
Con 40 años de trabajo en Polanco, la Frutería Pepe tiene los días contados, pues ha perdido la batalla contra la gentrificación de la CDMX. Aunque al paso de los años resistió la llegada de franquicias y establecimientos mercantiles de lujo, el negocio familiar, ubicado en la calle Virgilio, en la alcaldía Miguel Hidalgo, se prepara para cerrar sus puertas ya que su arrendatario les ha pedido que entreguen el local que en próximos meses se convertirá, según saben, en un restaurante.

“Nos dan hasta febrero del 2026 para desalojar… para que la frutería Pepe ya no se encuentre ahí”, lamenta Sthefany Lourdes Bonifacio, encargada de la frutería.
En entrevista, la joven de 33 años compartió que hace unos meses llegó el día de hacer la renovación del contrato por la renta del local que han ocupado por 18 años. La historia de la frutería comenzó primero como un puesto en una de las calles de Polanco y después ofreciendo y vendiendo la fruta en una camioneta.
Aunque había nerviosismo sobre cuánto aumentaría la renta —cosa que cada año sucedía—, todo apuntaba a ser un día normal, pero apenas llegaron a la reunión, todo cambió.
“Nos sentamos y nos dijo directamente, ‘¿saben qué? Necesito que me den el local’”, recuerda Sthefany.
“Yo le decía que la frutería es el sustento de mi familia, de mis hijos, de mi mamá ‘y de repente viene usted y nos dice eso, ¿por qué?, ¿qué pasó?’”, agregó.
La joven solicitó que les dieran una prórroga para que tuvieran tiempo de buscar otro lugar en la zona, pero apenas consiguió algunos meses.

“Le pedíamos el año completo, pero nos dijo que no, solo nos dio hasta febrero (…) preguntamos si no había más que hacer, subir la renta, algo, pero no, nos dijo ‘me tienen que entregar el local’”, compartió la joven.
Desde ese día, ella y su esposo se han dado a la tarea de buscar opciones para no irse de la zona ni dejar el negocio que ha sido el sustento de sus abuelos, sus padres y ahora de su familia.
Opciones las hay —dice—, pero para un negocio de barrio como la frutería Pepe son inaccesibles.
“Hemos visitado locales exactamente en la siguiente esquina donde pagan una renta de 150 mil pesos al mes, con un traspaso de 3 millones y tres rentas adelantadas… Literalmente es imposible”, criticó.
A tres cuadras de distancia de donde actualmente se ubican han encontrado locales con rentas entre 50 y 60 mil pesos, que igualmente piden depósitos y contar con un terreno en la Ciudad de México o Estado de México como aval.
“Cuando este señor viene y me dice eso de que pues ya hasta aquí se acaba, pues me entró mucho coraje e impotencia porque yo decía cómo es posible que tanto trabajo y tanto esfuerzo que hemos hecho venga y lo aplaste y diga ‘se me van’”.

Hace 40 años la frutería Pepe comenzó como un puesto en la vía pública al lado de otros que también vendían frutas, verduras y flores.
“La gente venía a hacer su mandado y todo… al paso de tiempo empieza a haber menos puestos y uno de los que quedan es el que atendía mi papá (…) lamentablemente después la delegación ya no le permitía estar ahí y él se compró una camioneta blanca donde exhibía su fruta”, recuerda Sthefany.
Tiempo después el área de Vía Pública de la alcaldía le dio un permiso a su papá, don Pepe, para que pudiera colocar una estructura de metal y ahí exhibiera su fruta.
“Estuvo mucho tiempo así en vía pública, pero después pasa que de nuevo no permiten que la gente comerciante anduviera de ambulante y se le da la oportunidad de estar en un local”, detalló la joven.
Hasta 2020, cuando muere por la pandemia de Covid-19, la frutería fue atendida todos los días por el señor Pepe, padre de Sthefany.
