
La madrugada del 6 de diciembre, un vehículo cargado con explosivos estalló en pleno centro de Coahuayana, en la costa michoacana del Pacífico, dejando al menos cinco personas muertas y más de una decena de heridas, entre ellas policías comunitarios y civiles.
El estallido destruyó fachadas, vehículos y parte de un hospital cercano, y detonó también un debate nacional: autoridades federales informaron inicialmente que investigaban el hecho como posible acto de terrorismo, aunque después la Fiscalía General de la República (FGR) rectificó y reclasificó la indagatoria como delincuencia organizada, en una región donde operan células vinculadas al Cártel Jalisco Nueva Generación y otros grupos locales, como Cárteles Unidos o Los Caballeros Templarios.

El vehículo, una pickup Dakota, habría ingresado desde el puente que divide Colima de Michoacán, en Coahuayana, y explotado frente a la base de la Policía Comunitaria de ese municipio, apuntando a una escalada inédita de violencia con artefactos explosivos incluso para una zona marcada por años de disputa armada entre cárteles, grupos de autodefensa, Ejército y policías.
La explosión no ocurrió en el vacío. Desde hace al menos cinco años, Michoacán es uno de los laboratorios de la violencia más cruda y sofisticada del país: grupos criminales han desplegado drones cargados con explosivos, minas antipersona enterradas en caminos rurales, artefactos improvisados, bloqueos con vehículos incendiados y emboscadas contra fuerzas comunitarias, municipales y federales.
Municipios como Aguililla, Tepalcatepec, Coalcomán y Apatzingán han documentado el uso sistemático de estas tácticas de “guerrilla urbana”, y Coahuayana, que lleva varios años resistiendo el asedio del Cártel Jalisco —tal y como Animal Político documentó en esta crónica—, se suma a ese mapa de violencia explosiva.
El coche bomba que los criminales detonaron en ese pequeño municipio del Pacífico confirma una tendencia: la guerra criminal en la región ha escalado del control territorial al uso de armamento artesanal con capacidad de producir daños masivos, en un contexto donde la presencia estatal es insuficiente y las comunidades atrapadas entre los grupos en pugna se ven obligadas a huir.

“Definitivamente, en este 2025 ha habido un incremento de la violencia con uso de drones, minas y explosivos en Michoacán”, subraya una persona integrante del Observatorio Regional de Seguridad Humana de Apatzingán, que pide anonimato por seguridad.
El Observatorio ha documentado al menos 26 eventos de violencia explosiva —incluyendo minas terrestres y drones— en la región de Apatzingán, entre 2022 y lo que va de este año. Esos eventos dejaron 33 personas muertas (14 de ellos militares) y otras 46 lesionadas, incluyendo un niño de apenas dos años en la localidad de Chandio, en Apatzingán.
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Además, el uso cada vez más frecuente de drones cargados con bombas artesanales y de minas antipersona que entierran en caminos rurales —hasta mayo, se habían registrado 10 víctimas por minas explosivas, una cada 14 días— también está generando numerosos episodios de desplazamientos forzados.
Al corte de este diciembre, el Observatorio lleva registrados diez casos activos de comunidades que fueron abandonadas por sus pobladores en 2025, debido a que se convirtieron en territorios minados y en disputa por tierra y aire: Guanajuatillo, Las Anonas, la Salatera, Acatlán, El Capire, El Alcalde, El Guayabo, Cerro Blanco, El Morado y El Mirador.

