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“Necesitamos reeducarnos”: la muy difícil -y necesaria- labor de los centros de acopio de reciclaje
“Necesitamos reeducarnos”: la muy difícil -y necesaria- labor de los centros de acopio de reciclaje
Un centro de acopio de reciclaje genera comunidad. Sin embargo su operación es ardua. (Fotos: Unsplash)
6 minutos de lectura

“Necesitamos reeducarnos”: la muy difícil -y necesaria- labor de los centros de acopio de reciclaje

Un centro de acopio de reciclaje genera comunidad. Sin embargo, entre los bajos precios del material y los gastos para mantenerlos, su operación es ardua. Esto opinan las personas que se dedican a esta actividad.
28 de septiembre, 2023
Por: Verónica Santamaría
@VeroSantamariaC 

Echar andar, operar y mantener un centro de acopio de reciclaje es una tarea titánica y, en algunos casos, casi imposible a largo plazo. Por sus beneficios ambientales y sociales, tomar la decisión de cerrar alguno de estos sitios que generan comunidad y educación ambiental para gestionar los residuos sólidos urbanos es difícil.

Lee: Jardines polinizadores: una forma de rescatar la flora y fauna dentro de la mancha urbana

“Con corazones agradecidos cerramos algunos ciclos y muy felices y emocionados tomamos impulso para abrir otros”, comunicó en julio de 2022 el equipo de Reciclub, que además de centro de acopio en la colonia Postal de la Ciudad de México, también manejaba distintas rutas de recolección.

Este proyecto se transformó en nuevas ideas y actividades para impulsar la educación en gestión de residuos.

“La principal función de un centro de acopio es ser intermediario entre un vertedero y la ciudadanía”, explica en entrevista Melissa García, creadora de Punto Orgánico, un proyecto que inició en Querétaro como centro de acopio, pero que -como Reciclub- tuvo que cerrar y transformarse.

En el caso de Melissa, la caída en los precios de venta de los residuos valorizables fue el punto de quiebre para cerrar sus operaciones.

Sin embargo, soltar las labores de reciclaje no fue opción para Melissa y lo que hizo fue aliarse con la Universidad Autónoma de Querétaro donde imparte talleres de sustentabilidad, educación ambiental y hasta se regalan libros o plantas.

Además, no compra materiales, lo que hace es recuperar residuos. “Con nosotros acude público en general, empresas que quieren hacerse cargo de sus residuos a pequeña escala, o sea, pequeños acopiadores, personas que gestionan sus residuos desde casa”, cuenta.

El largo camino para poder operar un centro de acopio

En la CDMX, para que un centro de acopio sea autorizado, las personas interesadas en instalarlo deben tramitar el Registro y autorización para el manejo integral de los residuos (RAMIR) ante la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema).

De acuerdo con el sitio oficial registro de la Sedema, actualmente existen unos 147 centros de acopio vigentes en la ciudad, 25 están en proceso de renovación y 17 de plano bajaron la cortina.

La lista de las autoridades incluye a todas las personas físicas y morales dedicadas a la recolección, transporte, acopio, almacenamiento y tratamiento de los residuos sólidos.

Pero mantener las actividades no es tarea sencilla. Además de los trámites y registros que deben realizarse, los operadores se enfrentan a la fluctuación en los precios de los residuos sólidos urbanos y el control de mercado.

Aunque el caso de Melissa es en Querétaro, da un panorama de lo que se enfrentan otras personas como ella.

“Nosotros tenemos que pagar rentas, nóminas, transportes, vehículos, muchas cosas y con los precios que tenemos hoy en día de venta, la verdad es que no alcanza para toda la logística. Esa es una de las razones por las que cierra. Otra es que no tengamos recicladoras cerca y se encuentren muy lejos”, explica.

¿Qué se pierde cuando cierra un centro de acopio?

Alejandra Valdez es cofundadora de Ecolana, una organización dedicada a campañas de reciclaje y educación ambiental para la correcta gestión de residuos sólidos urbanos en México. 