“Lamentablemente mi papá falleció en la pandemia y me tuve que hacer cargo de la frutería… Me gusta mucho, pero sí fue una situación fuerte porque yo no sabía trabajar un negocio, pero aprendí a trabajar el legado de mi papá, que en su momento le costó mucho”, compartió.
De aquellos negocios de barrio con quienes ella y su familia compartieron, solo la frutería Pepe y un local de flores que está a un costado habían resistido al boom inmobiliario de la zona.

“A uno le cuesta mucho trabajo mantener y salir a flote un negocio (…) y de repente vienen inversionistas que dicen ‘necesito que me quites a tal’ y van para atrás los negocios”, reprochó.
“Siento un coraje horrible y una impotencia porque yo también lo valgo, yo también hago las cosas y de repente que vengan y me digan, ‘¿sabes qué? Ya no vale lo que tú haces’, pues es fuerte”.
Con el reloj corriendo en su contra, Sthefany pidió la intervención del alcalde de Miguel Hidalgo, Mauricio Tabe, a fin de buscar una opción ordenada y dentro del marco normativo, en la que la Frutería Pepe pueda seguir brindando servicio en esta zona conocida como Polanquito.
“Queremos ver si hay forma que en una esquina nos coloque con una estructura… no buscamos el ambulantaje común sino algo que no haga fea la zona”, propuso.
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“Y la otra es andar de ilegales, disculpa la palabra, así como en su momento mi papá empezó, en una camioneta”, agregó.
Aunque han acudido al Miércoles Ciudadano, en donde el alcalde y su gabinete atienden peticiones vecinales, no han tenido suerte de explicar cuál es su situación.

Solo han recibido un “ahorita no hay permisos” sin más. “Mis clientes se acercan y me dicen que no deje caer el negocio (…) son clientes que conocieron a mi papá y que saben todo el trabajo que le costó”, dijo la joven.
Ante la falta de opciones y con el tiempo encima, Sthefany reprocha que frente a fenómenos como la gentrificación en la CDMX no haya opciones para procurar a los pequeños negocios de barrio.
“Es injusto cómo pueden venir otras personas a quitarnos nuestro trabajo… Somos personas que no hacemos millones, pero valoramos lo que hacemos”, concluyó.

Desde estimular el cerebro hasta reducir el dolor, unirse a otros para cantar (así como cantar en soledad) puede traer amplios beneficios.
Estamos en esa época del año en la que el aire empieza a vibrar con voces angelicales, o a resonar con algún que otro himno vigoroso, mientras los villancicos transmiten su indomable alegría festiva.
Pero estos cantores, se den cuenta o no, mientras llenan centros comerciales, estaciones de tren, residencias de ancianos y la calle de tu casa con canciones jubilosas, también están mejorando su salud.
Se ha descubierto que cantar, aporta una amplia gama de beneficios —que abarcan desde el cerebro hasta el corazón— para quienes lo practican, especialmente si lo hacen en grupo. Puede unir a las personas, preparar nuestro cuerpo para combatir enfermedades e incluso suprimir el dolor. Entonces, ¿valdría la pena alzar la voz para celebrar?
“Cantar es un acto cognitivo, físico, emocional y social”, afirma Alex Street, investigador del Instituto de Investigación de Musicoterapia de Cambridge, quien estudia cómo la música puede ayudar a niños y adultos a recuperarse de lesiones cerebrales.
Los psicólogos llevan mucho tiempo maravillados de cómo las personas que cantan juntas pueden desarrollar un poderoso sentido de cohesión social, e incluso los vocalistas más reticentes se unen al cantar. Investigaciones han demostrado que personas completamente desconocidas pueden forjar vínculos inusualmente estrechos después de cantar juntas durante una hora.
Como era de esperar, cantar tiene claros beneficios físicos para los pulmones y el sistema respiratorio. Algunos investigadores han utilizado el canto para ayudar a personas con enfermedades pulmonares, por ejemplo.
