El Popocatépetl es un volcán activo, y desde hace unos días no ha dejado de tener actividad. Caída de ceniza en los alrededores, explosiones leves o moderadas y afectación a la navegación aérea son algunas de las razones por las que el Comité Científico Asesor del volcán Popocatépetl determinó que el semáforo de Alerta Volcánica se sitúe en amarillo fase 3.
Esto significa que ante la actividad volcánica es necesario que la población cercana se mantenga alerta, informada y preparada para una posible evacuación.
Aunque vale la pena señalar que de acuerdo con el análisis de los científicos expertos, este episodio no ha alcanzado los niveles de intensidad registrados anteriormente como en 1997, 2000-2001, 2012-2013 y 2019.
Aún así, ante el episodio de tremor de amplitud variable —como los científicos llaman a la reciente actividad del popo—, muchas dudas nos invaden como: ¿qué hacer con la ceniza?, ¿cuántos estados puede afectar? o ¿cómo se determina el color del semáforo de alerta?
Si tienes poco tiempo, déjame contarte que la actividad del volcán es un proceso natural y aunque se está monitoreando todo el tiempo no se puede predecir cuándo, cómo y qué grado de daño podría causar una erupción de Don Goyo.
Lo que sí se puede hacer es calcular probabilidades para planear algunos escenarios que podrían suceder, según se cumplan ciertos factores.
De acuerdo con la doctora Mariana Patricia Jácome, vulcanóloga e investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM, “no hay que entrar en pánico. El volcán se reactivó desde 1994 y ha tenido diferentes momentos en que tenemos este semáforo en Amarillo Fase Tres, con emisión de ceniza también abundante. Entonces, lo importante es mantenerse al tanto de lo que digan las autoridades”.
De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), actualmente nos encontramos en el semáforo amarillo fase 3, lo que significa una actividad intermedia alta.
“Se tiene formación y ruptura de domos, mayor cantidad de emisión de gases y hay un área mayor afectada sobre todo por la emisión de ceniza”, explicó la doctora Mariana Patricia Jácome.
Los escenarios previstos en esta fase son:
Lo que se recomienda en esta fase es mantener una distancia mínima de 12 kilómetros alrededor del volcán. Hay tránsito controlado entre Santiago Xalitzintla y San Pedro Nexapa, vía Paso de Cortés.
Y lo más importante es que la población debe estar atenta a la información oficial que se difunda. Puesto que el color del semáforo puede cambiar y, a diferencia de lo que algunas personas aseguraron en redes sociales, el cambio del semáforo no es una decisión arbitraria, política o responsabilidad de una sola persona.
Son los especialistas del Comité Científico Asesor del volcán Popocatépetl quienes con base en la observación científica determinan el color del semáforo.
Durante todo el año el Cenapred monitorea el volcán, como parte de un programa operativo para evacuar a la población en caso de peligro.
Aunque al igual que los sismos el comportamiento de los volcanes no se puede predecir, la doctora Jácome señala que la gran diferencia es que sí se pueden observar algunos síntomas que nos ayudan a tomar decisiones de manera preventiva, como cuando comenzamos a detectar síntomas que nos pueden alertar de una posible enfermedad.
“En los volcanes tenemos como algunos síntomas. Nos dan parámetros que nosotros les llamamos puntos parámetros de monitoreo, y hay que estarlos checando todo el tiempo de manera muy continua. El volcán Popocatépetl está monitoreado 24 horas en diferentes parámetros y con eso se puede entender qué es lo más probable que haga”, señala la especialista.
A decir de Laura Velázquez Alzúa, coordinadora nacional de Protección Civil, no sabemos cuánto va a durar esta fase pero, si tomamos como referencia eventos pasados, su duración es de solo algunos días antes de volver al semáforo verde.
En la siguiente infografía puedes revisar lo que significa cada fase, pero a grandes rasgos, estamos a un paso de llegar al color rojo de alerta, y si eso pasa las poblaciones cercanas deben estar listas para evacuar.
Aunque también existe la posibilidad de regresar al verde, que se considera la fase dentro de la normalidad.
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La doctora Jácome nos explicó que los especialistas que monitorean el volcán de manera continua ponen atención a aspectos como la temperatura y la cantidad de exhalaciones que emite el volcán.
Con base en ello, miden la probabilidad de que ocurran algunos escenarios y con esa probabilidad se toman decisiones como el color del semáforo y las medidas que en cada caso deben tomarse. Las cuales van desde protegerse de las cenizas, hasta ejecutar algunas evacuaciones.
De acuerdo con estas probabilidades, las autoridades de protección civil han creado un Mapa de riesgos, en donde se plasman los posibles escenarios de afectación que podrían suceder si la actividad del volcán se incrementa.
“Los mapas de peligros son la herramienta construida con mucho trabajo científico y mucha modelación, que nos dice hasta dónde pueden llegar los diferentes fenómenos volcánicos y se dan diferentes escenarios de erupción”, describe la doctora Jácome.