En abril pasado, Animal Político fue testigo en El Alcalde y El Guayabo de ese éxodo masivo: al menos 500 familias huyeron, luego de que facciones del Cártel Jalisco y Los Caballeros Templarios se enfrentaran con drones y por vía terrestre, y minaran los caminos de acceso a las comunidades, donde varios cortadores de limón han sido víctimas de las minas explosivas.
“El uso de artefactos explosivos es algo que preocupa mucho, sobre todo por la desmovilización de las actividades cotidianas de la ciudadanía. Y nos referimos a actividades productivas, como el corte de limón y también a la suspensión de clases, que es un efecto casi inmediato. Ante la presencia de explosivos en el territorio, ya sea por decisión de las autoridades, o de los padres de familia, la niñez y la juventud están dejando de ir a la escuela. Y esto es algo muy grave, tanto económica como educativamente”, plantea la persona integrante del Observatorio.
Sobre el uso cada vez más frecuente de drones y minas, advierte que cada vez es más evidente que existe “una carrera armamentística” entre los al menos 17 grupos criminales que operan en varias regiones de Michoacán, especialmente en Tierra Caliente.
Están desarrollando “tecnología de guerra” y reclutando a “mineros” (especialistas en “plantar” minas antipersona) y “droneros” (operadores de drones), como parte de esa “carrera” por alzarse con la mayor cantidad de armamento de alto poder.

Preguntado acerca de por qué esta carrera se está produciendo principalmente en Michoacán, el consultor y experto en seguridad David Saucedo lo explica de la siguiente manera: “en Michoacán, junto con Guanajuato, las mafias locales han ofrecido más resistencia en contra del avance del Cártel Jalisco. Esas mafias locales han contestado a ese avance con una estrategia de utilización de drones cargados con explosivos, minas antipersona, y ahora, como se ha visto en Coahuayana, con la utilización de coches bomba. Y, obviamente, el Cártel Jalisco también está haciendo uso de esas mismas herramientas”.
En el caso de los drones, Saucedo señala que los cárteles descubrieron que pueden hacer ataques a distancia contra sus rivales y contra el Ejército y las autoridades, sin que quienes los operan se pongan en riesgo.
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“Además, los drones tienen la característica de que son de bajo costo, pues tanto los aparatos, como las cargas explosivas, pueden construirse de manera artesanal, hechiza”.
“Antes —añade—, se utilizaban como ‘bombas voladoras’. Es decir, se enviaba el dron a estrellarse directamente contra el objetivo. Ahora, los drones pueden soltar las cargas desde el aire y ser recuperados. Además, son muy difíciles de detectar, sobre todo cuando hacen vuelos nocturnos”.

El Observatorio coincide: los drones son el recurso explosivo más empleado, aunque no hay datos precisos sobre cuántos circulan. Identifican focos de uso constante en Buenavista, Paredes del Ahogado, La Ruana y otros poblados fronterizos entre Tepalcatepec y Jalisco, como El Olivo y Cholula.
David Saucedo remarca que, si bien el uso de explosivos y de armas de grado militar, es algo que los grupos del crimen organizado llevan empleando desde años atrás —especialmente organizaciones delictivas, como Los Zetas, de corte paramilitar—, en la actualidad se está convirtiendo en una práctica cada vez más recurrente.
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“Antes, solo los ‘diamantes’ de seguridad de narcotraficantes de alto perfil contaban con personal altamente capacitado, con soldados de élite y armas de grado militar. Pero, ahora, ya no es una guardia pretoriana utilizando este tipo de herramientas explosivas, sino que ya las utilizan también las tropas regulares”.
“Además —agrega—, hay una variante en todo esto, y es el uso de esas armas en contra de la población civil, como se ha visto en Coahuayana con el coche bomba. Esto ya forma parte de una estrategia de ‘narcoterrorismo’ que están aplicando algunos cárteles”.

El Observatorio Regional expresa preocupación porque ni el gobierno estatal de Alfredo Bedolla ni el gobierno federal de Claudia Sheinbaum han delineado una estrategia explícita para frenar esta “tecnología de guerra”.
“No vemos líneas de trabajo serias. Y el nuevo Plan Michoacán no dice nada explícitamente sobre esta situación”, señala la persona consultada del Observatorio, que plantea tres demandas al Estado.
En primer lugar, “cero tolerancia a las actividades criminales que implementan tecnología de guerra en los territorios de Michoacán”.
“Se necesita una política que haga efectiva la promesa de inteligencia para rastrear las líneas de suministro de los insumos para fabricar estos artefactos explosivos, y de esta manera garantizar que no se van a seguir produciendo en el territorio”.