Ale advierte que cuando un centro de acopio toma la decisión de cerrar sucede un “desajuste en la comunidad”.

Al ser los centros de acopio un espacio donde se valoriza un residuo para ser reciclado, al cerrar pone en un aprieto a los ciudadanos con iniciativa por reciclar. 

¿Y qué se hace en esos casos?

Para quienes han hecho del reciclaje un estilo de vida, la solución es buscar otro centro de acopio para continuar con sus labores.

Y es que las propias cifras explican muy bien la importancia de estos espacios.

Dats del Inventario de Residuos Sólidos Urbanos de la Ciudad de México 2021 muestran que en la capital se generan 12 mil 355 toneladas de residuos todos los días.

Las alcaldías que más residuos generan a diario son:

  • Iztapalapa con 2 mil 149 toneladas.
  • Gustavo A. Madero, mil 420 toneladas
  • Cuauhtémoc con mil 109 toneladas. 

En cambio, las alcaldías de menor generación diaria son:

  • Cuajimalpa de Morelos con 326 toneladas.
  • La Magdalena Contreras con 292 toneladas.
  • Milpa Alta con 172 toneladas.

Ubica tu centro de acopio en CDMX

Alejandra Valdez explica que cada alcaldía tiene una dinámica diferente de reciclaje. Por ello, es importante enseñarle a la gente cómo reciclar y se homologue para que “todos podamos reciclar igual. No importa si vives en la Benito Juárez o la Gustavo A. Madero o Azcapotzalco”.

También lee: San Pancho, la joya cultural de la Riviera Nayarit que es ejemplo de colectividad 

Tanto Melissa como Alejandra recomiendan que, si tu centro de acopio cercano o de confianza cierra, lo importante es preguntar a las personas encargadas del lugar qué pasará en adelante, si se mudarán de colonia o cerrarán de manera definitiva; o saber si es posible conectarlos con otros centros de acopio cercanos.

Otro consejo es preguntar a las personas recicladoras de base, que son las personas de limpia en la cuadra de tu casa o las que integran las cuadrillas de limpia en los camiones recolectores de residuos, si conocen algún centro de acopio cercano para llevar tus residuos valorizables. 

Toma en cuenta que llegar a un nuevo centro de acopio de reciclaje siempre será una experiencia nueva pues las dinámicas de reciclaje son diferentes.

“Si cierran tu centro de acopio cercano, lo recomendable es entrar al mapa de Ecolana y ver qué otras opciones cercanas hay. Si de plano era el único en todo el estado lo que pueden hacer es escribirnos y ver qué opciones se ajustan para su reciclaje”, recomienda Alejandra Valdez.

¿Cómo funciona esta iniciativa?

El mapa de Ecolana cuenta con un registro de centros de acopio por todo el país, de norte a sur las personas pueden ingresar al sitio e inmediatamente filtran su búsqueda por estado, municipio y campaña.

En el mapa existen 63 materiales diferentes para reciclar, además de campañas específicas con empresas aliadas. 

Para Alejandra Valdez, en un centro de acopio conviven muchas personas. Desde quienes lo hacen por cuidar el ambiente, los que dependen económicamente de él y los que no dependen del reciclaje, pero es un ingreso importante. 

Cómo identifico mis residuos

Melissa García recomienda prestar atención a los triángulos o etiquetas que aparecen en el diseño de los residuos ya que en ellos aparecen números para identificarlos. 

“Los valorizables de entrada son los que se identifican con el número 1, 2 y 5”, explica. “Para saber si es reciclable o no, le damos la vuelta a nuestros envases y encontramos los triángulos que nos indican qué tipo de residuo es reciclable”:

  • Para los plásticos, se identifican con los números 1 al 7
    • El 3 y el 7 son difíciles de reciclar y no se recomiendan para el transporte de alimentos.
    • Los números 1, 2 y 5 son los más reciclados y en cualquier centro de acopio los van a aceptar.
    • Los números 4 y 6 son un poquito más difíciles de reciclar, pero existen centros de acopio que sí los reciben.