Gracias a ese mapa sabemos que es más probable que la actividad del volcán afecte un radio de 12 kilómetros alrededor del volcán, y menos probable — pero posible— que afectaciones como la caída de ceniza salgan de los límites poblanos, puesto que podrían llegar a Estado de México, Morelos, Puebla, Tlaxcala y Ciudad de México.
La especialista subrayó que con estos mapas podemos saber que el fenómeno volcánico que se desplazaría más lejos del centro de emisión son las nubes de ceniza, mientras que la mayoría de los otros fenómenos permanecen en un radio menor.
En dicho mapa, por ejemplo, podemos ver que lo más probable es que si hubiera un derrame de lava, ésta se quede en el cráter del volcán.
Un escenario de probabilidad media es que se quede dentro de los 12 kilómetros alrededor del volcán.
Mientras que el escenario menos probable es que salga de ese radio de 12 kilómetros y llegue hasta los 23 km.
Aquí vale la pena recordar que la ciudad de Puebla, por ejemplo, se encuentra a más de 60 kilómetros del volcán. Aunque sí hay poblaciones que habitan o circulan cerca del área que podría alcanzar una mayor afectación.
Algunas personas también se han cuestionado si la reciente actividad sísmica que se ha registrado en la Ciudad de México tiene algún tipo de relación con la reciente actividad del Popo. Pero esto no es verdad.
En rueda de prensa organizada por la UNAM, el doctor Carlos Váldez Gónzalez recordó que el volcán ha estado en actividad desde 1994 y que los fenómenos no tienen nada qué ver entre sí.
Recordemos que, el 21 de diciembre de 1994 se produjo la primera emisión de ceniza en cerca de 70 años, la cual causó gran inquietud entre la población y autoridades, por lo que algunos de los poblados más vulnerables en el flanco noreste fueron evacuados.
La ceniza volcánica es resultado de la fragmentación de las rocas durante las erupciones. Aunque parecen inofensivas sus efectos pueden durar mucho tiempo después de que la erupción haya terminado.
Las cenizas son tan pequeñas que pueden entrar por el sistema respiratorio hasta los pulmones. Como mecanismo de defensa, el cuerpo puede intentar encapsular las cenizas causando pequeñas lesiones que pueden dificultar la respiración.
Por ello, la especialista también recuerda que para cuidar nuestra salud es necesario protegerse con lentes y cubrebocas. Y en caso de tener mascotas en un área afectada por la ceniza, lo mejor es mantenerlas al interior para evitar que se enfermen.
De hecho, la Coordinación Nacional de Protección Civil recomienda que las personas que están en áreas afectadas por la caída de ceniza eviten el uso de lentes de contacto, pues podrían causar irritación ocular, ya que la ceniza volcánica es abrasiva.
La ingesta de ceniza puede llegar a causar otro tipo de afecciones como infecciones estomacales, por lo que también es muy importante cubrir los alimentos y las fuentes de agua potable.
Como ya mencionamos, la afectación que más dimensiones puede llegar a alcanzar es la caída de ceniza. Ante ello, la doctora Jácome nos explicó que es muy importante que las cenizas se manejen en seco.
Por ejemplo, no hay que rociar agua al momento de barrer.
“La ceniza es una especie de cementante. Cuando la pongo con agua podríamos afectar el sistema de drenaje de las casas, podríamos tapar las coladeras y sería mucho más difícil de limpiar si la mojamos”.
Carlos Váldez Gónzalez también señala que no es recomendable usar agua en el parabrisas si el vidrio tiene ceniza, pues además de rayarlo podríamos afectar otros sistemas del vehículo.
Vivimos en una época en la que todo tipo de sistemas de control limitan nuestras libertades de expresión, identidad y religión. Combinar la visión de Orwell con la de Huxley ofrece un análisis más profundo.
¿Existe alguna obra de ficción del pasado que pueda ayudarnos a comprender las preocupantes tendencias actuales?
Considerando la proliferación de referencias a la “neolengua” ofuscadora, líderes al estilo del Gran Hermano y sistemas de vigilancia ineludibles en artículos periodísticos, esta pregunta tiene una respuesta simple: “Sí, y esa obra es ‘1984’ de George Orwell”.
Tanto la izquierda como la derecha política consideran la novela que Orwell escribió en 1949 como el libro del siglo pasado que mejor se relaciona con el presente.
Pero hay otros que consideran la cultura del consumo y la obsesión por las redes sociales como las principales preocupaciones actuales. Entonces la respuesta es diferente: “Sí, y esa obra es ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley”.
Nosotros, sin embargo, pensamos que la respuesta es “ambas”.
En el largo debate sobre quién fue el escritor más profético de su época, Orwell, que fue alumno de Huxley en Eton, es generalmente el favorito.
Una razón de esto es que las alianzas internacionales que durante mucho tiempo parecieron estables ahora están en constante cambio. En 1984, su última novela, Orwell imaginó un futuro mundo tripolar dividido en bloques rivales con alianzas cambiantes.