Pero cantar también produce otros efectos físicos mensurables. Se ha descubierto que mejora la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Incluso se ha visto que cantar en grupos o coros refuerza nuestra función inmunitaria de una forma que simplemente escuchar la misma música no puede.
Existen diferentes explicaciones para esto. Desde un punto de vista biológico, se cree que cantar activa el nervio vago, que está conectado directamente a las cuerdas vocales y los músculos de la parte posterior de la garganta. La exhalación prolongada y controlada que implica cantar también libera endorfinas asociadas con el placer, el bienestar y la supresión del dolor.
Cantar también activa una amplia red de neuronas en ambos hemisferios del cerebro, lo que provoca que se activen las regiones que gestionan el lenguaje, el movimiento y las emociones. Esto, combinado con el enfoque en la respiración que requiere el canto, lo convierte en un eficaz calmante del estrés.
“Las respuestas de bienestar se hacen evidentes en voces, expresiones faciales y posturas más vívidas”, afirma Street.
Estos beneficios podrían tener raíces profundas. Algunos antropólogos creen que nuestros ancestros homínidos cantaban antes de poder hablar, utilizando vocalizaciones para imitar los sonidos de la naturaleza o expresar sentimientos.
Esto podría haber desempeñado un papel clave en el desarrollo de dinámicas sociales complejas, la expresión emocional y los rituales, y Street señala que no es casualidad que cantar forme parte de la vida de todos los seres humanos, tengan o no inclinación musical, señalando que nuestros cerebros y cuerpos están sintonizados desde el nacimiento para responder de forma positiva a las canciones.
“Se les cantan canciones de cuna a los niños y luego se cantan canciones en los funerales”, explica. “Aprendemos las tablas de multiplicar cantando y el abecedario mediante la estructura rítmica y melódica”.
Pero no todos los tipos de canto son igualmente beneficiosos. Cantar en grupo o coro, por ejemplo, promueve un mayor bienestar psicológico que cantar en solitario. Por esta razón, investigadores educativos han utilizado el canto como herramienta para promover la cooperación, el desarrollo del lenguaje y la regulación emocional en niños.
Los especialistas médicos también están recurriendo al canto para mejorar la calidad de vida de quienes sufren diferentes afecciones. Investigadores de todo el mundo han estudiado los efectos de unirse a coros comunitarios dedicados a sobrevivientes de cáncer y accidentes cerebrovasculares, personas con enfermedad de Parkinson y demencia, y sus cuidadores. Por ejemplo, cantar mejora la capacidad de articulación de los pacientes con Parkinson, algo con lo que se sabe que tienen dificultades a medida que la enfermedad progresa.
Cantar también representa una forma de mejorar la salud general, ya que se ha demostrado que es un ejercicio subestimado, comparable a una caminata rápida. “Cantar es una actividad física y puede tener beneficios similares al ejercicio”, afirma Adam Lewis, profesor asociado de fisioterapia respiratoria en la Universidad de Southampton, en Reino Unido.
Un estudio incluso sugirió que cantar, junto con diversos ejercicios vocales que realizan cantantes profesionales para perfeccionar el tono y el ritmo, es un ejercicio para el corazón y los pulmones comparable a caminar a un ritmo moderado en una cinta de correr.
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Pero los investigadores también se interesan en destacar los beneficios, a menudo poco reconocidos, de participar grupos de canto para la psique de las personas que viven con enfermedades crónicas a largo plazo. Street explica que cantar permite a estas personas centrarse en lo que pueden hacer, en lugar de en lo que no pueden.
“De repente, se genera una sensación de igualdad en la sala, donde los cuidadores ya no son cuidadores, y los profesionales de la salud también cantan la misma canción de la misma manera”, dice Street. “Y realmente no hay mucho más que logre eso”.