Si tienes dudas, la Sedema tiene un directorio de centros de acopio en las alcaldías por residuo sólido urbano

En ese listado puedes encontrar centros de acopio que reciben PET, papel, cartón, medicamentos caducos o Tetrapack y hasta metales, aceite de motor, aceite de cocina, cascajo, electrónicos, eléctricos ¡y electrodomésticos!

Necesitamos reeducarnos y aprender a ser más limpios y no tan egoístas. Una de las cosas que les digo es que somos invitados de la Tierra, somos parte de la Tierra y como parte de ella tienes que cuidarla y al cuidarte, cuidas tu entorno, cuidas absolutamente todo, entonces es un beneficio para todos el que tú decidas desde separar tus residuos”, concluye Melissa.

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Imagen BBC
¿Pólvora, dulce aroma de almendras? si te habías preguntado cuál es el olor del espacio, aquí te damos algunas pistas
11 minutos de lectura

Científicos están analizando los olores del espacio, desde los vecinos más cercanos a la Tierra hasta los planetas a cientos de años luz de distancia, para aprender sobre la composición del universo.

27 de mayo, 2025
Por: BBC News Mundo
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Júpiter, dice Marina Barcenilla, es “un poco como una bomba fétida”.

El planeta más grande del sistema solar tiene varias capas de nubes, explica, y cada capa tiene una composición química diferente. El gigante gaseoso podría tentarte con el dulce aroma de sus “nubes venenosas de mazapán”, dice. Después, el olor “solo empeoraría a medida que te adentras”.

“Probablemente desearías estar muerto antes de llegar al punto de ser aplastado por la presión”, añade.

“Creemos que la capa superior de nubes está hecha de hielo de amoníaco”, comenta Barcenilla, comparando este hedor con el de la orina de gato.

“Luego, a medida que desciendes, encuentras sulfuro de amonio. Ahí es cuando tienes amoníaco y azufre juntos: una combinación infernal”. Los compuestos sulfurosos son famosos por ser los responsables del olor a huevo podrido.

Si pudieras explorar aún más profundo, continúa, encontrarías las características rayas y remolinos de Júpiter. “Júpiter tiene estas gruesas bandas coloreadas. Creemos que algunos de estos colores podrían ser creados por columnas de amoníaco y fósforo”.

También podría haber moléculas orgánicas llamadas tolinas, moléculas orgánicas complejas relacionadas con la gasolina. Por lo tanto, Júpiter, señala, podría tener un toque de “oleosidad” como de petróleo con un poco de ajo.

Barcenilla es científica espacial, diseñadora de fragancias y estudiante de doctorado en astrobiología en la Universidad de Westminster, Londres. Durante sus primeros años estudiando el cosmos, se preguntaba constantemente: “¿A qué olería eso?”. Entonces se dio cuenta: “Tengo esa molécula en mi laboratorio. Podría crearlo”.

Frascos en un laboratorio
Getty Images
Mezclando moléculas en un laboratorio se pueden obtener aromas presentes en el espacio.

Así que, además de su trabajo académico —la búsqueda de señales de vida en Marte—, Barcenilla se ha dedicado a diseñar aromas que recrean el olor del espacio exterior para la última exposición del Museo de Historia Natural de Londres, Espacio: “¿Podría existir vida más allá de la Tierra?”.

Desde el hedor a huevos podridos hasta el dulce aroma de las almendras, el espacio es un lugar sorprendentemente apestoso, dice.

Cometas, planetas, lunas y nubes de gas tendrían cada uno su propio olor único si pudiéramos olerlos. Pero ¿qué pueden revelar estos aromas sobre los misterios del Universo?

El subestimado sentido del olfato

Antes de lanzarnos a explorar las delicias olfativas del cosmos, quizás valga la pena detenernos un momento en qué son los olores en primer lugar.

El olfato, a menudo subestimado, es posiblemente el sentido más antiguo.

