sin suficiente conocimiento sobre la ciencia, o sin pensar en las consecuencias.
“Lo tomamos como si el futuro ya estuviera escrito; que hay una marcha inevitable hacia un reemplazo sobrehumano”, dice.
“No tuvimos estas conversaciones lo suficiente con el auge de las redes sociales, en detrimento nuestro. Pero con la IA, no es demasiado tarde. Podemos decidir lo que queramos”.
Hay quienes en el sector tecnológico creen que la IA de nuestras computadoras y teléfonos puede que ya sea consciente, y que deberíamos tratarla como tal.
Google suspendió al ingeniero de software Blake Lemoine en 2022, después de que argumentara que los chatbots de IA podían sentir cosas y potencialmente sufrir.
En noviembre de 2024, un director de bienestar de la IA de la compañía Anthropic, Kyle Fish, fue coautor de un informe que sugería que la conciencia de la IA es una posibilidad realista en un futuro próximo.
Recientemente le dijo a The New York Times que también cree que hay una pequeña posibilidad (15%) de que los chatbots ya sean conscientes.
Una de las razones por las que cree que esto es posible es que nadie, ni siquiera las personas que desarrollaron estos sistemas, saben exactamente cómo funcionan.
Eso es preocupante, dice el profesor Murray Shanahan, científico principal de Google DeepMind y profesor emérito de IA en el Imperial College de Londres.
“En realidad, no entendemos muy bien la forma en que los LLM funcionan internamente, y eso es motivo de preocupación”, le dice a la BBC.
Según el profesor Shanahan, es importante que las empresas de tecnología consigan una comprensión adecuada de los sistemas que están construyendo, y los investigadores están analizando eso con urgencia.
“Estamos en una posición extraña de estar construyendo estas cosas extremadamente complejas, una posición en la que no tenemos una buena teoría de exactamente cómo logran las cosas notables que están consiguiendo”, señala.
“Por lo tanto, tener una mejor comprensión de cómo funcionan nos permitirá dirigirlos en la dirección que queremos y garantizar que estén seguros”.
La opinión predominante en el sector tecnológico es que los LLM no son actualmente conscientes en la forma en que nosotros experimentamos el mundo, y probablemente no lo sean de ninguna manera.
Pero eso es algo que el matrimonio formado por Lenore y Manuel Blum, ambos profesores eméritos de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Pensilvania, cree que cambiará, posiblemente muy pronto.
Según los Blum, eso podría suceder ya que la IA y los LLM tienen más entradas sensoriales en vivo del mundo real, como la visión y el tacto, conectando cámaras y sensores hápticos (relacionados con el tacto) a los sistemas de IA.
Están desarrollando un modelo informático que construye su propio lenguaje interno llamado Brainish para permitir que estos datos sensoriales adicionales sean procesados, intentando replicar los procesos que ocurren en el cerebro.
“Creemos que Brainish puede resolver el problema de la conciencia tal como la conocemos”, le dice Lenore a la BBC. “La conciencia de la IA es inevitable”.
Manuel interviene con entusiasmo para decir que los nuevos sistemas que él cree firmemente que surgirán, serán “la próxima etapa en la evolución de la humanidad”.
Los robots conscientes, considera, “son nuestra progenie. Más adelante, máquinas como estas serán entidades que estarán en la Tierra y tal vez en otros planetas cuando ya no estemos”.
David Chalmers, profesor de Filosofía y Ciencia Neural en la Universidad de Nueva York, definió la distinción entre la conciencia real y la aparente en una conferencia en Tucson, Arizona, en 1994.
Expuso el “problema difícil” de averiguar cómo y por qué cualquiera de las complejas operaciones del cerebro da lugar a la experiencia consciente, como nuestra respuesta emocional cuando oímos cantar a un ruiseñor.
El profesor Chalmers dice que está abierto a la posibilidad de que se resuelva el difícil problema.