Entre quienes han demostrado beneficiarse más del canto se encuentran las personas con enfermedades respiratorias crónicas, algo que se ha convertido en un importante foco de investigación para Keir Philip, profesor clínico de medicina respiratoria en el Imperial College de Londres. Philip advierte que cantar no curará estas enfermedades, pero puede servir como un enfoque holístico eficaz que complementa los tratamientos convencionales.
“Para algunas personas, vivir con disnea puede provocar que cambien su forma de respirar, volviéndola irregular e ineficiente”, dice Philip. “Algunos enfoques basados en el canto ayudan en esto en términos de los músculos utilizados, el ritmo y la profundidad [de la respiración], lo que puede ayudar a mejorar los síntomas”.
Uno de sus estudios más destacados consistió en aplicar un programa de respiración desarrollado mediante el trabajo con cantantes profesionales de la Ópera Nacional Inglesa como parte de un ensayo controlado aleatorio en pacientes con covid-19 de larga duración. Durante seis semanas, los resultados mostraron que mejoró su calidad de vida y alivió algunos aspectos de sus dificultades respiratorias.
Al mismo tiempo, cantar no está exento de riesgos para las personas con afecciones subyacentes. El canto en grupo se vinculó a un evento de superpropagación en las primeras etapas de la pandemia de covid-19, ya que cantar puede emitir grandes cantidades de virus en el aire.
“Si tienes una infección respiratoria, es mejor faltar esa semana al ensayo del coro para evitar poner en riesgo a otras personas”, comenta Philip.
Pero quizás el beneficio más notable del canto es que parece contribuir a la autoreparación cerebral. Esto quedó ilustrado por la historia de la excongresista estadounidense Gabrielle Giffords, quien sobrevivió a un disparo en la cabeza durante un intento de asesinato en 2011.
A lo largo de muchos años, Giffords reaprendió a caminar, hablar, leer y escribir, gracias a terapeutas que utilizaban canciones de su infancia para ayudarla a recuperar la fluidez verbal.
Los investigadores han utilizado enfoques similares para ayudar a los supervivientes de un ictus a recuperar el habla, ya que cantar puede proporcionar las horas y horas de repetición necesarias para promover una nueva conectividad entre los dos hemisferios cerebrales, que a menudo se dañan tras un ictus agudo. También se cree que cantar mejora la neuroplasticidad del cerebro, lo que le permite reconectarse y crear nuevas redes neurológicas.
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Hay teorías de que cantar también podría ayudar a las personas con deterioro cognitivo debido a la intensa exigencia que impone al cerebro, que requiere atención sostenida y estimula la búsqueda de palabras y la memoria verbal.
“Existe una creciente base de evidencia que respalda los beneficios cognitivos del canto en adultos mayores”, afirma Teppo Särkämö, profesor de neuropsicología en la Universidad de Helsinki, Finlandia. “Sin embargo, aún sabemos poco sobre el potencial del canto para ralentizar o prevenir el deterioro cognitivo, ya que esto requeriría estudios a gran escala con años de seguimiento”.
Para Street, toda la investigación que demuestra los poderosos efectos del canto, ya sea a nivel social o neuroquímico, subraya por qué es una parte tan universal de la vida humana. Sin embargo, una de sus preocupaciones es que, a medida que las personas pasan cada vez más tiempo conectadas a la tecnología en lugar de entre sí a través de actividades como cantar, relativamente pocas personas experimentan sus beneficios.
“Estamos descubriendo mucho, especialmente en la rehabilitación de lesiones cerebrales”, afirma. Apenas están empezando a surgir estudios que demuestran que cantar puede tener estos efectos, incluso en personas con lesiones importantes. Es lógico que podamos beneficiarnos tanto, ya que el canto siempre ha desempeñado un papel fundamental en la conexión entre las comunidades.
Quizás sea una razón más para disfrutar el cantar villancicos alrededor del árbol de Navidad este año.
*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí si quieres leer la versión original en inglés.
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