Tomemos como ejemplo un diminuto organismo unicelular, una bacteria, que surcaba los mares arqueozoicos hace unos 3500 millones de años. Al detectar la presencia de una sustancia química, quizás un sabroso nutriente o algún peligro que evitar, el flagelo de la bacteria (su apéndice con forma de cola) actuaba como una hélice, permitiendo a esta diminuta criatura redirigir sus movimientos.

Para nuestros primeros antepasados, este “sentido del olfato más rudimentario” marcaba la diferencia entre la vida y la muerte.

Y nuestro propio sentido del olfato es simplemente una versión más sofisticada de esta capacidad para detectar sustancias químicas en el entorno que nos rodea.

Nuestras narices contienen densos grupos nerviosos compuestos por millones de neuronas especializadas, repletas de moléculas conocidas como quimiorreceptores. Cuando se adhieren a una sustancia química, envían una señal a nuestro cerebro que se interpreta como un olor distintivo.

Este sentido del olfato nos permite detectar las sustancias químicas que nos rodean. Para los humanos, el olfato no solo nos ayuda a identificar alimentos o nos advierte de peligros ambientales, sino que también evoca recuerdos y desempeña un papel crucial en la comunicación social.

Tras millones de años de evolución, la capacidad de oler está intrínsecamente ligada a nuestro bienestar emocional.

Hombre oliendo unas flores
Getty Images
El olfato, entre otras cosas, nos permite evocar recuerdos y desempeña un papel crucial en la comunicación social.

Durante los largos y aislados meses en órbita, también puede ser un importante vínculo con el hogar para los astronautas. Pero una estación espacial también puede ser un lugar extraño en lo que a olores se refiere.

“Alexei Leonov [la primera persona en completar una caminata espacial] estaba a cargo de todos los astronautas extranjeros”, dice Helen Sharman, la primera astronauta de Reino Unido.

Era 1991 y Sharman se preparaba para pasar ocho días en la Mir, la estación espacial soviética. Justo antes del lanzamiento, Leonov “me dio una ramita de ajenjo”.

Durante su estancia en la Mir, Sharman de vez en cuando machacaba las hojas de ajenjo para liberar su aroma parecido al de la salvia, porque, dice ella, “es agradable tener un poco de olor a algo”.

En la estación espacial Mir, explica Sharman, había muy poco olor. En microgravedad, el aire caliente no asciende, así que “el olor de la comida caliente no se desprende del plato”. La única forma de experimentar el olor sería “meter la nariz en el paquete”, dice.

Pero había un olor distintivo en la estación espacial que muchos astronautas han reportado después de una caminata espacial. “Me recordó a cuando era niña y pasaba por delante de un taller de coches”, dice Sharman. “Podía oler soldaduras; ese olor metálico en el aire”.

Helen Sharman en 1989.
Getty Images
Cuando viajó a la MIR, Sharman se llevó una ramita de ajenjo que le había dado Alexei Leonov, la primera persona en completar una caminata espacial.

Durante la misión, Sharman realizó experimentos con posibles materiales para la construcción de naves espaciales. “Tenía un montón de películas delgadas, principalmente cerámica, que tuve que colocar en un marco y luego exponer al ambiente circundante de la estación espacial”.

Cuando trajo sus muestras de la esclusa de aire, sintió una oleada de olor, el aroma metálico del espacio. “Ese fue mi experimento favorito, porque olía”. Otros astronautas han descrito un olor similar al de carne carbonizada, pólvora o cableado eléctrico quemado.

Origen misterioso

Pero la causa de este olor sigue siendo un misterio. Una posible explicación, según Sharman, es que se deba a la oxidación. “La atmósfera, el entorno, alrededor de la estación espacial, es prácticamente un vacío, pero no completamente a esa altura”, explica. “Lo que tenemos en la atmósfera residual es oxígeno atómico”.

El oxígeno atómico, o átomos individuales de oxígeno, puede adherirse al traje espacial o a las herramientas de un astronauta. Al reingresar a la estación espacial, los átomos individuales de oxígeno se combinan con el O2 presente en la cabina, produciendo ozono (O3).