“El resultado ideal sería uno en el que la humanidad compartiera esta nueva bonanza de inteligencia”, le indica a la BBC. “Tal vez nuestros cerebros estén aumentados por sistemas de inteligencia artificial”.
Sobre las implicaciones de ciencia ficción de eso, observa irónicamente: “En mi profesión, hay una delgada línea entre la ciencia ficción y la filosofía”.
El profesor Seth, sin embargo, está explorando la idea de que la verdadera conciencia sólo puede ser alcanzada por sistemas vivos.
“Un argumento sólido puede ser que no es la computación lo que es suficiente para la conciencia, sino estar vivo”, plantea.
“En los cerebros, a diferencia de las computadoras, es difícil separar lo que hacen de lo que son”.
Sin esta separación, argumenta, es difícil creer que los cerebros “son simplemente computadoras a base de carne”.
Y, si la intuición del profesor Seth sobre la importancia de la vida va por el camino correcto, la tecnología más probable no será hecha de silicio con un código de computación para su funcionamiento, sino más bien consistirá en pequeñas colecciones de células nerviosas del tamaño de granos de lentejas, como las que están actualmente siendo cultivadas en laboratorios.
Llamados “minicerebros” en los reportes de los medios de comunicación, la comunidad científica los denomina “organoides cerebrales” y son utilizados para investigar cómo funciona el cerebro y para las pruebas de drogas.
Una empresa australiana, Cortical Labs, en Melbourne, incluso ha desarrollado un sistema de células nerviosas en una placa que puede jugar al videojuego deportivo Pong de 1972.
Aunque está muy lejos de ser un sistema consciente, el llamado “cerebro en un plato” es espeluznante, ya que mueve una pala hacia arriba y hacia abajo de una pantalla para golpear una pelota pixelada.
Algunos expertos creen que si la conciencia va a surgir, lo más probable es que sea de versiones más grandes y avanzadas de estos sistemas de tejidos vivos.
Cortical Labs monitorea su actividad eléctrica en busca de cualquier señal que pudiese ser algo posiblemente parecido a la aparición de la conciencia.
El director científico y de operaciones de la empresa, el doctor Brett Kagan, sabe que cualquier inteligencia incontrolable emergente podría tener prioridades que “no están alineadas con las nuestras”.
En cuyo caso, dice medio en broma, que los posibles jefes de los organoides serían más fáciles de derrotar porque “siempre hay lejía” para verter sobre las frágiles neuronas.
Volviendo a un tono más solemne, Kagan explica que la pequeña, pero significativa amenaza de la conciencia artificial es algo en lo que le gustaría que los grandes actores en ese campo se centraran más como parte de los intentos serios de avanzar en nuestra comprensión científica, pero -asegura- que “desafortunadamente, no vemos ningún esfuerzo serio en este espacio”.
El problema más inmediato, sin embargo, podría ser cómo nos afecta la ilusión de que las máquinas son conscientes.
En solo unos años, es posible que vivamos en un mundo poblado por robots humanoides y deepfakes que podrían parecer conscientes, según el profesor Seth.
Le preocupa que no podamos resistirnos a creer que la IA tiene sentimientos y empatía, lo que podría conducir a nuevos peligros.
“Significará que confiemos más en estas cosas, que compartamos más información con ellas y estemos más abiertos a la persuasión”.
Pero el mayor riesgo de la ilusión de la conciencia es una “corrosión moral”, señala.
“Distorsionará nuestras prioridades morales al hacer que dediquemos más de nuestros recursos al cuidado de estos sistemas a expensas de las cosas reales en nuestras vidas”, lo que significa que podríamos tener compasión por los robots, pero que nos preocupemos menos por otros humanos.
Y eso podría alterarnos fundamentalmente, según el profesor Shanahan.
“Cada vez más, las relaciones humanas se van a replicar en las relaciones de IA, se utilizarán como maestros, amigos, adversarios en los juegos de computadora e incluso parejas románticas. Si eso es bueno o malo, no lo sé, pero va a suceder y no vamos a poder evitarlo”.
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