El Observatorio reconoce la importante labor de retiro de minas antipersona que está llevando a cabo el Ejército y otras autoridades en Michoacán. “Pero también es una realidad que después de que liberan un camino de minas, pasa poco tiempo antes de que vuelva a ser sembrado. Es un cuento de nunca acabar”.
En segundo lugar, el Observatorio exige “erradicar la impunidad” y que sucesos de alto impacto, como los asesinatos el 1 de noviembre del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, y doce días antes del productor de limón Bernardo Bravo, y ahora el coche bomba de Coahuayana, no desplacen o tapen lo que está sucediendo en las comunidades.
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“Parece que cada caso nuevo desplaza al anterior y esto genera un riesgo de que se vayan quedando impunes”.
Y en tercer lugar, el Observatorio exige que “los indicadores de éxito” de iniciativas gubernamentales, como el Plan Michoacán, “no se limiten sólo al número de aprehensiones, decomisos y desmantelamiento de laboratorios”.
“Todo eso es muy importante, pero también se necesita que informen respecto de qué condiciones están construyendo, por ejemplo, para el retorno seguro de cientos de pobladores en comunidades desplazadas. Se debe poner el enfoque sobre la estadística asociada a las víctimas, pues es algo que no se refleja en los informes gubernamentales”, concluye la persona consultada del Observatorio.