“En cuanto reacciona, se percibe ese olor a ozono”, afirma Sharman. Y nosotros, los humanos aquí en la Tierra, también podemos experimentar el fuerte olor del ozono. ¿Han notado alguna vez el olor metálico de la electricidad estática justo después de una tormenta? Eso es ozono.

Otra posibilidad es que Sharman estuviera inhalando los átomos de una estrella moribunda.

Cuando una estrella muere, libera una enorme cantidad de energía. Durante este proceso, la estrella produce hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) —moléculas con forma de malla de alambre, explica Sharman— que flotan por el universo y contribuyen a la creación de nuevos cometas, planetas y estrellas.

Helix Nebula
Getty Images
El espacio contiene una gran variedad de olores

En la Tierra, los HAP están presentes en combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo crudo y la gasolina, y a menudo se forman durante la combustión incompleta de materiales orgánicos.

“Si quemas tu comida”, dice Barcenilla, “ese es el tipo de molécula que estás creando. Cuando las estrellas mueren, la combustión crea el mismo tipo de moléculas. Luego flotan en el espacio para siempre”. Muchos de estos compuestos tienen un olor similar al de un disolvente o a naftalina, mientras que otros recuerdan más al plástico o al betún quemados.

Los datos espaciales llegan en diversas formas. La primera información científica espacial llegó en 1958, a través del Explorer 1 de la NASA, en forma de sonido.

En 2022, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) de la NASA detectó el primer rastro de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera de un exoplaneta —un planeta fuera de nuestro sistema solar—, el gigante gaseoso WASP-39 b.

El JWST no olió el CO2 en el sentido de inhalarlo, sino que detectó su presencia al rastrear cómo la atmósfera del planeta alteraba la luz estelar al pasar frente a su sol. Al analizar los sutiles cambios en la luz, el JWST puede identificar las diversas sustancias químicas de los mundos extraterrestres.

Miríada de olores

Y “el espacio es inmenso”, afirma Barcenilla. Está lleno de mundos con olores diversos.

El análisis químico de la atmósfera de Titán, la luna más grande de Saturno, sugiere que huele a almendras dulces, gasolina y pescado podrido. Mientras tanto, el olor a huevos podridos podría disuadirte de visitar el planeta HD 189733 b, un gigante gaseoso abrasador a unos 64 años luz de la Tierra.

Las nubes de polvo interestelar, que giran a través de los brazos espirales de la Vía Láctea, combinan olores a “helados locos” y amoníaco que te hace doblar las rodillas, según dicen los investigadores.

Mientras tanto, en Sagitario B2, una gigantesca nube molecular de gas y polvo cerca del centro de nuestra galaxia, se podrían oler “algunas de las moléculas prebióticas necesarias para la vida”, afirma Barcenilla.

“Allí encontramos sustancias como etanol, metanol, acetona, sulfuro de hidrógeno y etilenglicol, que se pueden usar como anticongelantes”.

Saturno y sus lunas
Getty Images
El análisis químico de la atmósfera de Titán, la luna más grande de Saturno, sugiere que huele a almendras dulces, gasolina y pescado podrido.

Al formiato de etilo se le suele atribuir el aroma a frambuesa del centro de la Vía Láctea, pero, según Barcenilla, esto no es del todo cierto. “Es solo una molécula entre muchas, y si la hueles aisladamente, no huele a frambuesa”.

El formiato de etilo, explica, se encuentra en el interior de diversas frutas. Es en parte responsable del sabor —no del olor— de las frambuesas, pero también del sabor de otras frutas. [También] se asocia con el esmalte de uñas o quizás con el quitaesmalte, y con un olor a alcohol, casi a ron.

Vida fuera de la Tierra

Y rastrear sustancias químicas cósmicas no solo puede proporcionarnos detalles vitales sobre la composición del universo, sino también pistas sobre dónde buscar vida, afirma Barcenilla.

“Si pudieras navegar en [el planeta] K2-18b —si hubiera un océano allí y pudieras quitarte el traje espacial—, entonces podría oler a repollo podrido”, afirma Subhajit Sarkar, astrofísico de la Universidad de Cardiff, en Reino Unido.