En el breve periodo transcurrido desde que el presidente estadounidense Donald Trump inició su segundo mandato, sus políticas y declaraciones han provocado sorprendentes realineamientos.
Estados Unidos y Canadá, socios cercanos durante más de un siglo, están ahora enfrentados. Y en abril, un funcionario de Pekín se unió a sus homólogos de Corea del Sur y Japón para oponerse, formando un trío improbable, a los nuevos aranceles de Trump.
Quizás por eso existe un campo floreciente de “estudios orwellianos”, con su propia revista académica, pero no de “estudios huxleyanos”.
Probablemente también explica por qué “1984”, pero no “Un mundo feliz”, sigue figurando en las listas de los más vendidos, a veces junto con “El cuento de la criada” (1985) de Margaret Atwood.
“Orwelliano” (a diferencia del raramente conocido “huxleyano”) tiene pocos competidores aparte de “kafkiano” como adjetivo inmediatamente reconocible vinculado a un autor del siglo XX.
Por maravillosos que sean Atwood y Kafka, estamos convencidos de que combinar la visión de Orwell con la de Huxley ofrece un análisis más profundo. Esto se debe en parte a, y no a pesar de, la frecuencia con la que se ha contrastado la autocracia que describen Orwell y Huxley.
Vivimos en una época en la que todo tipo de sistemas de control limitan nuestras libertades de expresión, identidad y religión. Muchos no encajan del todo en el modelo que Orwell o Huxley imaginaron, sino que combinan elementos.
Sin duda, hay lugares, como Myanmar, donde quienes ostentan el poder recurren a técnicas que evocan inmediatamente a Orwell, con su enfoque en el miedo y la vigilancia. Hay otros, como Dubái, que evocan con mayor facilidad a Huxley, con su enfoque en el placer y la distracción. Sin embargo, en muchos casos encontramos una mezcla.
Esto es especialmente evidente desde una perspectiva global. Es algo en lo que nos especializamos como investigadores internacionales e interdisciplinarios: un académico literario turco radicado en el Reino Unido y un historiador cultural californiano de China, que también ha publicado sobre el Sudeste Asiático.
Al igual que Orwell, Huxley escribió muchos libros que no eran ficción distópica, pero su incursión en ese género se convirtió en su obra más influyente. “Un mundo feliz” fue muy conocido durante la Guerra Fría.
En cursos y comentarios, se solía comparar con “1984” como una narrativa que ilustraba una sociedad superficial basada en la indulgencia y el consumismo, en contraposición al mundo orwelliano, más sombrío, de supresión del deseo y control estricto.
Si bien es habitual abordar los dos libros a través de sus contrastes, también pueden tratarse como obras interconectadas y entrelazadas.
Durante la Guerra Fría, algunos comentaristas consideraron que “Un Mundo feliz” mostraba adónde podía llevar el consumismo capitalista en la era de la televisión.
Occidente, según esta interpretación, podría convertirse en un mundo donde autócratas como los de la novela se mantuvieran en el poder. Lo lograrían manteniendo a la gente ocupada y dividida, felizmente distraída por el entretenimiento y la droga “soma”.
Orwell, por el contrario, parecía proporcionar una clave para desbloquear el modo más duro de control en los países no capitalistas controlados por el Partido Comunista, especialmente los del bloque soviético.
El propio Huxley en “Un mundo feliz” revisitado, un libro de no ficción que publicó en la década de 1950, consideró importante reflexionar sobre cómo combinar, abordar y analizar las técnicas de poder e ingeniería social presentes en ambas novelas.
Y resulta aún más valioso combinar estos enfoques ahora, cuando el capitalismo se ha globalizado y la ola autocrática sigue alcanzando nuevas fronteras en la llamada era de la posverdad.
Los enfoques orwellianos, de corte duro, y huxleyanos, de corte suave, para el control y la ingeniería social pueden combinarse, y a menudo lo hacen.
Vemos esto en países como China, donde se emplean los crudos métodos represivos de un Estado del Gran Hermano contra la población uigur, mientras que ciudades como Shenzhen evocan un mundo feliz.
Vemos esta mezcla de elementos distópicos en muchos países: variaciones en la forma en que el escritor de ciencia ficción William Gibson, autor de novelas como “Neuromancer”, escribió sobre Singapur con una frase que tenía una primera mitad suave y una segunda dura: “Disneylandia con la pena de muerte”.
Este puede ser un primer paso útil para comprender mejor y quizás empezar a buscar una manera de mejorar el problemático mundo de mediados de la década de 2020. Un mundo en el que el teléfono inteligente en el bolsillo registra tus acciones y te ofrece un sinfín de atractivas distracciones.
*Emrah Atasoy es investigador asociado de Estudios Literarios Comparados e Inglés e Investigador Honorario del IAS de la Universidad de Warwick.
*Jeffrey Wasserstrom es profesor de Historia China y Universal, Universidad de California, Irvine.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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