El líder de la operación asegura que su organización está construyendo infraestructura en Venezuela para extraer a personas del país en caso de que comience una guerra con Estados Unidos.
La operación de rescate para sacar de Venezuela a la líder opositora y premio Nobel María Corina Machado incluyó disfraces, dos barcos en mares agitados y un vuelo, según ha contado a la BBC el hombre que dice haberla dirigido.
Bautizada como “Operación Dinamita Dorada”, el peligroso viaje fue frío, húmedo y largo, pero la “formidable” Machado no se quejó ni una sola vez, según Bryan Stern, fundador de la Grey Bull Rescue Foundation.
“El mar está muy agitado. Está completamente oscuro. Usamos linternas para comunicarnos. Da mucho miedo, pueden salir mal muchas cosas”.
A pesar de los riesgos, todo salió bien. Machado llegó sana y salva a Oslo, Noruega, para recoger su Premio Nobel de la Paz justo antes de la medianoche del miércoles.
Tras haber vivido escondida en su propio país desde las controvertidas elecciones del año pasado en Venezuela, Machado no había aparecido en público desde enero. Sus hijos adultos, a quienes no había visto en dos años, estaban en Oslo para recibirla.
Grey Bull se especializa en misiones de rescate y evacuaciones, especialmente en zonas de conflicto y desastre. Un representante del equipo de Machado confirmó a CBS News, socio mediático de la BBC en Estados Unidos, que la organización estaba detrás de su operación de rescate.
Stern explicó que Grey Bull llevaba meses consolidando su presencia en el Caribe, incluida Venezuela y la vecina isla de Aruba, para prepararse para posibles operaciones en Venezuela.
“Hemos estado construyendo infraestructura sobre el terreno en Venezuela diseñada para sacar a estadounidenses, aliados, británicos y otras personas en caso de que comience la guerra en Venezuela”, declaró a la BBC.
Las especulaciones sobre una posible acción militar de Estados Unidos contra Venezuela han ido en aumento después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, pidiera al presidente Maduro que abandonara el cargo, acusándolo de enviar narcóticos y asesinos a Estados Unidos.
Según Stern, el reto en este caso consistía en sacar del país a alguien tan conocido como María Corina Machado, un nombre muy popular en Venezuela para la oposición.
Ninguna de las infraestructuras que su empresa había construido en el país, dijo, estaba “diseñada para la segunda persona más popular del maldito país con una diana en la espalda”.
Cuando entró en contacto por primera vez con el equipo de Machado, al principio no le revelaron su identidad, pero afirmó que fue capaz de adivinarla.
Se pusieron en contacto con él a principios de diciembre, a través de un contacto que conocía al equipo de Machado, y este era al parecer el segundo intento de sacarla de Venezuela, después de que el plan inicial “no saliera bien”, según dijo.
La operación se denominó “Dinamita Dorada” porque “(Alfred) Nobel inventó la dinamita” y Machado intentaba llegar a Oslo para recoger el Premio Nobel de la Paz.
Las cosas se movieron rápidamente. Stern dijo que habló con el equipo el viernes, que se desplegaron el domingo y que el martes ya habían completado su misión.
Su equipo había explorado varias posibilidades para sacar a Machado del país y se decidió por un plan que implicaba un tumultuoso viaje por mar.
Para proteger su futuro trabajo en Venezuela, Stern solo puede revelar algunos detalles del viaje.
Por tierra, trasladaron a Machado desde la casa donde se escondía hasta el punto de recogida de una pequeña embarcación, que la llevó frente a la costa hasta un barco un poco más grande, donde se reunió con él.
El viaje se realizó en “mares muy agitados”, con olas de hasta 3 metros de altura, en “una oscuridad total”, según contó.
“El viaje no fue agradable. Hacía frío, llovía mucho, estábamos empapados, las olas eran muy fuertes, y eso lo aprovechamos. La llevamos a tierra firme, hasta donde estaba su avión, y ella voló a Noruega”.
A lo largo del viaje, se tomaron varias medidas para ocultar y disimular su rostro y su perfil “digital”, ya que se trata de una política muy conocida.
“La amenaza biométrica es muy real”, señaló, y añadió que se tomaron medidas para asegurarse de que no pudiera ser localizada a través de su teléfono.
Stern dijo que María Corina Machado se comportó de manera “impresionante” a pesar de las dificultades durante el viaje, aceptando un jersey para abrigarse cuando él se lo ofreció, pero sin pedir nada más.
“Estaba empapada y helada, pero no se quejó ni una sola vez”, dijo riendo, reconociendo que la operación era muy peligrosa porque el agua “no perdona”.
“Si conduzco un barco y se me avería el motor, tendré que nadar hasta Venezuela”.
Cuando se le preguntó cómo podía garantizar la seguridad de los venezolanos que ayudaron en la operación, Stern respondió que mantuvieron sus identidades en secreto y que “nosotros [Grey Bull] realizamos muchas operaciones encubiertas”.
Muchos de los que ayudaron ni siquiera se dieron cuenta de que estaban trabajando para él, dijo Stern, mientras que otros creen que “conocen toda la historia”, pero en realidad no es así.
“Hay personas que hicieron cosas que eran benignas desde su perspectiva, pero que desde la nuestra eran fundamentales para la misión”.
Afirmó que la operación fue financiada por donantes, y no por el gobierno de Estados Unidos: “Nunca hemos recibido una nota de agradecimiento del gobierno de Estados Unidos, y mucho menos un dólar”.
Stern aseguró que se coordinó con algunos Estados nacionales y con los servicios de inteligencia y diplomáticos de varios países. Esto incluyó alertar a Estados Unidos de manera “informal”.
Machado ha dicho que tiene la intención de regresar a Venezuela, pero el Stern afirma que le aconsejó que no lo hiciera.
“Le dije: ‘No vuelvas. Eres madre. Te necesitamos’. Ella hará lo que tenga que hacer… Entiendo por qué quiere volver, porque es una heroína para su pueblo.
“Ojalá no volviera, pero tengo la sensación de que lo hará”.
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