En 2023, Sarkar formó parte de un equipo que, con la ayuda del JWST, detectó lo que podría ser el rastro de vida en K2-18b, un exoplaneta a unos 120 años luz de la Tierra. El telescopio detectó “un leve indicio”, dice Sarkar, de sulfuro de dimetilo (DMS), a veces considerado uno de los principales componentes que producen el “olor a mar”.

“K2-18b es interesante por varias razones”, afirma Sarkar. Forma parte de un grupo más amplio de exoplanetas llamados subneptunos. Más grandes que la Tierra pero más pequeños que Neptuno, los subneptunos son el tipo de planeta más común en la galaxia y, a pesar de su prevalencia, muchos de sus aspectos siguen siendo un misterio.

“Existen grandes preguntas sobre los subneptunos”, afirma Sarkar. “¿Por qué no existen en nuestro sistema solar? ¿Y de qué están hechos?”.

Una forma de comprenderlos mejor, según Sarkar, es observar sus atmósferas. “Se sabía que K2-18b era un buen objetivo para ello”.

Paisaje verde
Getty Images
No hay nada como el aroma de nuestro propio planeta, dice Sharman.

K2-18b es, en teoría, un mundo “hicéano”, un exoplaneta habitable cubierto de océanos. En 2025, Sarkar y sus colegas volvieron a analizar la atmósfera de K2-18b y detectaron un olor aún más intenso a sustancias químicas atmosféricas que, hasta donde sabemos, solo son producidas por la vida, específicamente el fitoplancton y otros organismos marinos.

Según los investigadores, la atmósfera de K2-18b podría contener DMS y/o disulfuro de dimetilo (DMDS).

“Actualmente, desconocemos procesos no biológicos que puedan producir estas [sustancias químicas] en grandes cantidades. Sin duda, en la Tierra es evidente que el DMS y el DMDS se producen biológicamente. Desde ese punto de vista, son biofirmas muy específicas”, afirma Sarkar.

Y con concentraciones 10.000 veces superiores a las de la atmósfera terrestre, los hallazgos sugieren que K2-18b podría albergar un océano “rebosante de vida”, añade Sarkar.

Sin embargo, advierte que es posible que las sustancias químicas provengan de fuentes abióticas, por lo que se necesita más investigación. No obstante, añade que si K2-18b es realmente un mundo oceánico habitable, “entonces encaja en ese panorama, porque entonces existe la posibilidad de que la vida marina produzca esta molécula que, en la Tierra, está asociada con la vida marina”.

Así que quizás no sea necesario viajar al espacio para experimentar su verdadero olor. Muchos de los olores del espacio nos resultan familiares y los encontramos aquí mismo en la Tierra, y algunas personas han intentado recrear el aroma del espacio, como Barcenilla.

Cuando meto la nariz en su cápsula de aromas de Marte en la exposición del Museo de Historia Natural, huelo óxido, polvo y un toque de humedad.

El olor evoca un recuerdo: el rincón trasero de un garaje, lleno de viejas cajas de cartón con libros que alguna vez amamos, y trozos de madera de muebles de generaciones anteriores. Un olor acogedor, de infancia.

Pero quizás el mayor tesoro olfativo de todos no se encuentra tan lejos en el espacio, sino aquí en la Tierra.

No hay nada como el aroma de nuestro propio planeta, dice Sharman. La astronauta describe su regreso a casa en 1991, aún vívido en su mente. “Era finales de mayo, así que, incluso en Asia Central, el suelo no estaba completamente seco el día que regresamos a la Tierra”.

Al aterrizar, la nave rebotó bastante, aplastando las plantas del suelo. “Aterrizamos en un matorral de ajenjo en Kazajistán”, recuerda Sharman.

“La ráfaga de aire fresco al abrir la escotilla fue fantástica. Olía de maravilla, absolutamente delicioso”.

*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para ver la versión original (en inglés).

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